Abundando en la figura de Otto Weininger, ofrecemos una nueva entrada para la sección, Microensayos, del blog Ancile, de la avisada mano del filósofo Tomás Moreno y que lleva por título: OttoWeininger y su renacer de las cenizas del olvido.
-->
OTTO
WEININGER Y SU
RENACER DE LAS CENIZAS DEL OLVIDO
Tras la tragedia de la Segunda Guerra Mundial
las ideas antisemitas y antifeministas del pensador judío renegado fueron
arrumbadas al desván de las pesadillas, afortunadamente superadas. Otto Weininger cayó en el olvido, del
que sólo emergió ocasionalmente como extraviado producto de una curiosa época.
Sin embargo, Weininger renació de las cenizas del olvido, en donde se
encontraba merecidamente sepultado. Al menos desde los comienzos del último
tercio del siglo XX asistimos a una especie de “revival” de su figura y de sus
peculiares ideas sobre el sexo y las mujeres. Hans Mayer ha señalado y denunciado el
retorno de esos viejos fantasmas misóginos presentes tanto en las obras de
escritores franceses, entre los que cita a Henry
de Montherlant y a Jean Genet,
como en la generación americana de dramaturgos, novelistas y guionistas de
cine que cantan la potencia y la
autoridad sexual del macho (Tenesse
Williams, E. Albee) o el
desprecio de la mujer “como simple objeto sexual” (Henri Miller). En todas partes se manifiesta esa relación en la que
comparten tanto una fe irracional
como una ideología elitista de señores.
Y concluye con estas premonitorias palabras: “A la lucha de clases ha de suceder la lucha de sexos”[1].
Y
uno de los autores que ejemplifican con mayor exactitud esta mentalidad
antifeminista y misógina es, sin duda, el escritor norteamericano Norman Mailer, sobre todo, con su
ensayo The Prisoner of Sex.
Antagonista del frente de liberación femenino, enemigo declarado de la Women’s lib -al que califica de
movimiento narcisista y totalitario- y enfrentado con Kate Millet y su Sexual
Politics[2],
Norman Mailer se revela como uno de los
más combativos herederos del legado weiningeriano, una especie de Weininger redivivo que “volvería de
nuevo, sin vacilación, a establecer la audaz antítesis: sierva y furcia”[3]. Por su parte Kate Millet
ha esclarecido en su análisis de Henry Miller y de Norman Mailer, la
complacencia de estos dos autores por lo lúbrico, lo degradante de la actividad
sexual ejercida sobre la “fémina”, la inmensa arrogancia del Macho Coitante, o su reducción de las
mujeres protagonistas de sus novelas a “ninfómanas
insaciables”, obsesas uterinas, puro
almacénes vaginales de placer, que
entonan la frenética Canción del Sexo
celebrando el Buen Pene del macho de
turno. Imágenes de la mujer que reproducen fielmente el estereotipo femenino weiningeriano que impregna de principio a fin las páginas de Sexo y carácter.
Incluso
las semejanzas en la esfera subjetiva, aparentemente tan sorprendentes, de
Weininger y Mailer son más bien desconcertantes que indicadoras: “El judío de
Viena y el judío de Nueva York. Ambos amalgaman feminismo y semitismo.
Weininger se atreve a establecer la equiparación de femenino y judío. Llama a
su época “no sólo la más judía, sino también la más femenina de todos los
tiempos”. Otto Weininger, el hombre y el judío, dictaba con ello su propia
sentencia. Y fue él mismo quien la ejecutó”[4]. Ambos, en fin, analizan
el tema de la homosexualidad, oculta y angustiosamente en el caso del
austríaco; expresamente en el del americano (en relación con los casos
literarios de D. H. Lawrence y Jean Genet).
Como
señala Hortensia Moreno “la
actualidad del texto puede verse reflejada en la cantidad de resultados o
entradas que arroja una búsqueda en Google (137.000 en menos de un segundo).
También resulta significativo que en 2003 los departamentos de inglés y de
lenguas modernas de la Universidad de Sussex organizaran una conferencia
internacional e interdisciplinaria para celebrar el centenario de Sexo y carácter y la publicación –en
Indiana University Press- de su primera traducción completa al inglés”. El número de ediciones de la obra
sobrepasa hoy las cincuenta ediciones[5]. Su tema nuclear, la lucha entre los sexos, y su verdadero móvil,
la desesperación autodestructiva de una soledad insuperable y existencialmente
padecida, han vuelto a estar de actualidad. El falso profeta aparece ahora como
triunfal personaje de teatro y cine y
sus teorías sobre la mujer y la sexualidad -meros extravíos de este estafador intelectual- sirven como
materia de discusión a sus colegas posmodernos.
TOMÁS
MORENO
[1] Historia maldita de la
literatura, op. cit., p.118.
[2] Cf. Kate Millet, Política
sexual, Cátedra , Madrid, 1995.
[3] Historia maldita de la
literatura, op. cit., p.140. La figura de furcia o prostituta que Weininger consagra en su obra es la inversión
exacta, la antítesis perfecta, del mito de la mujer idealizada de la tradición
cristiana occidental: de la Virgen y
Madre o de la Madonna de los
pintores renacentistas, de la Angelicada,
de la Beatriz del Dante, la Laura de Petrarca, la Isolda de la leyenda medieval y wagneriana
y de todas las Damas idealizadas por
el modelo provenzal de las Cortes de amor medievales y sus
variantes románticas desde Chretien de Troyes a Goethe. Es el mismo estereotipo
invertido y transformado en su otro
extremo, en su antítesis, el mismo modelo sacro puesto al revés que ha modelado
el sentimiento del amor en Occidente en los ocho últimos siglos. Una invención
masculina totalmente denigrante y vengativa sobre la mujer. Para este
estereotipo en el imaginario literario e iconográfico occidental, véanse: Denis
de Rougemont, El amor y Occidente,
Kairós, Barcelona, 2002 y Marina Warner,
Tú sola entre las mujeres. El mito y el
culto de la Virgen María, Taurus, Madrid, 1991, capítulos IX (Trovadores) pp. 187-204, X (Madonna) pp. 205-217 y XI (Dante, Beatriz y la Virgen María) pp.
218-233.
No hay comentarios:
Publicar un comentario