viernes, 18 de octubre de 2024

EL SALUDO, DE PASTOR AGUIAR

 Para la sección de Narrativa del blog Ancile, traemos un nuevo post con un texto de nuestro querido y admirado amigo Pastor Aguiar, en este caso con un relato titulado:  El saludo.



EL SALUDO,

DE PASTOR AGUIAR


 

El saludo. Pastor Aguiar

Lo voy a saludar, a Rótulo el sonso voy a saludar de manos, saludo de hombre como en los buenos tiempos. Es mejor que decir hola, qué tal, porque un apretón de manos es más decidor que cualquier palabra. No mano blandita, ni sudada hipocresía; mano de hierro que hiere por sincera y callada, carajo.

    Allá voy, sé que no escucha mis pasos ni mi sofoquina, a causa del trote por esos caminos interminables. Él se entretiene en sus canteros de flores a ambos lados de la puerta, como cada tarde. Ahora remueve el suelo, después les echará agua dulce. Le disuelve dos cucharaditas de azúcar a cada balde de agua, pues según él, así los perfumes enamoran a las vírgenes. Y todo el que huele termina siendo poeta. Le dicen el sonso los ignorantes, creen que su lentitud silenciosa es sinónima de estupidez, y Rótulo lo sabe y se alegra; no le gusta socializar, perder el tiempo con mentecatos. En eso nos parecemos.

El saludo. Pastor Aguiar
    En realidad, mi propósito inicial esta mañana no era saludar al sonso. Nadie se levanta diciendo hoy voy a saludar a zutano y mengano, esas cosas surgen según los acontecimientos. Yo me levanté con la presión alta y me dije que lo mejor era bajarla corriendo, sudarla hasta el desmayo. Han sido diez kilómetros a paso doble por esos trillos como culebras entre cañaverales y potreros, finca tras finca hasta que vi a Rótulo y me dije, no doy más, me duele la cabeza y apenas puedo ver al hombre, voy a saludarle para que me contagie con su paz; también con su salud de buey.

    Y heme aquí en los preámbulos del saludo. Estoy a diez pasos de él.

    Me he parado en seco como por arte de magia; mejor dijera la punzada en el cráneo. Me doy cuenta de que no estoy firme, soy una torre tambaleándose, mierda, se me quitará en cuanto apriete la diestra de Rótulo, sin palabra por medio. No soy amigo suyo, creo que no los tiene por lo cabal que es. Nos hemos visto raramente en la tienda del moro, y ni un sí ni un no. Ahora mismo se romperá el hielo con este pacto.

    Llevo más de cinco minutos tratando de levantar el brazo derecho, ya lo tengo casi horizontal, coño, que la mano me pesa tres arrobas de plomo. Dicen que lo mismo es una arroba de algodón que de plomo; no lo creo.

    Ya estoy listo para avanzar, aunque desconozco si lograré mantener el brazo recto hasta que llegue a su lado. Me está costando una fortuna el primer paso, la rodilla se me resiste como diciéndome que si se dobla nos iremos a tierra. Déjame intentar el desplazamiento sin flexiones, con las patas rectas, así, según me lo imagino. Pareceré una momia, qué ataque de risa me amenaza. No quiero que él me oiga, la sorpresa es lo principal.

    He logrado empujar un pie par de pulgadas, a esta velocidad llegará la noche antes del encuentro. Para colmo estoy a punto de caerme, la vertical me juega a los escondidos. Tengo un sueño que ni te digo, como una laguna de manteca, me voy a pique, y diría que gozo con ello.

    Si Rótulo me siente caer, entonces vendrá, y cuando se incline, lo saludaré a boca de jarro, sin palabra por medio, como había planificado, menos mal, porque me he quedado sin voz, intento gritar rumbo a esas piedras delante de mí, y no puedo.

 

 

Pastor Aguiar



El saludo. Pastor Aguiar


 

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