jueves, 11 de junio de 2020

PLEGARIA AL PORTADOR DEL LOTO EN LAS CALAMIDADES

Para la sección Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que, siguiendo las directrices temáticas de las anteriores sobre las catástrofes y su gestión colectiva en individual, lleva por título: Plegaria al portador del Loto en las calamidades.


Plegaria al portador del Loto en las calamidades. Francisco Acuyo




PLEGARIA AL PORTADOR 

DEL LOTO EN LAS CALAMIDADES



 Se cuenta que Avalokiteshavara (Bodhisattva Portador del Loto)[1], que representa una de las proverbiales entidades de piedad del mundo, volvió sus ojos al sufrimiento de todas las criaturas y quiso llevarlas a la iluminación. No deja de parecerme sorprendente cómo una apoteosis profundamente interior puede galvanizarse desde la necesidad de lo inconsciente individual hacia la manipulación social para la consecución de intereses espurios.

Plegaria al portador del Loto en las calamidades. Francisco Acuyo
                La verdad es que será desde la manifestación de  los terrores que nos asaltan durante la existencia desde donde se obtendrán los frutos de la infama más hipócritas y fariseos, cuando en realidad responden a necesidades profundas  e ineludibles del ser humano. La ignorancia de esta fuerza, energía o potencia que nace en el afrontar nuestras calamidades, será la que nos haga dudar de su realidad individual, buscando fuera lo que siempre estuvo vivo y muy preciso dentro de nosotros. Es el político e ideólogo sin escrúpulos el que mejor partido saca a ese desconocimiento interior  ante el horror que conllevan las catástrofes sin el apoyo de algo más grande que nuestra limitada conciencia de la realidad del mundo.

                La tragedia se transfigura en la necesidad del padre a quien debemos toda suerte de respeto y complacencia, aunque tengamos que hacer la guerra como medio simbólico inconsciente para destruirlo. El padre que da la vida (y también la quita) es necesitado, temido y amado en nuestros días en forma de Estado, que será capaz del ejercicio (consentido) de la violencia pública y sobre todo individual. He aquí el culto al tótem, a la bandera y al partido[2] como representación inequívoca de ese despropósito que anunciábamos.

                El discurso político (en su acervo ideológico) es el tósigo que ha de envenenar lo más profundo del ser de manera regresiva, en pos de amedrentar el espíritu y dar alimento a la devoción totémica del estado, manifiesto en el dominio de lo político. Los arquetipos universales que nutren lo más profundo de nuestra conciencia son manipulados exitosamente gracias a la ignorancia de sus receptores.

                El símbolo o símbolos que se tergiversan desde lo inconsciente son sin duda mucho más democráticos que cualquiera ideología política. El entendimiento de esta sabiduría redentora y salvífica interior es la que desde el inicio de los tiempos (antes de la consecución de nuestro pecado original, al olvidar nuestras raíces primigenias y quererlas hacer valer en nuestro ignorante delirio,  para fines fuera de su naturaleza) nos habla de la paz y de la igualdad de todos y cada uno de los seres que conforman nuestro mundo. Pero sobre todo, nuestro sufrimiento se acrecienta y se hace patente en las catástrofes, sobre todo cuando olvidamos que el Padre, el Señor genuino que nos habita no es el sucedáneo obsceno de cualquier Estado y olvidamos, digo, desde la aceptación y el afrontamiento del dolor, que aquél nos mira desde arriba – o desde dentro- con piedad.

                Será desde ese reconocimiento interior de la verdad profunda que habita en cada cual, desde donde no podremos engañar o engañarnos. Ese reconocimiento es la iniciación misteriosa que, desde la amenaza o la realidad de la aniquilación, toma forma –aunque es el vacío- definitiva lejos del engaño de aquello que habíamos tenido como real. Será imprescindible reconocer los signos y símbolos por los que podemos engañarnos o entender la realidad última de nuestros sufrimientos sin ser manipulados.


Francisco Acuyo



[1] Om mani padme hum, es la célebre plegaria que se traduce como La joya está en el Loto.
[2] Campbell. J.: Ibidem, pág. 146.




Plegaria al portador del Loto en las calamidades. Francisco Acuyo


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