En el acto intervendrán el editor, Juan José Martín Ramos, que acude a Granada para la ocasión; el catedrático de la Universidad de Granada, Antonio Sánchez Trigueros; y el propio autor del libro, Francisco Acuyo.
EL MAL, AROMA DE LA
NADA.
(EL PROBLEMA DEL MAL EN EL MUNDO)
Si para Ana Arendt, una de las manifestaciones del mal en el
mundo (el exterminio de judíos en la 2ª guerra mundial), no era sino una
muestra evidente de la banalidad del mal en, El mal, aroma de la nada,
el sufrimiento abarca un espectro mucho más amplio y se arraiga en las
profundidades de la conciencia humana, no tanto en la imposición de este por
otro ser humano, como en la presencia inevitable del sufrimiento en el mundo.
Es este un ejercicio, en cierto modo, de ingenuidad filosófica: es un poeta el
que reflexiona sobre el dolor en el universo en sus diversas y muy complejas
manifestaciones.
Para quien
les habla, el sufrimiento es acaso uno de los más grandes misterios con los que
tiene que confrontar la estirpe del hombre. Misterio que arraiga en los más
hondo de nuestras conciencias y que, paradójicamente, habilita para la
aprehensión de otros de los más extraños enigmas como es el fenómeno de la
belleza. ¿Cómo pueden convivir el dolor con la realidad incontestable de la
belleza manifiesta en la propia naturaleza, tan cruel, muchas veces, en el
impulso creativo del artista para generar hermosura en su producto artístico, y
un largo etcétera de maneras de presentarse entre tanto dolor esta apreciación
consciente de la belleza?
Conciencia,
creación, dolor, belleza, aparecen vinculadas de manera extraña en nuestro
tránsito existencial. El dolor parece afinar el sentido, la sensibilidad de
nuestra conciencia hacia la profundidad de otros ámbitos de nuestra misma
conciencia: la belleza aparece más nítida, la capacidad creativa en no pocos
casos, se desborda para buscar una razón de ser, un sentido, incluso una
trascendencia. El dolor nos pone alertadel supuesto
exterminio de nuestras respuestas naturales del espíritu para evolucionar,
crecer e incluso ser creativos ante las adversidades que, sin duda, llegan y
llegarán a nuestras vidas de muy diferentes maneras. La poesía, el arte, nos
enfrentan y nos inducen de manera integradora, sutil e inherente a nuestra
naturaleza y, a un tiempo, transigente a las problemáticas inevitables del
sufrimiento, pues nos ayudan confrontar con serenidad el devenir de todas
ellas.
Decía el poeta Novalis que, cada
desastre de la naturaleza es el recuerdo de una patria superior; es por eso
que el sufrimiento, en su extraña intercesión, muchas veces es el que inspira a
la humanidad a hollar caminos superiores y trascendentes, acaso sea ese el
significado más profundo del dolor, que es precisamente, el que fortalece la
voluntad para cumplimiento de alivio o de curación.
Cuántas veces la ciencia ha impuesto
un severo correctivo a la superstición y a la intemperancia de no pocas
creencias y folclores varios, pero, antes de proseguir deberíamos hacer una
seria reflexión: ¿Es cierto que la edad de los milagros ha pasado, y, por
tanto, es menester que admitamos que las cosas se perfeccionan y componen y se
realizan por sus propios medios obligados a la ley de la causa y el efecto?
Puede que esto no esté tan claro como en el juicio de la razón científica
prevalece. Más allá de la eterna
cuestión de si la vida tiene o no sentido, o si merece la pena vivirla en
virtud del significado que encontremos en ella, subyace un impulso arrollador
que no debe y no puede reprimirse, pues, es paralelo a la dinámica de la vida
misma que se resuelve creativamente: debemos realizarnos, conformarnos, en
definitiva, ser, y la senda del crecimiento creativo es esencial. Esto nos lo
enseña precisamente el mal del sufrimiento.
La crisis de la enfermedad y toda la progenie de
males que proviene y se engendran de diversas e inconscientes querellas y
disensiones, pueden manifestarse en la crisis del creador dando forma a su
obra, y esta, resultando auténtica catarsis con la que afrontar su trastorno o
la de enfrentar la obra de arte como alivio potencial. Esta energía creativa,
que puede ser terapéutica, está fundada en lo más hondo de la conciencia
(concepto amplio en el que nosotros incluimos los infamantes procesos
inconscientes).
Es en verdad paradójico que, con argumentos más o menos razonables, se haya dicho que el sufrimiento ha sido el que inspiró a la humanidad el sentimiento religioso. Sobre todo, cuando, por otra parte, ha sido el dolor de los justos e inocentes el argumento más utilizado para negar la existencia de Dios. De hecho, desde antaño, el sin sentido del sufrimiento, pongamos de la enfermedad, ha estado en manos de los dioses procurarlo o eliminarlo. Dicho esto, cabría reflexionar si, a día de hoy no nos ata todavía un ancestral vínculo hacia una potencial y enigmática curación natural, que sobrepuja ¿inconscientemente? sus expectativas frente al restablecimiento por mor del método netamente científico.
Este librito no pretende sino dar cuenta de la lógica del dolor y la irracionalidad del mal que, a mí, como a todo ser consciente, ha castigado mi devenir existencial, pero que también ha iluminado aspectos de la vida que permanecían inconscientes. Pero no se llamen a engaño, si esperan ver en es este título una posición de optimismo metafísico que por cierto ridiculizaba Voltaire en su espléndido Cándido), porque en el discurso del mismo, traslucirá su presencia la angustia, la incomprensión y el sufrimiento porque están patentes y, aunque no se aceptan, sí, sin heroísmo, trato de afrontarlos con la dignidad que me da el poder y la conciencia de distinguir la capacidad de deducir un ethos, una ética, para confrontarlos y superarlos en la medida de lo posible.No puede ser este un libro de filosofía,
fundamentalmente porque no soy filósofo, ni aspira a sistemática de pensamiento
alguno tras estas reflexiones, de hecho, es el fundamento poético en el que se
radican todos y cada uno de estos pensamientos, aunque incidan lógicamente en
el ámbito de la filosofía.
Tengo que confesar, finalmente, que, sin
creyente convencido, ha sido la percepción del caos, del sinsentido, del dolor
que desgarra nuestras vidas, del hundimiento nihilista más profundo, navegando
sin rumbo en las procelosas aguas de la nada, donde he atisbado las hondas
contradicciones del discurso racional y de los propios límites inevitables que
debe afrontar la ciencia a la hora de dar respuesta a estas inquietantes
preocupaciones, las me han llevado, desde su profunda sima, a intuir la luz de
una trascendencia que no sé explicar sino es a través del mito y de la
indagación de la poesía.
He aquí una semblanza muy resumida de lo que
el lector podrá encontrar en la brevedad de estas páginas que conforman este
libro y que no quieren sino ser compartidas sin ningún anhelo erudito sino más
bien, profundamente poético, que es decir emocional, pero también inocentemente
investido con un aura de cierta y muy ingenua trascendencia.
Francisco Acuyo