Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: La percepción del yo y el lenguaje interior.
LA PERCEPCIÓN DEL YO
Y EL LENGUAJE INTERIOR
Nos referíamos anteriormente[1]
al valor del yo (subjetividad) en el ámbito de entendimiento de lo que la
conciencia sea. Las percepciones de las que somos capaces son uno de los
elementos que integran dicha conciencia. Estas percepciones sería los
componentes atomizados –casi materiales-de nuestra conciencia (así los advertía
Hume). Pero no es el único de los
ingredientes. El lenguaje íntimo[2]
que cada cual establece consigo mismo abre una dimensión nada desdeñable para
comprender otra parte esencial de la conciencia. Esta internalización de lo
externo en ese monólogo interior hace del pensamiento una forma superior de
conciencia, en tanto que aquel (el pensamiento) se hace, si no complejo, sí muy
singular en tanto que ese lenguaje ayuda a coordinar y ordenar ideas y también
para obtener consecuencias de las acciones llevadas a cabo. Otro de los
componentes será la imaginería (imágenes y formas interiores).
Aquellos
elementos evocados podrán hacernos una idea de conciencia que se acerque a la
complejidad del concepto que nosotros invocamos. No obstante, no son estas las
únicas piezas del dinámico puzzle de la conciencia. De hecho, estos
pensamientos, cuando se hacen recurrentes, pueden resultar, cuando menos, una
molestia, cuando más una obsesión enfermiza e intolerable.[3]
No en vano hay visiones sobre la conciencia que aconsejan dar fin a ese
parloteo del pensamiento (meditación) para descanso a nuestra mente e incluso para
alcanzar dimensiones de conciencia más elevadas. Esta suerte de liberación del
pensamiento, creemos con firmeza que también forman parte de nuestro concepto
de conciencia.
Aún
podemos añadir a nuestra dimensión de conciencia otro elemento fundamental, a
saber, el ámbito de lo inconsciente que, aunque fuera de la conciencia
racional, influye poderosamente en la conciencia general del individuo. De
hecho, la filosofía (también la ciencia)
ha(n) conseguido, si no relegar, sí aislar la conciencia (la mente, el
pensamiento) al ámbito de la circunscripción de la lógica racional, desuniendo
de ella(os) la originaria y primitiva unión[4]
con el Anima Mundi.
Pero,
puede medirse la conciencia (el pensamiento, la mente) para su verificación
empírica? ¿No confundimos la cualidad con la cantidad (Bergson) al pretender
calibrar y verificar aquella(os)? ¿Es en verdad sano despojar a la conciencia
de todas sus creaciones –vivas pero indemostrables- que queramos o no perviven
en nuestras conciencias? El animal rationalis ha desaparecido con todas sus
consecuencias, que no siempre son favorables. De hecho el auge de la
subjetividad y del egocentrismo humanos han proporcionado una suerte de
neurosis del sí mismo que, lamentablemente, nos aleja de la universalidad
primera que, al contrario, nos hacía uno con el mundo.
La
faceta intelectual de la conciencia (del pensamiento, de la mente) prima sobre
cualquiera otra atribución que pudiere hacerse de ella(os) pero siempre de
manera individual y subjetiva. Mas, es la conciencia un atributo netamente
egocéntrico (individual) o puede serlo también cósmico? Esta última atribución
no es en modo disparatada, no en vano buena parte de la filosofía oriental bebe y basa sus fundamentos en esta idea.
En
todo esto y mucho más ahondaremos en próximas entradas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Acuyo,
F.: Ancile, La mente continua o Mente y experiencia subjetiva.
[2] Lev
Vygotski: Pensamiento y habla, Colohue Clásica, Buenos Aires, 1986.
[3] Véanse
algunos tipos de TOC.
[4] Jung, C.
G.: Op. Cit. pág. 146.
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