Friedrich Nietzsche |
NIETZSCHE Y LOU VON SALOMÉ:
UN AMOR IMPOSIBLE (I)
Lou Von Salomé |
Mucho se ha escrito sobre la vida sentimental y
amorosa de Friedrich Nietzsche, un
filósofo -huérfano de padre a los cuatro años de edad- siempre rodeado de
mujeres: su abuela, su madre, su hermana, sus tías y sus numerosas amigas que,
a lo largo de su vida, lo estimaron y sobreprotegieron, tal vez de manera
agobiante y excesiva[1].
Algunos biógrafos insinúan su atracción inconfesada e inconfesable por su
propia hermana, la celosísima “Lisbeth” (Elisabeth). Thomas Mann llega a afirmar que Nietzsche estuvo durante toda su vida
“prisionero de un amor casi incestuoso por Elisabeth, que está presente en la
mayoría de los acontecimientos de su vida”[2].
Richard Wagner |
Otros consideran que su verdadero amor oculto fue
la esposa de Wagner, Cosima (hija de
Liszt), a la que conoció muy joven, en 1869 en Triebschen cerca de Lucerna,
donde el gran músico residía. Esa mujer enigmática y atractiva, la Ariadna de de sus últimas y arrebatadas
evocaciones, será el ser más altamente valorado y venerado por Nietzsche, de
ella no se burla una sola vez en sus escritos, ni sobre ella ironiza nunca[3].
Sólo una vez, al final de su vida consciente,
salió a relucir la realidad celosamente ocultada por el filósofo durante
decenios: “Ariadna te amo”, escribirá el trágico filósofo, transmutado en Dioniso, en una postal enviada a Cosima
desde Turín a principios de enero de 1889, en los umbrales ya de la locura.
De
su idilio -documentado- con una joven pianista bávara, Matilde Trampedach, discípula de su amigo músico Hugo von Senger, a
la que conoció durante un viaje a Ginebra en la primavera de 1876, apenas
quedaron huellas profundas en su posterior historia personal y sentimental. La
negativa de la joven a casarse con el filósofo fue asumida y comprendida por
Nietzsche sin sentirse ofendido por el rechazo; intuía, tal vez, nuestro
filósofo el amor de la joven por su profesor von Senger, con quien
efectivamente se casaría.
Sin
embargo, la mayoría de sus biógrafos sostienen que, sin lugar a dudas, fue Lou von Salomé[4],
su verdadero amor. Mujer atractiva e inteligente, que enamoró de verdad al
solitario y atormentado filósofo de Röcken y que ejerció una intensa
fascinación en él, atraído por su sensualidad contenida, su vigoroso intelecto
y su fuerte personalidad.
Thomas Mann |
Louise (“Lou”) Andreas-Salomé (1861-1937), había nacido en San
Petersburgo, en la Rusia de los zares, hija de un general de Estado Mayor y
consejero de Estado, perteneciente a la alta sociedad rusa, de formación
protestante. Desde su juventud vive en Centroeuropa (Alemania, París, Viena…).
De insaciable curiosidad intelectual, dedicada desde la adolescencia al estudio
de la teología, la filosofía y la psicología, con apenas veinte años se instala
en Zurich, en compañía de su madre, para
seguir unos cursos en su Universidad. Alumna brillante y trabajadora
infatigable, su salud, algo delicada, se resiente. En busca de un clima más
benigno madre e hija deciden trasladarse a Roma
a principios de 1882. Durante una reunión, en casa de Malwida von Weisegung, conoce
a Paul Rée joven filósofo
positivista alemán, amigo de Nietzsche, con el que inicia una profunda amistad
y casi idilio.
Nietzsche acude a
la ciudad eterna -escriben Norma Mastrorilli
y Luis Pasamar- invitado por su
amigo Paul Rée, y por Malwida von Meysenbug, distinguida feminista alemana y
mujer que se codeó con las mejores cabezas de la izquierda revolucionaria del
siglo XIX. En su invitación, ambos le han hablado elogiosamente de la joven
rusa veinteañera, y Nietzsche arde en deseos de conocerla. La idea de conocer a
Lou le llena de júbilo, y durante el viaje que le conduce de Génova a Roma, vía
Messina, Nietzsche compone una serie de poemas que rebosan alegría y vital
esperanza”[5].
Tras embarcar en
el puerto genovés, llega a Messina y allí escribe algunas de sus mejores
poesías. En Idilios de Messina
descubrimos a un Nietzsche exultante y amoroso. Se demora en llegar a Roma,
permanece quince días en Sicilia. En la capital de Italia, Lou aguarda con
impaciencia la llegada de Nietzsche, a la par que se va familiarizando, a
través de las conversaciones que mantiene con Rée, con la personalidad y el
pensamiento del autor de Humano,
demasiado humano, libro que había entusiasmado a su amigo Rée. Por otra
parte, Malwida también le habla de él y cree que podría ser una colaboradora de
indiscutible valor para el filósofo.
Nietzsche, Salomé y Paul Rée |
Cuando por fin se conocen en Roma, en la primavera de
1882, se establece de inmediato entre ambos una relación franca y directa. El
filósofo de Röcken está rayando en los cuarenta, ha publicado varios libros, ha
sido profesor universitario de Basilea (en excedencia por enfermedad), goza de
gran prestigio en los medios intelectuales suizos y alemanes, y es un hombre
cuidadosamente vestido, de mediana estatura, cabellos castaños peinados hacia
atrás, con unos espesos bigotes, pero prematuramente avejentado, enfermo, miope
y solitario. Ella es
alta, delgada, rubia. Tiene los ojos claros y un rostro de finas facciones que
denotan un carácter firme: una muchacha bonita, independiente, con cierto aire
andrógino que aumentaba su atractivo.
El encuentro tiene lugar a la sombra de la basílica de
San Pedro, donde Lou y Rée solían pasear[6].
La escena es evocada así por su primer biógrafo H. F. Peters:
Apareció
Nietzsche de improviso. Malwida le había dicho dónde podía encontrar a la
pareja. Se fue directamente hacia Lou, le tendió la mano y dijo, haciendo una
profunda inclinación: -‘¿Desde qué estrellas hemos venido a encontrarnos aquí?’.
Este saludo, en boca de aquel desconocido, de mediana estatura, discretamente
vestido, sorprendió no poco a Lou; pero reaccionó rápidamente y respondió que
ella, por lo menos, había venido de Zurich. Ambos se echaron a reir y, sin
embargo, las palabras de Nietzsche parecieron demasiado solemnes a Lou, incluso
en aquel solemne lugar[7].
Años más tarde, en un texto poético y evocador, Lou
confiesa que ese primer encuentro con Nietzsche no fue especialmente llamativo,
ningún detalle sobresaliente o digno de señalar y que lo que más fascinaba de su persona era algo
que constantemente se ocultaba a las miradas, pero que sin embargo sorprendía
al primer vistazo: el martirio de una
soledad orgullosamente inconfesada:
Aquel varón
de estatura media, vestido de manera muy sencilla, pero también muy cuidadosa,
con sus rasgos sosegados y el castaño cabello peinado hacia atrás con
sencillez, fácilmente podía pasar inadvertido. Las finas y extraordinariamente
expresivas líneas de la boca quedaban recubiertas casi del todo por un gran
bigote caído hacia delante; tenía una risa suave, un modo quedo de hablar y una
cautelosa y pensativa forma de caminar, inclinando un poco los hombros hacia delante;
era difícil imaginarse aquella figura en medio de una multitud. Tenía el sello
del apartamiento, de la soledad[8].
Y continúa Lou
su minucioso retrato señalando que poseía un lenguaje auténticamente delator y
que hablaban también sus ojos, con
esa no querida impertinencia que aparece en muchos miopes; antes bien, parecían
ser guardianes y conservadores de tesoros propios, de mudos secretos, que por ninguna
mirada no invitada debían ser rozados. “La deficiente visión daba a sus rasgos
un tipo muy especial de encanto, debido a que en lugar de reflejar impresiones
cambiantes, externas, reproducían sólo aquello que cruzaba por su interior”. Hasta terminar, fascinada por ese
enigmático encanto, diciendo:
Cuando se
mostraba como era, en el hechizo de una conversación entre dos que le excitase,
entonces podía aparecer y desaparecer en sus ojos una conmovedora luminosidad:
mas cuando su estado de ánimo era sombrío, entonces la soledad hablaba en ellos
de manera tétrica, casi amenazadora, como si viniera de profundidades
inquietantes[9].
Con estas pinceladas, no exentas de cierta sensualidad
velada, Lou pergeña la figura y hasta el espíritu y el talante espiritual e
intelectual de ese atormentado, indómito,
individualista y solitario ser humano que fue Nietzsche[10].
Después de pocos días de conocimiento, Nietzsche
estaba tan subyugado por la personalidad de Lou (de veintiún años; algo más de
dieciséis años más joven que Nietzsche) que se decidió a una propuesta de
matrimonio, tan precipitada y torpemente como lo hiciera seis años antes (el 11
de abril de 1876) en Ginebra con Mathilde Trampedach. Como entonces, Nietzsche
volvió ahora a interpretar mal la situación y encomendó a Paul Rée la engorrosa
misión de casamentero, rogándole que pidiera la mano de la muchacha en su nombre. La petición de matrimonio
a Lou comunicada por mediación de Rée, y enseguida rechazada, fue un desacierto
garrafal[11]. Como puede apreciarse por este lastimoso y ridículo episodio,
Nietzsche sabía tanto de mujeres como de
ornitorrincos.
Sin embargo, desde el ingenuo punto de vista de
Nietzsche, encomendar el asunto a Rée, era un paso completamente natural. Hacía
poco que habían vivido en Génova semanas de amistad cordial, que habían gustado
juntos muchas de las intimidades de su filosofar. Nietzsche no tenía entonces
ninguna otra persona a quien pudiera recurrir mejor que a Rée. Tenía derecho a
creer que honraba al amigo con el encargo y que le demostraba su confianza. En
vez de eso, lo puso en el mayor compromiso, puesto que entre Lou y Rée había
sucedido algo que Nietzsche no podía notar en absoluto en tan poco tiempo.
También Rée había dado el mismo paso en falso, que dio después Nietzsche[12]. En sus Memorias, Lou Salomé
escribe en relación con este lamentable
affaire:
Por
supuesto, Nietzsche pensaba más bien simplificar la situación: hizo de Rée su
intercesor para pedirme la mano. Nuestra situación era embarazosa, y buscamos
la forma de arreglar las cosas lo mejor posible, sin poner en peligro nuestra
Trinidad[13].
Lou se había dado
como fin en la vida el ser fiel a sí misma, veraz e independiente, y sobre
todo, no tener en cuenta las convenciones de la sociedad. Sin embargo, los
sentimientos que experimentaba en presencia de Nietzsche no eran todo lo
nítidos y tranquilizadores que ella hubiera deseado, algo había en él que le
resultaba molesto y decidió mantenerse en guardia.
La joven
intelectual rusa quería preservar su amistad con Nietzsche, y a fin de que éste
no se sintiera herido, aludió en su negativa al matrimonio a su aversión innata
por la vida conyugal, informándole a la vez de que en caso de contraer
matrimonio, ella perdería su pensión (que percibía del gobierno ruso, por ser
huérfana de general del Estado Mayor ruso) y ambos quedarían sin medios para
poder llevar una vida conveniente. Como
había ocurrido tiempo atrás con la negativa de Matilde Trampedach, Nietzsche
tomó también ahora esta respuesta aparentemente tranquilo, como si se tratara
casi de una liberación. Pero su disposición interna hacia Lou habría de sufrir
todavía algunos cambios, y se habían despertado fuerzas anímicas del hombre
apasionado con las que habría de luchar todavía en firme.
Poco tiempo después, restablecida la salud de la
joven, madre e hija deciden abandonar Roma y regresar a Rusia a través de Suiza
y Alemania, acompañadas de Rée. Nietzsche les propuso encontrarse en el Lago de Orta uno de los más hermosos
del norte de Italia. Esperaba tener la ocasión de hablar a solas con Lou. A
primeros de mayo, los cuatro se encontraban en el pueblecito de Orta a orillas
del lago del mismo nombre, frente a la isla de San Giulio y junto a la colina
de Montesacro. Tras una excursión
por el lago, al volver a Orta, cautivados por la magia del lugar, Nietzsche y
Lou decidieron continuar su excursión por la colina de Montesacro. Frau Von
Salomé y Rée pretextaron cansancio y dijeron que los esperarían en la orilla.
Sigmund Freud |
Nadie sabe lo que ocurrió entre Lou y Nietzsche
durante aquel paseo, no hubo testigos. Pero algo debió suceder: lo que iba a
ser una escapada de apenas una hora se prolongó mucho más tiempo, lo que motivó
el enfado de la madre y el disgusto y los celos de Paul Rée. Al regreso,
Nietzsche se encontraba en un estado de viva excitación, lo que extrañó a Frau
Von Salomé y enojó a Rée. En los últimos años de su vida Lou respondería a una
indiscreta pregunta de su amigo Ernst Pfeiffer: “¿Si besé a Nietzsche en
Montesacro? Ya no lo sé”. Sabemos que el episodio conmovió profundamente el
estado de ánimo de Nietzsche. En las cartas llenas de dolor, que escribió a Lou
tras su ruptura y en los enmarañados borradores que se han encontrado en sus
libretas de notas, surge una y otra vez la misma frase: “La Lou de Orta era
otra persona”[14].
Pocos días después, el pequeño grupo se separó. Lou,
su madre y Rée se dirigieron a Lucerna,
mientras Nietzsche iba a Basilea, para hacer una visita a los Overbeck. Pasó
cinco días con ellos, tras lo cuales llegó a Lucerna, donde Lou y Rée le
esperaban con una cierta inquietud ya que el episodio de Montesacro podía haber
alimentado en Nietzsche expectativas y planes en el terreno sentimental no
previstas ni deseadas por sus dos amigos.
El 13 de mayo el encuentro con Lou en
Lucerna, el lugar fijado por Nietzsche para la cita era la estatua del León, situada cerca del célebre Gletschergarten, y esta
vez directamente, sin mediaciones de terceros, tuvo lugar la segunda demanda de
matrimonio a Lou y de nuevo hubo otra negativa. Lou le dejó hablar y con la
misma solemnidad respondió que no tenía intenciones de casarse, pues quería
permanecer libre, mantener su independencia tanto personal como intelectual. (Continuará)
Tomás Moreno
[1] Entre ellas merecen citarse: Marie
Baumgartner, Louise Ott, Ida Overbeck, Malwida von Meysengung, Meta von Salis o
Resa von Schirnhofer etc., mujeres distinguidas y cultas y algunas de ellas
autenticas pioneras del movimiento feminista en Alemania. Un fino y penetrante
análisis psicológico sobre Nietzsche y su relación con las mujeres: Ben-Ami
Scharfstein, Los Filósofos y sus vidas.
Para una historia psicológica de la filosofía, Cátedra, Madrid, 1984, pp.
300-313.
[2] Thomas Mann, Shopenhauer, Nietzsche, Freud, edit. Plaza
y Janés, Barcelona, 1984, p. 115. Sobre la obsesivamente celosa relación de
Nietzsche con su hermana -por parte de ella- hablan la mayoría de sus
biógrafos, Janz, Frenzel etc. Existe al respecto un apócrifo Mi hermana y yo, (My sister and I, traducción al inglés de Oscar Levy, New York,
1951) que desarrolla este aspecto.
[3] Solamente Goethe y Beethoven
gozaron de semejante privilegio por parte del filósofo.
[4] Fue una de las mujeres más brillantes y
conocidas en la Europa intelectual de finales del siglo XIX y principios del
XX, autora de más de veinte libros y de centenares de artículos. Escribió
novelas, cuentos, relatos, ensayos, biografías y memorias, que le aseguraban un
puesto destacado en la literatura y el pensamiento alemanes de su época. Una de
las primeras seguidoras del Psicoanálisis, llegó a ser discípula y amiga de Freud -quien la describiría como “una
mujer de una inteligencia temible”- su correspondencia testimonia su
conocimiento, trato y amistad con las mentes más privilegiadas de su época,
desde Rilke y Víctor Tausk, amantes
sucesivos, hasta amigos y admiradores como Gerhart
Hauptmann, Karl Kraus, Richard Wagner, Turgueniev, Tolstoi, Wedekind, o Jung. Y aunque sus novelas o relatos, enfocadas hacia la
emancipación de la mujer (La casa, Ruth o Fenitschka. Una divagación, obras de 1898, vid. Icaria editorial,
Barcelona, 1986), han envejecido peor que su aura personal, permanece su labor
como crítica literaria y ensayista, en contacto constante con las vanguardias
europeas. Sobre su vida intelectual véanse: H. F. Peters Mi hermana, mi esposa Barcelona 1969; Françoise Giroud, Lou. La historia de una mujer libre,
Barcelona, Paidós, 2004 y Stéphan Michaud, Lou
Andreas-Salomé. La aliada de la vida, trad. de María Pons Irazábal,
Crítica, Barcelona, 2001. La más reciente biografía es la de Úrsula Welsch,
Dorothee Pfeiffer, Lou Andreas-Salomé,
PUV, Valencia, 2008.
[5] El encuentro está magníficamente descrito
en el ensayo biográfico de Norma Mastrorilli y Luis Pasamar, Lou: de Nietzsche a Freud, El Viejo Topo, nº 27, Diciembre, 1978.
[6] Paul Rée solía leer y escribir en un
apartado confesionario de la basílica que había habilitado como tranquilo lugar
habitual de trabajo.
[7] Para las relaciones sentimentales
Nietzsche-Lou Salomé véanse: H. F. Peters Mi
hermana, mi esposa, op. cit. ; Norma Mastrorilli y Luis Pasamar sobre Lou:
de Nietzsche a Freud, op. cit. y Manuel Cruz Amo, luego existo. Los filósofos y el amor, Premio Espasa Ensayo,
Madrid, 2010 pp. 93-120. Para sus relaciones intelectuales con
Nietzsche: Lou Andreas-Salomé, Nietzsche
en sus obras (Viena, 1894), trad. de Luis Pasamar, Edit. Zero, Madrid, 1979.
Véanse también: Correspondencia, introducción, selección,
traducción y notas de Felipe González Vicen, Madrid, Aguilar, 1989 y Epistolario inédito, traducción de Luis
López-Ballesteros, Madrid, Biblioteca Nueva, 1932, 2ª edición. Más reciente: Friedrich Nietzsche. Correspondencia, Trotta, Madrid, 2009.
[8] Lou Andreas-Salomé, Mirada retrospectiva: compendio de algunos recuerdos de la vida,
Alianza, Madrid, 1980.
[10] Cfr. Norma Mastrorilli y Luis Pasamar, Lou Andreas Salomé, op. cit.
[11] Curt Paul
Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante, Madrid, Alianza, 1985, p. 99.
[12] Íbidem, p. 100. Lou Salomé informa así de
la declaración de Rée: “Ya esa misma noche (la del primer encuentro con Rée),
como diariamente sucedería a partir de entonces, nuestras apasionadas
conversaciones sólo acababan en el camino a casa, por rodeos… Estos paseos por
las calles de Roma, bajo la luz de la luna y las estrellas, nos acercaron
pronto tanto que comenzó a desarrollarse en mí un plan maravilloso sobre el
modo como podríamos consolidar nuestras relaciones… Paul Rée se comportó
primero de modo totalmente equivocado al someter a mi madre, para mi pesar y
enfado, un plan totalmente diferente –un plan matrimonial-, que dificultó hasta
el infinito su consentimiento en el mío. Tuve primero que hacerle plausible a
él mismo hacia dónde me dirigían la vida amorosa concertada ya para toda mi
existencia y mi ansia de libertad totalmente desatada.” (Cfr. también Lou Andreas-Salomé,
Mirada retrospectiva: compendio de
algunos recuerdos de la vida, Alianza, Madrid, 1980)
Gracias Francisco Acuyo y gracias, Prof. Tomás Moreno, por su excelente exposición sobre la vida sentimental del poeta y filósofo Nietzsche.
ResponderEliminarUn cordial saludo!
Jeniffer Moore
Wow! simplemente gracias!!! cuando sale la segunda parte???
ResponderEliminarEs lógico sentir rechazo por alguien que te dice que la mujer es un ser frívolo, incapacitado para el arte y las cuestiones profundas. Lógico. Aún entonces.
ResponderEliminarEsto nos da una idea de cómo cambia una sociedad en 130 años. Cuando me aventuro a imaginar los cambios sociales del futuro, la gente se mofa de mí, pero sólo hace poco más de un siglo, las más grandes mentes de su tiempo se mostraban plenamente convencidas de lo que decía mi admirado Nietzsche.
Saludos!
Eva
Gracias por el texto. Dos vocaciones, distintas..tienen mayor peso que las decisiones de un momento.
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