Buscando ya el cierre sobre las aproximaciones terapéuticas del arte, ofrecemos estos post para la sección de Ciencia del blog Ancile, y todo bajo el título: Espíritu y poesía: El alma del arte como terapia.
ESPÍRITU Y POESÍA:
EL ALMA DEL ARTE COMO TERAPIA
Es en verdad paradójico que, con
argumentos más o menos razonables, se haya dicho que el sufrimiento haya sido el que inspiró
a la humanidad el sentimiento religioso. Sobre todo cuando, por otra parte, ha sido el dolor
de los justos e inocentes el argumento más utilizado para negar la existencia de Dios. De hecho, desde antaño, el sin sentido del sufrimiento, pongamos de la enfermedad, ha estado en manos
de los dioses procurarlo o eliminarlo. Dicho esto, cabría reflexionar incluso a día de hoy
si no nos ata todavía un ancestral vínculo hacia una potencial curación natural, frente a la netamente científica.
Dicho
esto, el arte, en cierto modo es, además de una manifestación estética (y
ética) y de conocimiento e indagación de cada cual en el mundo, una
suerte de enlace o hermanamiento con lo natural en su ejercicio a la búsqueda del
artefacto artístico, en cuyo instrucción creativa se refleja el propio del dios
que crea y transforma en virtud de su sagrado instinto.
Ya
han advertido científicos de toda índole sobre la profunda resistencia (¿inconsciente?
del ser humano a combatir esa fe en lo integrador y curativo de la naturaleza y
sus arcanos espíritus. El afán analítico de la medicina intenta por todos los
medios que permite su método, desgajar al hombre y a la propia naturaleza de él
mismo. El ser humano, según la ciencia, no es más que un artefacto alejado de la natura
naturans, cuya mecánica estructura no hace sino desmontar pieza a pieza la
supuesta maquinaria de su compleja relojería.
Desde luego, según estas modernas ópticas de la medicina, la diferencia entre el alma (la mente) y el cuerpo, no es sino una máquina susceptible de ser desmontada para su análisis y montaje positivo posterior. El tratamiento y estudio de los trastornos mentales no se ha visto libre de tal concepción. Así se infiere de el ámbito de la neurociencia.
En el de la psicología, no parece del todo tan claro, en tanto que el paciente parece resistirse a ser el mero objeto pasivo de observación que aspira a ser recuperado. Es estos casos, el terapeuta como el mismo paciente tiene mucho que decir y aporta para la curación o al menos la mejoría del afectado. A
propósito de lo inmediatamente comentado, el arte se ofrece como una variante
psicológico cognitiva de un enorme interés para el que sufre un tipo de estos
trastornos, en tanto que el sujeto que realiza creativamente un producto artístico
se ve anímicamente implicado en su ejercicio: bien como expresión personal,
bien como vía de comunicación interpersonal, bien como reconocimiento de sí
mismo.
Al
margen de las disparatadas visiones antisiquiátricas (recordamos, niegan que
los trastornos mentales, en casi todos los casos, sean enfermedades), esta archidemostrado que la palabra creativa (literaria, poética),
no solo la que es susceptible de manejar el terapeuta profesional es una
poderosa herramienta que, sabiamente utilizada, es o puede ser realmente
curativa; por otra parte demuestran, que el ser humano es una entidad
profundamente relacional (con sus congéneres y con el mundo).
El arte como terapia puede ofrecerse como un elemento de juicio crítico contra la concepción hoy convencional de la medicina (la neurociencia y el algunos acaso la propia psicología), porque esta(s) parecen que más que querer prestar un servicio, sean ellas un fin en sí mismas. Es por esto que tantas veces nos parece que el terapeuta (médico o no) camina singularmente cegado por las orejeras de enfermedades particulares, ignorando todo sobre la conciencia, la emotividad y personalidad del que las sufre y cómo todo esto puede influir en ella y en su curación.
Lo
que he aprendido en el dominio del arte como terapia es que el ser humano nos
es en modo alguno una máquina asilada del mundo, por el contrario, que todo
movimiento de aquella mecánica racional se acaba volviendo al origen primigenio e
irracional que se trata de inhibir a toda costa por buena parte de las nuevas
ciencias sanitarias.
La
sugerencia de lo hermoso conseguido en el arte es tan potente que puede hacer
cambiar nuestros vicios de conducta y falsas cogniciones de la realidad, así
como ayudar a obtener un óptimo conocimiento de uno mismo para, en virtud de todo
ello, integrarse en el conjunto dinámico del mundo.
Apuntaremos
algunas nociones sobre la arrogancia de la ratio moderna frente a la mucho más
profunda y rica realidad de la naturaleza del alma humana, y su manera
instintiva de hacer frente a la enfermedad y sus indeseables trastornos, eso
será en próximas entregas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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