Traemos para la sección de Pensamiento del blog Ancile, un fragmento del trabajo intitulado: La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. La geometría en el arte, cuyas reflexiones abarcan el proceso creativo de determinados artistas en la actualidad.
LA CONCIENCIA EN EL ARTE. EL ARTE DE
LA CONCIENCIA.
LA GEOMETRÍA MATEMÁTICA EN EL ARTE
Al albur de la obra
del artista
Martín Noguerol, en su serie 51
Nil conscire sibi
Horacio
Nominar la palabra ¿revelada?: curiosidad,
acaso sea nombrar el vigor, el carácter, el retrato particular marcado en unos
pocos espíritus ya desde la más tierna infancia. En proclama de esa potencia
inmarcesible para algunos, extraje unas pocas y muy humildes nociones sobre lo
que la indagación de la curiosidad procura al que quiere saber algo de sí mismo
y de lo que inopinadamente le rodea. Es el caso que, con esta suerte de impulso,
incomprendido todavía, me interesé con sentida modestia y un anhelo palpitante sobre
los dominios de la ciencia y del arte que misteriosamente embargan a la
geometría, sobre todo porque aquella está inmersa en el dominio de la
matemática, y siempre estuvo dispuesta para el arte.
Nadie
nos instruye en el negocio singular de ser curioso. Pero lo que será seguro es que
se ofrece como una servidumbre que, a la vez, nos libera y nos embaraza.
También es cierto que nadie se postula para ser avisado sobre esta o aquella familiar
y esperada (o inesperada y rara) cosa. Ni que decir tiene que nunca de manera
consciente, la persona curiosa, al menos al principio, entra en ninguna exacta
pesquisición, más bien al contrario, pues, en la mayoría de los casos está
motivado por una inquieta imaginación que lleva a la curiosidad a volar en
derroteros bastantes inciertos, porque el entusiasmo y el ansia de
entendimiento, ha de poner en jaque incluso al juicioso más prudente.
Así las cosas,
anduve interesado desde siempre por el dominio de la geometría de manera
especial (y de la matemática en su panoplia fascinante de ramificaciones que la
componen), que, aun siendo un neófito o un simple fascinado en tales
disciplinas, siempre hubo de maravillarme cómo el lenguaje matemático y su
potente despliegue de abstracción podía (a priori, incluso) describir y
descubrir la realidad física del mundo y calzarla en su idealización como un
guante. Igualmente habría de suceder con ¿el fenómeno? de la conciencia, porque
esta, no siendo un fenómeno medible físicamente, participa de la realidad, e
incluso dícese que puede llegar a crearla.
No obstante, siempre
puse en duda la acepción que acoge Locke (como insigne empirista) sobre la
definición de conciencia
(la conciencia es la percepción de lo que pasa en
la propia mente del hombre), por que se me antojaba incompleta, no solo
ante la propia e intrincada etimología que de ella se deriva en varios idiomas
del término
. Si la
definición (así como lo que sea realmente la conciencia) en sí misma es de
complicada resolución (para la ciencia es el proverbial problema difícil), para
el arte adquiere tintes no menos comprometidos y dificultosos. El mundo de las
sensaciones (de la percepción medible y experimental) es de capital importancia
en ciencia, pero en el arte (la vivencia subjetiva) de aquellas percepciones es
uno de los fundamentos desde donde se edifica como fundamento para aquello que
entendemos que puede ser considerado como arte. Mas, ¿qué hay de los
pensamientos, sobre todo si estos son el andamiaje nada menos que de las
palabras, sin son los moldes que dan forma, así mismo, al pensamiento
?
Estudiando
e investigando el ámbito de la sinestesia
,
encontré una vía singular y al tiempo completa de entendimiento de lo que ya
empezaba a considerar algo más que un fenómeno, me refiero a la conciencia que,
de manera más o menos complicada, en virtud de aquel tropo (metafórico, o no)
era capaz de establecer algo más que puentes entre lo sensorial (el mundo de
los
cualia) y las abstracciones más profundas (lo que algunos estudiosos
de la retórica han denominado como proceso de
abstracción sinestésica).
Decía en
alguna ocasión: Realmente es alucinante, o al menos a mí en su momento hubo
de parecérmelo, que a través de la teoría de números abstractos se pudiese
conectar con ámbitos de la realidad como la trayectoria de la luz, ofreciendo
explicaciones y, o, soluciones a la realidad física de la misma.
Así, también, indagando aquellas sinestesias especiales me di cuenta de que: las
conexiones entre el mundo físico que la percepción ofrece y el orbe mental de
dichas abstracciones, conectan con lo perceptivo en un
asombroso continuum. Intuía que algo o mucho debía de tener que ver
con el fenómeno no menos difícil de la conciencia compartiendo patrones
organizativos;
y donde, finalmente infería que la sinestesia podía considerarse una expansión
de la conciencia personal, pero también, una conciencia transpersonal que se
ofrece como metaconsciencia, que acaso no puede explicarse como proceso
cognitivo ordinariamente consciente. En el arte esta conciencia puede aparecer
como una experiencia de carácter espiritual y que, no pocos, emparentan con el
ejercicio creativo genuino, y si para el científico de la mente puede resultar
un elemento perturbador, para el artista suele ser un ámbito familiar de
convivencia.