DE LA REALIDAD VISIBLE Y LA INVISIBLE
Una de las deducciones más
necesarias e interesantes de lo expuesto sobre el concepto de realidad y la
realidad misma pasa por el reconocimiento de que lo podemos percibir de ella es
mucho menor de lo que ella es en realidad.
Aquello
que denominamos evidencia experimental exhibe necesariamente una limitación
clara, así lo demuestra aquello a que lo podemos acceder por conocimiento
directo, que es muy poco: el universo y sus asterismos y su fenomenología y
naturaleza, así también el constructo o estructura íntima de la materia, y por supuesto muchas
impresiones sensoriales que damos por sentadas en su aparente certidumbre.
En
todo caso nos vemos obligados a superar cualquier solipsismo si queremos hablar
con cierta propiedad sobre la cuestión de la realidad, más aún cuando hoy
podemos acceder a elementos sensoriales artificiales que pretenden simular una
realidad concreta, hablamos de los artefactos generadores de realidad virtual.
¿Cómo distinguir la genuina realidad de una generada artificialmente? Todo
parece indicar que esto va a depender de la capacidad de interacción de la
virtualidad con la realidad de lo artificialmente generado y del grado de
impredecibilidad que contenga la realidad virtual generada. De todas formas, lo
que cabe inferirse en cualquier caso es que la experiencia sensorial será
siempre una infinitesimal parte de la totalidad (que es la que a la ciencia
interesa) la que finalmente seremos capaces de captar.
Pero
también es cierto que la distinción entre lo virtual o artificial de una
realidad creada, no solo no es clara, sino que muchas de las maneras de
conocimiento de las que somos acreedores muy bien pueden considerarse como
virtuales: en muchos aspectos las abstracciones matemáticas los son, así como
el ejercicio imaginativo, que no es precisamente portador de un conocimiento
directo y, acaso porque nuestra propia experiencia sensorial tampoco lo sea.
¿Significa
(inferido de lo anteriormente señalado) que la realidad, independientemente de
nuestra observación y experiencia, no tiene una realidad intrínseca? ¿O,
simplemente, es que no la podemos apercibir directamente?
Que
tengamos que aceptar que el conocimiento que tenemos de la realidad es en el
fondo virtual, hace de la realidad universal una problemática de resolución bastante
delicada y de no fácil acercamiento por su compleja e insólita naturaleza.
Nuestra propio acercamiento a la realidad no deja de ser antrópico, así como que
todas nuestras respuestas o soluciones (científicas) a dicha problemática
habrán de conducir a nuevos problemas que, a su vez, exigirán, nuevas
explicaciones (K. Popper). Hasta aquí, me atrevo a conjeturar que es
extremadamente difícil, si no es un craso error, la distinción radical y taxativa del
sujeto que observa y el objeto
observado, todo lo cual nos hace mantener la ilusión de un yo capaz de
distinguir objetos.
A
tenor de todo lo expuesto en la serie de reflexiones sobre la realidad que
hemos llevado a cabo en estas entradas, es muy razonable pensar que la realidad
puede ser ambivalente en tanto que responde a unas singularidades constatables
en el ámbito de la ciencia de la física clásica y otras en el ámbito de la
mecanocuántica, pero ¿es cierto que hay dos tipos de realidades en atención a
su naturaleza y estructura? ¿Y, de ser así, qué papel juegan las matemáticas,
habida cuenta que tanto en una y otra realidad son fundamentales para
establecer pilares idóneos para su conocimiento? Sobre estas y otras
cuestiones hablaremos en entradas posteriores de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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