Traemos a colación nuevas aproximaciones en forma de adenda a la temática del mal, del dolor o el sufrimiento en el mundo, esta vez bajo el título: Razonar con la pasión: el sufrimiento, y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
RAZONAR CON LA PASIÓN:
EL SUFRIMIENTO
PORQUE acaso razonar con la
pasión sea dialogar (reflexionar, aprehender) y discernir algo sobre el mal del
sufrimiento, será mediante dicho diálogo que se revele una acción paradójica, por
la que no debe resultar extraño pensar el sufrimiento como una suerte de
incubación, en el sentido greco latino clásico, pues en virtud de esas meditaciones nos
vemos embarcados en un viaje que tiene todos los visos de iniciático a una
dimensión mal apercibida y mucho peor aceptada. Podemos constatar, además, que
aquél que habla con sabiduría del dolor, pasa por ser para quien lo escucha un
terapeuta sanador a la guisa del iatromantis profeta, capaz de curar el
mal a través de su enigmática y paliativa ciencia. En cualquier caso indagar sobre el sufrimiento es tarea cuya noción científico explicativa es harto difícil, aunque sea esta fundamental para intentar llegar a su comprensión desde esta óptica metodológica. Pero la visión o contemplación que atañe a los dominios del significado y por tanto a su comprensión a la que ya Dilthey hacía clara referencia y ya en ámbitos caso menos intricados que el del mismo y siempre subjetivo pero universal sufrimiento.
La
recepción o captación y posterior aceptación del sufrimiento son los primeros
pasos para llevarnos a la senda de la quietud, que a su vez nos transporta, de
manera no menos extraña y paradójica al fin del pensamiento, acaso también del
mismo sufrimiento, pues una vez que lo has tocado no hay división, nada
desgarra tu corazón, pues no conoce separación alguna.[1]
Y es que en verdad el pensamiento cuando analiza separa, escoge, reúne lo
vivido para comprobar que el dolor todo es su acervo dividido.
Afrontar el dolor y su sufrimiento es vital; su huida lo acrece y agrava a través de una sensación que puede que no sea nada más que la existencia mirándose así, por separado, en sujetos y objetos. Pero si vivimos su experiencia como totalidad una y plena, no hay ausencia, ni ruptura, ni
separación; es la prueba de fuego de nuestra percepción, inteligencia y experiencia para contrastarla con el ser verdadero. La
percepción del sufrimiento es caer en la cuenta de nuestra indefensión e
incapacidad mortal de ir más allá del mismo sufrimiento existencial, Este caer
en la cuenta fundamental de nuestra insuficiencia ante lo que es más grande que
nosotros mismos. La razonable y lógica propuesta ante la pasión es el resultado
del mayor sufrimiento y su fin, en aparente y flagrante contradicción no acabe
tanto con el amor ansiado sino con el caos en el que se inició todo en el
mundo, si es que en verdad el amor es el poder que atrapa el alma y la
Discordia el que lo libera.[2]
Todo
lo que una vez fue inmortal, de pronto se convirtió en mortal
(Empédocles), y todo en virtud de la potencia que lleva a la encarnación, es
decir, el amor, si es que el amor es quien diseña nuestros efímeros cuerpos,[3]
y a través del deseo se manifiesta como verdad revelada el sufrimiento que
conlleva capcioso el amor como ingenio que nos hace estar a merced de su apatê
(engaño).
Parece
que la manera de evitar el sufrimiento radica en reconocer el engaño cuyo
producto más sofisticado somos nosotros mismos, seres que sufren y experimentan
en el dolor de la existencia. Esta superación del engaño es la atención sobre
la superación del dolor que sobreviene cuando mueres antes de la muerte, que es
entender que el mal. Como fuerza terrible disruptiva, puede servir al bien
usada adecuadamente.
Pasión y
razonamiento, es una muestra paradójica de la coincidentia opositorum
que Nicolas de Cusa atribuía nada menos que a Dios, y donde Éste tiene una
plena identificación con el sufrimiento. Veremos en próxima entrada estos
atributos y relaciones en principio tan heterodoxas.
Francisco
Acuyo
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