martes, 18 de mayo de 2021

LA UNIDAD UNIVERSAL Y EL INDIVIDUO IMPERATIVO: LA PARADOJA DE TODA FE EN UN MÁS ALLÁ

 Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: La unidad universal y el individuo imperativo: la paradoja de toda fe en un más allá.



LA UNIDAD UNIVERSAL Y EL INDIVIDUO IMPERATIVO:


LA PARADOJA DE TODA FE  EN UN MÁS ALLÁ



La unidad universal y el individuo imperativo: la paradoja de toda fe en un más allá. Francisco Acuyo


 

Si en verdad todo ser contiene en sí mismo todo el mundo inteligible (Plotino), cabe deducirse una intuición de la unidad como base y principio de todo. En virtud de esta reflexión, no debe resultarnos extraño que la idea (y creencia) en algo más grande que el yo individual, encuentra en la filosofía misma una fuente totalmente natural.

                Todos reconocemos la frugalidad de nuestro yo existencial. Sin embargo, el mismo lenguaje contiene verdades germinales que sobrepasan el discurso racional del mismo. El lenguaje poético es acaso la muestra más evidente el plano oculto o inconsciente o simbólico del mismo. En la división de lo real y la palabra radica esta vía de entendimiento supra e irracional de este lenguaje. La palabra poética participa del significado primordial de las cosas y conlleva en esa idea misteriosa de la unidad del origen. Esa sabiduría original contiene precisamente ese elemento extraordinario o trascendente de la unidad.

                El lenguaje (sobre todo el poético) es capaz de dar cuenta de revelaciones que no se suceden históricamente pues, estuvieron, están, son y serán desde y para siempre, acaso presentes no sólo para el ser humano, para cualquiera otra criatura con conciencia y capacidad de raciocinio. Y es que el lenguaje (creativo) se sitúa más allá del pensamiento netamente analítico, conceptual,  pues se sitúa más allá de la historia intelectual o de cualesquiera otra índole, porque  son en sus contenidos intuitivos trascendentes una  realidad, un fin en sí mismas.

                Es una característica genuina de este ámbito trascendente la intemporalidad (también la aespacialidad) que no responde a ninguna llamada evolutiva razonada o históricamente experimentada. Mas una de las curiosidades más enigmáticas de aquellos lenguajes que quieren aprehender este dominio es su inefabilidad discursiva, conceptual y razonable, si este discurso, este concepto, esa razón ha de estar sujeta al movimiento evolutivo de la historia. No obstante, y esto es lo más significativo, puede ser vivido o advertido por la criatura que intuya la finalidad trascendente de este lenguaje que no aspira sino a aquella unidad original que anunciábamos anteriormente.

                Este apercibimiento excepcional (u ordinario trascendente) adviene en virtud del vigor de este lenguaje para el olvido del sí mismo personal que tiene su fundamento en aquella unidad cimiento original –absoluta-: para muchos Dios, para algunos la nada, para otros la realidad última, que no puede dejar o prescindir de la persona mortal que basa en su mortalidad precisamente su pertenencia a la unidad básica del mundo. Es aquí donde las palabras dejan de ser palabras para ofrecerse como símbolos o intuiciones del logos creador o recreador que a través de nosotros deviene y desdeviene y en el que el que escribe y se comunica mediante esta palabra se convierte en la escritura misma de su ser fundamental que nos advierte que allí éramos ante de nuestra creación misma.

                Seguiremos indagando sobre los aspectos más fascinantes de la inclinación de muchos (acaso profundamente de todos) a esa intuición o entendimiento no entendido que muchos identifican con la fe.

 



Francisco Acuyo




La unidad universal y el individuo imperativo: la paradoja de toda fe en un más allá. Francisco Acuyo


 

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