Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile ofrecemos el post que lleva por título: Más allá de la retórica: el discurso poético.
MÁS ALLÁ DE
LA RETÓRICA:
EL DISCURSO POÉTICO
Es
claro que nosotros, cuando hablamos de retórica, nos situamos más allá de una sistemática escolar tradicional, y ni
siquiera nos sirve el concepto de retórica
en sentido más amplio[1]
que Lausberg explicita en su taxonomía y definiciones de figuras y tropos. El
arte de hablar que persigue el rétor es trascendido en poesía, y por lo tanto
se separa del concepto mismo de discurso general. Esto es de gran importancia,
habida cuenta de que el recurso retórico se integra dinámicamente en el
discurso poético, el cual ya ofrece una dispositio
altamente singular (estetizante), cuyo ordo
artificialis ofrece sucesiones que no tiene por qué seguir con el orden
natural, temporal del decurso de la oración o frase que lo conforma, y cuyo
factor supuestamente alienador (del constructo estándar del lenguaje) hace de
la poesía un discurso especialmente dinámico, trascendente y vivo.
Es
pues la elocución retórica en poesía la que excede la noción sintética o
taxonómica para relacionarse con el proceso vivo del discurso del lenguaje.
Lejos de las nociones mecánicas extraídas de los Corpus Doctrinales, el poeta (y el lector avezado de poesía)
trasciende(n) el ideal de perfección del código del idioma para su conocimiento
y dominio, para ponerlo en tela de juicio. Las virtudes retóricas tradicionales
(claridad, ornato y decoro) son puestas en duda en pos de ofrecer una mayor
expresividad, aun cuando pueda parecer que cae en el vicio de la anfibología y
la oscuridad: lo que se busca es la expresión de realidades metalingüísticas.
Por eso creo que la retórica, gracias a la
poesía, no debe de desvincularse de
la misma filosofía donde en un principio tuvo su origen. Las clasificaciones
sirven para orientarnos en su exposición mecánica de los diferentes recursos
retóricos, pero en modo alguno para entender su funcionamiento en el discurso
poético.
Lección
de gran importancia la dada por Nieztsche que, manteniendo el pulso filosófico
del lenguaje metafórico, habría de dar mucha más importancia a aquella (a la
metáfora) que al mismo concepto. El lenguaje conceptual, al fin y al cabo, sólo
da opciones a que el mundo y nosotros mismos, como representaciones,
acabaríamos siendo no más que imágenes indescifrables. Esta puesta en duda del
concepto es totalmente natural en poesía, por lo que los medios de expresión
retórica (metafóricos) son mucho más que meros tropos encasillados en diversas
taxonomías, es una vía de atención y entendimiento vivo, superador del ornato,
por lo que dicho lenguaje tiene inevitablemente el rango de filosófico
–poético-. El constructo retórico metafórico deconstruye la palabra pobre para expresar las profunda intuiciones
y los sentimientos más hondos.
A
juicio de quien suscribe estas reflexiones, será el discurso vivo poético
metafórico el que nos abra las puertas a un conocimiento imposible sin estos
elementos retóricos. Al mundo no sólo de los conceptos y juicios conscientes y
racionales, también, o sobre todo, al universo de los instintos, de lo
inconsciente, de lo abiertamente irracional, así las cosas la percepción
corporal y la elaboración mental abstracta no están estrictamente escindidas,
la conexión es íntima en virtud de la metáfora (ejemplo muy ilustrativo lo
veremos en los recursos sinestésico-metafóricos[2]).
Las
formas son, en definitiva las que señorearán en poesía, pues su vinculación
material y perceptiva son básicos para entender más allá del impulso abstracto
simplificador y enseñarnos a que el cuerpo comunica inconscientemente, y desde
donde, finalmente, entendamos también los procesos conceptuales. Se puede
inferir de todo esto el valor epistemológico de los elementos
retórico-poéticos, en conjunción plena con el resto de elementos
estructuradores de su discurso que, al fin, se descubren como vía de
apercibimiento de otros mundos vivos con potencial acaso nunca imaginado, si es
que es en realidad una potencia creativa.
Es
en verdad el ejercicio poético creativo una vía de contemplación por la que se
hace posible una vía de comprensión particular, según la cual, el caer en la
cuenta de (previa a cualquier emisión de juicio), nos posibilita aprehender
hechos psicológicos (emocionales) conscientes y, sobre todo, inconscientes que
de toda manera sería difícil extraer a la realidad de nuestra conciencia.
Francisco Acuyo
Francisco Acuyo
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