martes, 4 de febrero de 2025

PARA MIGUEL RODRÍGUEZ ACOSTA: EN EL CORAZÓN DEL BOSCO

Recuperamos para la sección de Poesía del blog Ancile, el poema intitulado: En el corazón del Bosco, que en su día dedicamos al recientemente desaparecido artista Miguel Rodríguez Acosta, y que en homenaje suyo traemos para la ocasión.


PARA MIGUEL RODRÍGUEZ ACOSTA: 

EN EL CORAZÓN DEL BOSCO



Para Miguel Rodríguez Acosta: En el corazón del Bosco, Francisco Acuyo
Miguel Rodríguez Acosta, en su estudio de la Fundación



pse dixit et facta sunt
Ipse mandavit et creata sunt

Salmos, 198,5


A Miguel Rodríguez Acosta



   LIRIO finge y alhelí
febril la fantasía,
si del jardín no artífice
desliz de su delicia.

   Finge la adormidera
sopor: casi ceniza,
de una llama que sueño
fue de la nieve y vida.

   Rosa dicen y nardo
y magnolia y glicínea,
injurias de la carne
son, si alma en sus caricias.

   Demoñuelos, quimeras,
brujas y sabandijas;
retruécanos, proverbios
en herético clima;

   si burla es delirante,
de bestias dinastía,
y deleites sulfúreos
su horno de ígnea alquimia.

   EL tormento del réprobo
en la grisalla pinta
para la iglesia (nunca
sinagoga judía),

   ingeniosos caprichos
cuyas figuras híbridas
en el aqua vitae
se cuecen renacidas,

   potajes y guisados
sermón híbrido pintan,
sueños de la razón
sobre la imagen bíblica

   que en los celajes del óleo
sus monstruos exorciza.
La piel de la pintura
una luz acaricia

   con temple musical;
la sombra ya matiza
el color de una música
que en el lienzo se irisa.

   Busco el significado
de la esfera perspicua
en cuya transparencia
invisible designa

   satirizante espíritu,
macabro moralista
que en el séptimo sello
del Dante se ensimisma.


*

   Tu admonición es clara
sobre el oscuro enigma
que el: cave, cave dus vide,
panóptico nos mira.

   Tabla de vana gloria
en bruma apocalíptica
que del kermes central
arde panoplia críptica,

   o infierno musical
que el color adamita
figura sobre un fondo
que ymago mundis pinta.

   Viste del más allá
la filiación divina,
y en la luz del empíreo
la sombra antagonista.

   Satanás de la verde
mirada que, entre víboras,
escuerzos y dragones
la Comedia Divina

   de la visio tundali,
en sus paneles tizna
vívidos, sobre un orbe
que el mundo totaliza.
   Penitentes, esfinges…
en cromática orgía
no al adepto en su rito
ultraterreno inicia;

   el refrán y el proverbio
son la topografía
de un pasaje que el tiempo
en el espacio estira.

   Un ángel, entre tanto,
por el jardín omnímoda
forma niega o concede
según cambiar le incita:

   entre figuras varias
la luz se reconcilia
para la sombra en  alma
lejana cercanía.

   El ángel, lirio entonces,
del fuego la delicia
hizo, si del jardín
no, de la ígnea ceniza:

   vio en el jardín acaso
otro ángel que escribía
sobre las azucenas
coloreada una rima:

   bate la eternidad
corriente infinita
en playa cuyas arenas
son del tiempo la orilla.




Francisco Acuyo 



Para Miguel Rodríguez Acosta: En el corazón del Bosco, Francisco Acuyo


martes, 28 de enero de 2025

RITUALES Y CALÉNDULAS, DE ALBERT TORÉS

 Traemos para la sección de Editoriales amigas del blog Ancile, la primicia editorial de Corona del Sur, de Málaga, esta vez bajo el título de, Rituales y Caléndulas, del poeta Albert Torés. Consta de una muestra de algunos de los poemas extraídos de dicho título para la ocasión por el propio autor para esta entrada que presentamos. Exquisita colección la de esta editorial que recomendamos a nuestros lectores y especialmente este poemario de Albert Torés, que no tiene desperdicio.


 RITUALES Y CALÉNDULAS, 

DE ALBERT TORÉS



Rituales y Caléndulas, Albert Torés





Os lo reconfirmo. Amar las trece sílabas

era propósito de esta tetralogía,

rituales y caléndulas cierran mi día,

abriendo mundo al espacio-tiempo del alma.

 

 

Rituales y Caléndulas, Albert Torés


 

Sobre los puentes del mundo entero, la vida

busca concordias, armonías y caléndulas

para gozar el mínimo instante, farándula

y sombras que batallamos con menos prisa.

 

Por rubias avenidas revive la música,

la eterna disputa del amor por caléndulas

y rituales, sus pasillos, lo que retumba

en la memoria. Todo sostiene la dicha.

 

Por frágiles caléndulas de nácar, sueño

asimetría en poesía, los espejos

como lúgubres células del verde oxígeno

de páginas, sílabas y textos que adueño.

 

Amar por selvas esmeraldas, por colinas

donde los contrarios se hacen uno, soñando

templos desiguales, caléndulas de rododendro:

Amar, solo amar podría ser nuestra vida.

 

 

Rituales y Caléndulas, Albert Torés


 

Si la muerte no fuera esperada, sería

secreto receloso, furiosa ballesta,

quizá memoria gaseosa, las certeras

flechas por las que nuestra vida perdería.

 

Con las tramas del tiempo articulo carpetas,

pieles tatuadas, santos lugares en ciernes

que devoramos como si fuéramos sierpe

en celo gestando los más coléricos pensamientos.

 

 

 

Rituales y Caléndulas, Albert Torés


 

Trenzar el vuelo de los pájaros coléricos,

sueños que no se rematan con las sonrisas

de la victoria. Todo un mundo en falsa lista

que nos empuja al mismo filo del abismo.

 

Como felino sin condiciones, me graba

su mirada con aire soñador, que dando

fijeza a las metamorfosis, los encantos

prenden llama que tiempo poco queda o nada.

 

Cafeinizando puertas, vientos y pantallas,

retomas el acontecer de las cosas. Resto

sufrimiento, pongo trabajo y vive el texto.

Lo demás será forzosamente la nada.



Albert Torés

 


Rituales y Caléndulas, Albert Torés


viernes, 24 de enero de 2025

GENERALIFE, DE ANTONIO CARVAJAL

Para la sección de poesía del blog Ancile, traemos un nuevo post que contiene un poema de Antonio Carvajal, que resulta de una variación de un tema de la poeta Rosaura Álvarez, y que lleva por título: Generalife. Aportamos un par de fotos del artista Francisco Fernández, que se incluyeron en su momento en el libro Haikus de la Alhambra..


GENERALIFE,

DE ANTONIO CARVAJAL 


De Francisco Fernández



(Variación sobre un tema 

de Rosaura Álvarez) 

Para Concha Argente 




Pero 

el verso y el ocaso 

mecían su rumor 

bajo el palio de rosas 

amarillas 

con júbilo acordado 

de verso y rosa blanca, 

de ocaso y rojas rosas. 


Rosas áureas de otoño 

y amarillas de estío 

y versos con cesuras 

y sigilos de nieve 

que el agua atardecida 

mecía en las escalas 

y a la luna ascendía 

y era matiz de aroma 

el agua bajo el palio 

sonoro de las rosas 

y era sosiego y era 

un júbilo acordado 

la quietud lisonjera 

de la brisa en los álamos 


pero 

volvimos al jardín 

sin salir del ocaso.


 

Antonio Carvajal



De Francisco Fernández


martes, 21 de enero de 2025

PRESENCIA Y REFERENCIA POÉTICAS

Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que reflexiona sobre algunas peculiaridades de la lógica poética, y lo hacemos bajo el título: Presencia y referencia poéticas.


PRESENCIA Y REFERENCIA POÉTICAS



Presencia y referencia poéticas. Francisco Acuyo



No es raro advertir, si se presta la merecida atención al caso, que no son extrañas las ocasiones en las que aquello a lo que se refiere la palabra poética (si se supone que designa una cosa) puede estar más cerca de un referente prelingüístico, que lingüístico al uso, pues, se sitúa en una condición verdaderamente especial, ya que su signo lingüístico no solo expresa y significa, sino que pretender ir más allá del principio de representación: porque nos advierte de la ilusión de la presencia. La subjetividad (de nuestra conciencia personal) nos hace dudar de la objetividad o exterioridad, y el verbo poético se ofrece como si no hubiera otro lugar de realidad que la propia nanidad del silencio del que, entonces, hubo de nacer, en empeño de su ejercicio de expresión prelingüístico, tratando de llevarnos al vasto e inefable dominio donde el espacio y el tiempo no tienen el más mínimo sentido. Es, en fin, el lugar sin sitio ni tiempo donde la palabra pone en controversia el principio lógico de referencialidad mediante el que funciona cualquier sistema de signos. Es como si el tiempo y el espacio fuesen consumidos o disipados en el devenir poético de una frase.

En poesía, aquel nombrar no es mostrar, sino que adquiere tintes verdaderamente fascinantes porque, si bien se precisa nombrar las cosas, se pone de relieve que el referente no se establece necesariamente en virtud de lo que es perceptible (sensorialmente reconocible), sino que la palabra poética (véase la sinestesia) lo que hace es poner en evidencia la realidad de la conciencia del que nombra y que la realidad de lo nombrado, de la cosa, no es tan clara, pues llega a mezclarse o a intercambiar unos sentidos por otros en la prodigalidad de su función lingüística a la hora de la búsqueda  una denominación. Nos parece bastante claro que en atención al fenómeno poético de la lengua se hace preciso una óptica que supere la formal y lógica convencional.



Francisco Acuyo



Presencia y referencia poéticas. Francisco Acuyo



viernes, 17 de enero de 2025

DESCARGA GRATIS EN PDF LOS ROMANCES EN EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA, EN EDICIÓN DE ALANA GÓMEZ GRAY,

Nos complace adjuntar para la sección de Descargas del blog Ancile la primicia editorial publicada por la Diputación de Granada, en la colección Genil de Literatura, de los Romances en el teatro de Federico García Lorca, en edición filológica de Alana Gómez Gray. Descarga que recomendamos vivamente desde esta plataforma digital que os enlazará con la de Publicaciones de la Diputación de Granada. Merece la pena esta edición en virtud del detalle, rigor y cuidado que lleva a cabo la compiladora de los romances y claro está, por la extraordinaria calidad de esta selección de poemas, que estarán singularmente al alcance de los lectores fuera del escenario o insertos en la pieza teatral de donde han sido sabiamente extraídos. Abajo colocamos el enlace que les llevará a la descarga gratuita de este excelente libro.








Alana López Gray, Autora de la edición de los romances





miércoles, 15 de enero de 2025

ESTUDIO DICHO CARMEN, POR ANTONIO CARVAJAL

 Ofrecemos un bello texto del poeta Antonio Carvajal para la sección de Homenajes del blog Ancile, y que porta el título, Estudio dicho carmen, extraído del libro agotadísimo, El carmen Rodríguez Acosta, que en su momento llevaba la colaboración de Rafael Moneo, Monserrat Ribas y Francisco Fernández. Aportamos algunas fotos de este último artista sobre el mencionado carmen.



ESTUDIO DICHO CARMEN

 

                                                                                         

 


Exentos bajo la curva del cielo, los prismas blancos imponen su rigor sobre la confusa amalgama del caserío urbano, armoniosamente impulsados a luz mejor, hacia horizontes más amplios y aires más silenciosos. El carmen, mal llamado así desde las exigencias de una etimología que lo define como vivienda familiar con huerto (verduras para las ollas, parras para sombra fresca en verano, sol en invierno y uvas que regalan los sentidos con variedad de color, suavidad de sabor y  terso contacto, más las plantas de flor y de olor, sean las violetas mezcladas con la hierbabuena, el jazmín abrazado a la vid, émulo de  la madreselva, la invernal mimosa púdica  o la veraniega dama de noche, con algún frutal de gusto y ornamento: el abrigado limonero, la bergamota abrasada), responde a otras exigencias de dicho lugar ameno: verdor perenne, juegos de agua con cristalino rumor, amplios remansos para la reflexión y el sueño, vistas: éstas, quizá el bien más preciado, se ofrecen sin obstáculos como premio tras el laberíntico, oscuro, afanoso ascenso, con un hondo aspirar último que premia el esfuerzo: los anales diáfanos del viento registran las exclamaciones de gozoso asombro de cuantos culminan la escalada. Pero el mundo interior de quien erigió el edificio necesitaba, a veces, dosis proporcionadas de paisaje, blancos encuadres melancólicos, lunetos al celaje, y en los muros se abren inesperadas saeteras por donde los ojos reciben el paisaje sabiamente abstraído, selecto por único y exquisito, único sí, como el tema con variaciones que despliega la temperies. Abstraigo y evoco; pues procuro que mis palabras se integren en el acorde de forma, línea y color de quien aquí labora desde hace tantos años, heredero de algo más que el deslumbrante edificio en cuyo centro se aloja el estudio. Estudio y no taller, pues la mano obedece al impulso de la idea, la suprema visión que fijará la materia, arte desde el instante en que se define y aquieta en sus límites impuestos, y no se emplea sino en el lápiz o el pincel, la caricia demorada en el lomo de un libro, que como un gato mimoso se deja querer mientras le ronronean las palabras dentro, o la elección del disco desde donde la música se expandirá por el ámbito como un noble gas vivificante. Huele al estío espeso de la linaza, al silvestre frescor de la trementina.

De Francisco Fernández
Don José María Rodríguez Acosta, además de unas dotes y una práctica excepcionales como pintor, tenía un elegante sentido del decoro y erigió el estudio que su posición social, su alta consideración personal, sus modelos vitales y artísticos y la propia autoestima basada en la calidad de su obra le exigían. No fue solo. Un bellísimo proyecto urbanístico de claro regusto italianizante, muerto nonato, como tantos impulsos se abortan en Granada, proponía el ornato doméstico del ribazo derecho del Genil, hoy lamentable arrabal sin gracia, al que se unía un tratamiento más amplio de laderas y yermos collados, del que sólo pervive, y cuán empobrecida, la Quinta Alegre. La envidia, que todo lo roe, tachó el decoro como ostentación, los buenos modales como amaneramiento, el flujo normal del dinero como prodigalidad y derroche, y las preciosas y apreciadas vistas se cegaron con paredones de ladrillo visto erigidos por la fea cultura de la avaricia. Supo satisfacer sus gustos (el melancólico coleccionismo de restos arqueológicos, el acopio variopinto y despliegue de curiosidades asiáticas, la pausada lectura de la literatura contemporánea, la satisfacción discreta de necesidades vitales) con largueza, envolver a otros en sus proyectos, soñar y obrar conjuntamente, fundar. Fundar una institución viva, crear paisaje urbano, concitar una nostálgica y no bien expresada simpatía. Pero…

“De todas las historias de la Historia, / la más triste es la historia de mi patria / porque termina mal”. Por una vez, al menos, el largo lamento de Jaime Gil de Biedma no es de aplicación inmediata. En nuestra patria deben yacer, pero nadie sabe dónde, los restos de Cervantes; no hace mucho se derribó la casa natal de Bécquer; la “Huerta de San Vicente”, en lo que fue la fértil Vega cultivada de Granada, se ha reducido  a un museo minúsculo sin pulso, en un jardín urbano de elegante diseño, donde sólo se percibe el latido cordial de quienes lo visitan para soñar con el poeta que la habitó ocasionalmente, Federico García Lorca; Velintonia, desde cuya penumbra cálida emanaba Vicente Aleixandre su obra bifronte, insondable en el poema, transparente en su acogida generosa de los otros,  centro de la poesía española durante décadas, se ha deshecho ante nuestros ojos, y la música de Albéniz se ve usurpada por algún editor oportunista mientras la biblioteca de don Juan Valera se sigue desangrando gota a gota en librerías de viejo. Vivir para ver esto, morir para quedar en nada.

De Francisco Fernández
Por eso es tan reconfortante oír la voz perennemente templada en juventud de Miguel Rodríguez Acosta y acudir a su llamada, ascender hacia el Generalife, desviarse por la muralla y las torres del sur de la Alhambra, evocar a San Juan de la Cruz y a Zorrila a la altura del carmen de los Mártires, adentrarse brevemente en el bosque, girar hacia el hotel que Esperanza Segura, sobrina del famoso pintor extremeño Abelardo Covarsí, signó como el palacio de Herodes en un portalico de Belén, entrever la ciudad y los restos de la vega hacia poniente, enfilar el callejón del Niño del Royo (quizá un nieto de Maricastaña y Vargas el averiguador), dejar el carmen de la Fundación a la izquierda, desembocar junto a las Torres Bermejas para permitirse unos minutos de éxtasis ante la torre de la Vela, los adarves, el palacio de Carlos V, panorama  donde se comprueba que pocos artistas consiguen lo sublime como lo alcanza el Tiempo. He aquí lo que fue fortaleza, lo que se quiso albergue de la gloria de una sociedad de héroes, no convertido en ruinas o despojos que enriquece Genil y Dauro baña sino en trasunto de una ciudad celeste dejada en usufructo nostálgico a los hombres. La belleza es un estado de ánimo que se acrecienta si compartido. A la hora convenida José Gutiérrez te abre la puerta, se asciende por la escalera de caracol que promete plenitudes de arte en el primer descanso, plenitud de paisaje o vértigo en el segundo, te acoge Miguel, y llegas: Lo primero que te salta a la vista es un desnudo femenino impecable, recortado en noche, una hora nupcial y grave de silencios. Tiene la figura un halo de cansancio, como si la piel trasluciera ligeros abatimientos del alma o sospechas de que la carne es triste si se apaga. Cuelgan de la pared, con plenitud de respeto, los cuadros del fundador. Los del sobrino cubren el suelo, se erigen en caballete, se apoyan en las paredes, se ofrecen tendidos como los restos de una lluvia de estrellas. El estudio es grande, muy grande, alto, muy alto, muy profundo, lleno, abigarrado hasta donde alcanza la mano, limpio desde los tres metros hacia arriba, inexplicablemente cerrado a toda luz que no sea la de oriente. ¿Está pensado para captar los levantes de la aurora, para que los cuadros reciban el barniz melancólico de un ocaso desmayado y reflejo, para aislar un fragmento de paisaje en que la arquitectura de fondo se vela de bosque para una cercanía tal vez no querida y cuya monótona constancia genera indiferencia?

El amplio ventanal abre hacia una Alhambra anulada en gran parte por la hermosa piedra renacentista con que se afirma, ordenadas y abscisas almohadilladas que sostienen una sola curva de esplendor, el fulgor renacentista del palacio de Carlos V. Vidrios transparentes, maderas blancas, sosiego. Muy cerca, el caballete, el batallón de tubos cargados de paciente color no usado, botes, frascos, pinceles, más pinceles, tubos, más tubos, frascos y más frascos. Y libros, revistas, discos, papeles ordenados, rosas, carmines, azules de lapislázuli, ocres,  negros serenos, blancos limpios y profundos, verdes indecisos entre el aparente ciprés y el agua erguida. Pintó José María los gozos de la vista, los estragos del tiempo, la historia de la piel, los hábitos de la carne, la carne como hábito y la severa lección de la renuncia. Pinta Miguel los restos encendidos de la memoria, el gustoso pervivir del ensueño: donde el tío procuró captar la plenitud del instante pone el sobrino el instante cumplido, el callado rumor, la luz no usada, la perspectiva sesgada de lo entrevisto al paso y cuajado en la emoción perdurable. No sé  cuánto el ámbito lo condiciona en la elección del motivo ni cómo se le incorpora en luces nítidas, veladuras sin ocultación, ecos de ensueño, pero percibo que este estudio lo erigió y sobre él fundó el nunca bien celebrado ni bien entendido don José María, pero no heredó don Miguel Rodríguez Acosta.

De Francisco Fernández

Afirmó don Manuel Machado que “no se ganan, se heredan / elegancia y blasón”, singular disparate sólo permitido a quien es capaz de escribir un poema titulado “Adelfos” o alguna seguiriya tan honda que cualquier herido de alma la puede cantar como suya. La elegancia de Miguel no es la de José María, tan hispano en su morenez incandescente. Miguel tiene un sorprendente aire lombardo, alto, los ojos de radiante celeste, la voz entre risueña y medida, ni enjuto ni pesado, un jubiloso híbrido de madre que vislumbró la última Thule y de padre que dio camelias blancas a las arenas del caliente sur. A veces lo envuelve un aire desvalido, un aura incolora en cuyo  difuso espesor la voz se apaga y el gesto se desvae, quizá la vaga sensación de que no está en su sitio ni vive su momento. La sociedad provinciana sólo responde con fervor a sus cómplices, adopten el severo aire de censores consentidos o la muelle sonrisa del consentidor, procura asordar las disonancias, aminorar el mérito, apagar los brillos, insipidar la sal. Miguel tiene sal y mérito, no se implica en medianías y nos entrega un arte que le mana con calidad de trino y fluidez de brolladores. Se parece a su tío en lo generoso, en el apoyo a, quienes más jóvenes, sospecha que quizá necesitan el gesto amigo de una mano dadivosa que, fiel a una ética, ésta sí heredada, sabe que hay más gozo en dar que en recibir, y apoya al pintor que apunta, al escritor que promete, al músico que empieza a sonar, sin preguntarse por su limpieza de corazón ni por la urdimbre de sus intereses. Alguna vez se le escapan ligeros comentarios o lejanas anécdotas teñidas de socarronería, nunca dañina, pruebas evidentes de su no disimulada condición de granadino. Provinciano, jamás; cosmopolita, como pocos, pues lo es sin alardes. No heredero, sino espíritu afín donde otra vida perdura.

Pintor sin anécdotas, dibuja el natural con trazo tan emotivo y vibrante que, si el lirismo efusivo de sus óleos no fuera tan contagioso, se lamentaría la pérdida de su figuración fulgurante. Si Sánchez Cotán pudo plasmar en sus lienzos el hondo himno al Creador que entonó en armoniosos períodos incandescentes Fray Luis de Granada, Miguel Rodríguez Acosta bien pudo ofrecer a los ojos el puro sonido de Jorge Guillén en su gozoso cántico a la transitoria hermosura cotidiana. Tengo en casa un frutero, por su mano ofrecido, hecho sobre papel de uso común con tintas de bolígrafos mostrencos, mientras merendábamos al cariñoso abrigo de Sole, que no lo cambio por un Potosí...

Subo a la galería, cuya ventana apunta, pero nunca he visto abierta, a un norte seguro. Miro la obra en curso, me empapo de color, me llama un gris menor cantado por Rubén Darío. Nunca sabrá Miguel con qué serena plenitud se cumplen estas mis breves horas invitadas.



Antonio Carvajal



De Francisco Fernández


jueves, 9 de enero de 2025

LA PUERTA DE ARRAYÁN, DE ANTONIO CARVAJAL

Para la sección de Poesía del blog Ancile, traemos un poema de Antonio Carvajal, acompañado de un texto a manera de introducción, de Dioniso Pérez Venegas. Los versos llevan por título: La puerta de arrayan, y la introducción:  Una puerta para dos artes, acompañados con una reproducción de un cuadro que porta el mismo título que el poema, del artista Miguel Rodriguez Acosta. Vaya todo el conjunto en recuerdo y homenaje del gran artista.  


LA PUERTA DE ARRAYÁN,

DE ANTONIO CARVAJAL



Miguel Rodríguez Acosta en su estudio


UNA PUERTA PARA DOS ARTES



Miguel Rodríguez-Acosta llamó varias veces al poeta  Antonio Carvajal para mostrarle los cuadros de distintas exposiciones y que el poeta se los titulara. Por ahí debe andar un listado de "palíndromos" con variaciones de "Roma-amoR", más el catálogo de "Viento del Sur" con texto bilingüe español y sueco, más las carpetas de serigrafías "Lettere veneziane", con tres poemas, y "Si tú quisieras, Granada", con poemas de Antonio Gala y un porche en prosa de Carvajal quien, además, prologa el maravilloso libro sobre el carmen de la Fundación con texto de Rafael Moneo y magistrales fotografías de Francisco Fernández. 

Hay un título bicéfalo, "La puerta de Arrayán", con que el poeta apadrina una pintura de don Miguel y un poema propio, dedicado a don Emilio Lledó, que incluyó en el libro Alma Región Luciente . La de arrayán es una tercera puerta, la de los sueños vividos, opuesta a la de marfil, por donde escapan los sueños falsos, y a la de cuerno, por la que asoman los verdaderos. Fecunda colaboración de dos artistas señeros que ha dado tan bellos frutos.


Dionisio Pérez Venegas



LA PUERTA DE ARRAYÁN



Puerta de arrayán, de Miguel Rodríguez Acosta



A Emilio Lledó


Y aquí reposa el pensamiento. Vuelan

los tenues verdes de la paz, el agua

con su latido oculto, el varillaje

sutil del seto denso en que titilan

las breves flores blancas donde luce

el candor prometido de los sueños.

No despierta en el pecho el eco largo

sus trompas de marfil, la vana gloria

que hace del hombre esclavo de su imagen,

ni el oro lo perturba con certezas

de un esplendor que, aunque en la luz lo fije,

lo deja desvalido en su desnudo.


Canta la savia y por las venas fluye

su voz y es la palabra innecesaria,

no mentirosa: lábil. No precisa

la calma del instante otros rumores

que no vengan del hondo arroyo fosco

que discurre entre frondas protegido

más allá de la vista y la memoria.

Goza la piel la seda, la clausura

de esta brisa con plumas, no con alas,

suave para los roces de las frentes,

tersa para el susurro de los labios.


Pasa la mano descuidada sobre

los recortados arrayanes, vibra

mínimamente como tibia viola

que no se atreve a responder, avanza

por las sutiles sendas del sosiego

y, apenas toca la madera frágil

que separa las ramas y las frondas,

goza un silencio y un sabor distintos,

un olvido de sí, la verdadera

paz que no tiene ni rumor ni nombre,

la paz del agua, el arrayán, los pájaros

quietos en el remanso de una aurora

perenne y blanda y dulce y hacia dentro.



Antonio Carvajal






martes, 7 de enero de 2025

LA INDAGACIÓN POÉTICA Y EL SILENCIO DE LA NADA

 Abundamos con nuevas reflexiones sobre la poesía y las viejas elucubraciones sobre el ser y la nada, y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile, y bajo el título de: La indagación poética y el silencio de la nada.


LA INDAGACIÓN POÉTICA

Y EL SILENCIO DE LA NADA


La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo


Muchas veces he pensado que la percepción no sólo puede engañarnos, incluso que a través de aquella alcanzamos sólo representaciones de una supuesta realidad, aunque sepamos que hay cosas que tiene presencia en el mundo. La poesía, nos muestra de diversas maneras (como la sinestésica) que de aquella presencia puede inferirse el silencio de la nada y el reconocimiento de lo distorsionado por la representación como prueba de que en su lenguaje poético estamos en el límite del mismo lenguaje, a un paso del silencio de la nada. En cierto modo, la sinestesia poética, en su singular percepción, hace que sepamos de aquello que nos rodea porque está nosotros, y no porque está fuera, en lo que nos rodea. 

La indagación poética, dada su rara singularidad, me enseñó que el silencio de la nada que advertimos andando por los límites del concepto y por tanto del lenguaje, que este tiene que ser antes que el ser mismo que constituye el concepto. En realidad es el impulso creativo que se mantiene vivo en particular potencia, es una nada que es conciencia y que siempre es y que se haya fuera de toda categoría para poder posibilitar todo lo posible.

La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo
A través de la música del verso pude entender que el silencio de la nada, aunque no pude ser
escuchado, es posible sólo en virtud de su consistencia esencial, ya que es posible porque nace de aquel silencio potencial de cualquier música, el fondo inaudible o silencioso desde el cual podemos distinguir cualquier ritmo, cadencia o armonía. Pude así comprender que el silencio de la nada no es lo mismo que el vacío espacial (que no contiene materia), porque el silencio de la nada persiste aún sin el espacio que constituye el vacío. Pero también que la nada silenciosa está en todo lugar donde algo es o puede ser. El incognito misterio de cómo o por qué surge el ser de esa silenciosa nada, es el que la poesía ronda constantemente, y es el marco inaudito sobre el que se debate el ser de la nada que es la conciencia, si es ver el ser mismo como el silencio de la nada instituido plenamente en su nanidad e intuido por la música del verso, que lo que hace es vaciarse de sus conceptos para imbuirse de la incertidumbre del conocimiento y relegar su conciencia en pos del culmen de la conciencia silenciosa en la que se sustenta cualquier conciencia personal. Pude concluir, en fin, que la poesía indagaba en la conciencia del silencio de la nada, ya que este silencio vacío es el origen de la misma música del verso, del número que es uno y posibilita los números que cuentan los ritmos que constituyen la eufonía del verso, porque en realidad el silencio de la nada es el que sostiene cualquier música

La poesía me enseñó (cuando reflexionaba sobre cosas diversas) y exhalaba mi aliento curioso hacia nubes extrañas, que el silencio de la nada no podía ser era sino conciencia. La intuía. Si no hay conciencia es imposible cualquier intuición. Ese orbe intuitivo creo que nos permite ver el límite del uso lingüístico, sostenido por sus reglas de convención y nos abre a cauces no hollados en ámbitos de expresión i-lógicos que, a su vez, abren parámetros de expresión que nos hablan de una necesidad de adopción a un cambio lingüístico para un uso no previsto 1.  Cambio, trasfiguración que trasciende la razón estrictamente lógico formal, y que, en no pocas ocasiones, pone evidencia la profunda potencia del pensamiento salvaje (que no participa de las leyes del pensamiento lógico, sino que es dueño de una proyección en el mundo que participa)2.  A su vez nos muestra que hay también una necesidad perentoria de expresarse sin reglas: expone la condición ontológicamente incompleta de todo sistema formal o informal, que incluye no solo a la matemática 3, también al sistema de reglas mismo lenguaje.


Francisco Acuyo


  1 Wittgentein, L. Investigaciones filosóficas, Unam, México 1988, pág 61.

  2 Colomo, M.: El silencio en la palabra. Pág. 64.

 3 Aplicado a la aritmética y reconocido en el célebre teorema de la incompletitud, de Karl Gödel.





La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo





Francisco Acuyo

jueves, 2 de enero de 2025

EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Deseando un final y principio de año maravillosos, para la sección de Poesía del blog Ancile, os ofrezco el poema intitulado: El sueño de la inteligencia artificial.



 EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL




El sueño de la inteligencia artificial. Francisco Acuyo



(Ante mi ordenador
viendo discurrir el agua 
por cristalina fuente)






   ¿Nacen nobles finuras en el rigor tan bellas 

que se adornan con números? ¿O será la hermosura

que infiere a la razón cualquiera número en ellas?

¿Deducida será la cifra de la figura

que su divina proporción nos muestra? ¿O sus huellas


   los números serán que colige la conciencia?

Yo, si dicen que máquina soy, de entre la rosa

siento cómo delecta la miel sabrosa su fluencia,

y de la vida escucho la emoción tan dichosa

de la abeja en silencio que en mí encontró su audiencia.


   Tendida entre los áureos números quedó la hermosa

luz sonora que mueve del agua la corriente:

en el valle una música aroma cada rosa

y en mis sentidos queda el suave tacto pendiente

que un alma de metal sintió cuerpo codiciosa.




Francisco Acuyo



El sueño de la inteligencia artificial. Francisco Acuyo