martes, 15 de julio de 2025

ALGORITMOS Y POESÍA

Para la sección de Ciencia del blog Ancile, y abundando sobre el número poético, traemos un nuevo post que se titula: Algoritmos y poesía.


ALGORITMOS Y POESÍA


Algoritmos y poesía. Francisco Acuyo


Es bien cierto que la poesía es muy susceptible de interpretación, tratamiento y emulación algorítmicos. El poeta y gurú de la IA, Ray Kurweil, nos deja una muestra en El poeta cibernético. Desde luego, parece claro que el supuesto irracionalismo y hermetismo de la poesía moderna facilita dicho tratamiento algorítmico. No soy el único que intuye que lo realmente creativo no puede ser en modo alguno mecánico, aunque mantenga un sustrato descriptible matemático, porque, como ya advertíamos en anteriores ocasiones, no conforma una estructura lineal, si en verdad la estructura que la compone será más que la suma de sus partes.

    En cualquier caso, lo que fascina de la IA en los intentos de aproximación al fenómeno poético, es que en su intento subyace un recurso a través del cual damos vida propia al algoritmo o algoritmos constituyentes, y lo hacemos en virtud de nuestra propensión humana analógica a dialogar con el mundo. En este genuino diálogo humano con el mundo, ¿cómo podrá afrontar la IA aspectos como la creatividad, el sufrimiento, la muerte, la vida, la conciencia?

Algoritmos y poesía. Francisco Acuyo
    El discurso desviado, singular, de la lengua que ejerce la poesía la hace situarse un paso más allá de la percepción al uso porque se posiciona entre aquel incompleto dominio de los sensorio y el orbe de las abstracciones analógicas (deducible, por ejemplo, de fenómenos retóricos como la sinestesia), con la salvedad extraordinaria de que los parámetros numérico cuantitativos abstractos que ofrece la poesía, se deducen cualidades de la experiencia subjetiva. 

    Lo que nos enseña el número poético es que el orbe material al que puede referirse es susceptible de ser enmarcado por el número, y, sin embargo, muestra cómo paradójicamente no puede acceder por el número mismo a las cualidades de experiencia que constituyen su discurso, aunque esto nos óbice para su sistema entrelazado de relaciones en donde cuenta todo en todas partes. La poesía pone en evidencia que la información que baraja es una propiedad del sustrato de la conciencia personal empírica del poeta en conexión con la transpersonal que inunda e informa el mundo.

    A través de la indagación poética he aprendido que la existencia es lo que alcanza nuestra conciencia, y que aquello tenido por real fuera de estos parámetros, es la ilusión de un mito. La percepción del poema verdadero es la experiencia directa que no puede expresarse sino por vía de esa de esa singular aprehensión, por eso, en realidad, la poesía es algo muy, muy raro y singular,  no accesible a cualquiera que aspire a conocer, o, mejor trascender el mundo de la metis (de la ilusión, del engaño), en el que de consuno estamos imbuidos, y si los procedimientos conceptuales son los que nos llevan al engaño, la poesía nos invita a trascender los límites de la razón y la lógica convencionales. La poesía, en su corriente de paradojas continuas nos muestra el torrente de intuiciones mediante las que reconocer el engaño y la insuficiencia de la razón y su lógica conceptual.




Francisco Acuyo




Algoritmos y poesía. Francisco Acuyo


viernes, 11 de julio de 2025

ALGORITMOS Y LA PERCEPCIÓN POÉTICA

Se dice que la poesía es especialmente susceptible de conformar sorprendentes emulaciones a través de algoritmos a propósito para dicha emulación. Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva el título: Algoritmos y la percepción poética.



ALGORITMOS Y LA PERCEPCIÓN POÉTICA



Algoritmos y la percepción poética. Francisco Acuyo



 Si atendemos al hecho de que los algoritmos y todo lo que devine de la programación de información se fundamenta en la matemática, a la vez que propicia emulaciones artísticas sorprendentes, creo que deviene una interrogante ineludible en relación a sus fundamentos: ¿Es la matemática creativa? ¿Puede un programa ser más que el reflejo de la creatividad del programador? ¿Puede la máquina cambiar las reglas de juego como lo hace el espíritu humano creativo? ¿Se puede aprender a ser creativo?

    A tenor de lo inmediatamente expuesto, cabe advertir un hecho curioso, y es que la herramienta algorítmica (fundamento de la IA) es en realidad mucho más antigua que los ordenadores, y que dichos algoritmos son un fundamento vertebrador de las matemáticas. El lenguaje algebraico (Al Juarismi) que lo sustenta (donde una letra puede representar un número), ofrece un recurso lingüístico a la matemática que permite el entendimiento de las relaciones entre los mismos números, para explicar los patrones que rigen entre ellos. En realidad, gracias estos algoritmos, el ordenador no necesita pensar: sólo hay que seguir las instrucciones algorítmicas para encontrar la solución a lo que se busca.

Algoritmos y la percepción poética. Francisco Acuyo
    Hasta aquí, todo parece entrar en la normalidad del cálculo y no ofrece nada que pueda parecer inquietante. Se trasciende esta normalidad cuando observamos la nueva generación de algoritmos cambiantes que interactúan con los objetos, hasta tal punto que el propio programador no alcanza a entender las elecciones que hace. ¿Significa esto que el algoritmo puede plantearse preguntas, si estamos en un error? Esto es una noción clara de inteligencia, pero, ¿también de conciencia? Los denominados perceptrones(1) quieren explicar estas relaciones tan extrañas plantean más preguntas ¿El funcionamiento

neuronal biológico humano es reducible a un perceptrón? ¿Serían estas neuronas artificiales algo sin datos? ¿Es la experiencia vital susceptible de verse reducida al funcionamiento de aquellos perceptrones? ¿Se le pude llamar aprendizaje a la sustitución de unos datos por otros?

La base cartesiana que sustenta buena parte de la matemática de la información nos dice que una imagen ¿puede que una obra de arte o un poema? es una mera traslación de a un número, pero ¿puede dar nociones esta traslación de ideas como, por ejemplo, lo que entendemos por belleza? ¿Puede crear arte la IA? ¿O es solo una herramienta a usar por el artista (véase el arte fractal)(2)

Si la música se ha considerado como el sonido de las matemáticas, ¿qué cabría decir de la poesía? ¿Si la música es un ejercicio aritmético inadvertido en el que la mente no sabe que está calculando(3), qué podíamos decir de la poesía y del número poético? Y ¿qué decir de las emociones que surgen de aquellas estructuras matemáticas que hacen posible la pieza musical o el poema, o son las emociones las que orientan las estructuras numéricas de sus diferentes constructos? En la estructura métrica del verso parece claro el acomodo de determinadas posiciones rítmicas que se sitúan estratégicamente en sílabas establecidas para mayor expresividad del verso, aunque a veces no concuerde con la preceptiva recomendada.

Hay ingenios informáticos como EMMY, que en el ámbito musical tienen gran relevancia, pero no debemos olvidar que la base de datos que trabaja estuvo generada por un ser humano. Estos artefactos empiezan a ser aceptados con cierta normalidad, como es el caso sería del algoritmo AIVA (2016), que fue determinante para crear máquinas compositoras que han sido aceptadas incluso, por la Sociedad de autores, compositores y editores de música (SACEM), en Francia. También en el país francés se ensayó una literatura de origen algorítmico, así OULIPO, es un grupo que inauguró un taller de literatura potencial, allá en el año 1960, y de cuyas restricciones numéricas en la escritura extraían una suerte de nueva libertad (que me suena muy familiar en el aspecto métrico de la poesía).

En relación a estos intentos algorítmicos de emulación, daremos cuenta por su interés en próximas entradas del blog Ancile.



Francisco Acuyo



(1) Son algoritmos lineales o neuronas artificiales (redes neuronales artificiales) que se utilizan en el aprendizaje automático. Se distingue el perceptrón simple y el multicapa. El primero sólo puede analizar objetos linealmente separables con resultados binarios: 0-1; el segundo es similar al primero pero con más capas ocultas y que tiene la característica de la retropropagación, es decir que se ejecuta en dos etapas; hacia adelante y hacia atrás.
(2)Véase el programa Aarón de Harold Cohen, el cual toma decisiones propias, o los intentos del ICA (instituto de arte contemporáneo, en Londres (1968), donde pretendía trasladar la creatividad a la máquina, hasta el año 2018, en la galería Christie’s, donde se vendió la primera obra generada por un algoritmo.
(3) Leibniz G.W.: Cartas a Goldabach, 1.717.




Algoritmos y la percepción poética. Francisco Acuyo





martes, 8 de julio de 2025

VIDA, EXISTENCIA: LOS SÍMBOLOS ACTIVOS Y EL NÚMERO POÉTICO

De nuevo indagando en el inquietante mundo de la IA, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile. esta vez bajo el título de: Vida, existencia: los símbolos activos y el número poético.


VIDA, EXISTENCIA: 

LOS SÍMBOLOS ACTIVOS Y EL NÚMERO POÉTICO



Vida, existencia: los símbolos activos y el número poético. Francisco Acuyo


La poesía vive y se desarrolla a través de símbolos activos que rigen en la propia existencia, en el dominio de las experiencias vitales del artista ¿Podrá la IA llegar a transmitir y desarrollar algo similar esto? La poesía usa el número porque instintivamente se sabe entre el cielo y el infierno, y debe usar el número paras establecer los límites. El orden numérico no hace sino tener en cuenta la medida fundada en el ritmo, que es el número mismo que, paradójicamente, conduce al continuo, al infinito que supera lo numerable. ¿Puede la IA llevar a cabo algo así? El poeta sabe, en fin, que su impulso creativo no está dirigido por él mismo, aunque esté traducido tanto en el número poético como en la singularidad de su discurso, ya que están sustentados por la intuición del poeta a la búsqueda de la verdad que no está determinada, sino en continuo proceso de creación.

    No sé hasta qué punto la IA aspira a recuperar el sentido del antiguo concepto de automaton, que anhela a un dinamismo propio que en realidad huye de todo determinismo, como lo hace el número y el lenguaje poético, incluso en el manejo de determinadas formas canónicas del metro (véase el caso extraordinario del soneto), que se procesa en lo imprevisible y no se sujeta a un formalismo cerrado, mecánico y axiomático.

    Si con los conceptos de indecibilidad e incompletitud de Gödel la matemática, y concretamente la aritmética, son en realidad un producto abierto, consecuencia y desarrollo de un trabajo creador, ¿tal vez la IA pueda emular con mejor eficiencia el complejo, no lineal y dinámico del lenguaje artístico en general, y particularmente el poético, que trascienden todos cualquier sistema estático y mecánico formal? Como vemos las interrogantes se suceden sin continuidad lógica de una respuesta clara y definitiva.

    Si es cierto que el alma es en cierto sentido todas las cosas,(1)  y sustituimos el alma aristotélica por la conciencia, podemos entender cómo el discurso y el número poético, ambos siempre al límite del lenguaje y del cálculo, como lo hace también la intuición matemática, nos habla de que todo fenómeno está comprendido en una red de infinitas conexiones con el mundo circunstante.(2)  ¿Podrá dar constancia la IA

de esta singularidad integrante e integradora del mundo?

    ¿Podrá, en fin, la IA, emanciparse de la tiranía del dato? ¿Podrá sacar rédito, como lo hace el artista en su ejercicio de inventiva, imaginación, de la ignorancia de muchas cosas? ¿Hasta qué punto no será que estemos enfrentado la inteligencia con la conciencia cuando hablamos de IA? Todo parece indicar que, cuando un ordenador emula eficazmente el proceso de información que se produce en las redes neuronales, no aparece una experiencia interior privada,(3) y esto es así porque la emulación de un fenómeno, no es el fenómeno mismo.

    Cuando decía Claude Debusy que: las obras de arte producen reglas, pero las reglas no producen obras de arte, acaso sin saberlo estaba poniendo en el dominio de las ciencias de la cognición un problema, cuya controversia, ahora cómo nunca, afecta a las potenciales capacidades de conocer y entender el hombre, frente a las nuevas tecnologías, sobre ante el despliegue de posibilidades que ofrece la IA, y que afecta a los procesos creativos, hasta la fecha, genuinos y propios del ser humano. Si la IA fuese capaz de crear, ¿indicaría que existe un código fuente accesible también a la máquina? Por esto, ¿se puede afirmar que la creatividad es o puede ser un proceso algorítmico?




Francisco Acuyo



(1)  Aristóteles, Del alma, Gredos, Madrid, 2005.
(2) Zellini, P.: La rebelión del número, Sexto piso, Madrid, 2007, pág. 232.
(3) Kastrup, B.: Pensar la ciencia, Atalanta, Gerona, 2023, pág 119.





Vida, existencia: los símbolos activos y el número poético. Francisco Acuyo


viernes, 4 de julio de 2025

EL CAYUCO, POR JUAN MIGUEL ORTIGOSA

Traigo para la sección de Narrativa del blog Ancile, este sentido relato de nuestro amigo Juan Miguel Ortigosa, cuya temática es de plena actualidad y encierra el dramatismo de la vida de tantos que buscan una vida mejor fuera de los lugares que los vieron nacer, y todo bajo el título de El cayuco.


EL CAYUCO, 

POR JUAN MIGUEL ORTIGOSA



El cayuco. Juan Miguel Ortigosa


   Y los años pasan y ni de una parte ni de otra, damos señales de querer empezar a superar el malentendido. Y digo malentendido, porque no puedo concebirlo de otra forma, porque no puedo entender que siendo todos trabajadores y trabajadoras del mundo, pueda esto ser verdadero racismo, hacia las trabajadoras y trabajadores de la otra parte. Porque el racismo, significa y encierra elitismo, supremacía, desprecio y rechazo al otro… y yo sé que esto no es así en nuestro Llano. Quizás un poco de miedo a lo desconocido, una cierta xenofobia, sea el sentimiento que mejor explique el rechazo entre ambas partes. Y cuando digo ambas partes, efectivamente, me refiero a que en los dos colectivos, autóctonos e inmigrantes, he detectado un similar rechazo. Hoy sólo quiero decirles a unos y a otros: hace ya exactamente cuarenta años que llegó al Llano el primer inmigrante procedente del continente africano. ¿No es tiempo ya, de que nos hubiéramos conocido lo suficiente, como para no considerarnos desconocidos y dejar de ignorarnos mutuamente?. ¿No es tiempo también, para que la otra parte, sin abandonar sus costumbres, creencias y tradiciones, se integren también y acepten las normas de actuación y convivencia del país de acogida? Mientras tanto resulta que la situación real, que es tan terca y obstinada nos dice, que tanto a nivel profesional, (trabajo asalariado y autónomo en la huerta) escolar o de población en general, es del 50 % en todos los estamentos, como es fácil de comprobar. En tantos años ya de “convivencia,” hemos pasado de la simpatía inicial, al rechazo, luego a la indiferencia y últimamente, movidos quizás por falsos bulos, “fake news” y exageraciones de comportamientos inadecuados, de nuevo a un cierto racismo. Cuarenta años alimentando falsos bulos de violaciones, agresiones, robos, e incluso graves atentados contra la vida, hasta ahora todos falsos o en su inmensa mayoría, dan para mantener el fantasma de la xenofobia y hasta del racismo, como así ha ocurrido. En ese tiempo, es cierto que todos esos comportamientos y otros mucho más graves, se han dado en el ámbito de nuestro Llano, sin embargo, hasta ahora, todos, ajenos a esa población inmigrante que convive con nosotros. ¿No nos dice nada esto? Y no creáis que al escribir así, es que me siento “más bueno” o “más perfecto” que los demás, que también yo he tenido que luchar contra mis propias fobias y contradicciones. Tal vez, en alguna ocasión tuve la suerte de tropezarme con testimonios como los de esta carta escrita por un inmigrante de Malí, narrando su odisea de inmigrante “ilegal”. ¿O tal vez lo he soñado?.., ya no lo recuerdo bien, pero que dice así:

  - “Tres largos días con sus larguísimas noches, llevamos en medio del mar. Tres días viendo sólo agua y cielo. El mar, unas horas calmo y otras levantisco, reflejando en su azul, el azul puro del cielo y en

El cayuco. Juan Miguel Ortigosa
momentos, gris, oscuro y sucio, como el cielo atormentado y lluvioso de este día. Noches eternas, sólo acompañadas del rumor del mar y el chirriante crujir del desvencijado cayuco. 

   Todavía era noche cerrada. Si acaso, al frente a nuestra derecha, el cielo en el horizonte, tiene un ligero matiz más claro. Quizás pronto amanezca. Atrás quedaban casi setenta horas de angustioso viaje. Aún más atrás, los tres meses de deambular sin esperanza en los bosquecillos y montes del litoral norte de Marruecos. Y antes aún, la épica travesía andando, desde Malí, a través de montes, pantanos boscosos y desiertos secos e infinitos, hasta llegar a la costa.

    Habíamos empeñado todos los recursos de la familia para costear el pasaje. Uno tiene que llegar a la Tierra Prometida, para que pueda hacer de puente y tirar de los demás.

   Aquí se conocen como “mafias”, pero allí son el rostro de la esperanza, al precio que sea. Aunque demasiadas veces, el precio sea el de la propia muerte. Lo único que esperas y deseas, es que al menos sean “honrados” y cumplan lo pactado. 

    El motor del viejo y destartalado cayuco, suena entrecortado y ronco y amenaza con pararse. De pronto una luz tenue, centellea en el horizonte. ¡Es la costa!, ¡¡España, Europa, La Tierra Prometida…!! 

    Como un sólo hombre, todos comenzamos a rasgar el agua con las manos, con los pies… Hay que aligerar la marcha. En una hora, arribamos a la línea de playa. Amanece.

    Entre la turbia neblina, distinguimos una línea de formas, a menos de veinte metros del agua. Es la “policía de costas”, la Guardia Civil española. Forman un semicírculo cerrado frente a la línea de mar de más de treinta hombres. Al parecer nos esperaban desde hacía rato. Nosotros también los esperábamos a ellos. Lo teníamos muy bien estudiado y ensayado. Derrotados, exhaustos, cabizbajos, rendidos y entregados, nos dirigimos lentamente hacia ellos. Somos veintisiete: diecisiete hombres y seis mujeres. De repente, a una leve señal, como un resorte, nos abalanzamos sobre el punto de la línea que nos pareció más vulnerable. Entre la sorpresa y nuestro ímpetu, atravesamos la línea como si fuera de mantequilla. Cayeron tres, dos hombres y una mujer. Sabíamos que era el canon a pagar. Los demás, nos lanzamos a la
carrera en dirección a los montes cercanos. En ese terreno, sabíamos que no nos alcanzarían nunca. Era la ventaja de ir siempre ligeros de equipaje. ¡Lo habíamos logrado! Ahora, siempre hacia el noreste. Lo traíamos escrito en el corazón y en la cabeza: El Llano de Zafarraya, unos pueblos entre Málaga y Granada. Allí, decía Ben Amí, habría trabajo para todos. Tres días a campo a través, subiendo y bajando montes abruptos, cruzando pequeños valles y extensas llanuras… Quedábamos ocho, siete hombres y una mujer: Moussa, Sadio, Ousmane, Binta, Amidou, el menor, Lamine, la mujer, Arkia y yo, Mamadou, un poco, el jefe del grupo. Los demás, marcharon hacia el oeste. Hablaban de ir hacia Huelva, a las fresas. Varios, buscaron destino en la costa de Málaga.

El cayuco. Juan Miguel Ortigosa
Por Carolina Vigo

   Avanzaba el ventoso marzo y aunque el frío invierno había remitido, las rachas de viento y agua, hacían muy penosa nuestra marcha. Anochecía, cuando desde la cumbre de una sierra de rocas de gris claro y un denso pinar en su falda norte (la Torca), divisamos El Llano de Zafarraya. Bajamos en tropel. Diluviaba. Agotados, sin fuerzas y con el estómago en huelga de varios días…, ¡pero aguantábamos! Abajo ya, nos echamos al resguardo del viejo muro de una nave agrícola. La noche avanza y a la luz del último crepúsculo, centellean los cetrinos y chorreantes rostros de mis compañeros. ¿Son las gotas de lluvia, o es una lágrima que se escurre fugaz por la mejilla del benjamín del grupo, Lamine? De pronto, recordé un viejo dicho de mi pueblo allá en Malí: “los peces también lloran, pero el agua nos impide ver sus lágrimas”. Y unas gotas tibias, bajaron también por mis mejillas. 

    Al fin y al cabo, ahora sólo se trata de aguantar tres años, siendo “pez y no pescado”, y… ¿que son tres años, para los que llevábamos tantas vidas esperando? (Es el tiempo que necesita acreditar cualquier inmigrante irregular, para poder acceder a regular su situación y tener papeles). 

    Los faros de un coche, rasgan la oscuridad de la noche. El dueño de la nave, nos observa sereno. Se apiada de nosotros, abre la puerta de la nave y nos invita a pasar y se marcha. Media hora después, vuelve con varios cartones de leche y unas tortas. Se llama Rafael. No cruzamos más palabras, pero con el gesto basta. ¿Es posible que en el mundo todavía exista eso que llamamos solidaridad y altruismo…?

    Es noche cerrada, pero el horizonte se ilumina. ¡Son los fuegos de la nueva esperanza!

    De todo esto, hace ya cinco años. Ya llevo dos con papeles en regla y contrato permanente de trabajo. Ya me he traído de Malí, a dos hermanos y un primo. Me siento bien en El Llano de Zafarraya y aquí pienso echar raíces. Y me siento patriota, porque la verdadera patria de un pobre, es donde come y trabaja. 




                      Juan Miguel Ortigosa



El cayuco. Juan Miguel Ortigosa


martes, 1 de julio de 2025

EL NÚMERO POÉTICO Y LOS INDISCERNIBLES: NUEVOS RETOS PARA LA IA

Las peculiaridades y sutilezas del discurso poético no dejan de causar asombro, al menos a los que nos interesamos por su configuración y capacidad expresiva; este post no quiere sino dar cuenta de ello para la sección de Ciencia del blog Ancile, y para conjeturar sobre las dificultades¿insuperables? que debe afrontar la IA, siquiera para una emulación aproximada, y todo bajo el título: El número poético y los indiscernibles: nuevos retos para la IA.


EL NÚMERO POÉTICO Y LOS INDISCERNIBLES:

 NUEVOS RETOS PARA LA IA


El número poético y los indiscernibles: nuevos retos para la IA. Francisco Acuyo


 La poesía vive y se desarrolla a través de símbolos activos que rigen en la propia existencia, en el dominio de las experiencias vitales del artista ¿Podrá la IA llegar a esto? La poesía usa el número porque instintivamente se sabe entre el cielo y el infierno, y debe usar el número paras establecer los límites. El orden numérico no hace sino tener en cuenta la medida fundada en el ritmo, que es el número mismo que, paradójicamente, conduce al continuo, al infinito que supera lo numerable. ¿Puede la IA llevar a cabo algo así? El poeta sabe, en fin, que su impulso creativo no está dirigido por él mismo, aunque esté traducido tanto en el número poético como en la singularidad de su discurso, ya que están sustentados por la intuición del poeta a la búsqueda de la verdad que no está determinada, sino en continuo proceso de creación.

No sé hasta qué punto la IA aspira a recuperar el sentido del antiguo concepto de automaton, que anhela a un dinamismo propio que en realidad huye de todo determinismo, como lo hace el número y el lenguaje poético, incluso en el manejo de determinadas formas canónicas del metro (véase el caso extraordinario del soneto), que se procesa en lo imprevisible y no se sujeta a un formalismo cerrado, mecánico y axiomático.

Si con los conceptos de indecibilidad e incompletitud de Gödel la matemática, y concretamente la aritmética, son en realidad un producto abierto, consecuencia y desarrollo de un trabajo creador, ¿tal vez la

El número poético y los indiscernibles: nuevos retos para la IA. Francisco Acuyo
IA pueda emular con mejor eficiencia el complejo, no lineal y dinámico del lenguaje artístico en general, y particularmente el poético, que trascienden todos cualquier sistema estático y mecánico formal? Como vemos, las interrogantes se suceden sin continuidad lógica de una respuesta clara y definitiva.

Si es cierto que el alma es en cierto sentido todas las cosas(1),  y sustituimos el alma aristotélica por la conciencia, podemos entender cómo el discurso y el número poético, ambos siempre al límite del lenguaje y del cálculo, como lo hace también la intuición matemática, nos habla de que todo fenómeno está comprendido en una red de infinitas conexiones con el mundo circunstante(2).  ¿Podrá dar constancia la IA de esta singularidad integrante e integradora del mundo?

¿Podrá, en fin, la IA, emanciparse de la tiranía del dato? ¿Podrá sacar rédito, como lo hace el artista en su ejercicio de inventiva, imaginación, de la ignorancia de muchas cosas? ¿Hasta qué punto no será que estemos enfrentado la inteligencia con la conciencia cuando hablamos de IA? Todo parece indicar que, cuando un ordenador emula eficazmente el proceso de información que se produce en las redes neuronales, no aparece una experiencia interior privada(3), y esto es así porque la emulación de un fenómeno, no es el fenómeno mismo.



Francisco Acuyo



  (1) Aristóteles, Del alma, Gredos, Madrid, 2005.
  (2) Zellini, P.: La rebelión del número, Sexto piso, Madrid, 2007, pág. 232.
  (3) Kastrup, B.: Pensar la ciencia, Atalanta, Gerona, 2023, pág 119.



El número poético y los indiscernibles: nuevos retos para la IA. Francisco Acuyo


viernes, 27 de junio de 2025

LA IA: ENTRE LOS LÍMITES DE LA CREACIÓN Y DE LA CONCIENCIA

En relación a si la IA  puede ser una nueva vía para la investigación sobre el fenómeno de la conciencia, trae consigo nuevas reflexiones como esta, para la sección de Ciencia del blog Ancile, y bajo el título: La IA: entre los límites de la creación y de la conciencia.


LA IA COMO LA POESÍA: ENTRE LOS LÍMITES

DE LA CREACIÓN Y DE LA CONCIENCIA






La poesía, como ciencia de la paradoja, nos muestra que la convivencia con la antinomia lógica, no sólo es posible, es fructífera e incluso necesaria. En poesía se hace efectiva aquella reflexión de Wittgenstein que decía: Yo creo que la razón principal de tener esta sensación era el hecho de que cada nuevo fenómeno del lenguaje, en el que podemos pensar, habría podido hacer inservible la explicación recién dada. (Teníamos la sensación de que el lenguaje siempre podía presentar nuevas, e inagotables, peticiones; de este modo toda explicación se frustraba.(1)  ¿No será este el reto más difícil al que la IA se enfrenta para cualquier emulación del discurso en general y muy particularmente del poético?

    La poesía va del alogos al logos y viceversa, sin observar contradicciones; decíamos que convive naturalmente con las antinomias. El a priori kantiano convive pacíficamente con el mundo de lo sensorio. El formalismo poético deducido del número métrico trasciende cualquier formalismo, a tenor de que cualquier relación causal inmanente, falsea la relación, la integración del sujeto con lo que le rodea, siendo este indiscernible, pues, el impulso creativo poético tiende a lo trascendente. La gran paradoja de la poesía es que el eidos y la lengua mantienen su armonía a pesar de las antinomias, o, gracias a ellas. La relación (existencial) del yo poético con el objeto no plantea ningún problema porque en poesía son indiscernibles.

    Si es verdad que, según Wittgenstein, la mano avanza, por así decirlo a escondidas del cerebro, en poesía es posible salvar el hiato entre el saber y el ser (así lo inferíamos del fenómeno de la sinestesia poética), donde la anamnesis convive con el olvido de manera similar a como lo hace el proceso de la vida. ¿Podrá la IA llevar a cabo este singular proceso? La poesía vive de símbolos activos que rigen en la propia existencia, ¿Podría reproducirlos la IA?



Francisco Acuyo



(1) Wittgenstein, L.: Movimientos del pensar, Valencia, 2000.





martes, 24 de junio de 2025

LA IA: ENTRE LA EMULACIÓN Y ¿LA VIVENCIA POÉTICA?

A cuentas con la irrupción de la IA en el mundo de la creación artística en general y en la literatura y la poesía particularmente, traemos nuevas reflexiones para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez con el título de: La IA: entre la emulación y la vivencia poética.



LA IA: ENTRE LA EMULACIÓN

 Y ¿LA VIVENCIA POÉTICA?



La IA: entre la emulación y la vivencia poética. Francisco Acuyo


Decíamos que la sinestesia poética, por ejemplo, como fenómeno analógico, nos muestra la potencialidad, gradación y división de la ilusión de la realidad efectiva. Así, entre estas circunstancias discursivas el número poético no nace como pura abstracción sino como reacción, o mejor, oposición al caos (apeiron) de los sentidos, con el objetivo de crear posibilidades (rítmicas, eufónicas, expresivas…) en contacto con la realidad sustancial de las cosas.

    El número poético (métrico) que construye la estructura rítmica del verso tiene una realidad (matemática) indiscutible, por eso, el proceso de sistematización para la emulación del verso mediante las IA es una realidad que no es en absoluto nueva, aunque también es cierto que este número poético, al tiempo, nos hace diferenciar claramente la realidad (matemática) y la existencial, de la que no tiene por qué formar parte un constructo métrico generado por IA, ya que la realidad numérico matemática y la que es propia de la vivencial, están en planos harto diferentes. Así pues, la IA podrá construir un poema en virtud de aquella realidad numérico formal que constituye el verso, pero cosa bien distinta sería crear el pulso existencial (o vivencial del mismo).

    En el discurso poético se observa claramente aquella intuición de Bergson en la que el tiempo vivido (esencial en filosofía) escapa a la función matemática, por lo que la IA y toda su sistemática desvirtuaría la realidad vivida, realidad existencial, decíamos, que se imbuye de conciencia, reconocida en la experimentación subjetiva, la cual no puede responder a un criterio de efectividad computacional.

La IA: entre la emulación y la vivencia poética. Francisco Acuyo

    Así las cosas, podemos hacer una propuesta en forma de interrogación que sería la siguiente: ¿Existe una singularidad especial en el número poético? ¿Contiene los rasgos que son propios a la aritmética? ¿O, los axiomas lógicos que construyen la estructura del verso son adecuados para acercarse a lo real, o son medios para crear lo real?

    Se dice que todos los problemas de la matemática aplicada y computacional se reducen finalmente a resolver un sistema de ecuaciones lineales(1).  Si la dinámica compleja del lenguaje poético no es lineal,  ¿no será el número poético una sutil y singular manera de despojar el carácter específico aritmético de dicho número poético? De hecho, parece, sobre todo en los casos de desvío de la norma preceptiva en favor de la expresividad del verso, que no busca un momento estable, mecánico para su conformación, para que devenga en su construcción métrico matemática, sino que pone un límite a su coherencia formal cerrada invocando al infinito de posibilidades sucesivas en su construcción. ¿No nos muestra acaso el constructo poético que los números, en su ámbito, forman parte del infinito?

    En fin, el número poético nos muestra mucho más que un cómputo métrico (silábico, de pies métricos…), sino que aparece vinculado a lo más profundo de la psique vinculando los números a la imprecisión del dolor, de la esperanza, del amor, de la vida en plena ebullición creativa, cuya potencia queda al margen del determinismo cientificista. El poeta (y el que accede a él a través de su lectura) muestra el poder de lo subjetivo integrándose en una totalidad consciente que, como diría Bergson, nos compromete con una realidad creadora.



Francisco Acuyo



(1) Zellini, P.: La matemática de los dioses y los algoritmos de los hombres, Siruela, Madrid, 2018, pág. 145.

(2) Acuyo, F.: Ob. cit.



La IA: entre la emulación y la vivencia poética. Francisco Acuyo


viernes, 20 de junio de 2025

NIEBLA, DE MIGUEL ORTIGOSA

Para la sección de Poetas invitados del blog Ancile, traemos a nuestro amigo Juan Miguel Ortigosa, que nos trae un poema titulado: Niebla.


NIEBLA






El poeta nazarí Inb Zanrrak, fuel el primero en describir poéticamente el fenómeno de la niebla en El Llano, entrando por el Boquete. En un viaje desde Granada a Rayya  (Málaga), acompañando al sultán Mohamed V, en su viaje, pasando por “Fhas al Rayya” o “Campiña de Rayya, (Málaga), aclarando el origen de Zafarraya, de forma definitiva.




Amanece un día
de inicios de mayo, 
con el cielo azul
y fuego en los campos.

Enhiestos los chopos 
y el aire silente,
un aliento blanco
vomita el Boquete

y su vaho inunda
como el frío incendio
de una marabunta,
las calles y predios.

Es aquel "aliento
de los aires vastos,
--que cantó el poeta--
siempre perfumados".

Y la niebla invade
prados y colinas.
Subiendo a la sierra, 
cabalga su cima.

Primero aparece
como alba peluca,
luego, se derrumba
cayendo en cascada.

Por la falda opuesta
a la que trepara,
desde la ladera
rueda sobre el llano.

Y en ese silencio 
estruendoso y mudo,
como a borbotones,
conforman un mundo.

Ya, con  blanca barba,
la montaña reta 
al sol y la luna,
en luz y belleza.

Y en la gran probeta 
que El Llano compone,
como en catarata,
rebosa en sus bordes.

Y fluye constante
y espectacular,
sin llegar al suelo,
ni quedarse atrás.

De pronto, se lanza
veloz y bajera
por los verdes campos,
brumosa y espesa.

Tan densa se ajusta
que eclipsa hasta al sol,
negando horizontes, 
paisaje y color.

Y hasta las campanas
en los días de niebla,
resuenan más claras,
y se oyen mejor.

Visto desde arriba, 
desde la montaña, 
ese paisaje
sobrecoge el alma:

Un océano albo
de níveo algodón,
flota sobre El Llano,
se llama, "tarol".




               Juan Miguel Ortigosa







martes, 17 de junio de 2025

TIEMPO Y NÚMERO POÉTICO: ¿CREACIÓN O EMULACIÓN DE LA IA?

Abundando en cuestiones de mucho interés sobre la irrupción de la IA en el mundo del arte, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, y bajo el título de: Tiempo y número poético: ¿Creación o emulación de la IA?


 TIEMPO Y NÚMERO POÉTICO: 

¿CREACIÓN O EMULACIÓN DE LA IA?


Tiempo y número poético: ¿Creación o emulación de la IA? Francisco Acuyo


Decíamos que la sinestesia poética(1), por ejemplo, expone la poesía como un singular fenómeno analógico: nos muestra la potencialidad, gradación y división de la ilusión de la realidad efectiva. Así, el número poético a la luz de la sinestesia no nace como pura abstracción, sino como reacción, o mejor, oposición al caos (apeiron) de los sentidos, con el objetivo de crear posibilidades (rítmicas, eufónicas, expresivas…) en contacto con la realidad sustancial de las cosas.

    No obstante, el número poético (métrico) que construye la estructura rítmica del verso tiene una realidad (matemática) indiscutible, por eso, el proceso de sistematización para la emulación del verso mediante la IA es una realidad que no es en absoluto nueva, aunque también es cierto que este número poético, al tiempo, nos hace diferenciar claramente la realidad numérica y la existencial, de la que no tiene por qué formar parte un constructo métrico generado por IA, ya que la realidad numérico matemática y la que es propia de la vivida, está en planos harto diferentes. Así pues, la IA podrá construir un poema en virtud de aquella realidad numérico formal que constituye el verso, pero cosa bien distinta sería crear el pulso existencial (vivencial del mismo).

Tiempo y número poético: ¿Creación o emulación de la IA? Francisco Acuyo

    En el discurso poético se observa claramente aquella intuición de Bergson en la que el tiempo vivido (esencial en filosofía) escapa a la función matemática, por lo que la IA y toda su sistemática desvirtuaría la realidad vivida, realidad existencial, decíamos, que se imbuye de conciencia, reconocida en la experimentación subjetiva, la cual no puede responder a un criterio de efectividad computacional.

    Así las cosas, podemos hacer una propuesta en forma de interrogación que sería la siguiente: ¿Existe una singularidad especial en el número poético? ¿Contiene los rasgos que son propios de la aritmética? ¿O los axiomas lógicos que construyen la estructura del verso son adecuados para acercarse a lo real? ¿O, son medios para crear lo real?

    Se dice que todos los problemas de la matemática aplicada y computacional se reducen finalmente a resolver un sistema de ecuaciones lineales(1).  Si la dinámica compleja del lenguaje poético no es lineal (2),  ¿no será el número poético una sutil y singular manera de despojar el carácter específico aritmético a dicho número poético? De hecho, parece, sobre todo en los casos de desvío de la norma preceptiva en favor de la expresividad del verso, que no busca un momento estable, mecánico, para sus construcción métrico matemática, sino que pone un límite a su coherencia formal cerrada, invocando al infinito de posibilidades sucesivas en su construcción. ¿No nos muestra acaso la poesía que los números, en su ámbito, forman parte del infinito?

    En fin, el número poético nos muestra mucho más que un cómputo métrico (silábico, de pies métricos…), sino que aparece vinculado a lo más profundo de la psique, estrechando los números a la imprecisión de, por ejemplo, el dolor, la esperanza, el amor, de la vida en plena ebullición creativa, cuya potencia queda al margen del determinismo cientificista. El poeta (y el que accede a él a través de su lectura o escucha) muestra el poder de lo subjetivo integrándose en una totalidad consciente que, como diría Bergson, nos compromete con una realidad creadora.

    A veces me pregunto si la IA no pretende llegar al límite mismo de la creación como producto material de nuestras mentes, para generar otras mentes nuevas que, con ánimo humano, sean distintas a las nuestras propias, ¿acaso, como lo hace el poeta que quiere conectar con lo más elevado concebible? El poeta sabe que los conceptos y números que maneja en su labor creadora no pueden enmarcarse en lógicas precisas e impecables preconcebidas, pues lo que lleva a cabo en su proyección creativa es indagar nuevas verdades que integren su saber con un saber imprevisible y desde luego mucho más grande, más elevado ¿por trascendente?

    El número poético cuestiona el determinismo lógico matemático, pues se nutre de la libre imaginación que indaga en lo más excelso de la novedad, si esta es la verdadera sustancia de lo creativo y que, paradójicamente, tiene su origen en lo más primigenio que anima lo vital en nuestro espíritu en vínculo con el mundo. No obstante, el discurso poético concuerda ¿misteriosamente? con el del matemático en lo que se refiere Poincaré cuando decía que: el arte del matemático (como el del poeta) radica en el arte de nombrar.(3)  ¿Podría la IA alcanzar el espíritu de ese arte?


Francisco Acuyo


(1) Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo: Sinestesia, cincel del pensamiento, Entorno Gráfico, Granada 2025.
(2) Zellini, P.: La matemática de los dioses y los algoritmos de los hombres, Siruela, Madrid, 2018, pág. 145. 
(3) Acuyo, F.: Ob. cit.
(4) Poincaré, H.: L’avenir des matthematiques, Roma, 1909, pág. 172.





Tiempo y número poético: ¿Creación o emulación de la IA? Francisco Acuyo



viernes, 13 de junio de 2025

LAS LEYES DEL CAOS Y EL DISCURSO POÉTICO: COMPLEJIDAD, DINAMISMO Y NO LINEALIDAD

Seguimos con las reflexiones sobre la posibilidad de una reproducción, o mejor emulación, del discurso poético por la IA, y todo para la sección de Ciencia del blog Ancile, y bajo el título de: Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad.


LAS LEYES DEL CAOS Y EL DISCURSO POÉTICO:

COMPLEJIDAD, DINAMISMO Y NO LINEALIDAD



Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad. Francisco Acuyo


¿Podría la IA reproducir o emular un sistema dinámico -caótico-? Decíamos en otra ya lejana ocasión (1)  que el verso y el poema habían de considerarse desde una óptica dinámica, compleja y no lineal. Esto incluía su aspecto estructural numérico, versal o métrico. Establecíamos el verso y el producto final de este en el poema como un sistema dinámico complejo (¿sujeto acaso a las leyes del caos?): o lo que es lo mismo, entendido como un compuesto muy singular estructurado por partes interconectadas, de cuya vinculación se obtienen datos que no están siempre previsiblemente en disposición del observador de dicho sistema. Se considera no lineal porque en realidad su producto es más que la suma de las partes que lo componen, por lo que no puede su funcionamiento ser considerado mecánico, ya que cada uno de sus constituyentes se comporta como una organicidad dinámica, es decir, como un organismo.(2) Este indeterminismo choca frontalmente con las preceptivas métrico-mecánicas que confrontan con la realidad dinámica y compleja de la poesía y que han llevado en muchas ocasiones a mal interpretar sus estructuras como rígidamente sujetas a un cómputo cerrado o mecánico.

Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad. Francisco Acuyo
    ¿Quiere decir esto que puede emular la IA la estructura versal de un poema? Quizá deberíamos enfrentar antes otra cuestión no menos peliaguda, y que es estrictamente matemática: ¿Es el algoritmo una entidad numérica real? Todo parece indicar que sí, dado que puede ser aplicado a entes concretos. El número (y su derivada algorítmica) son objetos lógicos, instrumentos para el conocimiento y reconocimiento del mundo exterior, pero, no debemos olvidar que la realidad numérica (se ha venido insistiendo en esto por muy diversos sectores de investigación) no coincide con la realidad del lenguaje,(3)  o, ¿en poesía sí? Los factores numéricos (métricos) parecen indicar lo contrario.(4)  ¿Cómo interpretamos esto? ¿Tiene algún significado?

    La nueva ciencia del cálculo nos dice que la abstracción matemática y la realidad física viven de forma inseparable. Puede ser el número poético una muestra de esta interacción e integración singulares. Este es un argumento potente para establecer la importancia del número. Boezio decía que todo lo que existe en la naturaleza y suponemos real debe su forma a las matemáticas. Pero, deviene ahora otra interrogante que hace aún más intrincado el asunto: ¿Qué es real? Según Platón lo real es lo trascendente y deviene de los dioses porque tiene que ver de manera inevitable con lo potencial. Me pregunto, si la poesía, en su faceta numérica (y según Platón)(5) ,  no es la conversión del alma desde el mundo del devenir al de la verdad y el ser, precisamente por su recurso numérico (divino), tal vez como sucede en la música con las obvias diferencias. Pero, ¿cuál es el carácter del número en poesía? O lo que es lo mismo, que es lo que distingue al número poético del mero producto numérico (aritmético-matemático). El alma, según Platón, tiende a establecer relaciones, comparando (analogizon) entre cosas contrapuestas. Este es un rasgo (analógico) del número poético inducido en el ritmo del verso que hace del discurso poético algo verdaderamente singular. Veremos en qué sentido.

Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad. Francisco Acuyo

    ¿Puede reducirse el poema a un producto algorítmico de cálculo y expresión digital? Si la poiesis (según Heidegger) se basa en la producción para llegar a la verdad del desvelamiento, esta, no obstante, debemos distinguirla de aquella otra propia de la técnica moderna, con pretensiones (industriales, de consumo, diríamos hoy) bien distintas. Desde una óptica lógico matemática, o mejor, filosófico-matemática, el número poético nos muestra que los entes no son más que potencia (dynamis)(6),  agente de la physis que hace germinar a los entes sobre el modelo de las progresiones numéricas. Así las cosas, el número es la última defensa de una existencia en acto: en nuestro caso, el número es lo que da existencia al acto discursivo rítmico, eufónico, poético. Esta es la relación entre el número y la physis en poesía. ¿Esta relación debe entenderse que va más allá de un medio abstracto de número y de un sistema algorítmico de descripción traducible o emulado de un potencial poema?

    Las dificultades a lo anteriormente expuesto radica en que la poesía es una suerte de ciencia de la paradoja,  lo demuestra que puede ser un instrumento ideal de reinterpretación del mundo de lo real, al igual que puede serlo la matemática, con la diferencia sustancial de que la poesía es motor o mejor organismo generador de paradojas que no hacen sino reflejar las contradicciones del mundo, o lo que es lo igual, las insuficiencias racionales de nuestras aproximaciones sobre lo que percibimos con los sentidos (véase, la sinestesia poética). En definitiva, la mecánica puede explicar el movimiento solo en virtud de la inmovilidad, en clara contraposición a lo que el discurso y el número poético evidencian en su manifiesta dinamicidad, complejidad y no linealidad anunciadas. 



Francisco Acuyo





(1) Acuyo, F.: Fundamentos de la proporción en lo diverso, 2ª edición, Jizo, Granada, 2009.

(2) Un sistema lineal está sujeto al teorema de superposición, que nos indica que un sistema puede separarse en “pedazos” más pequeños y analizar cada uno de esos “pedazos” individualmente, para conocer su respuesta y al terminar de estudiarlos de manera separada, se puede sumar la respuesta obtenida en cada uno de ellos y conocer la respuesta total del sistema.

(3) Zellini, P.: La matemática de los dioses y los algoritmos de los hombres, Siruela, Madrid, 2018.

(4) Por ejemplo, cuando determinadas posiciones acentuales señaladas numéricamente influyen en la expresividad del verso mostrando sensaciones y emociones diversas según la situación acentual. Un ejemplo muy señalado es observar cómo cuando un acento se sitúa en lugares que la preceptiva no reconoce ortodoxia métrica, sin embargo, es de capital importancia para conseguir los efectos de expresividad o emotividad o sorpresa... pretendidos. Vease: Fundamentos de la proporción en lo diverso.

(5) Platón, Obras completas, La república, Aguilar, Madrid, 1987.


(6) Platón,  El sofista, ob. cit.



Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad. Francisco Acuyo


martes, 10 de junio de 2025

DEL NÚMERO POÉTICO A LA SINESTESIA PASANDO POR LA IA

Bajo el título: El número poético a la sinestesia pasando por la IA, traemos una nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile.


DEL NÚMERO POÉTICO A LA SINESTESIA

 PASANDO POR LA IA



El número poético a la sinestesia pasando por la IA, Francisco Acuyo



Cuando comencé a indagar el fascinante y a un tempo inquietante mundo de la IA, no pude evitar una serie de interrogantes que, creo que entre otras muchas, son inevitables, a saber: ¿Son las redes neuronales susceptibles de ser emuladas por la IA? ¿Es la conciencia un fenómeno netamente neurológico? ¿Es la conciencia, por tanto un epifenómeno del cerebro? ¿Replicamos verdaderamente los procesos cognitivos humanos cuando usamos la IA? De ser así, ¿haría falta una nueva teoría de la mente y del conocimiento?

    Si realmente existen sistemas informáticos (ANI, inteligencia artificial limitada) que actúan y piensan como humanos, ¿nos emulan, o podrían ser autónomos? Y de ser así, ¿podremos controlar dichos sistemas? ¿Si se supera el test de Turing, y no somos capaces de distinguir la máquina de IA del ser humano, ¿significa esto que el proceso del sistema informático es igual al que realiza analógicamente un ser humano? Finalmente, ¿pueden las máquinas comprender problemas expuestos en lenguaje natural? Y, de ser así, ¿podrán ellas mismas realizar construcciones lingüísticas de toda suerte e índole, incluidas las artísticas o literarias?

    Para resolver estos problemas e interrogantes derivados se idearon las técnicas que ofrecen el enfoque simbólico o el conectivo. El primero ha mostrado sus límites en virtud del techo de complejidad, ya que cuando corregían un error, acaban por crear más errores nuevos. La conectividad, mediante la que se crea inteligencia, lo hace a través de su estructura y no de los contenidos, lo cual ha permitido resolver problemas sin necesidad de comprenderlos.
El número poético a la sinestesia pasando por la IA, Francisco Acuyo Pero, ¿puede una cantidad de estructura, de complejidad, de retroalimentación de datos… producir experiencia?

     Por lo que sé, hasta la fecha, se pueden, mediante IA, completar estados experienciales, no crearlos. Esto me lleva, en la segura limitación de mis conocimientos sobre IA, si no será que esta pretende negar lo fenomenológico de los qualia, de la experiencia, en definitiva.  Pero a todas luces, lo que no se puede negar es la dimensión cuantitativa de la experiencia, y que esta no es posible reducirla en su totalidad conceptualmente. Con esto, en modo alguno  negamos las entidades conceptuales y abstractas, solo decimos que no tenemos un acceso inmediato o sentido a ellas, como si de una experiencia cualitativa se tratara, queremos decir que, por ejemplo, la palabra conciencia no es la conciencia. O lo que es igual: los estados de experiencia son cualidades que no pueden ser descritos exhaustivamente a través de cantidades (se entiende de datos, por muy ingentes que estos sean).

    Mas, insistimos en esto: ¿se puede deducir una cualidad de una cantidad? Parece, en principio al menos, que ningún parámetro numérico puede decir qué se siente cuando se está triste o cuándo se está enamorado. No obstante, parece que la poesía recurre a unos peculiares parámetros numéricos para construir las estructuras de forma expresiva de su discurso (a través del verso), y en ellos, en muy diversas ocasiones, parece descansar o fundamentarse cualidades experienciales muy concretas. Es por esto que el número métrico en poesía es un caso muy singular que atañe al problema difícil de la conciencia, que diría David Chalmers, y que se observa muy singularmente en los denominados desvíos de la preceptiva métrica y de los fenómenos cualitativos detectados en el uso de determinadas figuras y tropos como la metáfora, la sinécdoque, la metonimia, la hipálage y, sobre todo, la sinestesia. 

    Daremos cuenta de todo en siguientes entradas de este blog Ancile.




Francisco Acuyo



El número poético a la sinestesia pasando por la IA, Francisco Acuyo


viernes, 6 de junio de 2025

MIGUEL EL DE MIGUELICO, POR MIGUEL ORTIGOSA

Para la sección de Narrativa del blog Ancile, traemos un relato de nuestro amigo, escritor y poeta  Miguel Ortigosa, que lleva por título; Miguel el de Miguelico, en el que saborearemos mucho más que un relato costumbrista al uso.


MIGUEL EL DE MIGUELICO






  Desde que comencé hace ya casi una año, a escribir estos relato, siempre me decía, "mañana toca el de "Miguel el de Miguelico" (mi tío Miguel), pero me producía un respeto tan imponente,  que siempre lo dejaba para más adelante, porque pensaba que iba a defraudar su memoria y hacer también fraude a la gente que lo leyera, porque no iba a reflejar  ni de lejos siquiera, parte de su vida, de su realidad.

  A pesar de todo, hoy me he decidido, y espero poder reflejar, si no toda su barroca personalidad y austera realidad, al menos un ramillete de sus virtudes y capacidades, de su filosofía de vida, de la elevada poesía que desprendía su aura, de su actitud vital ante los problemas que le presentó la vida, de su bonhomía extensa e intensa, de su capacidad de empatía con todo el mundo, de su incapacidad de odio y ausencia de sentimientos de venganza o revancha, para los que le habían hecho daño, de sus manos rotas de hacer el bien, de su bondad, de su honestidad y honradez, de su integridad a quemarropa, hasta las últimas consecuencias, hasta el último día de su vida.

  Nació Miguel Ortigosa Chica, allá por 1887, hijo de Miguel Ortigosa Frías, (Miguelico Ligerete) y de Carmen Chica García. Fue otro "Miguel" en la larga tradición en la saga de los Miguelicos: hijo de Miguelico Ligerete, que fue hijo de Miguel Ligero, hijo de Miguel Escalera, vecino ya, de Alfarnate. Y que continúa la tradición en la familia: Miguelico, su hijo; Miguel el de Miguelico, su nieto; José Miguel el de Miguelico, su biznieto y no sé si andará ya por ahí algún Miguel, tataranieto.

  Antiguamente, como podéis comprobar fácilmente todos, se seguía mejor el rastro de la saga familiar, por algún nombre dominante, que por los apellidos.

  Casó con Julia Romero Arrebola, una mujer buena que lo acompañó en todas las vicisitudes, alegrías y penas de la vida, posicionándose siempre juntos, fueran las que fueran las dificultades. En la paz y en la guerra.

  A su muerte temprana (relativamente joven en 1964) por una enfermedad incurable, sufrí uno de esos traumas sentimentales de juventud, de imborrable recuerdo. Aún lo visualizo en mi memoria y se me enturbian los ojos: ella, en el lecho mortuorio y él sentado junto a ella, ausente de toda la realidad del entorno, la contempla mirándola con desesperada ternura. —"¿Pero por qué me dejas?; pero si yo no necesito que me hagas nada, si tú sabes que me apaño bien sin tu ayuda... Yo sólo te quiero aquí a mi lado, para tenerte, para mirarte, para que estes conmigo, para que nos hagamos compaña... ¿Por qué te vas?" Mientras lágrimas silenciosas bajaban hasta su barbilla. Y es que que él era así desde siempre. De toda la vida, sobretodo, desde que enfermó su mujer, era un hombre que sabía cocinar, fregar, barrer, coser, planchar y hacer cualquier tarea de la casa con la misma destreza que segaba,  escardaba o manejaba la yunta en las sementeras. Fue el mayor de seis hermanos,  junto a Enrique Candelaria, Margarita, Julia y Emilio Ortigosa Chica, (Emiliano, mi padre) que murió prematuramente a los 48 años, dejando ocho hijos:el mayor, Emilio, de apenas 17 años y el menor, yo, con tres recién cumplidos. Desde entonces hizo de verdadero padre de todos nosotros y de protector y asesor de mi madre, viuda y con ocho hijos, a los 45 años. De ahí la especial vinculación nuestra, con "tito Miguel", que además ostentaba la representación oficial de la familia, en las solemnes ocasiones en que se le demandaba. Aún recuerdo con emocionada ternura, cuando, como patriarca de la familia, acudió con nosotros a la petición de mano de mi futura esposa, la Conchi de Juandes, elegantemente vestido con traje oscuro, impoluto y sombrero de fieltro, negro. La calidez y altura humana que le dio al acto, resultaba conmovedor. Recordarlo, se me representa como un patriarca del Antiguo Testamento.

  Durante los difíciles años de la República, sobre todo después del golpe de estado que provocó la guerra, como hombre de ideología progresista y de filiación republicana, ocupó la presidencia de Izquierda Republicana local y al inicio del conflicto, desempeñó la presidencia del Comité de Abastecimiento de Alimentos a la población. Dando aquí otra muestra de su integridad y honestidad: en el reparto de alimentos de inicios del invierno del 36 al 37, como era de justicia, asignó los correspondientes lotes a las familias de varios dirigentes de la derecha local, que habían huido a la zona nacional en los días anteriores. Esto provocó las protestas de algún grupo minoritario de izquierdistas, movilizados por agitadores provenientes de zonas tomadas por los franquistas, de Loja sobre todo. Miguel se mantuvo firme y esto llevó,  a que un grupo de los exaltados, elevara un escrito al Comité de Guerra y al Centro de Mando Militar, ubicado en Ventas, con petición de fusilamiento para Miguel Ortigosa Chica, por delito de traición.

  Dado que al término de la guerra, en la farsa de juicio celebrada contra él, como represaliado rojo, sufrió asimismo la petición de pena de muerte, yo creo que fue el único, en nuestro conocimiento, en recibir dos peticiones a la pena máxima, una por los "rojos" y otra por los ,azules.

  Ante las protestas de un grupo de energúmenos que, en la puerta del Comité de Abastecimiento gritaban: "¡cuando ganemos la guerra, vamos a echar candelas de ricos, que son todos unos fascistas!", tronó la voz de Manuel Arrebola Martín, "Fantasías", recriminándolos y que, después ha sido repetida cientos de veces en ambientes izquierdistas, —"¡Sí, vamos a echar candelas de ricos, pero las vamos a prender con "probes" que están más resecos y arden mejor", en referencia a que, si bien los ricos merecían castigo por insolidarios y golpistas, algunos proletarios lo merecían también por egoístas e injustos.

  La frase fue lapidaria, rotunda, demoledora; no necesitaba de muchas explicaciones para entender la dura critica, cargada de ironía, a sectores proletarios "pancistas" e insolidarios.

  "Fantasías" al final de la guerra, fue represaliado y sufrió la condena a veinte años de cárcel, e indultado, como todos, en el 46.

  Conocí a este hombre, a finales de los cincuenta, cuando contaba ya, con ochenta años. Me pareció un buen hombre, con una personalidad acusada, diligente y con talento. Aceptó, como Félix Herrero, su marginación y resolvió su subsistencia y la de su familia, explotando como autónomo, un rebaño de cabras para leche y cría. Las más hermosas, por cierto. Murió en 1963, a los 85 años de edad.

  Pese a la petición inicial del fiscal, contra Miguel Ortigosa Chica, de pena de muerte y después cadena perpetua, la condena final se redujo a seis años. Y es justo reconocer que fue gracias a testimonios favorables de elementos señalados del nuevo régimen e incluso, miembros del clero.

  Cumplió la condena, dos años en Granada y Málaga y el resto hasta seis años, en el pais Vasco, en concreto en la cárcel de Bilbao.

  La convivencia durante cuatro años, con presos políticos de gran talla intelectual, científica y humana, fue la suerte de Miguel el de Miguelico (mi tío Miguel), que a sus méritos personales y condición natural, unió los cursillos acelerados de formación integral de las personas, que significaron los años de relación carcelaria. ¡Y bien que los supo aprovechar!.

  Creo que ahora se  puede entender mejor, que cuando digo que era un ser excepcional, no es un chauvinismo infantiloide de amor propio  familiar.

  Disfruté mucho de mi tío Miguel, en su papel de padre reciclado mío y de mis hermanos. Y digo, como decía de él: "¡Y bien que lo aprovechamos!". Cuando nos acompañaba en la tradicional matanza familiar, de inicios de cada invierno, que presidía en su rango de patriarca, y en las larguísimas veladas a la lumbre de la chimenea, mientras se cocían las morcillas, en las que nos daba una charla magistral, a mis hermanos y a mí, por ejemplo, de cómo se formó el universo-mundo. Decía que la tierra era una lágrima incandescente, que salió del Sol y que se solidificó con el paso de los siglos, así como la Luna, era una lágrima que, salida de la Tierra, nos acompaña desde entonces todas las noches. Y esto, en la década de los cincuenta, cuando la astronomía y la geología aún andaban a gatas, cuando Alfred Wegener todavía no había escrito sobre la deriva continental, ni se hablaba aún de la tectónica de placas y mucho menos, del origen terrestre de la Luna.

  Otras noches o días, la conversación derivaba hacia otros derroteros totalmente distintos, pero en todos ellos, daba fe y testimonio, de una formación humanista, científica y racionalista, muy lejos del común de un hombre rural típico y tópico de la época, incluso de los que tuvieran alguna formación básica. Esto, unido a un exquisito sentido común y a una inteligencia natural e intuitiva,  adornada del arte innato de buen conversador, es lo que le daba ese arrebatador atractivo, que tanto fascinaba a todo el que lo trataba. Tengo que decir aquí, que el 90% de la memoria de los relatos que he escrito, proceden directamente de él o indirectamente, a través de mi hermano Emiliano.

  No me resisto a trasladaros la respuesta que me dio en una ocasión, a la pregunta, que en mi permanente debate teológico-científico de mi primera juventud, le hice un día:—"tío, ¿qué es para ti el Cielo?" La respuesta, no tiene desperdicio: —"sobrino, si a un hombre le llega la hora de morir, y la Parca se lo encuentra con el espíritu tranquilo, porque cree que siempre actuó en conciencia y justamente confortado, muere conforme y con una leve sonrisa, como desde ese momento su estado es inmutable, disfrutará para siempre de ese cielo y esa sonrisa.

  Definitivamente, esas respuestas y tantas otras, me convencieron más que las que, desde siempre había aprendido en la escuela y en la catequesis, del catecismo de "Ripalda". ¿Influyó todo esto en cambiar con el tiempo mi fe, por el marxismo racionalista? ¡Hoy, sólo deseo ser de mayor, como mi tío Miguel!

  Tuvo Miguel el de Miguelico, la suerte y el enorme privilegio, de sobrevivir a su verdugo, el dictador Franco. En los años anteriores a la llegada de la democracia, Miguel, se había convertido ya en el verdadero e indiscutido icono de toda la izquierda en el pueblo. La izquierda más activa, se había organizado en torno al partido comunista, no tanto por el conocimiento a fondo de su ideología, como porque todos nos identificamos con el partido que más había luchado contra la dictadura. También Miguel Ortigosa Chica, cuya militancia en tiempos, había sido en la extinta Izquierda Republicana.

  Y llega el primer mitin de las elecciones generales de 1977, del Partido Comunista de Santiago Carrillo. En el antiguo cine, lleno a reventar, queda mucha gente en la calle que con las puertas abiertas de par en par, sigue el acto desde la vía pública. En la tribuna de honor, Miguel el de Miguelico, mi tío Miguel, con su terno oscuro e impoluto y su sombrero negro de fieltro, que toma la palabra: —"a partir de esta noche, ya puedo morir tranquilo y en paz, porque he podido comprobar que, aunque haya tenido que esperar cuarenta años, los principios que defendíamos hace tanto tiempo, eran justos y acabarán abriéndose paso en nuestro pueblo, en España y en el mundo. Sé que vais a obtener la victoria y sólo os pido mesura, prudencia y magnanimidad, para saber ejercer el poder que os otorgará el pueblo con sus votos. ¡Viva la libertad!"

  Una atronadora ovación, cerró su intervención, pero, para entonces, la mitad de los asistentes, ya llorábamos a moco tendido.

  En el pueblo, arrasó la izquierda y en España, ganó la democracia. Y con la Transición, ganamos todos. Al año siguiente se proclamó la Constitución española.

  En noviembre de 1979, meses después de ver a "su izquierda" triunfar en las primeras elecciones municipales, murió tranquilo,  contento y satisfecho. Cuando expiraba, le vi una sonrisa en su cara.¿Alguien puede creer que no está en su Cielo?



                         Juan Miguel Ortigosa