viernes, 20 de septiembre de 2024

MENTE Y MATERIA: PARA UNA ACEPCIÓN RACIONAL DE LA ENFERMEDAD

 Siguiendo con la temática de la terapéutica artística traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile que lleva por título: Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad.


MENTE Y MATERIA: PARA UNA

ACEPCIÓN RACIONAL DE LA ENFERMEDAD

 

Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo

Recuerdo la lectura de algún que otro autor y supuesto investigador de lo que se suponen que son trastornos mentales y su no ya reticencia, sino negación manifiesta de que se traten de enfermedades. Juegan, por qué no decirlo, no ya a dilucidar problemas médicos o sanitarios, sino a ser filólogos de fuste, lexicógrafos de fundamento, lingüistas de referencia y egregios etimologistas. Así pues, su concepto de enfermedad, solo puede y debe de hacerse valer y atribuir a los desórdenes susceptibles de detectarse exclusivamente en el cuerpo, o lo que es lo mismo, a los procesos físico químicos que funciona anormalmente en la condición biológica del cuerpo[1].

                La infirmitas – atis latina (el prefijo in, negación de, el lexema firm, fuerte, y el sufijo itat, abstracción o cualidad) conforman una acepción unívoca para algunos sectores de la antisiquiatría, aplicable solo cuando afecta al cuerpo, relegando cualquier otro desorden o sufrimiento que no sea corporal, trasladando el resto al orden de mito, o, nada menos, que a un desorden que se entiende metafórico. Solo la literalidad del dolor y el malestar físico pueden ser considerados enfermedad, y por tanto, terminológicamente, apta en su definición para estos trastornos.

                Debo decir, que viendo la fecha de edición[2] de esta y otras publicaciones me siento embargado entre la estupefacción y el espanto; haciendo gala estas ediciones de un positivismo materialista no solo periclitado, sino fuera de toda realidad clínica. A fuer de no ser demasiado feroz en mis críticas, quiero creer que estos y otros autores afines a esta distinción disparatada, en realidad no entienden muy bien el lenguaje con el que se manejan para llevar a término sus juicios y mucho menos sus afirmaciones que se suponen científicas.

                Entienden estas corrientes que, si bien todo tratamiento ha de ser estrictamente corporal o físico o químico biológico, es claro que cualquier otro tipo de procedimiento curativo es mera retórica, por lo que la psicoterapia no pasa de ser un mito, una tropo persuasivo aplicado al paciente, enfatizando, para más inri, que el ejercicio elocutivo y retórico es algo trasnochado y poco o nada científico. Nos relegan al diálogo socrático como origen de tanto despropósito. Parece que el maestro y el propio discípulo (Platón, claro está) no hacía(n) más que desvariar en sus intentos de búsqueda de la aletheia (verdad), obviando el fundamento que supone aquella, la verdad, digo, para una óptica competente nada menos que de la epistemología.[3]

Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo

                En cualquier caso, parece evidente que la separación de mente y cuerpo es el sustrato teórico sobre el cual edifican el edificio de sus disparates estos dixit investigadores. La psicoterapia no es más que un juego retórico que atañe a la ficción de una enfermedad mental, que no existe como tal, por lo que el terapeuta no es más que un rétor sofista con intenciones inquietantes. Pero no contentos con estas afirmaciones indagan sobre la naturaleza lingüística de la propia palabra: therapeia, tratamiento.  Ciñen dicha acepción a la mera persuasión a través de la palabra apropiada y efectiva. Ignorando o cuando menos olvidando, que del sustantivo therapeia radica el verbo therapeuien, que significa: cuidar, aliviar, curar, por lo que su desidia hacia la retórica confirma la necedad de sus afirmaciones y el desconocimiento del significado del término.

                Insisten en que, si la terapia basa sus resultados curativos fundamentalmente en la palabra como phármakon, esta no puede llegar ser medicina por el hecho de no poder incidir en la verdadera enfermedad que siempre será física. Así las cosas, la terapia es palabra, retórica (según Aristóteles) y como tal no puede confundirse con la ciencia. La terapia está llena entimemas o singulares silogismos, según estos autores, que están sustentados en la capacidad de convencer, dejando de lado que el propio Aristóteles la establecía como ciencia: la ciencia del discurso. Por lo que, disciplinas como la literatura y todas sus derivadas en sus variadas sistematizaciones, cabe inferirse, no son más que pamplinas carentes de cualquier fundamento científico.

                Es claro que la confusión del concepto de retórica como fundamento del discurso coherente y lógico, a través del rigor de la inventio, la dispositio y la elocutio, no pueden ser propias de criterio científico, y la confusión, digo, proviene de trabucar y despistarse con una de las fases de la propia elocutio o estilo (que está compuesta por la puritas, la perspicuitas y el ornatus),[4] me refiero a la que atañe al ornatus y referida a los tropos y figuras literarias.

                Esta superficialidad de lo que supone la retórica es una de las causas de tanto disparate, mas también, el hecho de llevar lo estrictamente científico al ámbito de la materia y a lo que es meramente cuantificable. De todo hablaremos en la siguiente entrada del blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo

               



[1] Szasz, T.: El mito de la psicoterapia, Espaebook, 1978.

[2] 1978.

[3]Que estudia las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento científico.

[4] Como si la lógica de la disposición gramatical y lingüística fuese tarea propia de artesanía, o hacer compresible el juicio razonable del discurso fuese labor de bárbaros iletrados, y hacer hermoso el discurso es trabajo de gañanes ignorantes de un rigurosísimo método (artístico, si, pero también científico).




Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo


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