Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada sobre la amisoginia, de la mano del profesor Tomás Moreno, que lleva por título: La denostación moral de las mujeres en el siglo XV.
LA DENOSTACIÓN MORAL DE LAS
MUJERES EN EL SIGLO XV:
De La Cité des Dames de Christine de Pizan al Malleus
Maleficarum de Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger
El desprecio de la mujeres como criaturas inferiores y como
incitadoras al pecado e inductoras al mal, que hemos ido examinando a lo largo de la Antigüedad, Alta Edad Media
y de los siglos XIII y XIV, se incrementaron significativamente hacia
principios del siglo XV, coincidiendo con la publicación de la obra de
Christine de Pizan[1] La Cité des Dames, en 1405, con la que se inicia el movimiento denominado Querelle des femmes, una valiente respuesta de escritoras, pensadoras y
literatas frente a toda esa tradición literaria de exacerbada misoginia
denominada la vituperatio mulierum.
Escrita en plena Baja Edad
Media, en la bisagra entre la Alta Edad Media y el primer Renacimiento, como nos
recuerda Celia Amorós[2], toda la obra de Christine
de Pizan (1364-1430) se fue gestando y escribiendo en una época convulsa y
en los pródromos de un acontecimiento luctuoso y determinante que se inicia en
el siglo XIV -una vez formado ya el estereotipo de la bruja y
celebrados los primeros procesos por brujería en Lucerna
(Suiza) Valois y el Delfinado-, alcanza su climax, a partir de la publicación
de la bula Summis desiderantes affectibus
del Papa Inocencio VIII, en el siglo XV (1484), y se prolonga a lo largo de los
siglos XVI y XVII. Ese acontecimiento no
es otro que la denominada caza de brujas.
La persecución de las
denominadas brujas supuso una
auténtica guerra contra el sexo femenino por parte de la Inquisición.
A lo largo de los siglos XIV al XVII (inclusive) se llevaron a cabo cientos de millares
de ejecuciones por toda Europa (Alemania, Inglaterra, Francia, España y
Portugal, Suiza, Países Bajos) de pobres mujeres estigmatizadas y condenadas
como brujas. El Malleus Maleficarum de los padres dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, publicado en 1487, (escrito por
consiguiente unos ochenta años después de la obra de Christine de Pizan)
constituyó no solo un nefando compendio
de todos los vituperios horribles y de todos los escarnios e insultos más obscenos y
denigrantes acerca de la condición
femenina que quepa imaginar, sino también –según los
expertos- una visceral reacción en
contra de la Querelle des femmes de cuyos discursos, escritos y argumentos abominaban.
Otros muchos compendios,
manuales inquisitoriales y tratados demonológicos –como demostrara Jean
Delumeau- proliferaron como setas por las tierras europeas, durante esos siglos
y supusieron una auténtica demonización de
las mujeres[3]. “La naturaleza femenina –escribe por su parte Romeo De Maio-
estaba en el centro de los análisis de los manuales para el inquisidor, junto a
la naturaleza diabólica. En el Malleus
casi se identifican”[4]. En ese, más que peligroso, contexto escribe precisamente su obra
Christine de Pizan, unos ochenta años antes de que saliera a la luz el Malleus. Téngase en cuenta además –nos
recuerda Rosalía Romero- que la última obra publicada por Christine fue una
apología de la heroína Juana de Arco, llevada a la hoguera en Ruan dos años
antes tras un largo proceso instigado por la Sorbona[5]. De origen veneciano, Christine de Pizan vive en París y tras
morir su esposo (secretario de Carlos V de Valois, con quien había casado a los
15 años) dedicó su vida a escribir textos históricos, políticos y jurídico-morales.
Se ha discutido
mucho si la obra de Christine es ya feminista o pre-feminista; si pertenece al género del Memorial de agravios o se trata de un texto perteneciente al otro
género: el de Vindicación
feminista de
la mujer. Lo cierto es que no hay duda de que La Cite des Dames de Christine de Pizan, representa uno de los más memorables discursos
a favor de la mujer escritos antes de la Ilustración, y también de que habría
de tener, sin duda, una trascendental significación en la tradición literaria
de la Querelle des femmes por su
denuncia y rechazo de los agravios, abusos e injusticias infligidos a las
mujeres a lo largo de la historia, por parte de los varones, por el simple
hecho de ser “mujeres”, de pertenecer
al sexo femenino[6].
Para algunos
estudiosos, como Miguel Cereceda[7], La Cité des Dames constituye
la formulación de “la primera teoría feminista” y su figura encarna la de la
“primera mujer sujeto” –esto es con acceso al uso público de la palabra, vedado
tradicionalmente a las mujeres. Para otros, como Rosalía Romero, el libro
representa al menos una “cesura” con respecto a los “discursos de la
excelencia”, que respondían a los argumentos misóginos “de la maldad y de la
inferiorización de las mujeres y exaltaban las virtudes féminas”, ya que
Christine de Pizan adoptaba, en su concepción de las mujeres, “un punto de
vista nominalista”: al no admitír que hubiera atributos que pudiesen ser
adjudicados a todas las mujeres en forma genérica o colectiva. “Su obra La Ciudad de las damas tiene lugar
propio en el ámbito de los Women’s Studies”, concluye la profesora Romero[8]. Romeo De Maio, el gran historiador de la mujer del Renacimiento,
afirma que la obra de la pensadora francesa es una “denuncia sin proyecto”, si
bien es la “primera página fuerte de la conciencia femenina”[9].
Por su parte, Celia
Amorós -una de las pioneras de los estudios filosóficos feministas en España-
considera que La Cité des Dames es un
alegato vibrante en defensa de las mujeres y su autora, Christine, una figura
lúcida y entrañable a la que la memoria feminista debe rendir el tributo que le
corresponde, pero, en su opinión, con esa obra en concreto aún no hemos salido
del género del “memorial de agravios”[10]. Y argumenta su posición
-contra la tesis de Cereceda- afirmando que ese tipo de discurso no puede ser
considerado perteneciente al género de la vindicación,
al no poner en cuestión la jerarquía del poder varonil entre los sexos o
géneros, ni exigir la igualdad entre ambos, ni tampoco formular explícitamente
la petición de una educación común, igualitaria para hombres y mujeres.
Para nuestra
filósofa el género de la vindicación
no aparece en la literatura femenina hasta la Ilustración y se caracteriza
fundamentalmente por reclamar “la igualdad en base a una irracionalización del
poder patriarcal y una deslegitimación de la división sexual de los roles. Toma
cuerpo con nitidez […] en la obra de François Poullain de la Barre y se
articula de forma consistente en Vindicación
de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft”[11]. Para Celia Amorós sólo debe entenderse por feminismo “un tipo de
pensamiento antropológico, moral y político”, que conecta con una tradición de
tres siglos, tiene como “su referente la idea racionalista e ilustrada de igualdad
entre sexos”, se expresa formalmente en “el espacio público” a través del
género de la “Vindicación” dirigido especialmente a las mujeres. La obra La Cité des Dames, texto
fundamentalmente ambiguo “no puede ser, en consecuencia, considerada como el
primer texto feminista europeo”[12] .
Christine de
Pizan comienza su obra afirmando que “filósofos, poetas, moralistas, todos –y
la
lista sería demasiado larga- parecen hablar con la misma voz para llegar a
la conclusión de que la mujer, mala por
esencia y naturaleza siempre se inclina hacia el vicio”[13]. Su rechazo de la supuesta condición inmoral de las mujeres es
contundente y se pregunta cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos
hombres, clérigos y laicos a vituperar a las mujeres, y por qué no hay texto
que esté exento de una explícita misoginia. Para seguidamente arremeter contra
escritos antifemeninos de Mateolo, J. de Meung (Roman de la Rose) y Ovidio (Ars
Amandi), que tanto daño habían causado a las mujeres, así como contra la
teoría aristotélica de los sexos (defendida en el siglo XIII por Alberto Magno
y Tomás de Aquino) en la que en tan mal lugar se dejaba a las mujeres como varones incompletos, fallidos o truncados y en la que se defendía su inferioridad fisio-biológica,
intelectual, emocional y moral.
Su interés
filosófico radica en su anti-esencialismo –concluye Alicia H. Puleo- ya que en
su obra se niega la existencia de una esencia genérica femenina, afirmándose,
por el contrario, que lo que hay son muchas mujeres distintas. De esta forma
Christine de Pizan rechaza la homogeneización del colectivo femenino: no hay
“la mujer” sino que hay “las mujeres”, unas buenas, otras malvadas, unas
necias, otras inteligentes. Pero no
llega a reivindicar la igualdad entre los sexos. Se limitó a decir que Dios le
ha dado a cada sexo su papel y que,
por lo tanto, los hombres no deben despreciar a las mujeres, sino que cada uno
“debe permanecer en ese rol prefijado respetándose”[14]. Por eso, precisamente Celia Amorós cuestionaba que pudiera ser
calificada de “feminista” stricto sensu.
(Cont)
TOMÁS MORENO
[1]
Cf. Régine Pernoud, Christine de Pizan,
Calmann-Lévi, París, 1982.
[2]
Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre
feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, Ediciones Cátedra, Feminismos, Madrid, 2000, pp. 55-84
[3]
Cf. Jean Delumeau, El Miedo en Occidente,
Taurus, Madrid 2002.
[4] Romeo De Maio, Mujer y Renacimiento, op. cit., pp.41-66.
[5]
Rosalía Romero, “Historia de las filósofas, historia de su exclusión (siglos
XV-XX)”, en Alicia H. Puleo (Ed) El reto
de la igualdad de género. Nuevas perspectivas en Ética y Filosofía Política,
Biblioteca Nueva, Madrid 2008, pp.298-318.
[6] A
partir de textos como éste por parte de pensadoras y literatas, y algún que
otro escritor ilustre, las escritoras de este movimiento trataron cuestiones
relativas a la condición de las mujeres en la sociedad de su tiempo,
oponiéndose con determinación “a la lectura misógina de la tradición”, buscando
tradiciones distintas, y resignificando
textos clásicos como la Biblia o la obra de Aristóteles”, (como subraya en su
ensayo Rosalía Romero)
[7] M.
Cereceda, El origen de la mujer sujeto,
Tecnos, Madrid, 1996.
[8]
Rosalía Romero, “Historia de las filósofas, historia de su exclusión (siglos
XV-XX)”, op. cit., p. 304.
[9]
Romeo De Maio, Mujer y Renacimiento,
Mondadori, Madrid, 1988.
[10]
Celia Amorós. Tiempo de feminismo. Sobre
feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, op. cit., p.83
[12] Ibid. pp. 70-71.
[13] Christine de Pizan, La ciudad de las damas, op. cit., p. 64.
[14]
“Introducción. El concepto de “género” en la filosofía”, en Alicia H. Puleo (Ed.),
El reto de la igualdad, op. cit., pp.
23-24.
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