Para la sección, Pensamiento del blog Ancile, ofrecemos un nuevo post bajo el título: Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente.
DEL HUMANISMO Y EL TRANSHUMANISMO:
ENTRE LA NATURALEZA IMPERFECTA DEL SER HUMANO
Y LA COGNICIÓN DE LO TRASCENDENTE
Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la noche,
que puede tocar a Bach o a Schubert, e irse por la mañana
a su trabajo en Auschwitz.
George Steiner
Que de entre los escombros de
cualquiera civilización, por muy avanzada que por objeto se tuviese, aquello
que pudiere subsistir de ella, en singular y rara perduración, muy a pesar del
género y grado de la destrucción acometida, acabaría siendo a la sazón, el
rasgo acaso tenido por la convención ilustrada y científica como irracional, a
saber, el impulso religioso[1],
cuestión, creo, que puede ser, cuando menos,
motivo de una seria, detenida y seguro que controvertida indagación. No
obstante, este instinto que señala e identifica (junto a su capacidad de
raciocinio) la naturaleza humana, ha sido bien descrito por la misma ciencia[2].
Sin
dejar de estimar en lo que vale aquella denuncia de Paul Claudel hacia el racionalismo
y su famélica imaginación, hemos de
considerar también en su justo precio los esfuerzos racionalistas, incluso para
reflexionar sobre lo irracional imaginativo (incluida la idea misma de Dios)[3],
y atender con equidad lo que han aportado los grandes metarrelatos (incluido el
cristianismo) en relación a la cuestión humana más allá del aburrido catálogo de cosas comunes de las que advertía John Keates
del relato meramente científico y racionalista y que habría de desembocar en el desencantamiento cuantificador del
discurso y método científico y sociológico.[4]
¿Cómo
ha de afectar a las corrientes denominadas humanistas ese irracionalismo
detectado que a tantos avisa de esa interconexión –holística- entre todas las
cosas y que llevaba a la revelación de alguna
cosa real tras las apariencias?[5]
¿No debemos de hablar de fe también en relación a la razón y la ciencia, si
aceptamos la afirmación de Karl Popper cuando nos dice que las preguntas fundamentales no pueden obtener respuesta por la vía
científica?
Si
bien aquellos que me conocen saben que no estoy bajo la sospecha de estar bajo
el hechizo de ninguna creencia religiosa, no puedo, sin embargo, dejar de
reflexionar, como ser humano, ante la fascinación de nuestro mundo (la noche
constelada, por ejemplo), e imbuido por su extraordinaria belleza, dejar de
admirar el hecho verdaderamente enigmático de que pueda conocer(la) y
reflexionar e imaginar múltiples cuestiones sobre ella y, en cierto modo, asentir
ante la afirmación bíblica: Cuando veo
tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo:
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?[6]
Veremos
que, si bien el humanismo –inevitablemente extraído en la actualidad del renacentista,
basado en la necesidad primordial de los studia
humanitatis o studia humaniora[7]-,
en aquella época no se establecía ningún cisma fragmentador y de rechazo hostil
hacia la religión[8], al
margen de las cáusticas sátiras a los aspectos más ridículos de la iglesia
institucionalizada, de hecho el mismo Erasmo de Róterdam en su Enchiridion Militis, Christiani[9],
en el que expone el bien moral y cultural de la religión bien instituida,
argumento que contrasta con el denominado ¿nuevo? Consejo
para el humanismo secular, descartando otras posibilidades abiertas por el
original humanismo renacentista, obviando la advertencia de otra ilustre
humanista –no teísta- como Mary Midgley, quien, no obstante, reconocía que ser plenamente humanos implica, al parecer,
interesarse también por cosas que no son exclusivamente humanas, e incluso, en
ocasiones, por las sobrehumanas[10].
A
la luz de la nueva ciencia cognitiva (amén de otras disciplinas científicas al
respecto del origen e intuición de la idea Dios, que incluyen la misma genética)[11]
se nos revela que la inquietud religiosa parece tener un carácter innato que
pone en evidencia ese rechazo a cualquier interpretación, a nuestro juicio,
realista de la verdadera naturaleza humana que, evidencia a todas luces esa
inclinación o anhelo a lo trascendente[12],
y no es en modo alguno realista porque esa cosmovisión ilustrada a través de la
ciencia y la tecnología no descarta el ímpetu de, la fuerza, la energía de esa
intuición tan arraigada en el ser humano, y todo en pos de esa superstición
entusiasta (como la denominaría Terry Eagleton) de que en base a esos
presupuestos científico racionalistas nos situaríamos en el mito de fe devota y de crédula superstición…
de que todos nos encaminamos con sistemática constancia a un mundo mejor[13],
gracias a ese posthumanismo supuestamente si
el hombre es la medida de todas las cosas, ¿qué pasa si somos seres viciados por naturaleza?[14]
progresista. ¿O es que hemos de
obviar las dos últimas guerras mundiales, y los innumerables conflictos bélicos
y catástrofes humanitarias de la actualidad para entender que no hay ninguna
tendencia ascendente o de mejora en virtud de los supuestos progresos racional,
científico y tecnológico? La sombra junguiana, el gen egoísta -de Dawkins- o el
pecado original cristiano, parecen perseguir al ser humano en su trayectoria
existencial, tan perturbadora en tantas y tantas ocasiones que nos hará
cuestionar la afirmación de Alexander Pope,
La
corriente transhumanista[15]
de vigente actualidad no elimina mucha de las numerosas dudas en relación a
todo lo anteriormente expuesto, y es que en realidad no está nada claro que
mediante la razón aplicada (a la ciencia y a la tecnología) pueda llevarse a
potenciar las supuestas capacidades humanas. La tentación de mejora a través de
la genética ya tuvo sus exponentes más siniestros durante la segunda guerra
mundial (con los intentos eugenésicos nazis), y no amaga en nuestros días con
ser mucho mejor en su orientación. La aceleración de los procesos de evolución
humana a través de la tecnología no son en modo alguno garantes de ningún
progreso, y el paso a esa nueva racionalidad, liberada de sus limitaciones
biológicas originales[16],
mantiene sin duda los mismos ecos amenazadores de antaño, porque no podemos
dejar de prestar atención a que esos mismos avances tecnológicos que tanto nos
han facilitado la vida en muchos aspectos, pueden ser los causantes de nuestra
propia ruina futura. Es clara la necesidad perentoria de una ética nueva que
nos ayude a salir del atolladero actual que tantas dudas ofrece para su
superación definitiva.
Está
claro que para debatir sobre esa nueva potencia moral tan necesaria, habrá que
hacerlo a la luz de la razón, mas, también reconociendo los límites de aquella,
que no son sino los de la misma ciencia. Cuestión está de grande interés y que
debatiremos en próxima entrada de esta bitácora.
Francisco Acuyo
[1] No hace
falta hacer una descripción de las muchas desapariciones de civilizaciones y
culturas, de las que, al fin, acabaría quedando ese instinto irracional de lo
religioso, perdurando sobre lo más granado de su ciencia y filosofía.
[2] Véase
como ejemplo: McCauley, R.N.: Religion Is Natural and Science Is Not, Nueva
York, Osford University Press, pp. 83-143, ó, pp.254-268. Así también en este
misma bitácora: ¿Dios, ingeniero genético? http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2012/11/dios-ingeniero-genetico.html También Lipton, B. H.: La biología de la creencia, La esfera de los libros,
Madrid, 2007.
[3] Guitton,
J.: Mi testamento filosófico, Encuentro ediciones, Madrid, 1998.
[4] Con este
término lo describía el sociólogo Max Weber.
[5] Así lo
intuía la misma Virginia Wolf expresándolo en estos términos.
[6] Salmos
8, 3-4.
[7] La
gramática, la retórica, la filosofía moral y natural, la dialéctica, la aritmética, las lenguas modernas y la historia.
[8] Mcgrath,
A.: La ciencia desde la fe, Espasa
Calpe, Madrid, 2015, pp. 173.
[9] Manual
del caballero cristiano.
[10] Midgley,
M.: The paradox of humanism, Mercer
Universituy press, Macon, Georgia, 1988, p. 193.
[11] Además
de la citas de la nota 2, ver también a Hamer, D.: El gen de Dios, La esfera de los libros, Madrid, 2006.
[12] Aspecto
que Carl Gustav Jung ha estudiado con profundidad y al que deberíamos
acercarnos para situarnos en la realidad psicológica del fenómeno religioso.
[13]
Eagleton, T.: Razón, fe y revolución: Reflexiones en torno al debate sobre
Dios, Paidós, Barcelona, 2012, pp. 27, 28 y 95.
[14]
Mcgrath, A.: p. 180.
[15] Nos
referimos a la corriente internacional cultural que trata de mejorar la
condición humana gracias a los nuevos avances científicos y tecnológicos,
encabezado por científicos –genestistas muchos de ellos- y pensadores como J.B.S. Haldane, Julian
Husley, J. D. Bernal, Nick Bostrom entre
otros muchos.
[16]
Bostrom, N.: Superintelligence: Pths, Dangers, Stattegies, Oxford University
Press, Oxford, 2014.
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