viernes, 17 de enero de 2025

DESCARGA GRATIS EN PDF LOS ROMANCES EN EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA, EN EDICIÓN DE ALANA GÓMEZ GRAY,

Nos complace adjuntar para la sección de Descargas del blog Ancile la primicia editorial publicada por la Diputación de Granada, en la colección Genil de Literatura, de los Romances en el teatro de Federico García Lorca, en edición filológica de Alana Gómez Gray. Descarga que recomendamos vivamente desde esta plataforma digital que os enlazará con la de Publicaciones de la Diputación de Granada. Merece la pena esta edición en virtud del detalle, rigor y cuidado que lleva a cabo la compiladora de los romances y claro está, por la extraordinaria calidad de esta selección de poemas, que estarán singularmente al alcance de los lectores fuera del escenario o insertos en la pieza teatral de donde han sido sabiamente extraídos. Abajo colocamos el enlace que les llevará a la descarga gratuita de este excelente libro.








Alana López Gray, Autora de la edición de los romances





miércoles, 15 de enero de 2025

ESTUDIO DICHO CARMEN, POR ANTONIO CARVAJAL

 Ofrecemos un bello texto del poeta Antonio Carvajal para la sección de Homenajes del blog Ancile, y que porta el título, Estudio dicho carmen, extraído del libro agotadísimo, El carmen Rodríguez Acosta, que en su momento llevaba la colaboración de Rafael Moneo, Monserrat Ribas y Francisco Fernández. Aportamos algunas fotos de este último artista sobre el mencionado carmen.



ESTUDIO DICHO CARMEN

 

                                                                                         

 


Exentos bajo la curva del cielo, los prismas blancos imponen su rigor sobre la confusa amalgama del caserío urbano, armoniosamente impulsados a luz mejor, hacia horizontes más amplios y aires más silenciosos. El carmen, mal llamado así desde las exigencias de una etimología que lo define como vivienda familiar con huerto (verduras para las ollas, parras para sombra fresca en verano, sol en invierno y uvas que regalan los sentidos con variedad de color, suavidad de sabor y  terso contacto, más las plantas de flor y de olor, sean las violetas mezcladas con la hierbabuena, el jazmín abrazado a la vid, émulo de  la madreselva, la invernal mimosa púdica  o la veraniega dama de noche, con algún frutal de gusto y ornamento: el abrigado limonero, la bergamota abrasada), responde a otras exigencias de dicho lugar ameno: verdor perenne, juegos de agua con cristalino rumor, amplios remansos para la reflexión y el sueño, vistas: éstas, quizá el bien más preciado, se ofrecen sin obstáculos como premio tras el laberíntico, oscuro, afanoso ascenso, con un hondo aspirar último que premia el esfuerzo: los anales diáfanos del viento registran las exclamaciones de gozoso asombro de cuantos culminan la escalada. Pero el mundo interior de quien erigió el edificio necesitaba, a veces, dosis proporcionadas de paisaje, blancos encuadres melancólicos, lunetos al celaje, y en los muros se abren inesperadas saeteras por donde los ojos reciben el paisaje sabiamente abstraído, selecto por único y exquisito, único sí, como el tema con variaciones que despliega la temperies. Abstraigo y evoco; pues procuro que mis palabras se integren en el acorde de forma, línea y color de quien aquí labora desde hace tantos años, heredero de algo más que el deslumbrante edificio en cuyo centro se aloja el estudio. Estudio y no taller, pues la mano obedece al impulso de la idea, la suprema visión que fijará la materia, arte desde el instante en que se define y aquieta en sus límites impuestos, y no se emplea sino en el lápiz o el pincel, la caricia demorada en el lomo de un libro, que como un gato mimoso se deja querer mientras le ronronean las palabras dentro, o la elección del disco desde donde la música se expandirá por el ámbito como un noble gas vivificante. Huele al estío espeso de la linaza, al silvestre frescor de la trementina.

De Francisco Fernández
Don José María Rodríguez Acosta, además de unas dotes y una práctica excepcionales como pintor, tenía un elegante sentido del decoro y erigió el estudio que su posición social, su alta consideración personal, sus modelos vitales y artísticos y la propia autoestima basada en la calidad de su obra le exigían. No fue solo. Un bellísimo proyecto urbanístico de claro regusto italianizante, muerto nonato, como tantos impulsos se abortan en Granada, proponía el ornato doméstico del ribazo derecho del Genil, hoy lamentable arrabal sin gracia, al que se unía un tratamiento más amplio de laderas y yermos collados, del que sólo pervive, y cuán empobrecida, la Quinta Alegre. La envidia, que todo lo roe, tachó el decoro como ostentación, los buenos modales como amaneramiento, el flujo normal del dinero como prodigalidad y derroche, y las preciosas y apreciadas vistas se cegaron con paredones de ladrillo visto erigidos por la fea cultura de la avaricia. Supo satisfacer sus gustos (el melancólico coleccionismo de restos arqueológicos, el acopio variopinto y despliegue de curiosidades asiáticas, la pausada lectura de la literatura contemporánea, la satisfacción discreta de necesidades vitales) con largueza, envolver a otros en sus proyectos, soñar y obrar conjuntamente, fundar. Fundar una institución viva, crear paisaje urbano, concitar una nostálgica y no bien expresada simpatía. Pero…

“De todas las historias de la Historia, / la más triste es la historia de mi patria / porque termina mal”. Por una vez, al menos, el largo lamento de Jaime Gil de Biedma no es de aplicación inmediata. En nuestra patria deben yacer, pero nadie sabe dónde, los restos de Cervantes; no hace mucho se derribó la casa natal de Bécquer; la “Huerta de San Vicente”, en lo que fue la fértil Vega cultivada de Granada, se ha reducido  a un museo minúsculo sin pulso, en un jardín urbano de elegante diseño, donde sólo se percibe el latido cordial de quienes lo visitan para soñar con el poeta que la habitó ocasionalmente, Federico García Lorca; Velintonia, desde cuya penumbra cálida emanaba Vicente Aleixandre su obra bifronte, insondable en el poema, transparente en su acogida generosa de los otros,  centro de la poesía española durante décadas, se ha deshecho ante nuestros ojos, y la música de Albéniz se ve usurpada por algún editor oportunista mientras la biblioteca de don Juan Valera se sigue desangrando gota a gota en librerías de viejo. Vivir para ver esto, morir para quedar en nada.

De Francisco Fernández
Por eso es tan reconfortante oír la voz perennemente templada en juventud de Miguel Rodríguez Acosta y acudir a su llamada, ascender hacia el Generalife, desviarse por la muralla y las torres del sur de la Alhambra, evocar a San Juan de la Cruz y a Zorrila a la altura del carmen de los Mártires, adentrarse brevemente en el bosque, girar hacia el hotel que Esperanza Segura, sobrina del famoso pintor extremeño Abelardo Covarsí, signó como el palacio de Herodes en un portalico de Belén, entrever la ciudad y los restos de la vega hacia poniente, enfilar el callejón del Niño del Royo (quizá un nieto de Maricastaña y Vargas el averiguador), dejar el carmen de la Fundación a la izquierda, desembocar junto a las Torres Bermejas para permitirse unos minutos de éxtasis ante la torre de la Vela, los adarves, el palacio de Carlos V, panorama  donde se comprueba que pocos artistas consiguen lo sublime como lo alcanza el Tiempo. He aquí lo que fue fortaleza, lo que se quiso albergue de la gloria de una sociedad de héroes, no convertido en ruinas o despojos que enriquece Genil y Dauro baña sino en trasunto de una ciudad celeste dejada en usufructo nostálgico a los hombres. La belleza es un estado de ánimo que se acrecienta si compartido. A la hora convenida José Gutiérrez te abre la puerta, se asciende por la escalera de caracol que promete plenitudes de arte en el primer descanso, plenitud de paisaje o vértigo en el segundo, te acoge Miguel, y llegas: Lo primero que te salta a la vista es un desnudo femenino impecable, recortado en noche, una hora nupcial y grave de silencios. Tiene la figura un halo de cansancio, como si la piel trasluciera ligeros abatimientos del alma o sospechas de que la carne es triste si se apaga. Cuelgan de la pared, con plenitud de respeto, los cuadros del fundador. Los del sobrino cubren el suelo, se erigen en caballete, se apoyan en las paredes, se ofrecen tendidos como los restos de una lluvia de estrellas. El estudio es grande, muy grande, alto, muy alto, muy profundo, lleno, abigarrado hasta donde alcanza la mano, limpio desde los tres metros hacia arriba, inexplicablemente cerrado a toda luz que no sea la de oriente. ¿Está pensado para captar los levantes de la aurora, para que los cuadros reciban el barniz melancólico de un ocaso desmayado y reflejo, para aislar un fragmento de paisaje en que la arquitectura de fondo se vela de bosque para una cercanía tal vez no querida y cuya monótona constancia genera indiferencia?

El amplio ventanal abre hacia una Alhambra anulada en gran parte por la hermosa piedra renacentista con que se afirma, ordenadas y abscisas almohadilladas que sostienen una sola curva de esplendor, el fulgor renacentista del palacio de Carlos V. Vidrios transparentes, maderas blancas, sosiego. Muy cerca, el caballete, el batallón de tubos cargados de paciente color no usado, botes, frascos, pinceles, más pinceles, tubos, más tubos, frascos y más frascos. Y libros, revistas, discos, papeles ordenados, rosas, carmines, azules de lapislázuli, ocres,  negros serenos, blancos limpios y profundos, verdes indecisos entre el aparente ciprés y el agua erguida. Pintó José María los gozos de la vista, los estragos del tiempo, la historia de la piel, los hábitos de la carne, la carne como hábito y la severa lección de la renuncia. Pinta Miguel los restos encendidos de la memoria, el gustoso pervivir del ensueño: donde el tío procuró captar la plenitud del instante pone el sobrino el instante cumplido, el callado rumor, la luz no usada, la perspectiva sesgada de lo entrevisto al paso y cuajado en la emoción perdurable. No sé  cuánto el ámbito lo condiciona en la elección del motivo ni cómo se le incorpora en luces nítidas, veladuras sin ocultación, ecos de ensueño, pero percibo que este estudio lo erigió y sobre él fundó el nunca bien celebrado ni bien entendido don José María, pero no heredó don Miguel Rodríguez Acosta.

De Francisco Fernández

Afirmó don Manuel Machado que “no se ganan, se heredan / elegancia y blasón”, singular disparate sólo permitido a quien es capaz de escribir un poema titulado “Adelfos” o alguna seguiriya tan honda que cualquier herido de alma la puede cantar como suya. La elegancia de Miguel no es la de José María, tan hispano en su morenez incandescente. Miguel tiene un sorprendente aire lombardo, alto, los ojos de radiante celeste, la voz entre risueña y medida, ni enjuto ni pesado, un jubiloso híbrido de madre que vislumbró la última Thule y de padre que dio camelias blancas a las arenas del caliente sur. A veces lo envuelve un aire desvalido, un aura incolora en cuyo  difuso espesor la voz se apaga y el gesto se desvae, quizá la vaga sensación de que no está en su sitio ni vive su momento. La sociedad provinciana sólo responde con fervor a sus cómplices, adopten el severo aire de censores consentidos o la muelle sonrisa del consentidor, procura asordar las disonancias, aminorar el mérito, apagar los brillos, insipidar la sal. Miguel tiene sal y mérito, no se implica en medianías y nos entrega un arte que le mana con calidad de trino y fluidez de brolladores. Se parece a su tío en lo generoso, en el apoyo a, quienes más jóvenes, sospecha que quizá necesitan el gesto amigo de una mano dadivosa que, fiel a una ética, ésta sí heredada, sabe que hay más gozo en dar que en recibir, y apoya al pintor que apunta, al escritor que promete, al músico que empieza a sonar, sin preguntarse por su limpieza de corazón ni por la urdimbre de sus intereses. Alguna vez se le escapan ligeros comentarios o lejanas anécdotas teñidas de socarronería, nunca dañina, pruebas evidentes de su no disimulada condición de granadino. Provinciano, jamás; cosmopolita, como pocos, pues lo es sin alardes. No heredero, sino espíritu afín donde otra vida perdura.

Pintor sin anécdotas, dibuja el natural con trazo tan emotivo y vibrante que, si el lirismo efusivo de sus óleos no fuera tan contagioso, se lamentaría la pérdida de su figuración fulgurante. Si Sánchez Cotán pudo plasmar en sus lienzos el hondo himno al Creador que entonó en armoniosos períodos incandescentes Fray Luis de Granada, Miguel Rodríguez Acosta bien pudo ofrecer a los ojos el puro sonido de Jorge Guillén en su gozoso cántico a la transitoria hermosura cotidiana. Tengo en casa un frutero, por su mano ofrecido, hecho sobre papel de uso común con tintas de bolígrafos mostrencos, mientras merendábamos al cariñoso abrigo de Sole, que no lo cambio por un Potosí...

Subo a la galería, cuya ventana apunta, pero nunca he visto abierta, a un norte seguro. Miro la obra en curso, me empapo de color, me llama un gris menor cantado por Rubén Darío. Nunca sabrá Miguel con qué serena plenitud se cumplen estas mis breves horas invitadas.



Antonio Carvajal



De Francisco Fernández


jueves, 9 de enero de 2025

LA PUERTA DE ARRAYÁN, DE ANTONIO CARVAJAL

Para la sección de Poesía del blog Ancile, traemos un poema de Antonio Carvajal, acompañado de un texto a manera de introducción, de Dioniso Pérez Venegas. Los versos llevan por título: La puerta de arrayan, y la introducción:  Una puerta para dos artes, acompañados con una reproducción de un cuadro que porta el mismo título que el poema, del artista Miguel Rodriguez Acosta. Vaya todo el conjunto en recuerdo y homenaje del gran artista.  


LA PUERTA DE ARRAYÁN,

DE ANTONIO CARVAJAL



Miguel Rodríguez Acosta en su estudio


UNA PUERTA PARA DOS ARTES



Miguel Rodríguez-Acosta llamó varias veces al poeta  Antonio Carvajal para mostrarle los cuadros de distintas exposiciones y que el poeta se los titulara. Por ahí debe andar un listado de "palíndromos" con variaciones de "Roma-amoR", más el catálogo de "Viento del Sur" con texto bilingüe español y sueco, más las carpetas de serigrafías "Lettere veneziane", con tres poemas, y "Si tú quisieras, Granada", con poemas de Antonio Gala y un porche en prosa de Carvajal quien, además, prologa el maravilloso libro sobre el carmen de la Fundación con texto de Rafael Moneo y magistrales fotografías de Francisco Fernández. 

Hay un título bicéfalo, "La puerta de Arrayán", con que el poeta apadrina una pintura de don Miguel y un poema propio, dedicado a don Emilio Lledó, que incluyó en el libro Alma Región Luciente . La de arrayán es una tercera puerta, la de los sueños vividos, opuesta a la de marfil, por donde escapan los sueños falsos, y a la de cuerno, por la que asoman los verdaderos. Fecunda colaboración de dos artistas señeros que ha dado tan bellos frutos.


Dionisio Pérez Venegas



LA PUERTA DE ARRAYÁN



Puerta de arrayán, de Miguel Rodríguez Acosta



A Emilio Lledó


Y aquí reposa el pensamiento. Vuelan

los tenues verdes de la paz, el agua

con su latido oculto, el varillaje

sutil del seto denso en que titilan

las breves flores blancas donde luce

el candor prometido de los sueños.

No despierta en el pecho el eco largo

sus trompas de marfil, la vana gloria

que hace del hombre esclavo de su imagen,

ni el oro lo perturba con certezas

de un esplendor que, aunque en la luz lo fije,

lo deja desvalido en su desnudo.


Canta la savia y por las venas fluye

su voz y es la palabra innecesaria,

no mentirosa: lábil. No precisa

la calma del instante otros rumores

que no vengan del hondo arroyo fosco

que discurre entre frondas protegido

más allá de la vista y la memoria.

Goza la piel la seda, la clausura

de esta brisa con plumas, no con alas,

suave para los roces de las frentes,

tersa para el susurro de los labios.


Pasa la mano descuidada sobre

los recortados arrayanes, vibra

mínimamente como tibia viola

que no se atreve a responder, avanza

por las sutiles sendas del sosiego

y, apenas toca la madera frágil

que separa las ramas y las frondas,

goza un silencio y un sabor distintos,

un olvido de sí, la verdadera

paz que no tiene ni rumor ni nombre,

la paz del agua, el arrayán, los pájaros

quietos en el remanso de una aurora

perenne y blanda y dulce y hacia dentro.



Antonio Carvajal






martes, 7 de enero de 2025

LA INDAGACIÓN POÉTICA Y EL SILENCIO DE LA NADA

 Abundamos con nuevas reflexiones sobre la poesía y las viejas elucubraciones sobre el ser y la nada, y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile, y bajo el título de: La indagación poética y el silencio de la nada.


LA INDAGACIÓN POÉTICA

Y EL SILENCIO DE LA NADA


La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo


Muchas veces he pensado que la percepción no sólo puede engañarnos, incluso que a través de aquella alcanzamos sólo representaciones de una supuesta realidad, aunque sepamos que hay cosas que tiene presencia en el mundo. La poesía, nos muestra de diversas maneras (como la sinestésica) que de aquella presencia puede inferirse el silencio de la nada y el reconocimiento de lo distorsionado por la representación como prueba de que en su lenguaje poético estamos en el límite del mismo lenguaje, a un paso del silencio de la nada. En cierto modo, la sinestesia poética, en su singular percepción, hace que sepamos de aquello que nos rodea porque está nosotros, y no porque está fuera, en lo que nos rodea. 

La indagación poética, dada su rara singularidad, me enseñó que el silencio de la nada que advertimos andando por los límites del concepto y por tanto del lenguaje, que este tiene que ser antes que el ser mismo que constituye el concepto. En realidad es el impulso creativo que se mantiene vivo en particular potencia, es una nada que es conciencia y que siempre es y que se haya fuera de toda categoría para poder posibilitar todo lo posible.

La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo
A través de la música del verso pude entender que el silencio de la nada, aunque no pude ser
escuchado, es posible sólo en virtud de su consistencia esencial, ya que es posible porque nace de aquel silencio potencial de cualquier música, el fondo inaudible o silencioso desde el cual podemos distinguir cualquier ritmo, cadencia o armonía. Pude así comprender que el silencio de la nada no es lo mismo que el vacío espacial (que no contiene materia), porque el silencio de la nada persiste aún sin el espacio que constituye el vacío. Pero también que la nada silenciosa está en todo lugar donde algo es o puede ser. El incognito misterio de cómo o por qué surge el ser de esa silenciosa nada, es el que la poesía ronda constantemente, y es el marco inaudito sobre el que se debate el ser de la nada que es la conciencia, si es ver el ser mismo como el silencio de la nada instituido plenamente en su nanidad e intuido por la música del verso, que lo que hace es vaciarse de sus conceptos para imbuirse de la incertidumbre del conocimiento y relegar su conciencia en pos del culmen de la conciencia silenciosa en la que se sustenta cualquier conciencia personal. Pude concluir, en fin, que la poesía indagaba en la conciencia del silencio de la nada, ya que este silencio vacío es el origen de la misma música del verso, del número que es uno y posibilita los números que cuentan los ritmos que constituyen la eufonía del verso, porque en realidad el silencio de la nada es el que sostiene cualquier música

La poesía me enseñó (cuando reflexionaba sobre cosas diversas) y exhalaba mi aliento curioso hacia nubes extrañas, que el silencio de la nada no podía ser era sino conciencia. La intuía. Si no hay conciencia es imposible cualquier intuición. Ese orbe intuitivo creo que nos permite ver el límite del uso lingüístico, sostenido por sus reglas de convención y nos abre a cauces no hollados en ámbitos de expresión i-lógicos que, a su vez, abren parámetros de expresión que nos hablan de una necesidad de adopción a un cambio lingüístico para un uso no previsto 1.  Cambio, trasfiguración que trasciende la razón estrictamente lógico formal, y que, en no pocas ocasiones, pone evidencia la profunda potencia del pensamiento salvaje (que no participa de las leyes del pensamiento lógico, sino que es dueño de una proyección en el mundo que participa)2.  A su vez nos muestra que hay también una necesidad perentoria de expresarse sin reglas: expone la condición ontológicamente incompleta de todo sistema formal o informal, que incluye no solo a la matemática 3, también al sistema de reglas mismo lenguaje.


Francisco Acuyo


  1 Wittgentein, L. Investigaciones filosóficas, Unam, México 1988, pág 61.

  2 Colomo, M.: El silencio en la palabra. Pág. 64.

 3 Aplicado a la aritmética y reconocido en el célebre teorema de la incompletitud, de Karl Gödel.





La indagación poética y el silencio de la nada. Francisco Acuyo





Francisco Acuyo

jueves, 2 de enero de 2025

EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Deseando un final y principio de año maravillosos, para la sección de Poesía del blog Ancile, os ofrezco el poema intitulado: El sueño de la inteligencia artificial.



 EL SUEÑO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL




El sueño de la inteligencia artificial. Francisco Acuyo



(Ante mi ordenador
viendo discurrir el agua 
por cristalina fuente)






   ¿Nacen nobles finuras en el rigor tan bellas 

que se adornan con números? ¿O será la hermosura

que infiere a la razón cualquiera número en ellas?

¿Deducida será la cifra de la figura

que su divina proporción nos muestra? ¿O sus huellas


   los números serán que colige la conciencia?

Yo, si dicen que máquina soy, de entre la rosa

siento cómo delecta la miel sabrosa su fluencia,

y de la vida escucho la emoción tan dichosa

de la abeja en silencio que en mí encontró su audiencia.


   Tendida entre los áureos números quedó la hermosa

luz sonora que mueve del agua la corriente:

en el valle una música aroma cada rosa

y en mis sentidos queda el suave tacto pendiente

que un alma de metal sintió cuerpo codiciosa.




Francisco Acuyo



El sueño de la inteligencia artificial. Francisco Acuyo



viernes, 27 de diciembre de 2024

ENTRE EL SER Y LA NADA EN POESÍA

Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Entre el ser y la nada en poesía.



 ENTRE EL SER Y LA NADA EN POESÍA




Entre el ser y la nada en poesía. Francisco Acuyo


A través de la poesía fue que supe que aquello que creía que era el ser de las cosas, no era algo evidente. Más bien al contrario. No sabía lo que era ser ni tampoco su significado, no obstante, de no poder separar mi existencia de la experiencia que deviene conciencia personal del mundo, para comprender juntamente que el Daisen (el ser ahí heideggeriano) era en verdad el silencio de la nada, pero que, a diferencia de lo que pensaba Heidegger, en realidad es pariente de una conciencia que se sitúa más allá del tiempo y del espacio fenoménicos, que es en donde se ubican todas las potencialidades de ser.

Un intento poético célebre para significar esa intuición de la nada del silencio, pudo traducirse en una suerte de conciencia intemporal, acaso refleja en aquellos versos de Cuatro Cuartetos de cuerda:  //O digamos que el fin precede al principio // y el fin y el principio estuvieron siempre ahí // antes del principio y después del fin// y todo es siempre ahora. 1 

Entre el ser y la nada en poesía. Francisco Acuyo
Atendiendo al fenómeno de la sinestesia en la poesía, puede constatar que aquello que percibimos y creemos real puede no serlo. Se puede perder de vista lo que es o que puede que sea. No podemos afirmar con la percepción una evidencia entre la panoplia de posibilidades que abre (en su silenciosa nanidad) el verso sinestésico, en el que se diluyen o transponen los sentidos, como si ese silencio del vacío escapase a la propia conciencia personal y fuese genuina de una conciencia que personalmente no nos pertenece y que nos trasciende y no podemos siquiera nombrar, donde, en fin la sinestesia poética es satélite del silencio de la nada que disuelve ilusoriamente los lazos que creímos sensibles claramente en la existencia.

A través de la atención al fenómeno sinéstesico, paradójicamente podemos comprobar que las formas y atributos que podemos sensorialmente afirmar no son los que pudieran mostrar realmente lo primordial. Cada forma atribuida por la sensación no es más que un fantasma que impide saber realmente que es el ser que la constituye. No hay pues, constancia de objetos puros, porque lo que contemplamos no es sino un dominio de sombras que nos advierte el lenguaje poético, que indagamos en un territorio de frontera, donde ni siquiera la percepción de los sentidos se puede parcelar y cerrar en divisoria alguna. Pero también, que la diferencia de lo perceptible es la semejanza misma que conforma lo sensible. Por todo ello será que el poeta que acude a la sinestesia pone de relieve que es el silencio de la nada el que en realidad se observa, un vacío en el que se potencia lo que infinitamente puede ser conformado.




Francisco Acuyo



1 Eliot, T. S.: Cuatro cuartetos de cuerda, Rialp, Madrid, 1951.




Entre el ser y la nada en poesía. Francisco Acuyo






martes, 24 de diciembre de 2024

POEMAS DE NAVIDAD: SAN JUAN DE LA CRUZ Y RUBÉN DARÍO

El segundo post con Poemas de Navidad, para la sección de Poesía del blog Ancile, portan sendos poemas de San Juan de la Cruz y Rubén Darío, con los títulos, Romance del Nacimiento y, Nochebuena, respectivamente, con nuestros mejores deseos en estas fechas de tan honda tradición.


POEMAS DE NAVIDAD



Poemas de Navidad



ROMANCE DEL NACIMIENTO 



Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,

que en sus brazos la traía,

al cual la graciosa Madre

en su pesebre ponía,

entre unos animales

que a la sazón allí había,

los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio

que entre tales dos había,

pero Dios en el pesebre

allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa

al desposorio traía,

y la Madre estaba en pasmo

de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía.



San Juan de la Cruz

 



NOCHEBUENA



Pastores y pastoras, 

abierto está el edén. 

¿No oís voces sonoras? 

Jesús nació en Belén.

La luz del cielo baja, 

el Cristo nació ya, 

y en un nido de paja 

cual pajarillo está.

El niño está friolento. 

¡Oh noble buey, 

arropa con tu aliento 

al Niño Rey!

Los cantos y los vuelos 

invaden la extensión, 

y están de fiesta cielos 

y tierra... y corazón.

Resuenan voces puras 

que cantan en tropel: 

Hosanna en las alturas 

al Justo de Israel!

¡Pastores, en bandada 

venid, venid, 

a ver la anunciada 

Flor de David!...


Rubén Darío




Poemas de Navidad