Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos el post que lleva por título: En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet, por el filósofo Tomás Moreno.
EN FAVOR DE LA EDUCACIÓN DE LAS
MUJERES.
DE OLYMPE DE GOUGES Y CONDORCET
Los acontecimientos de la Revolución Francesa (1789-1799), la Declaración de derechos del
hombre y del ciudadano (1789) y los derechos y libertades conquistados
durante el período revolucionario, no lograron afectar por igual a los dos
sexos. A lo largo de todo el convulso proceso revolucionario, las mujeres
fueron tomando conciencia de su situación marginada y reivindicando los
derechos civiles, sociales y políticos de los que carecían hasta ese momento,
realizando un memorable ejercicio de acción política, aún sin tener reconocidos
todos los derechos. Desde los clubes, los salones, las tribunas de las
asambleas hicieron oír sus peticiones y se manifestaron en la calle en favor de
las ideas revolucionarias.
Entre
ellas, cabe destacar la figura de Olympe
de Gouges (1748-1793) que en 1791, un año antes de la publicación de la Vindicación, ya había proclamado la Declaración de derechos de la mujer y de la
ciudadana. Con ella dio carta de naturaleza a las razones de la situación
social y política de las mujeres y defendió la necesidad de poner fin a las
discriminaciones que las aquejaban. Su Declaración
es un verdadero trasunto de la Declaración
de derechos del hombre y del
ciudadano de 1789. Si en ella se reconocía el derecho a la libertad, la
propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión para todos los
ciudadanos, las mujeres se sintieron también concernidas y reconocidas en y por
estos derechos.
Las
posteriores leyes de 1792 sobre el estado civil y el divorcio de mutuo acuerdo
o por razones de incompatibilidad, suponían un avance importantísimo respecto
al Antiguo Régimen. Todo ello conllevaba la conquista de ciertas libertades
civiles largamente anheladas. Las mujeres, durante pocos años -hasta el periodo
napoleónico-, no fueron propiedad del marido. Pero para ellas siguieron estando
prohibidos los derechos políticos. Olympe murió en la guillotina, pero su
compromiso político con las mujeres no desapareció de la historia[1].
Este crimen contra las
mujeres sucedió en la Revolución
francesa, en la
Francia revolucionaria. Muy distinta y excepcional fue, sin embargo, la actitud
de uno de sus ideólogos y protagonistas,
el
marqués de Condorcet ante las justas reivindicaciones femeninas. Auténtico
progresista, diputado de la Asamblea
Legislativa, y también de la Convención, Jean
Antoine Nicolas de Caritat (Marqués
de Condorcet) (1743-1794), estuvo implicado de lleno en la actividad
política revolucionaria. Abogó por la necesidad de romper la discriminación
social y política de las mujeres y defendió la
coeducación de ambos sexos, dando al feminismo una forma sorprendentemente
moderna. En su Apunte
para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (1794) escribía en defensa de la igualdad de los sexos bellas
palabras como estas:
Entre los progresos más
importantes del espíritu humano para conseguir el bienestar general, debemos
contar con la total abolición de los prejuicios que han establecido la desigualdad
de derechos entre los dos sexos, funesta incluso para el favorecido. Sería
inútil buscar los motivos que la justifiquen en las diferencias de sus
características físicas, en las fuerzas de la inteligencia, en su sensibilidad
moral. Esta desigualdad no ha tenido más origen que el abuso de la fuerza,
aunque después se haya tratado en vano de excusarla por medio de sofismas[2].
Sus propuestas
hallaron, desgraciadamente, poco eco. Los revolucionarios franceses siguieron
las directrices rousseaunianas jacobinas y
en este punto como en tantos otros no previeron ninguna disposición para
la educación de las niñas, que deberían aprender de sus madres, en el seno de
la familia. (Cont.)
TOMAS MORENO
[1] Cf. Oliva Blanco Corujo,
Olimpia de Gouges. Ediciones
del Orto, Madrid, 2000, pp. 85-92. En el
Epílogo de su Declaración, puede leerse: “Mujer, despierta, el rebato de la razón
se hace sentir en todo el universo; reconoce tus derechos. El poderoso imperio
de la Naturaleza ya no está rodeado de prejuicios, de fanatismo, de
superstición ni de mentiras. La llama de verdad ha disipado todas las nubes de
la necedad y de la usurpación”.
[2] Condorcet, “Apunte para un
cuadro histórico de los progresos del espíritu humano”, en Amalia
Martín-Gamero, Antología del feminismo, Hypatia, Instituto Andaluz de la Mujer, p. 194-196.
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