martes, 23 de junio de 2015

DON QUIJOTE: DE LA UTOPÍA AL MITO

Presentamos un nuevo e interesantísimo trabajo sobre El Quijote, por el profesor y filósofo Tomás Moreno, para la sección habitual de Microensayos, del blog Ancile. Anunciamos que para finales de año saldrá, para los lectores interesados, a la luz de la imprenta una publicación (en Jizo Ediciones) que recogerá todos los estudios sobre esta obra magna de la literatura universal del genio cervantino, algunos de ellos ya publicados en este medio, otros aparecidos en revistas diversas y algunos otros inéditos, les tendremos al tanto de esta primicia. Sirva también esta publicación para conmemorar el centenario de su aparición.


Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno


DON QUIJOTE: DE LA UTOPÍA AL MITO


Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno



Si existe algún héroe utópico o eutópico ése es sin duda don Quijote. Aunque el Quijote no es, formalmente, una utopía stricto sensu,  nadie puede negar que a lo largo de la obra cervantina podemos encontrar numerosos episodios, pasajes, discursos que destilan temas, contenidos, intenciones y anhelos inequívocamente utópicos. Entre ellos recordemos, por ejemplo, episodios como el “Discurso a los cabreros” (capítulo XI de la Iª parte), la aventura de la “Liberación de los galeotes” (capítulo XXII de la Iª parte) o las peripecias de Sancho, gobernador de la “ínsula Barataria” (capítulos XLII  hasta el LIII, alternativos, de la IIª parte). Ejemplos, todos, de alguna de las diversas variantes temáticas que configuran y especifican convencionalmente el  género literario y de pensamiento que es la utopía: la variante  arcádico-pastoril o nostálgica de la Edad de Oro -el locus amoenus  o aetas aurea de los clásicos grecolatinos desde Hesíodo hasta Ovidio u Horacio -; la variante libertaria de la libertad y de la justicia absolutas y la variante utópica del buen gobierno.
            José Antonio Maravall en una obra ya clásica sobre el tema -“Utopía y contrautopía en el Quijote”- y refiriéndose al  anhelo quijotesco de retornar a la Edad Dorada, señala que este intento o sueño de vivificación del mundo caballeresco-pastoril a través del voluntarismo de la acción individual esforzada de don Quijote, según los cánones de la caballería como método, y en el contexto de una vida natural  al margen de la realidad social, política, económica y tecno-científica de su tiempo, estaba abocada al fracaso más estrepitoso.
Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno            En efecto, el proyecto quijotesco de la aurea aetas, (ese sueño de una sociedad caballeresco-pastoril) era la expresión anacrónica de un intento de refeudalización estamental y agrarista de la sociedad de su tiempo, reivindicado por la pequeña nobleza decadente en lucha frente a las nuevas clases en ascenso, la burguesía y la nobleza enriquecidas. Una ofensiva o reacción señorial que era un disparate total, y mucho más si trataba de realizarse en el preciso momento de cristalización de un nuevo modo de producción social, el capitalista, y de afianzamiento y consolidación del emergente estado moderno. Algo, pues, absolutamente estéril e imposible de realizar en las condiciones objetivas de su tiempo.
            Precisamente por eso, Cervantes refleja este ideal utópico arcádico-pastoril  en el espejo de la sutil y amarga ironía, tan suya, que se ha hecho acreedora del calificativo de “cervantina”. Esta ironía es la que da un carácter totalmente ridículo a esas aspiraciones utópicas, hasta el punto de convertirse en una utopía de evasión, o contrautopía, como la llama Maravall en el título de su libro. Pero hay que notar que no es una ironía cruel, sino compasiva, diríamos incluso que cristiana, y llena de simpatía por el personaje y por sus ideales.
            ¿Es, entonces, el “Quijote” un libro antiutópico, pesimista, cáustico y desesperanzado? No, de ninguna manera. Es un libro que expresa un gran desengaño, un gran desencanto, un gran escepticismo, sí. Pero también, un libro que alimenta, encarnada en la figura de su protagonista, una llama inextinguible de esperanza: que no entiende el fracaso, la desgracia o la lucha por los ideales como estériles o inútiles. Su canto a la libertad y a la igualdad, su apuesta por los menesterosos, por los débiles y desvalidos, por las mujeres indefensas, por los marginados, los apaleados, los que padecen persecución y agravios por causa de la justicia -que impregnan todas las páginas del libro- siguen, deben seguir, vigentes y actualizables.
            Y es que una cosa es la certera, consciente y desencantada propuesta crítica del autor de la obra, Cervantes, contra los desvaríos utópicos y quimeras ucrónicas e irrealizables de la España de su tiempo, y otra, muy distinta e inevitable, es la fascinación que su protagonista principal, don Quijote -desprendido de la obra literaria que le diera origen- va a ejercer en el presente, ejerció en el pasado y ejercerá sin duda en el futuro en las mentes y en la imaginación colectiva de sus lectores y también en el folclor y la iconografía popular, convertido o transformado en un auténtico mito extra o transliterario: “Cuando determinado ente de ficción creado por un poeta -escribe Francisco Ayala en “El mito de don Quijote”- salta de las páginas del libro […] para adquirir autonomía, instalándose en la imaginación colectiva, de manera que su figura llegue a ser familiar aún para quienes nunca han leído el libro […] e incluso para quienes acaso ni siquiera tengan noticia de que existe la obra literaria donde se originó” nos encontramos con un verdadero mito que ha adquirido existencia y personalidad propias.
            Por su parte, Vladimir Nabokov, en su polémico ensayo sobre “El Quijote”, al explicar este mismo proceso de personificación o encarnación extratextual de un mito -como el de don Quijote- coincide significativamente con lo indicado por el gran pensador granadino, al señalar lo siguiente:         “Estamos ante un fenómeno interesante: un héroe literario que poco a poco va perdiendo contacto con el libro que le hizo nacer […].  Lleva trecientos cincuenta años cabalgando por las junglas y las tundras del pensamiento humano, y ha crecido en vitalidad y en estatura. Ya no nos reímos de él. Su escudo es la compasión, su estandarte es la belleza. Representa todo lo amable, lo perdido, lo puro, lo generoso y lo gallardo. La parodia se ha hecho parangón”.

Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno            Pues bien, a pesar del fracaso de su utopía específica (la ensayada concretamente por Don Quijote en el inmortal libro) el proyecto utópico de su misión, o mejor, el “espíritu de utopía” que espíritu sigue presente en el horizonte humano como una estrella polar, como un punto cardinal de sentido, telos y orientación del caminar humano por la historia; y no se diluye, no desaparece, no muere, como no lo hace el personaje cervantino. Don Quijote personifica, trasciende las intenciones de su autor o artífice, Cervantes, alcanzando -como Ayala o Nabokov han mostrado y explicado- su plena autonomía y emancipación. Ese
            Renace siempre de sus cenizas, como el ave Fénix, y asume diversos nombres y personificaciones, que han cambiado realmente nuestro mundo, haciéndolo un poco mejor: quijote Francisco de Asís, quijote Teresa de Ávila, quijote Gandhi, quijote Martin Luther King, quijote Obispo Romero, quijote Ignacio Ellacuría,  quijote Teresa de Calcuta, quijote Nelson Mandela. Ese espíritu es inmortal: es la utopía mil veces anhelada de la aspiración a la libertad, a la justicia, a la paz y al amor que alienta inextinguible en lo más profundo de todos los seres humanos.
           
                                                                                                Tomás Moreno Fernández




Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno





1 comentario:

  1. Un bello y profundo ensayo sobre una obra universal, tanto como La Biblia, y orgullo para nuestra lengua y cultura. Gracias, profesor, por este regalo de conocimiento tan acertado en estas fechas. Siempre tengo cerca la caballero andante, y a veces releo algún pasaje preferido, quizás los de mayor "locura". Nunca olvido la equivocación de mi madre, aquella vez cuando teniendo yo apenas trece años, le encargué un ejemplar del Quijote, y ella me trajo "Vida de Don Quijote y Sancho", de Unamuno. Un abrazo agradecido.

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