lunes, 4 de julio de 2022

SEGUNDA CARTA A DOLARIA, POR ANTONIO CARVAJAL

 Hacemos puntual entrega de la Segunda carta a Dolaria, enjundiosa y avisada como acostumbra nuestro querido amigo, excelso poeta y sabio metricista Antonio Carvajal, para la sección De la Métrica Celeste del blog Ancile. 


SEGUNDA CARTA A DOLARIA, 

POR ANTONIO CARVAJAL



Segunda carta a Dolaria, Antonio Carvajal



Desde que el castellano tiene gramática escrita hay constancia de que la mayoría de nuestros doctos teóricos del verso tienen tendencia a olvidar que los poemas se pueden hacer con la lengua viva que se habla con el vecino, con la lengua agonizante que se estudia y practica con los colegas, con lenguas o jeri-aprendidas-ronzas, etc., y que cada lengua es una materia moldeable según sus características. Hay una fuerte diferencia entre la versificación con el griego y el latín, basada en la combinación de sílabas largas y breves, y la castellana fundada en la combinación de fuertes y débiles. En latín y griego cuentan que había sílabas tónicas y átonas cuya intensidad mayor o menor no decidía la formación del verso; en castellano, en cambio, nos trae sin cuidado la longitud de las sílabas, pues largas o cortas las estimamos iguales aunque a veces se perciba bien la cantidad de tiempo que se emplea en pronunciarlas, tanto que nos quedamos tan panchos al no contar al final del verso esdrújulo la sílaba postónica, rápida y brevísima, y al darle doble valor a la tónica final de verso agudo, de donde se deduce que “todo verso castellano se mide como llano” y que “todo verso francés agudo es”, lisa y llana convención métrica, como una convención de sastres sisadores que convencen a sus clientelas de que el geme y el palmo son iguales. Al caso: si en latín y en griego una sílaba larga vale dos tiempos y una síl
aba breve vale uno, el hexámetro clásico dura 24 tiempos, en tanto que el análogo romance vale 17; para disimular la sisa se tiende a confundir con apariencias de distinción y llamamos cláusulas a las combinaciones de sílabas castellanas que nos parece que se parecen a unas sílabas escritas en otra lengua que pocos saben pronunciar y muchos menos saben oír. Pero pasar por latino (¿ladino?) sigue dando prestigio, y decimos que tónica más átona hace troqueo, v. gr. monja, y jamón da yambo (Góngora hizo el famoso palíndromo “tordo doctor”). Mentira secular que no sabemos cuántos siglos más va a durarnos.
Segunda carta a Dolaria, Antonio Carvajal
Gregorio Silvestre

Todo esto viene a cuento de que Pedro de Cáceres afirma que Gregorio Silvestre fue el primero en ajustar en España el endecasílabo por yambos, pero sin decir en qué consiste ni aducir ejemplo alguno aunque, eso sí, remite a Cristóbal de Castillejo, lo acusa de no saber distinguir once de doce y duda de los endecasílabos de Juan de Mena. Y aquí se arma el verdadero lío. Pues como no hemos oído hablar ni a griegos ni a romanos ni a castellanos del siglo XV, ¿cómo mediremos esta estrofa de Mena (que cito por la edición de 1566 en Alcalá y en casa de Juan de Villanueva y Pedro de Robles, en vida, pues, de Gregorio Silvestre y, por tanto, quizá al alcance de Pedro de Cáceres) y que leída con los hábitos de hoy nos da endecasílabos?




11        Vi luego los montes hyperboreos                    1-2-5-10

            armenia y scythia con toda albania                 

11        y aun por cuanto prolixo seria                         2-4-7-10

11        dexo mas otros rincones de hebreos               1-2-4-7-10

de los capadoces y los amorreos 

11        y de nicea do juntada fue                                 4-(6)-8-10                              

la synodo santa que libro la fe,

11       de otros peores que los manicheos                   1-4-10

 

Deduzco que el primer verso es endecasílabo porque no debe haber hiato en el diptongo romance -ue- y la consonancia pide -éos, como “seria” consuena en -ía con “Albania” (ojo, que podría ser rima al ojo, como las hay en Dante, y consonancia en caída como en otros casos propuse tiempo há, pero no); y en cuanto a los dos versos que no he señalado como endecasílabos, al sétimo basta con aplicarle la pauta de Nebrija de suprimir la primera sílaba de uno de los dos hemistiquios, preferible la del primero, y en los tres versos finales aplicar la “compensación” del verso agudo con la sílaba del siguiente, como se trampea con las coplas de Manrique (correctamente, dicen), así:

y de nicea do juntada fue__la                          4-(6)-8-10

synodo santa que libro la fe__de                     1-4-8-10

otros peores que los manicheos,                     1-4-10

Segunda carta a Dolaria, Antonio Carvajal
Cristobal de Castillejo
con lo que evito el hiato “de-o”, necesario para que suene el dodecasílabo docesiglero, y mantengo el diptongo de “fue”, de acuerdo conmigo mismo al medir “luego”, hago las sinalefas como si el texto fuera de hoy (ya/ún) y me quedaría sin resolver el 2º verso, si no fuera porque tengo amigos nacidos y hablantes y poetas en comarcas de la antigua corona de Aragón que hacen sinalefa con la conjunción “y” medial entre vocales al pronunciarla casi como una e muy tenue. O sea, mi querida Dolaria, que si me lees con el respeto debido a mis años y con la fe con que solemos venerar a los extranjeros que se inventan los metros de Berceo, Mena y todos cuantos tuvieron pluma en mano antes de Garcilaso, Juan de Mena escribió muchos endecasílabos entre los que hay algunos que pasarían por yámbicos.

Y aquí vuelvo a Pedro de Cáceres, que aduce un elogio de Barahona de Soto a Gregorio Silvestre sacado de los tercetos de su epístola al poeta organista y que inserta en esa su edición tan estupenda que a veces tiene aspecto de olla podrida (el potpurri, que a muchos nos sabe muy bien). Barahona y Cáceres atribuyen a Rodríguez de Mesa (más conocido por sus nombres de pila, Gregorio Silvestre, como le pasaba a mi amigo Manuel Urbano) la novedad de “poner medida en los versos toscanos que hasta entonces no se les sabía en España”. Y pues ya estaba España sembrada de versos con su conteo ajustado de once sílabas, por todas partes y en sus diversas lenguas, en la corona de Aragón desde Asías March, en la de Castilla desde Íñigo López de Mendoza, en la de Portugal por lo menos desde Sá de Miranda, y en Italia Pietro Bembo implantaba por modelo a Petrarca, la novedad yámbica que Barahona de Soto y Pedro de Cáceres celebran como primicia en Gregorio Silvestre no deja de tener su mérito. Contar sílabas con los dedos y al llegar a 10 poner en tal posición una con acento demuestra que se sabe enumerar, pero no supone que la línea así marcada merezca el nombre de “frase música” que usaba Miguel Agustín Príncipe para solucionar el problema de qué hacer con la sílaba (o dos)  átona final, aunque no supiera evitar el enojo del antecompás, la anacrusis que no acaba de convencer pese a la autoridad de Navarro Tomás y el antecedente de Nebrija. Así que lo fácil es decir que el ritmo del verso español es yámbico o trocaico según las trampas que hagamos, si no nos da por el dáctilo o el espondeo de las gaitas , que tampoco tenemos muy claro el pito que cada quién sopla.

 Barahona de Soto explana méritos de su venerado poeta (y músico de tecla) para culminar

                                   [en] que por vos los versos mal ligados           4-6-8-10

                                   de la española lengua e italiana                        4-6-10

                                   serán con la medida encadenados.                  2-6-10

¿Dónde está la buena liga de los versos de Barahona? Los números lo cantan, en la acentuación permanente en 6ª y 10ª. ¿Qué hacemos con los acentos de 2ª, 4ª y 8ª? Declararlos armónicos, ajustados a cadencia y, en definitiva, eurítmicos. ¡Pero no hay ningún yambo! Sí los hay, por ejemplo, en este soneto del celebrado maestro:

 

Ausente yo de vos los elementos

y los que no lo son me hacen guerra,

amor, infierno, cielo, mar, y tierra,

inventan para mí nuevos tormentos.

 

La vida se me pasa en pensamientos,

no veros es el mal que más me atierra

deseo me consume, y me destierra;

por vos me hace amor beber los vientos.

 

A mis orejas oigo: ¡qué mancilla

haber aqueste mozo enloquecido,

que tan perdido anda y tan penado!

 

Respondo yo que en mí no es maravilla

que estoy ausente yo, y de amor herido

de quien tiene de mí poco cuidado.

(Silvestre, 360v)

Subrayados están, marca con el pie o con la mano la pares y lo comprobarás por tres sentidos al menos (la vista que lee, el oído que recibe, el tacto del golpeo). Esta prueba sensorial demuestra que la poesía es materia, digan lo que digan los demás.

Me quedaría tan pancho diciendo que, como anotó Paul Valéry antes de recuperar el decasílabo francés (idioma donde es modelo el verso macho<masculo) las cadencias básicas son 4+4+2 y 6+4, por lo que se admiten como armónicos (ajustados a medida) los que presentan las cláusulas 1+3 y 2+2 (=4), 1+5, 2+4, 1+3+2 y 3+3 (=6 ). Y este ajuste de cuentas nos lleva a preguntarnos por qué se considera antirrítmico el acento de 7ª en el endecasílabo, pues si todos lo llevan es armónico y si contrasta con uno de 6ª también lo es, aunque el dáctilo genere una contracadencia del yambo, como hace el gran ajustador de medidas Gregorio Silvestre en el soneto transcrito, versos 4º, 12º y final, pues son versos susceptibles de considerárseles bimembres, de modo que el primer braquistiquio sea agudo, con acento en sexta, y el segundo presente una de estos tres aspectos: 0+4, 2+2, 3+1.

Cuando te plazca hablaremos del endecasílabo gongorino con esquema 1+5 / 3+1, o sea, el de acento en 9ª. Será cuando me lo pidas y te complaceré con gusto para que bufe o “brame el eunuco”.




Antonio Carvajal

 



Segunda carta a Dolaria, Antonio Carvajal


 

 

 

 

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