lunes, 2 de julio de 2018

MARIE DE GOURNAY: ADALID DE LA QUERELLE DES FEMMES EN EL SIGLO XVII


 Bajo el título: Marie de Gournay: Adalid de la querelle des Femmes en el siglo XVII, ofrecemos un nuevo trabajo del profesor y filósofo Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile.




Marie de Gournay: Adalid de la querelle des Femmes en el siglo XVII, Tomás Moreno


MARIE DE GOURNAY: 

ADALID DE LA QUERELLE DES FEMMES EN EL SIGLO XVII



Marie de Gournay: Adalid de la querelle des Femmes en el siglo XVII, Tomás Moreno
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En la Europa del Mediterráneo, de mayoría católica, la Contrarreforma no apostará precisamente por la instrucción y educación igualitaria de las mujeres en paridad con la impartida a los varones. Lo que se propugna en ella es una especie de adoctrinamiento de las mujeres para su edificación moral y espiritual, el cuidado de los hijos y de la familia, basado en libros de formación cristiana como los escritos por Juan Luis Vives en 1524, De institutione feminae christianae, unos veinte años antes de Trento, y por Fray Luis de León, La perfecta casada, en 1583, veinte después[1]. Michelle Perrot nos muestra, por su parte, cómo en el siglo XVII las cosas relativas a la educación de las niñas y jóvenes, y del acceso de la mujer a la cultura en general, van cambiando en Francia. Es la época de los salones parisinos; la marquesa de Rambouillet hizo de su famoso “salón azul” un lugar de refinamiento de las costumbres y del lenguaje, punto de apoyo de las Preciosas que reivindican la escritura y el hablar florido del que se burla Moliere (1622-1673) en Las Preciosas ridículas de 1659[2] y en Las mujeres sabias (1572).
Marie de Gournay: Adalid de la querelle des Femmes en el siglo XVII, Tomás Moreno            Exponente máximo de ese cambio es, sin duda alguna, Marie de Gournay (1565-1645)[3], amiga íntima y editora de Miguel de Montaigne[4], comprometida en “la querella de las mujeres”, precedente y sustrato de un pre-feminismo innovador, que reivindicó con admirable determinación la igualdad y el derecho a la educación de las mujeres[5], continuando así la obra iniciada a principios del XV por una mujer tan valiente y lúcida como Christine de Pizan, y la de las españolas Teresa de Cartagena (autora de “Arboleda de los enfermos”) e Isabel de Villena (autora de “Vita Christi”), del mismo siglo, que también nos dejaron sus testimonios a favor de la educación femenina, se rebelaron contra su supuesta inferioridad y dejaron muy claro que la educación era un soporte necesario para el progreso de las mujeres.
            Fijémonos solamente en el texto, que reproducimos a continuación, del inicio de la obra de Marie de Gournay Agravio de damas (1626), para comprobar cómo el espíritu crítico y reivindicativo de su compatriota del XV, Christine de Pizan, se mantuvo vivo y desafiante frente a la arrogancia masculina, más de dos siglos después del escrito de aquella:      

Feliz tú, lector, si no perteneces a ese sexo al que se niegan todos los bienes al privarle de libertad, de la misma manera que se le niegan también las virtudes, apartándolo de los cargos, los oficios y funciones públicas, en una palabra excluyéndolo del poder en cuya moderación se forman la mayor parte de las virtudes; para concederle como única felicidad, como virtudes soberanas y únicas, la ignorancia, la servidumbre y la facultad de hacer el tonto si este juego le place. Feliz también el que puede ser sabio sin crimen: tu condición de hombre te concede, por la misma razón que se les priva a las mujeres, cualquier acción de alto destino, cualquier juicio sublime y cualquier discurso de exquisita especulación[6].

            Apenas cincuenta años separan a Marie de Gournay de un filósofo, compatriota suyo, tan relevante en el tema que nos ocupa como François Poullain de la Barre, autor del libro De la igualdad de los sexos, discurso físico y moral sobre la importancia de defenderse de los prejuicios (1673)[7] en donde se atrevió a afirmar sin ambages, en el último tercio del siglo XVII, la igualdad de los sexos y la identidad de aptitudes intelectuales de ambos, siguiendo los pasos de su maestro Descartes, para quien “el espíritu no tiene sexo”. Y en su tratado en forma dialogada, De la educación de las damas para la formación del espíritu en las ciencias y en las costumbres[8],  editado en París en 1674, uno de sus personajes, Sofía, se preguntará si el espíritu humano, considerado en sí mismo, es universal y capaz de toda suerte de conocimientos, para responder afirmativamente, y postular la reivindicación de la igualdad de derechos para la mujer, así como la necesidad de impulsar la fundación de centros de educación femenina. Su propuesta pedagógica sienta las bases para una posible programación educativa igualitaria y universal para ambos sexos sin distinción[9]. (Cont.)


TOMAS MORENO



[1] Así describe el fraile poeta el ideal doméstico, modesto y sumiso de la mujer cristiana  “Su andar ha de ser en su casa y […] ha de estar presente siempre en todos los rincones della. […]  Sus pies son para rodear sus rincones no para rodear los campos y las calles” (La Perfecta casada).
[2] Sobre “la querelle des femmes” vid. Oliva Blanco Corujo, “La querelle feminista en el siglo XVII”, en Celia Amorós (ed.), Actas del Seminario permanente “Feminismo e Ilustración”, 1989-1992, Madrid, Universidad Complutense, pp. 73-84.
[3] Marie de Gournay (1565-1645)  participó en la querella de las mujeres con obras como Igualdad de hombres y mujeres) (1622) y su Agravio de damas (1626). Reflexionó sobre los mismos aspectos que Christine de Pizan. Vivió en París, era de origen noble y dedicó su vida al estudio, lectura y escritura. Amiga y admiradora de Montaigne, editó y prologó numerosas versiones de los Ensayos. Vid. Montaigne, Ensayos completos, tres tomos, traducción de Juan G. de Luaces, Orbis, Barcelona, 1984.  
[4] En el fragmento final de su ensayo “De la Presunción” el autor de los Essais escribe: “Con placer he publicado en varios lugares la esperanza que tengo en Marie de Gournay le Jars, mi hija de alianza, y por la que siento ciertamente un afecto mucho más que paternal, y a la que guardo en mi retiro y soledad como una de las mejores partes de  mi propio ser. No me queda más que ella en el mundo […] El juicio que hizo de los primeros Ensayos siendo mujer y de este siglo, y tan joven y tan sola en su región, y la famosa vehemencia con la que me amó y deseó largo tiempo por la sola estima que me profesó antes de haberme visto son un hecho muy digno de consideración”.
[5] En ese empeño, y en la misma línea de Marie de Gournay, merece citarse también la obra de la alemana, afincada en Holanda, Anna María Von Schurmann, que llegó a obtener el grado universitario de doctora y que escribió: De capacítate ingenii mulieris ad sciencias (1638), en la que trata de demostrar que las mujeres tienen las mismas capacidades que los varones para dedicarse al estudio de las distintas ciencias y a desempeñar oficios y empleos similares a los de ellos.
[6] Marie de Gournay, Escritos sobre la igualdad y en defensa de las mujeres, edición de Monserrat Cabré i Pairet y Esther Rubio Herráez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2014. Incluye, ente otros escritos, I. Igualdad de los hombres y las mujeres y II. Agravio de damas.  Sobre su pensamiento véase Mercé Otero. “Christine de Pizan y Marie de Gournay. Las mujeres excelentes y la excelencia de las mujeres”, en R. M. Rodríguez Magda, Mujeres en la historia del pensamiento, Barcelona, Anthropos, 1997.
[7] Poulain de la Barre, De l’egalité des deux sexes, op. cit.
[8] Poulain de la Barre, De la educación de las damas para la formación del espíritu en las ciencias y en las costumbres. Introducción,  traducción y notas de Ana Amorós, Cátedra, Madrid, 1993. Véase la “Presentación” de Celia Amorós.  
[9]Sorprende la defensa que hace Marie de Gournay de la igualdad femenina así como su explícita reivindicación de educación para las mujeres con la actitud de su mentor  y amigo, Michel de Montaigne, para quien la “mucha ciencia” y educación “es arma peligrosa que entorpece y perjudica a su dueño cuando está en mano débil e ignorante de su uso. […] Puede que sea este el motivo por el que ni nosotros ni la teología exijamos mucha ciencia a las mujeres”, recordando seguidamente las palabras del duque de Bretaña cuando al ser preguntado si deseaba casarse con una mujer como Isabel, infanta de Escocia, joven sencilla y sin apenas instrucción alguna, respondió que prefería una mujer sencilla y sin letras a una cultivada y “que una mujer era bastante sabia cuando sabía distinguir la camisa del jubón de su marido” (“Del magisterio”). En otro “ensayo” (“Del amor de los padres por los hijos”) escribe: “Pues no teniendo bastante capacidad de juicio para escoger y abrazar aquello que lo merece, [las mujeres] déjanse llevar de buen grado sólo por las impresiones de la naturaleza, como los animales que sólo conocen a sus crías mientras las amamantan”.  





Marie de Gournay: Adalid de la querelle des Femmes en el siglo XVII, Tomás Moreno

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