viernes, 4 de octubre de 2024

LA ANALOGÍA Y LA REPRESENTACIÓN COMO TERAPIA: EL SER DE LA CONCIENCIA

 Para la sección del blog Ancile de Ciencia, traemos un nuevo post titulado: La analogía y la representación como terapia: El ser de la conciencia.


LA ANALOGÍA Y LA REPRESENTACIÓN COMO TERAPIA:


EL SER DE LA CONCIENCIA

 


El arte, como vía de transmisión y expresión de emociones, pensamientos, como manera, en fin, de intuición y conocimiento que aspira a alcanzar la belleza, tiene una característica muy singular, la manera de adquirir aquellos rasgos que lo hacen genuino y especialmente terapéutico: se lleva a cabo mediante el ejercicio de la analogía y su poder simpatético que lo interrelaciona e integra de manera extraordinaria con el entorno. Este rasgo peculiar creativo lo emparenta con la voluntad instintiva de sanar, si se enferma, ya que esta vía de sanación es netamente creativa ya que lo que pretende es llevar a su estado original al cuerpo o la mente enferma. Parece que esta voluntad es rechazada en una terapéutica mecanicista.

                La crisis de la enfermedad, como la del creador dando forma a su obra, pueden manifestarse como auténtica catarsis con la que afrontar su trastorno o la de enfrentar la obra de arte potencial. Esta energía que puede ser terapéutica está fundada en lo más hondo de la conciencia (concepto amplio en el que nosotros incluimos los procesos inconscientes).

                El deseo o voluntad de curación nada en las mismas aguas del anhelo de crear algo nuevo con lo que expresar y comunicar y dar sentido a una vida en el artista. Es esta una fe misteriosa que no se sustenta en nada tangible, que se sumerge en lo más profundo del espíritu, de la psique, de la conciencia, a la búsqueda del milagro de la creación.

                La pasión creadora es terapéutica porque es una espita o escape extraordinario para los trastornos que pueden torturar la vida psíquica pues, a través de ella se hace posible la realización de un sentido, de un significado de vida. Ya no hay hueco para la enfermedad, solo para la pasión creadora. Esta psicología del instinto creativo (curativo) es de una importancia no suficientemente ponderada en la actualidad.

                Que se haya acabado por considerar a la materia como la realidad única cognoscible, demuestra el desconocimiento de lo que la propia materia sea y que, no obstante, ha servido a disciplinas biológicas (como la neurociencia) a sostenerse sobre principios en realidad hipostasiados, sin ser conscientes de que estamos sosteniendo un símbolo en realidad ignoto cuyo origen es desconocido. La necesidad de una crítica a esta metafísica materialista bien puede ser una de las razones del fracaso en el reconocimiento y tratamiento de no pocos trastornos, no sólo psicológicos, también físicos. El arte nos abre una vía de introspección terapéutica pues, en su ejercicio, reconocemos (consciente o inconscientemente) la sustitución permanente de unos símbolos por otros (materiales y sensitivos o abstractos o emocionales) que evidencia que (a través de su poder creativo),  todo conocimiento  es una facultad mental para designar, afrontar y, sobre todo integrarse, en esa realidad sinestésica cuyo fundamento es la incertidumbre, y que todo lo que se manifiesta en el mundo depende estrechamente de su propia apreciación psíquica que, a su vez, depende de nosotros mismos como portadores de conciencia.

                Imbuidos por la pasión creativa del organismo vivo que es el arte, podemos afirmar que es la manifestación más potente para hacernos caer en la cuenta de que el ser único mediante el que obtenemos conocimiento es la conciencia, o como lo han denominado algunos autores (Jung), el ser psíquico. Este caer en la cuenta es altamente terapéutico ya que el reconocimiento de que cualquier realidad sería inconsistente sin este ser que es la conciencia. La ciencia moderna adolece de la ausencia de esta apreciación fundamental, pero también podíamos incluir a las propias ciencias de la salud y la biología. El carácter soteriológico o salvífico del arte se fundamenta precisamente en este reconocimiento interior, el cual debería incluirse en la metodología científica, para hacer del ejercicio de la ciencia, una inmersión también en el orbe de la creación, como lo hace el arte. De hecho, ¿hasta qué punto una buena terapia no solo es una instrucción científica, sino también artística?

                Que es muy necesaria una revisión y una crítica profunda a los modelos de conocimiento y reconocimiento de la realidad de los trastornos y enfermedades mentales, sino también físicas, es evidente. Añadiremos alguna reflexión más sobre esta cuestión en próximas entradas de este blog Ancile.



Francisco Acuyo



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