EL CARÁCTER DE LA MARCA: EL GENIO
POÉTICO
(O EL ÁNGEL TRASPERSONAL PARA EL
MUNDO)
Cuántas veces, leyendo poetas clásicos
del mundo (ora identificados por un nombre y una trayectoria personal histórica
y biográficamente reconocible, ora aquellos anónimos poetas, anfitriones
siempre generosos con nosotros, huéspedes ansiosos de toda novedad imaginativa
sobre su vida e influencias y tránsito intelectual y espiritual…), intuía de su
potencia expresiva y genio creativo un nexo común, transpersonal, diría incluso,
no humano, cuyo ángel o duende[1]
interacciona con el mundo sensible del lector o amante verdadero de la poesía,
más allá de las cualidades individuales (egocéntricas, siempre condicionadas)
del que firmaba al pie del poema.
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El
daimon[4]
platónico en estos genios parece reflejarse en la imagen peculiar de sus destinos,
imponiendo con rigor y fuerza incontenible su preconsciente sino, manifiesto
tantas veces en la inquietud, la insatisfacción o la impaciencia de su anhelo
que precisa con vehemencia la belleza manifiesta en la metafórica o poética expresión
parar realizarse y comunicar con el mundo.
Por
todo esto la poesía, pese a quien pese[5],
es la elevación de lo orgánico de nuestra vida para otear con amplia perspectiva
nuestra alma en el orden y lugar que ocupamos en la tierra, por lo que si,
tanto el poeta como el que ama la poesía, apartan su camino de la senda de este
daimon se condenan y sufren en el
exilio de sí mismos, este abandono es, en fin, la soledad del pecado y de su
caída solo superables en la contemplación –y despertar- en la imagen olvidada,
abandonada, que habita el corazón del exiliado.
Francisco Acuyo
[1] García
Lorca, Federico: Conferencias, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1978.
[2] Palin y
génesis, lo nuevo creado
[3] Reconocible
en los principios de la magia simpatética, véase, Frazer, La rama dorada, Fondo
de Cultura Económica, México, 1990.
[4] Según el
cual el alma es quien elige su destino y un daimon que la vigila desde el
nacimiento para que se cumpla su destino
[5] Los
ineptos que quieren reducirla a un ejercicio de expresión literaria chabacano e
intelectualmente nulo y emocionalmente vacío en las convenciones de lo
sentimentalmente correcto, impuesto y, finalmente, aceptado
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