martes, 1 de mayo de 2018

LA DENOSTACIÓN MORAL DE LAS MUJERES EN EL SIGLO XV:


Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada sobre la amisoginia, de la mano del profesor Tomás Moreno, que lleva por título: La denostación moral de las mujeres en el siglo XV. 

La denostación moral de las mujeres en el siglo XV. Tomás Moreno


LA DENOSTACIÓN MORAL DE LAS 

MUJERES EN EL SIGLO XV:



La denostación moral de las mujeres en el siglo XV. Tomás Moreno



 De La Cité des Dames de Christine de Pizan al Malleus Maleficarum de Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger

El desprecio de la mujeres como criaturas inferiores y como incitadoras al pecado e inductoras al mal, que hemos ido examinando  a lo largo de la Antigüedad, Alta Edad Media y de los siglos XIII y XIV, se incrementaron significativamente hacia principios del siglo XV, coincidiendo con la publicación de la obra de Christine de Pizan[1] La Cité des Dames, en 1405, con la que se inicia el movimiento denominado Querelle des femmes, una valiente  respuesta de escritoras, pensadoras y literatas frente a toda esa tradición literaria de exacerbada misoginia denominada la vituperatio mulierum.
            Escrita en plena Baja Edad Media, en la bisagra entre la Alta Edad Media y el primer Renacimiento, como nos recuerda Celia Amorós[2], toda la obra de Christine de Pizan (1364-1430) se fue gestando y escribiendo en una época convulsa y en los pródromos de un acontecimiento luctuoso y determinante que se inicia en el siglo XIV -una vez formado ya el estereotipo de la bruja y
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celebrados los primeros procesos por brujería en Lucerna (Suiza) Valois y el Delfinado-, alcanza su climax, a partir de la publicación de la bula Summis desiderantes affectibus del Papa Inocencio VIII, en el siglo XV (1484), y se prolonga a lo largo de los siglos XVI y  XVII. Ese acontecimiento no es otro que la denominada caza de brujas. 
                La persecución de las denominadas brujas supuso una auténtica guerra contra el sexo femenino por parte de la Inquisición. A lo largo de los siglos XIV al XVII (inclusive) se llevaron a cabo cientos de millares de ejecuciones por toda Europa (Alemania, Inglaterra, Francia, España y Portugal, Suiza, Países Bajos) de pobres mujeres estigmatizadas y condenadas como brujas. El Malleus Maleficarum de los padres dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, publicado en 1487, (escrito por consiguiente unos ochenta años después de la obra de Christine de Pizan) constituyó  no solo un nefando compendio de todos los vituperios horribles y de todos los  escarnios e insultos más obscenos y denigrantes acerca de la condición femenina que quepa imaginar, sino también –según los expertos-  una visceral reacción en contra de la Querelle des femmes de cuyos discursos, escritos y argumentos abominaban.
            Otros muchos compendios, manuales inquisitoriales y tratados demonológicos –como demostrara Jean Delumeau- proliferaron como setas por las tierras europeas, durante esos siglos y supusieron una auténtica demonización de las mujeres[3]. “La naturaleza femenina –escribe por su parte Romeo De Maio- estaba en el centro de los análisis de los manuales para el inquisidor, junto a la naturaleza diabólica. En el Malleus casi se identifican”[4]. En ese, más que peligroso, contexto escribe precisamente su obra Christine de Pizan, unos ochenta años antes de que saliera a la luz el Malleus. Téngase en cuenta además –nos recuerda Rosalía Romero- que la última obra publicada por Christine fue una apología de la heroína Juana de Arco, llevada a la hoguera en Ruan dos años antes tras un largo proceso instigado por la Sorbona[5]. De origen veneciano, Christine de Pizan vive en París y tras morir su esposo (secretario de Carlos V de Valois, con quien había casado a los 15 años) dedicó su vida a escribir textos históricos, políticos y jurídico-morales.
            Se ha discutido mucho si la obra de Christine es ya feminista o pre-feminista; si  pertenece al género del Memorial de agravios o se trata de un texto perteneciente al otro género: el de Vindicación
La denostación moral de las mujeres en el siglo XV. Tomás Moreno
feminista de la mujer. Lo cierto es que no hay duda de que La Cite des Dames de Christine de Pizan,  representa uno de los más memorables discursos a favor de la mujer escritos antes de la Ilustración, y también de que habría de tener, sin duda, una trascendental significación en la tradición literaria de la Querelle des femmes por su denuncia y rechazo de los agravios, abusos e injusticias infligidos a las mujeres a lo largo de la historia, por parte de los varones, por el simple hecho de ser “mujeres”, de pertenecer al sexo femenino[6].
            Para algunos estudiosos, como Miguel Cereceda[7], La Cité des Dames constituye la formulación de “la primera teoría feminista” y su figura encarna la de la “primera mujer sujeto” –esto es con acceso al uso público de la palabra, vedado tradicionalmente a las mujeres. Para otros, como Rosalía Romero, el libro representa al menos una “cesura” con respecto a los “discursos de la excelencia”, que respondían a los argumentos misóginos “de la maldad y de la inferiorización de las mujeres y exaltaban las virtudes féminas”, ya que Christine de Pizan adoptaba, en su concepción de las mujeres, “un punto de vista nominalista”: al no admitír que hubiera atributos que pudiesen ser adjudicados a todas las mujeres en forma genérica o colectiva. “Su obra La Ciudad de las damas tiene lugar propio en el ámbito de los Women’s Studies”, concluye la profesora Romero[8]. Romeo De Maio, el gran historiador de la mujer del Renacimiento, afirma que la obra de la pensadora francesa es una “denuncia sin proyecto”, si bien es la “primera página fuerte de la conciencia femenina”[9].
            Por su parte, Celia Amorós -una de las pioneras de los estudios filosóficos feministas en España- considera que La Cité des Dames es un alegato vibrante en defensa de las mujeres y su autora, Christine, una figura lúcida y entrañable a la que la memoria feminista debe rendir el tributo que le corresponde, pero, en su opinión, con esa obra en concreto aún no hemos salido del género del  “memorial de agravios”[10]. Y argumenta  su posición -contra la tesis de Cereceda- afirmando que ese tipo de discurso no puede ser considerado perteneciente al género de la vindicación, al no poner en cuestión la jerarquía del poder varonil entre los sexos o géneros, ni exigir la igualdad entre ambos, ni tampoco formular explícitamente la petición de una educación común, igualitaria para hombres y mujeres.
            Para nuestra filósofa el género de la vindicación no aparece en la literatura femenina hasta la Ilustración y se caracteriza fundamentalmente por reclamar “la igualdad en base a una irracionalización del poder patriarcal y una deslegitimación de la división sexual de los roles. Toma cuerpo con nitidez […] en la obra de François Poullain de la Barre y se articula de forma consistente en Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft”[11]. Para Celia Amorós sólo debe entenderse por feminismo “un tipo de pensamiento antropológico, moral y político”, que conecta con una tradición de tres siglos, tiene como “su referente   la idea racionalista e ilustrada de igualdad entre sexos”, se expresa formalmente en “el espacio público” a través del género de la “Vindicación” dirigido especialmente a las mujeres. La obra La Cité des Dames, texto fundamentalmente ambiguo “no puede ser, en consecuencia, considerada como el primer texto feminista europeo”[12] .
            Christine de Pizan comienza su obra afirmando que “filósofos, poetas, moralistas, todos –y la
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lista sería demasiado larga- parecen hablar con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer, mala por esencia y naturaleza siempre se inclina hacia el vicio[13]. Su rechazo de la supuesta condición inmoral de las mujeres es contundente y se pregunta cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos a vituperar a las mujeres, y por qué no hay texto que esté exento de una explícita misoginia. Para seguidamente arremeter contra escritos antifemeninos de Mateolo, J. de Meung (Roman de la Rose) y Ovidio (Ars Amandi), que tanto daño habían causado a las mujeres, así como contra la teoría aristotélica de los sexos (defendida en el siglo XIII por Alberto Magno y Tomás de Aquino) en la que en tan mal lugar se dejaba a las mujeres como varones incompletos, fallidos o truncados y en la que se defendía su inferioridad fisio-biológica, intelectual, emocional y moral.
            Su interés filosófico radica en su anti-esencialismo –concluye Alicia H. Puleo- ya que en su obra se niega la existencia de una esencia genérica femenina, afirmándose, por el contrario, que lo que hay son muchas mujeres distintas. De esta forma Christine de Pizan rechaza la homogeneización del colectivo femenino: no hay “la mujer” sino que hay “las mujeres”, unas buenas, otras malvadas, unas necias, otras inteligentes. Pero  no llega a reivindicar la igualdad entre los sexos. Se limitó a decir que Dios le ha dado a cada sexo su papel y que, por lo tanto, los hombres no deben despreciar a las mujeres, sino que cada uno “debe permanecer en ese rol prefijado respetándose”[14]. Por eso, precisamente Celia Amorós cuestionaba que pudiera ser calificada de “feminista” stricto sensu. (Cont)

TOMÁS MORENO



[1] Cf. Régine Pernoud, Christine de Pizan, Calmann-Lévi, París, 1982.
[2] Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, Ediciones Cátedra, Feminismos, Madrid, 2000,  pp. 55-84
[3] Cf. Jean Delumeau, El Miedo en Occidente, Taurus, Madrid 2002.
[4]  Romeo De Maio, Mujer y Renacimiento, op. cit., pp.41-66.
[5] Rosalía Romero, “Historia de las filósofas, historia de su exclusión (siglos XV-XX)”, en Alicia H. Puleo (Ed) El reto de la igualdad de género. Nuevas perspectivas en Ética y Filosofía Política, Biblioteca Nueva, Madrid 2008, pp.298-318.
[6] A partir de textos como éste por parte de pensadoras y literatas, y algún que otro escritor ilustre, las escritoras de este movimiento trataron cuestiones relativas a la condición de las mujeres en la sociedad de su tiempo, oponiéndose con determinación “a la lectura misógina de la tradición”, buscando tradiciones  distintas, y resignificando textos clásicos como la Biblia o la obra de Aristóteles”, (como subraya en su ensayo Rosalía Romero)
[7] M. Cereceda, El origen de la mujer sujeto, Tecnos, Madrid, 1996.
[8] Rosalía Romero, “Historia de las filósofas, historia de su exclusión (siglos XV-XX)”, op. cit., p. 304.
[9] Romeo De Maio, Mujer y Renacimiento, Mondadori, Madrid, 1988.
[10] Celia Amorós. Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, op. cit.,   p.83
[11] Ibid., pp. 56-57.
[12] Ibid. pp. 70-71.
[13]  Christine de Pizan, La ciudad de las damas, op. cit., p. 64.
[14] “Introducción. El concepto de “género” en la filosofía”, en Alicia H. Puleo (Ed.), El reto de la igualdad, op. cit., pp. 23-24.



La denostación moral de las mujeres en el siglo XV. Tomás Moreno

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