POESÍA: LA VIDA INVISIBLE
POESÍA:
LA VIDA INVISIBLE
Siempre tuve el
convencimiento (compartido, por otra parte) de que el proceso creativo poético[1]
tiene un fundamento vital que arraiga en lo más profundo de la conciencia del
creador (y del que comparte incondicionalmente la creación genuina). Postular
su realidad es defender su sustantividad ¿paradójicamente? invisible. La
dificultad de su medición[2]
(material) hace aún más misteriosa su naturaleza. En verdad que encontrar el
origen de la misma en virtud mental de su procedencia, no supone decir mucho,
habida cuenta de que aquella, la mente, la psique, la conciencia, es (son),
desde luego, otro(s) de los grandes enigmas por resolver, máxime cuando la
propia psicología abandonó definitivamente la idea del alma[3].
Sin embargo, la idea del alma persiste en ámbitos ineludibles de la existencia
de la conciencia, como el pensamiento simbólico y mítico, ante todo porque
aquellos recurren siempre a los elementos de la invisibilidad. Es claro, al
menos para nosotros, que la expresión poética tiene un profundo arraigo en el
mito; también se puede afirmar con aquél
que encierran que aquello que encierra en su sima simbólica es inescrutable.
Dediqué mucho tiempo a indagar sobre las relaciones entre
lo invisible y lo visible, no sólo como problemática muy debatida en filosofía
y las grandes cuestiones que polemizan y disputan abundantemente, en cuyo
debate interviene la filosofía y las matemáticas, la ciencia de la física
(distinción capital entre la mente y la materia, cuestión esta última litigada
con no poca controversia en el ámbito de la mecánica cuántica) y, por supuesto
la poesía.
Los puentes trazados de forma habitual entre lo real
material y lo no menos real invisible serían: la música, las matemáticas, los
mitos, la visión mística y también la poesía. Las aportaciones de las
matemáticas son proverbiales (y extraordinaria y prodigiosa referencia, a nuestro no iniciado juicio),
pero no son menos lo serán las que aportan las otras contribuciones a la vida
del espíritu. La pasarela entre lo visible y lo invisible de la genuina poesía,
invisible–acaso como la mística-, no
plantea ningún problema en su interacción con la realidad, pues su fundamento radica en la contemplación del presunto dilema, encontrando resolución sin problemas de ningún tipo, dado que la relación entre lo visible y lo invisible se obtiene de un denominador común, a saber: la belleza[4], y también en lo que sea la conciencia como elemento invisible que interacciona con el mundo. Conciencia que, no obstante, se sitúa más allá de una lógica netamente intelectual apegada a los elementos sólidos, como apreciaba Bergson[5], quedando bastante limitada nuestra percepción intelectual para su plena apreciación. Aquella realidad invisible como alma que se aviva, según establecían los románticos[6] y que hoy se denomina realidad psíquica (recordemos aquel, vi que sentían, de W. Wordsworth),[7] puede afirmarse que conforma la inasible sustancia de la poesía, la cual se manifiesta a través de la singular intuición o sensibilidad simbólica o mítica que caracteriza a la voluntas y energía poética propia de su ejercicio creativo. No debe extrañarnos que su realidad intuitiva sea ajena a cualquier ejercicio de pensamiento reflexivo (conceptual intelectivo, incluyendo al sentimental).
plantea ningún problema en su interacción con la realidad, pues su fundamento radica en la contemplación del presunto dilema, encontrando resolución sin problemas de ningún tipo, dado que la relación entre lo visible y lo invisible se obtiene de un denominador común, a saber: la belleza[4], y también en lo que sea la conciencia como elemento invisible que interacciona con el mundo. Conciencia que, no obstante, se sitúa más allá de una lógica netamente intelectual apegada a los elementos sólidos, como apreciaba Bergson[5], quedando bastante limitada nuestra percepción intelectual para su plena apreciación. Aquella realidad invisible como alma que se aviva, según establecían los románticos[6] y que hoy se denomina realidad psíquica (recordemos aquel, vi que sentían, de W. Wordsworth),[7] puede afirmarse que conforma la inasible sustancia de la poesía, la cual se manifiesta a través de la singular intuición o sensibilidad simbólica o mítica que caracteriza a la voluntas y energía poética propia de su ejercicio creativo. No debe extrañarnos que su realidad intuitiva sea ajena a cualquier ejercicio de pensamiento reflexivo (conceptual intelectivo, incluyendo al sentimental).
Diríase que el numen poético no es
cosa del propio creador, ya que se manifiesta repentino, sin juicios previos,
como un especial acontecimiento, cuyo vigor es la potencia que genera a la
realidad misma, y que contiene a su vez el poema interaccionando con lo
exterior, cambiando este incluso, revelándose como un don axiomático[8]
para conocer la verdad y ser compartida con el mundo, y, que tantas veces se
manifiesta conflictivamente con todo lo que nos instruye o deforma a través de
la enseñanza adquirida o las más diversas convenciones impuestas consciente o
inconscientemente. La poesía encierra la ciencia –de la paradoja-[9]
mediante la que aprendemos a ver y comprender que hoy día, como avisaba Jung,
es del todo cierto que los dioses se han
convertido en enfermedades.
Francisco
Acuyo
[1] Como poiesis a su vez integrado en cualquier
proceso de creación artística o no.
[2] En su
expresión literaria, como poema, sí existen herramientas singulares de medición
–fonético-rítmica- que nos hablan de aspectos fundamentales de su misma
naturaleza lingüística, gramatical y fonético musical.y que se ofrecen
recogidas en los tratados de métrica.
[3] Véase al
respecto las entradas siguientes en este mismo blog: Del alam y su necesaria
acta de defunción, http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/08/del-alma-y-su-necesaria-acta-de.html
[4] El ser y
la belleza, concepto que se puede encontrar en
Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, Artecitta ediciones, Granada,
2010; también encontrarán referencias en, Acuyo, F.: Elogio de la decepción,
Jizo ediciones, 2014.
[5] Bergson,
H.: La evolución creadora, Espasa Calpe, Austral, Madrid, 1985.
[6] Hillman,
J.: El código del alma, Ed. Martínez Roca, Barcelona 1998, p. 106,
[7] Wordsworth, W.: The
Prelude, The poems of Williams Wordsworth, Oxford Univ. Press, London,
1926.
[8] Hillman,
J.:, nota 6, p. 108
[9] Acuyo,
F.: Fisiología de un espejismo, Artecitta ediciones, Granada, 2010.
Muy bueno, amigo. Una amgnífica aproximación a ese misterio de la creación poética, a la intervención almática a través de las musas. Gracias por la enseñanza. Un abrazo y feliz navidad.
ResponderEliminartexto hermoso.Cuanto invisible nos afecta y nos causa y esperamos que el acto de la palabra los haga visible.
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