Francisco Acuyo
martes, 4 de febrero de 2025
PARA MIGUEL RODRÍGUEZ ACOSTA: EN EL CORAZÓN DEL BOSCO
martes, 28 de enero de 2025
RITUALES Y CALÉNDULAS, DE ALBERT TORÉS
Traemos para la sección de Editoriales amigas del blog Ancile, la primicia editorial de Corona del Sur, de Málaga, esta vez bajo el título de, Rituales y Caléndulas, del poeta Albert Torés. Consta de una muestra de algunos de los poemas extraídos de dicho título para la ocasión por el propio autor para esta entrada que presentamos. Exquisita colección la de esta editorial que recomendamos a nuestros lectores y especialmente este poemario de Albert Torés, que no tiene desperdicio.
Os lo reconfirmo. Amar las trece sílabas
era propósito de esta tetralogía,
rituales y caléndulas cierran mi día,
abriendo mundo al espacio-tiempo del alma.
Sobre los puentes del mundo entero, la vida
busca concordias, armonías y caléndulas
para gozar el mínimo instante, farándula
y sombras que batallamos con menos prisa.
Por rubias avenidas revive la música,
la eterna disputa del amor por caléndulas
y rituales, sus pasillos, lo que retumba
en la memoria. Todo sostiene la dicha.
Por frágiles caléndulas de nácar, sueño
asimetría en poesía, los espejos
como lúgubres células del verde oxígeno
de páginas, sílabas y textos que adueño.
Amar por selvas esmeraldas, por colinas
donde los contrarios se hacen uno, soñando
templos desiguales, caléndulas de rododendro:
Amar, solo amar podría ser nuestra vida.
Si la muerte no fuera esperada, sería
secreto receloso, furiosa ballesta,
quizá memoria gaseosa, las certeras
flechas por las que nuestra vida perdería.
Con las tramas del tiempo articulo carpetas,
pieles tatuadas, santos lugares en ciernes
que devoramos como si fuéramos sierpe
en celo gestando los más coléricos pensamientos.
Trenzar el vuelo de los pájaros coléricos,
sueños que no se rematan con las sonrisas
de la victoria. Todo un mundo en falsa lista
que nos empuja al mismo filo del abismo.
Como felino sin condiciones, me graba
su mirada con aire soñador, que dando
fijeza a las metamorfosis, los encantos
prenden llama que tiempo poco queda o nada.
Cafeinizando puertas, vientos y pantallas,
retomas el acontecer de las cosas. Resto
sufrimiento, pongo trabajo y vive el texto.
Lo demás será forzosamente la nada.
Albert Torés
viernes, 24 de enero de 2025
GENERALIFE, DE ANTONIO CARVAJAL
Para la sección de poesía del blog Ancile, traemos un nuevo post que contiene un poema de Antonio Carvajal, que resulta de una variación de un tema de la poeta Rosaura Álvarez, y que lleva por título: Generalife. Aportamos un par de fotos del artista Francisco Fernández, que se incluyeron en su momento en el libro Haikus de la Alhambra..
GENERALIFE,
DE ANTONIO CARVAJAL
De Francisco Fernández |
(Variación sobre un tema
de Rosaura Álvarez)
Para Concha Argente
Pero
el verso y el ocaso
mecían su rumor
bajo el palio de rosas
amarillas
con júbilo acordado
de verso y rosa blanca,
de ocaso y rojas rosas.
Rosas áureas de otoño
y amarillas de estío
y versos con cesuras
y sigilos de nieve
que el agua atardecida
mecía en las escalas
y a la luna ascendía
y era matiz de aroma
el agua bajo el palio
sonoro de las rosas
y era sosiego y era
un júbilo acordado
la quietud lisonjera
de la brisa en los álamos
pero
volvimos al jardín
sin salir del ocaso.
Antonio Carvajal
De Francisco Fernández |
martes, 21 de enero de 2025
PRESENCIA Y REFERENCIA POÉTICAS
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que reflexiona sobre algunas peculiaridades de la lógica poética, y lo hacemos bajo el título: Presencia y referencia poéticas.
PRESENCIA Y REFERENCIA POÉTICAS
No es raro advertir, si se presta la merecida atención al caso, que no son extrañas las ocasiones en las que aquello a lo que se refiere la palabra poética (si se supone que designa una cosa) puede estar más cerca de un referente prelingüístico, que lingüístico al uso, pues, se sitúa en una condición verdaderamente especial, ya que su signo lingüístico no solo expresa y significa, sino que pretender ir más allá del principio de representación: porque nos advierte de la ilusión de la presencia. La subjetividad (de nuestra conciencia personal) nos hace dudar de la objetividad o exterioridad, y el verbo poético se ofrece como si no hubiera otro lugar de realidad que la propia nanidad del silencio del que, entonces, hubo de nacer, en empeño de su ejercicio de expresión prelingüístico, tratando de llevarnos al vasto e inefable dominio donde el espacio y el tiempo no tienen el más mínimo sentido. Es, en fin, el lugar sin sitio ni tiempo donde la palabra pone en controversia el principio lógico de referencialidad mediante el que funciona cualquier sistema de signos. Es como si el tiempo y el espacio fuesen consumidos o disipados en el devenir poético de una frase.
En poesía, aquel nombrar no es mostrar, sino que adquiere tintes verdaderamente fascinantes porque, si bien se precisa nombrar las cosas, se pone de relieve que el referente no se establece necesariamente en virtud de lo que es perceptible (sensorialmente reconocible), sino que la palabra poética (véase la sinestesia) lo que hace es poner en evidencia la realidad de la conciencia del que nombra y que la realidad de lo nombrado, de la cosa, no es tan clara, pues llega a mezclarse o a intercambiar unos sentidos por otros en la prodigalidad de su función lingüística a la hora de la búsqueda una denominación. Nos parece bastante claro que en atención al fenómeno poético de la lengua se hace preciso una óptica que supere la formal y lógica convencional.
Francisco Acuyo
viernes, 17 de enero de 2025
DESCARGA GRATIS EN PDF LOS ROMANCES EN EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA, EN EDICIÓN DE ALANA GÓMEZ GRAY,
Nos complace adjuntar para la sección de Descargas del blog Ancile la primicia editorial publicada por la Diputación de Granada, en la colección Genil de Literatura, de los Romances en el teatro de Federico García Lorca, en edición filológica de Alana Gómez Gray. Descarga que recomendamos vivamente desde esta plataforma digital que os enlazará con la de Publicaciones de la Diputación de Granada. Merece la pena esta edición en virtud del detalle, rigor y cuidado que lleva a cabo la compiladora de los romances y claro está, por la extraordinaria calidad de esta selección de poemas, que estarán singularmente al alcance de los lectores fuera del escenario o insertos en la pieza teatral de donde han sido sabiamente extraídos. Abajo colocamos el enlace que les llevará a la descarga gratuita de este excelente libro.
Alana López Gray, Autora de la edición de los romances |
miércoles, 15 de enero de 2025
ESTUDIO DICHO CARMEN, POR ANTONIO CARVAJAL
Ofrecemos un bello texto del poeta Antonio Carvajal para la sección de Homenajes del blog Ancile, y que porta el título, Estudio dicho carmen, extraído del libro agotadísimo, El carmen Rodríguez Acosta, que en su momento llevaba la colaboración de Rafael Moneo, Monserrat Ribas y Francisco Fernández. Aportamos algunas fotos de este último artista sobre el mencionado carmen.
ESTUDIO DICHO CARMEN
Exentos bajo la curva del cielo, los prismas blancos imponen
su rigor sobre la confusa amalgama del caserío urbano, armoniosamente
impulsados a luz mejor, hacia horizontes más amplios y aires más silenciosos.
El carmen, mal llamado así desde las exigencias de una etimología que lo define
como vivienda familiar con huerto (verduras para las ollas, parras para sombra
fresca en verano, sol en invierno y uvas que regalan los sentidos con variedad
de color, suavidad de sabor y terso
contacto, más las plantas de flor y de olor, sean las violetas mezcladas con la
hierbabuena, el jazmín abrazado a la vid, émulo de la madreselva, la invernal mimosa púdica o la veraniega dama de noche, con algún
frutal de gusto y ornamento: el abrigado limonero, la bergamota abrasada),
responde a otras exigencias de dicho lugar ameno: verdor perenne, juegos de
agua con cristalino rumor, amplios remansos para la reflexión y el sueño,
vistas: éstas, quizá el bien más preciado, se ofrecen sin obstáculos como
premio tras el laberíntico, oscuro, afanoso ascenso, con un hondo aspirar
último que premia el esfuerzo: los anales diáfanos del viento registran las
exclamaciones de gozoso asombro de cuantos culminan la escalada. Pero el mundo
interior de quien erigió el edificio necesitaba, a veces, dosis proporcionadas
de paisaje, blancos encuadres melancólicos, lunetos al celaje, y en los muros
se abren inesperadas saeteras por donde los ojos reciben el paisaje sabiamente
abstraído, selecto por único y exquisito, único sí, como el tema con variaciones
que despliega la temperies. Abstraigo y evoco; pues procuro que mis palabras se
integren en el acorde de forma, línea y color de quien aquí labora desde hace
tantos años, heredero de algo más que el deslumbrante edificio en cuyo centro
se aloja el estudio. Estudio y no taller, pues la mano obedece al impulso de la
idea, la suprema visión que fijará la materia, arte desde el instante en que se
define y aquieta en sus límites impuestos, y no se emplea sino en el lápiz o el
pincel, la caricia demorada en el lomo de un libro, que como un gato mimoso se
deja querer mientras le ronronean las palabras dentro, o la elección del disco
desde donde la música se expandirá por el ámbito como un noble gas vivificante.
Huele al estío espeso de la linaza, al silvestre frescor de la trementina.
De Francisco Fernández |
“De todas las historias de la Historia, / la más triste es
la historia de mi patria / porque termina mal”. Por una vez, al menos, el largo
lamento de Jaime Gil de Biedma no es de aplicación inmediata. En nuestra patria
deben yacer, pero nadie sabe dónde, los restos de Cervantes; no hace mucho se
derribó la casa natal de Bécquer; la “Huerta de San Vicente”, en lo que fue la
fértil Vega cultivada de Granada, se ha reducido a un museo minúsculo sin pulso, en un jardín
urbano de elegante diseño, donde sólo se percibe el latido cordial de quienes
lo visitan para soñar con el poeta que la habitó ocasionalmente, Federico
García Lorca; Velintonia, desde cuya penumbra cálida emanaba Vicente Aleixandre
su obra bifronte, insondable en el poema, transparente en su acogida generosa
de los otros, centro de la poesía
española durante décadas, se ha deshecho ante nuestros ojos, y la música de
Albéniz se ve usurpada por algún editor oportunista mientras la biblioteca de
don Juan Valera se sigue desangrando gota a gota en librerías de viejo. Vivir
para ver esto, morir para quedar en nada.
De Francisco Fernández |
El amplio ventanal abre hacia una Alhambra anulada en gran parte por la hermosa piedra renacentista con que se afirma, ordenadas y abscisas almohadilladas que sostienen una sola curva de esplendor, el fulgor renacentista del palacio de Carlos V. Vidrios transparentes, maderas blancas, sosiego. Muy cerca, el caballete, el batallón de tubos cargados de paciente color no usado, botes, frascos, pinceles, más pinceles, tubos, más tubos, frascos y más frascos. Y libros, revistas, discos, papeles ordenados, rosas, carmines, azules de lapislázuli, ocres, negros serenos, blancos limpios y profundos, verdes indecisos entre el aparente ciprés y el agua erguida. Pintó José María los gozos de la vista, los estragos del tiempo, la historia de la piel, los hábitos de la carne, la carne como hábito y la severa lección de la renuncia. Pinta Miguel los restos encendidos de la memoria, el gustoso pervivir del ensueño: donde el tío procuró captar la plenitud del instante pone el sobrino el instante cumplido, el callado rumor, la luz no usada, la perspectiva sesgada de lo entrevisto al paso y cuajado en la emoción perdurable. No sé cuánto el ámbito lo condiciona en la elección del motivo ni cómo se le incorpora en luces nítidas, veladuras sin ocultación, ecos de ensueño, pero percibo que este estudio lo erigió y sobre él fundó el nunca bien celebrado ni bien entendido don José María, pero no heredó don Miguel Rodríguez Acosta.
De Francisco Fernández |
Afirmó don Manuel Machado que “no se ganan, se heredan / elegancia y blasón”, singular disparate sólo permitido a quien es capaz de escribir un poema titulado “Adelfos” o alguna seguiriya tan honda que cualquier herido de alma la puede cantar como suya. La elegancia de Miguel no es la de José María, tan hispano en su morenez incandescente. Miguel tiene un sorprendente aire lombardo, alto, los ojos de radiante celeste, la voz entre risueña y medida, ni enjuto ni pesado, un jubiloso híbrido de madre que vislumbró la última Thule y de padre que dio camelias blancas a las arenas del caliente sur. A veces lo envuelve un aire desvalido, un aura incolora en cuyo difuso espesor la voz se apaga y el gesto se desvae, quizá la vaga sensación de que no está en su sitio ni vive su momento. La sociedad provinciana sólo responde con fervor a sus cómplices, adopten el severo aire de censores consentidos o la muelle sonrisa del consentidor, procura asordar las disonancias, aminorar el mérito, apagar los brillos, insipidar la sal. Miguel tiene sal y mérito, no se implica en medianías y nos entrega un arte que le mana con calidad de trino y fluidez de brolladores. Se parece a su tío en lo generoso, en el apoyo a, quienes más jóvenes, sospecha que quizá necesitan el gesto amigo de una mano dadivosa que, fiel a una ética, ésta sí heredada, sabe que hay más gozo en dar que en recibir, y apoya al pintor que apunta, al escritor que promete, al músico que empieza a sonar, sin preguntarse por su limpieza de corazón ni por la urdimbre de sus intereses. Alguna vez se le escapan ligeros comentarios o lejanas anécdotas teñidas de socarronería, nunca dañina, pruebas evidentes de su no disimulada condición de granadino. Provinciano, jamás; cosmopolita, como pocos, pues lo es sin alardes. No heredero, sino espíritu afín donde otra vida perdura.
Pintor sin anécdotas, dibuja el natural con trazo tan
emotivo y vibrante que, si el lirismo efusivo de sus óleos no fuera tan
contagioso, se lamentaría la pérdida de su figuración fulgurante. Si Sánchez
Cotán pudo plasmar en sus lienzos el hondo himno al Creador que entonó en
armoniosos períodos incandescentes Fray Luis de Granada, Miguel Rodríguez
Acosta bien pudo ofrecer a los ojos el puro sonido de Jorge Guillén en su
gozoso cántico a la transitoria hermosura cotidiana. Tengo en casa un frutero,
por su mano ofrecido, hecho sobre papel de uso común con tintas de bolígrafos
mostrencos, mientras merendábamos al cariñoso abrigo de Sole, que no lo cambio
por un Potosí...
Subo a la galería, cuya ventana apunta, pero nunca he visto
abierta, a un norte seguro. Miro la obra en curso, me empapo de color, me llama
un gris menor cantado por Rubén Darío. Nunca sabrá Miguel con qué serena
plenitud se cumplen estas mis breves horas invitadas.
Antonio Carvajal
De Francisco Fernández |
jueves, 9 de enero de 2025
LA PUERTA DE ARRAYÁN, DE ANTONIO CARVAJAL
LA PUERTA DE ARRAYÁN,
DE ANTONIO CARVAJAL
Miguel Rodríguez Acosta en su estudio |
UNA PUERTA PARA DOS ARTES
Miguel Rodríguez-Acosta llamó varias veces al poeta Antonio Carvajal para mostrarle los cuadros de distintas exposiciones y que el poeta se los titulara. Por ahí debe andar un listado de "palíndromos" con variaciones de "Roma-amoR", más el catálogo de "Viento del Sur" con texto bilingüe español y sueco, más las carpetas de serigrafías "Lettere veneziane", con tres poemas, y "Si tú quisieras, Granada", con poemas de Antonio Gala y un porche en prosa de Carvajal quien, además, prologa el maravilloso libro sobre el carmen de la Fundación con texto de Rafael Moneo y magistrales fotografías de Francisco Fernández.
Hay un título bicéfalo, "La puerta de Arrayán", con que el poeta apadrina una pintura de don Miguel y un poema propio, dedicado a don Emilio Lledó, que incluyó en el libro Alma Región Luciente . La de arrayán es una tercera puerta, la de los sueños vividos, opuesta a la de marfil, por donde escapan los sueños falsos, y a la de cuerno, por la que asoman los verdaderos. Fecunda colaboración de dos artistas señeros que ha dado tan bellos frutos.
Dionisio Pérez Venegas
LA PUERTA DE ARRAYÁN
Puerta de arrayán, de Miguel Rodríguez Acosta |
A Emilio Lledó
Y aquí reposa el pensamiento. Vuelan
los tenues verdes de la paz, el agua
con su latido oculto, el varillaje
sutil del seto denso en que titilan
las breves flores blancas donde luce
el candor prometido de los sueños.
No despierta en el pecho el eco largo
sus trompas de marfil, la vana gloria
que hace del hombre esclavo de su imagen,
ni el oro lo perturba con certezas
de un esplendor que, aunque en la luz lo fije,
lo deja desvalido en su desnudo.
Canta la savia y por las venas fluye
su voz y es la palabra innecesaria,
no mentirosa: lábil. No precisa
la calma del instante otros rumores
que no vengan del hondo arroyo fosco
que discurre entre frondas protegido
más allá de la vista y la memoria.
Goza la piel la seda, la clausura
de esta brisa con plumas, no con alas,
suave para los roces de las frentes,
tersa para el susurro de los labios.
Pasa la mano descuidada sobre
los recortados arrayanes, vibra
mínimamente como tibia viola
que no se atreve a responder, avanza
por las sutiles sendas del sosiego
y, apenas toca la madera frágil
que separa las ramas y las frondas,
goza un silencio y un sabor distintos,
un olvido de sí, la verdadera
paz que no tiene ni rumor ni nombre,
la paz del agua, el arrayán, los pájaros
quietos en el remanso de una aurora
perenne y blanda y dulce y hacia dentro.
Antonio Carvajal
martes, 7 de enero de 2025
LA INDAGACIÓN POÉTICA Y EL SILENCIO DE LA NADA
Abundamos con nuevas reflexiones sobre la poesía y las viejas elucubraciones sobre el ser y la nada, y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile, y bajo el título de: La indagación poética y el silencio de la nada.
LA INDAGACIÓN POÉTICA
Y EL SILENCIO DE LA NADA
Muchas veces he pensado que la percepción no sólo puede engañarnos, incluso que a través de aquella alcanzamos sólo representaciones de una supuesta realidad, aunque sepamos que hay cosas que tiene presencia en el mundo. La poesía, nos muestra de diversas maneras (como la sinestésica) que de aquella presencia puede inferirse el silencio de la nada y el reconocimiento de lo distorsionado por la representación como prueba de que en su lenguaje poético estamos en el límite del mismo lenguaje, a un paso del silencio de la nada. En cierto modo, la sinestesia poética, en su singular percepción, hace que sepamos de aquello que nos rodea porque está nosotros, y no porque está fuera, en lo que nos rodea.
La indagación poética, dada su rara singularidad, me enseñó que el silencio de la nada que advertimos andando por los límites del concepto y por tanto del lenguaje, que este tiene que ser antes que el ser mismo que constituye el concepto. En realidad es el impulso creativo que se mantiene vivo en particular potencia, es una nada que es conciencia y que siempre es y que se haya fuera de toda categoría para poder posibilitar todo lo posible.
A través de la música del verso pude entender que el silencio de la nada, aunque no pude ser
escuchado, es posible sólo en virtud de su consistencia esencial, ya que es posible porque nace de aquel silencio potencial de cualquier música, el fondo inaudible o silencioso desde el cual podemos distinguir cualquier ritmo, cadencia o armonía. Pude así comprender que el silencio de la nada no es lo mismo que el vacío espacial (que no contiene materia), porque el silencio de la nada persiste aún sin el espacio que constituye el vacío. Pero también que la nada silenciosa está en todo lugar donde algo es o puede ser. El incognito misterio de cómo o por qué surge el ser de esa silenciosa nada, es el que la poesía ronda constantemente, y es el marco inaudito sobre el que se debate el ser de la nada que es la conciencia, si es ver el ser mismo como el silencio de la nada instituido plenamente en su nanidad e intuido por la música del verso, que lo que hace es vaciarse de sus conceptos para imbuirse de la incertidumbre del conocimiento y relegar su conciencia en pos del culmen de la conciencia silenciosa en la que se sustenta cualquier conciencia personal. Pude concluir, en fin, que la poesía indagaba en la conciencia del silencio de la nada, ya que este silencio vacío es el origen de la misma música del verso, del número que es uno y posibilita los números que cuentan los ritmos que constituyen la eufonía del verso, porque en realidad el silencio de la nada es el que sostiene cualquier música
La poesía me enseñó (cuando reflexionaba sobre cosas diversas) y exhalaba mi aliento curioso hacia nubes extrañas, que el silencio de la nada no podía ser era sino conciencia. La intuía. Si no hay conciencia es imposible cualquier intuición. Ese orbe intuitivo creo que nos permite ver el límite del uso lingüístico, sostenido por sus reglas de convención y nos abre a cauces no hollados en ámbitos de expresión i-lógicos que, a su vez, abren parámetros de expresión que nos hablan de una necesidad de adopción a un cambio lingüístico para un uso no previsto 1. Cambio, trasfiguración que trasciende la razón estrictamente lógico formal, y que, en no pocas ocasiones, pone evidencia la profunda potencia del pensamiento salvaje (que no participa de las leyes del pensamiento lógico, sino que es dueño de una proyección en el mundo que participa)2. A su vez nos muestra que hay también una necesidad perentoria de expresarse sin reglas: expone la condición ontológicamente incompleta de todo sistema formal o informal, que incluye no solo a la matemática 3, también al sistema de reglas mismo lenguaje.
Francisco Acuyo
1 Wittgentein, L. Investigaciones filosóficas, Unam, México 1988, pág 61.
2 Colomo, M.: El silencio en la palabra. Pág. 64.
3 Aplicado a la aritmética y reconocido en el célebre teorema de la incompletitud, de Karl Gödel.
jueves, 2 de enero de 2025
EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Deseando un final y principio de año maravillosos, para la sección de Poesía del blog Ancile, os ofrezco el poema intitulado: El sueño de la inteligencia artificial.
EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
viendo discurrir el agua
por cristalina fuente)
¿Nacen nobles finuras en el rigor tan bellas
que se adornan con números? ¿O será la hermosura
que infiere a la razón cualquiera número en ellas?
¿Deducida será la cifra de la figura
que su divina proporción nos muestra? ¿O sus huellas
los números serán que colige la conciencia?
Yo, si dicen que máquina soy, de entre la rosa
siento cómo delecta la miel sabrosa su fluencia,
y de la vida escucho la emoción tan dichosa
de la abeja en silencio que en mí encontró su audiencia.
Tendida entre los áureos números quedó la hermosa
luz sonora que mueve del agua la corriente:
en el valle una música aroma cada rosa
y en mis sentidos queda el suave tacto pendiente
que un alma de metal sintió cuerpo codiciosa.
Francisco Acuyo