En este A vueltas con el verso tridecasílabo, ofrecemos nueva entrega dedicada a este verso, porque da para mucha y muy granada reflexión métrica, y en su selección y juicio discurre nuevamente este otro post de la mano maestra de Antonio Carvajal para delectación de propios y extraños, y todo para la sección De la métrica celeste del blog Ancile, y esta vez arropado bajo el título expuesto al inicio, que no impuesto, con el que se inicia este párrafo introductorio.
A VUELTAS CON EL VERSO TRIDECASÍLABO,
POR ANTONIO CARVAJAL
Querido Francisco Acuyo: Me
escribió Emilio Ballesteros y me decía: «también
adopto el ritmo ternario en los versos de 13 sílabas, con acentos en las
sílabas 3, 6, 9 y 12».
Tomo este final de un poema suyo como ejemplo:
Pero
escucho en el eco del valle mis versos.
Y sigo con sus palabras: «Cualquier
observador astuto habrá notado que, mientras Rubén comenzaba en golpe fuerte
(sílaba tónica) en sus Ínclitas razas ubérrimas, para su ritmo
ternario, yo, en cambio, invierto la acentuación de modo que, en vez de
dáctilos, tenemos anapestos, por utilizar la jerga de la tribu. Y no fue por
capricho hacerlo así, sino por mi tendencia, seguramente bastante salvaje y
hasta algo primitiva, de tomar modelos antes de la naturaleza que del
artificio. En bailes de salón y sus compases, siempre se empieza con el golpe
fuerte: tán-ta-tan, tán-ta-tan… Pero si escuchamos correr a un caballo o
intentamos imitarlo dando golpes sobre la mesa, como hacen los especialistas en
efectos especiales con cáscaras huecas, el ritmo ternario, más bien, sonará
así: toco-toc, to-co-toc, to-co-toc ( o sea, con anapestos, mejor que con
dáctilos). Un caballo que galopara con el ritmo: tóc-coto, tóc-coto, tóc-coto…,
más bien parecería cojo, o un caballito de dibujos animados que anda con un acusado
palomasso».
Necesidad de forma propia y uso consciente de la que se elige. Es lo menos
que el poeta auténtico debe exigirse. Y saber, también, que toda innovación se
produce en el seno de una lengua con muchos siglos de práctica, con grandes
hallazgos y clamorosos abandonos. Estamos aún bajo los dictados del buen gusto
dieciochesco y su simultánea negación furibunda. Y entre los abandonos, porque
los gustos son históricos y los buenos y los malos varían, está la renuncia a explorar
un verso que se ofrece y no se acepta. Sigo con palabras de Emilio Ballesteros:
«En la métrica española el verso de trece sílabas es considerado poco eufónico y, por eso, resulta bastante difícil de encontrarlo utilizado. […] En mi caso, me propuse como reto romper ese tabú, que consideraba injusto, y durante mucho tiempo me dediqué a buscar la forma de incorporarlo al español de manera eufónica y con todo de derecho, hasta que, como ocurrió con el endecasílabo en su día, llegue a naturalizarse su utilización y, si no frecuente, al menos que su uso no sea tan raro. Ya me avisaron de que, cuando fuera eufónico, el peligro es que se le tome como un alejandrino al convertirse la 6ª sílaba en dos, por caer en palabra aguda final de hemistiquio. Pero salvé ese peligro procurando que esa sexta sílaba cayera en palabra llana. Y la manera que encontré de hacer que resultara eufónico fue por dos caminos: uno de ritmo ternario que lleve los acentos rítmicos en las sílabas 3, 6, 9 y 12; el otro, de ritmo cuaternario, con acento rítmico en las sílabas 4, 8 y 12. En mi libro Trece, incluido después en Trilogía del silencio, hay ejemplos de los dos modelos. Y también aparecen en algunos poemas de Mi nombre es Nadie y de En júbilo. […] Siempre están los versos tridecasílabos en la nueva estrofa que creé para el caso: El treceto (o ballestero) que viene a ser un soneto mistérico formado por trece versos de trece sílabas, casi siempre rimando, aunque no es obligatorio. La rima puede ser asonante o consonante. Tiene la peculiaridad de que el verso 13 se separa del resto y tiene entidad por sí mismo como para ser una estrofa de un solo verso. […El 13 se queda justo entre el 12 y el 14, y también está entre el 11 y el 14, que son los números en que se mueve el soneto; con lo que se mueve en una tierra de nadie, en un espacio nuevo, como corresponde a un número mistérico como él.
El corazón en paz ve una fiesta en
todas las aldeas.
Proverbio indio
EL CORAZÓN EN
DANZA
Pongo a danzar
mi corazón en una fiesta.
Siento la luz,
como un clamor por los caminos,
que se derrama
en su quietud de espigas ebrias.
Si la tristeza
viene a mí yo la acurruco.
Duermo con
ella. Al despertar es una amante
que se marchó
sin despedirse y que me deja
sabor a zumo de
cerezas en mi almohada.
Te doy mi cruz.
Dame tú un beso y caminemos.
Cuando el dolor
anide en ti, ten mi regazo.
Y así los dos
en el vaivén seremos viento
que se escapó
de su prisión entre los álamos.
Voy a subir a
los oteros a gritarlo:
La vida estalla y nadie nunca va a
evitarlo.
La vida estalla, sí, y con ella el
arte, una de sus manifestaciones más rigurosas y más satisfactorias y más
contradictorias, tanto que exige amor. En fin, como me dijo Paco del Pino entre
sonrisas, “cada loco con su métrica”. Ay, qué tiempos aquellos en que la tema
era de género femenino y número singular. Ya no se enseñan en las escuelas los
cinco géneros gramaticales que yo sí alcancé. Y la métrica, como de costumbre,
cada vez se enseña menos y peor, y así estamos todas y todos. Corrijo, todas y
todos, no, que aún hay quienes se matriculan en Filología clásica, y la cursan
con general provecho. Son vocacionales y, a semejanza de lo que ocurre en
religión, donde cada vez hay más monjes y menos clero secular, desde Palma a
Las Palmas y de Cariño hasta Níjar, surgen de vez en cuando quienes,
conscientes o no de ello, escriben estupendos tridecasílabos, como el
alpujarreño (de Laujar del Andarax) Francisco Villaespesa, a quien el opio
le produce un ensueño oriental, y el asturiano (de Noreña) Rodrigo Olay
quien, además de estudiar con rigor y buena prosa la teoría y la práctica del
endecasílabo en Jovellanos, cierra un delicioso poema de su libro Vieja
escuela (Rialp, colección Adonais, 2021) con estos tres versos:
Solo quiero
una cita.
Solo verla una
vez,
Solo verla
otra vez a mi abuela Jovita
Oído a la
acentuación: 1-3 /4-6 / 9-12. Ojo al esquema: ó u ó / ó u ó / u u ó / u u ó .
Demos más importancia a verbo y nombre que a indefinido y adverbio, marquemos
con más fuerza ver y vez que solo y otra, y el compás ternario progresivo
/3-6-9-12/ se impone frente al ternario regresivo que podría iniciarse si
intensificamos las sílabas 1ª y 4ª; pero no, los monosílabos agudos suenan
demasiado. Para colmo, habituados a la combinación culta y secular de
heptasílabos con endecasílabos y la no menos vieja pero sí más popular y
cantada de los decasílabos de marchas, himnos, arias y retahílas, en cuanto
llegamos al acento de 6ª o saltamos a 10ª o, si nos esquiva, nos vamos de golpe
adelante, mejor a 12 que a 11 porque el compás nos lo pide. Así que si alguien,
a la primera, lee este verso como alejandrino, comuníqueselo a Miguel d’Ors
y, de paso, comuníquemelo a mí para incluirlo en mi colección de raros.
Y, hablando de raros, recibo de
José Antonio Ruiz Reina, desde Ventas de Zafarraya, metricista vocacional, este
estupendo poema con notación rítmica al título. Esta es la nota: «Soneto
compuesto por versos tridecasílanos polirrítmicos. El primer verso tiene un
primer hemistiquio hexasílabo anfibráquico y un segundo hemistiquio heptasílabo
anapéstico (o ó o o ó o / o o ó o o ó o). El segundo verso comienza con un
heptasílabo anapéstico y va seguido por un hexasílabo anfibráquico (o o ó o o ó
o / o ó o o ó o). Esta alternancia se conserva a lo largo de todo el poema». He
aquí el poema:
Trivial
Un signo de
agua sobre un rito de fuego
en el aire
palpita al son del tambor.
Princesas
ocultas disimulan su ardor
que entrelaza
en sus manos un cínico ciego.
La lluvia
desliza su monótono ruego
a través de
una luz de incierto color
y alumbra
desnuda las ofrendas que amor
en su vuelo
inconstante dejó para luego.
Navega este
invierno por detrás del jardín
de la niña que
fuiste al sol de Rubén
y roba los
besos que te dio un paladín
en las noches
prohibidas de blanco satén...
La historia de
siempre se dirige a su fin
y no deja otra
cosa que hastío y desdén.
Mi propósito era
dirigirte tres cartas; lo he sobrepasado y he decido que la sexta sea la última. No
quiero hastiarte ni que me desdeñes, que duele mucho.
Un abrazo desde
Motril, a veintiseis de abril de 2021, CXXIII aniversario del natalicio de don
Vicente Aleixandre.
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