Es muy posible que el instinto o intuición de lo trascendente, en una sociedad del imperio de lo material y del avance tecnológico, haya llegado al punto de no distinguir la propia tecnología y su indiscutible utilidad, con la propia conciencia que hubo de crearla, esto se relata en el siguiente post para la sección de Ciencia del blog Ancile, y todo bajo el título: Conciencia y transexperiencia: o la confusión de la herramienta con el ser consciente que la utiliza.
CONCIENCIA Y TRANSEXPERIENCIA: O LA
CONFUSIÓN
DE LA HERRAMIENTA CON EL SER
CONSCIENTE QUE LA UTILIZA
Visto y entendido lo expuesto en
anteriores entradas, será de mucho interés que la búsqueda para la generación
de entidades sintientes artificiales por parte de la IA, teniendo como
sustrato básico de configuración la materia inanimada en la que tratan de
sostenerse las ordenes algorítmicas y los datos que manejan, debemos de reconocer
que será reducidos a una suerte de abiogénesis, mas si es posible la generación
de vida artificial, debemos entender que esto será al fin biología y no meras
emulaciones computacionales.[1]
Mas, ¿esto implica que puedan ser susceptibles de tener conciencia?
Para
dar respuesta a esta interrogante, acaso deberíamos indagar en los ámbitos de
la psicología evolutiva o de la misma paleopsicología, desde donde inferir los
orígenes mismos de la conciencia a través del estudio de la mente y su
evolución. O tal vez, en una aproximación mucho más audaz, si la propia existencia
es un producto de la conciencia como fenómeno, o lo que es lo mismo, que bien
puede ser que la conciencia sea algo que de por sí ya esté ahí fuera[2]
que trascienda lo que entendemos como conciencia personal. Aunque esto puede
sonar a cierto misticismo, bien pudiera ser que exista transpersonalmente una
conciencia universal que acaso explique muchas cosas del ámbito de lo
estrictamente físico que de otra manera no se puede sin caer en serias
contradicciones, en cualquier caso, sabemos, con Schopenhauer, que el
entendimiento de la naturaleza debe partir de un aprendizaje que parte de nosotros
mismos y no a la inversa, es decir conocernos a nosotros a partir de la naturaleza.
Uno
de los grandes temores que ofrece la IA es que con el tiempo, su gradual desarrollo,
lleve a potenciar un mundo en el que las personas acaben por diluir sus
capacidades cognitivas y de interacción social, dependientes de la IA, lo que
pone en evidencia la enorme diferencia de interacción del ser
consciente con su entorno que, a su vez, pone de relieve quién tiene conciencia
y quién maneja datos para favorecer y hacer más cómoda una existencia sin
esfuerzo (acaso sin dolor), siendo esto(s) aspectos fundamentales de la entidad
consciente, para olvidar al fin, que la IA es una interesante herramienta, pero
eso, nada más (y nada menos).
¿Seremos
los humanos capaces de entender esta distinción primordial entre la
inteligencia como útil importante y la conciencia misma que hubo de crear
aquella sofisticada herramienta?
Indagaremos
sobre todo esto en próximas entregas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
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