Siguiendo la estela de la anterior entrada, para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos una nuevo post que lleva por título: Del absurdo a la era de la computación.
DEL ABSURDO A LA ERA DE LA COMPUTACIÓN
El dominio de la nueva ciencia y su desarrollo es vertiginoso cuando no inquietante si atendemos a las tecnologías que la acompañan. El caso de la Inteligencia Artificial (IA), quizá sea el más paradigmático. La exhibición de la inteligencia de la máquina, computadora, ordenador… ha supuesto un renacimiento de la lógica formal, basadas en datos o estadísticas, que está revolucionando no solo la vida cotidiana y doméstica: ya empieza a causar movimientos intelectuales, científicos, filosóficos y artísticos en torno a ella dando como resultado un ímpetu social que ya tiene tintes de nueva religión, cuyo mito se extrae de la propia fragilidad de principios y fundamentos de la intelectualidad, el arte y la filosofía de la sociedad actual, llevándonos a un ámbito en el que el absurdo puede encontrar un caldo de cultivo verdaderamente extraordinario, y en ciernes acaso todavía para su manifestación literaria.
El mito de la máquina viviente no es sino algo muy antiguo que en Grecia (también en China) se contemplaba con cierta naturalidad, aunque sería en S.XVIII cuando se intentarán los primeros dispositivos de ingeniería complejos ya denominados autómatas, hasta la aparición de las primeras computadoras digitales en los 40 del siglo pasado, y a primeros de los 50 los primeros estudios centrados en la IA.
La animatrónica puebla ya prácticamente todos los ámbitos de la vida social en nuestros días. Desde el test de Turing y la capacidad numérica (cálculos matemáticos) se emparentan a la humana, y a esta ya supuestamente incapaz de distinguir una de otra. A día de hoy la IA que se precie, ha de ser capaz de aunar los diferentes tipos de inteligencia (lingüística, espacial, emocional, artística, sensorial, reflexiva, numérica) para responder a cualquier cuestión que se le pregunte con eficiencia.Se parte de la idea de que pensar es calcular y ese proceso de computación constituye una forma de cálculo. Es así que cualquier pensamiento puede identificarse con un proceso algorítmico que transforma entradas simbólicas en salidas de las mismas características. Parte, lógicamente, de la premisa de que el cerebro es una computadora, de lo que se infiere que la IA será capaz de hacer cualquier cosa que haga el cerebro. El imperio de los ceros y unos (código binario) (dixit) rige los procesos de información, y los bits (y cubits) que los constituyen pueden (insisten) describir y definir el mundo, por lo que todo aquello susceptible de traducirse a bits (y cubits) será apto para ser leído y entendido por una computadora.
Si proseguimos con la descripción, es necesario saber que, la base matemática de cualquier máquina el algoritmo, no es sino un guiso singular de elementos lógicos a la sazón mediante los cuales resolver problemas y realizar tareas de lo más variopinto. A tenor de lo expuesto, es fácil comprender que ¿el regreso? a la razón y a los procedimientos lógicos reinan con convicción y fe casi religiosa incluso en la misma ciencia. La creación de programas como sucesión de instrucciones con las que alimentar el devorador lógico de la computadora se acaba conformando en forma de códigos para realizar tareas diversas. Desde los primeros programas concebidos por Charles Babbage en su peculiar telar de instrucciones (máquina diferencial), hasta nuestros días, la evolución ha sido en verdad vertiginosa. Alan Turing abrió la espita para pensar en una máquina capaz de resolver cualquier problema computable. Ahora se sueña con crear neuronas artificiales mediante las que emular el cerebro en la máquina de computación, si es que las neuronas cerebrales se comportan como puertas lógicas que se activan y desactivan. Estas neuronas artificiales no son sino algoritmos más o menos complejos con los que llevar a cabo las tareas previstas. No obstante, debemos caer en la cuenta que si bien estos algoritmos son capaces de realizar cálculos complejos, no comprenden (¿o sí?) la ejecución de dichos cálculos, pues, se limitan al seguimiento de las instrucciones.
¿Puede esta situación avocarnos a un nuevo resurgimiento del pensamiento del absurdo, en reacción a esta vuelta feroz a la lógica más recalcitrante?? Seguiremos avanzando en esta exposición en próximos post del blog Ancile, para llegar a conclusiones que estimamos de máximo interés.








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