martes, 19 de noviembre de 2024

TERCERA JORNADA RURAL DE ASTROFÍSICA Y POESÍA DE ZAFARRAYA

 Aprovechando la ocasión de la celebración de la Tercera Jornada Rural de Astrofísica y Poesía, que celebra el centro de mayores de mayores de Zafarraya, Blas Infante, ofrecemos a nuestros seguidores un post para la sección de Noticias del blog Ancile. El evento en cuestión tendrá lugar el día 23 de noviembre. Por el mismo desfilarán personajes no menos interesados en el mundo de la astrofísica y la poesía, a saber: desde la misma de la alcaldesa de Zafarraya, Rosana Molina, pasando por el concejal de cultura Miguel A. Palma, o el catedrático Catedrático de la UGR, Eduardo Battaner, que hablará sobre Einstein para gente del campo, o la directora del Instituto de Geofísica de Andalucía, Inmaculada Serrano, que expondrá sobre: Terremotos y volcanes, ¿qué podemos aprender de ellos?, y todo ello acompañado de la poesía de mano del propio Miguel A. Palma, de Juan Miguel Ortigosa Palma, a la sazón, promotor de estos eventos de poesía y astronomía, y Javier Calatrava Requena.


    Acompañamos este post con el tríptico de actividades y sus respectivos horarios, invitando a los potenciales interesados a que acudan en esta singular ocasión para contemplar cómo la ciencia y la poesía pueden hermanarse sin ninguna controversia. Acompañamos al anuncio de este evento una muy breve nota de arqueoastronomía  y un poema que muy bien puede servirnos de referente para entender la fascinación de los cielos constelados de la noche, poema nada menos que del mismísimo Fray Luis de León, que no hubo de quedar indiferente ante tan mirífico espectáculo, demostrándolo en la extraordinaria oda que para la ocasión ofrecemos.


 TERCERA JORNADA RURAL DE 

ASTROFÍSICA Y POESÍA DE ZAFARRAYA














NOTA MUY BREVE DE APROXIMACIÓN

 A LA ARQUEOASTRONOMÍA



 La noche, que abre el exterior de nuestro mundo a los ojos curiosos, atentos, al ámbito constelado de los cielos, también es verdad que en ella se abr lo más profundo de nuestro espíritu, como peculiar reflejo que diríase conectar el anima mundi del universo con lo más íntimo que vive conectado en nuestras almas.

   Mirar al cielo nocturno es volver, regresar, restituir lo más enigmático de todo origen. Es otear la simiente, el hallazgo, el germen primigenio del tiempo y el espacio mismos. Desde aquellas primeras y sin duda fascinadas y fascinantes y perplejas observaciones estelares que subyugaron el espíritu y la imaginación de los hombres, turbados ante el espectáculo mirífico del sitial celeste, se debatían en pos del entendimiento y descripción de los célicos parajes y entre la universalidad arquetípica del mito, así como de los iniciales balbuceos sistemáticos de reconocimiento, clasificación y taxonomía de la cúpula estelar que, en su insólito y espectacular despliegue, llenaron sin duda de insomne inquietud aquellas noches arcanas en las que se pierden la memoria de nuestra trajinada y siempre curiosa estirpe humana anhelante de toda suerte de novedad y trascendencia.

   Desde, como digo, las primigenias e incipientes catalogaciones siderales mesopotámicas y egipcias, transmitidas por Grecia, pasadas por el tamiz de las minuciosas consideraciones árabes, siempre indiscutiblemente interesantes, hasta el rigor circunstante en la ciencia astronómica de nuestros días, veremos que, sin embargo, tanto para el lego como para el avisado, no cejarán en modo alguno de hacer audible la sublime cadencia de las vívidas magnitudes de los astros.

    será tras la observación de la (virtual o aparente) rotación diurna del cielo cuando encontramos los primeros textos de predicción históricamente catalogados: se trata de documentos asirio-babilónicos denominados Ea Anu Enlil (que datan de entre el año 1400 a 1000 a. C.), donde se infiere la triple división clasificatoria que contempla las siguientes subdivisiones: Enlil: que conforman las estrellas circumpolares; Anu, que se refiere a las estrellas del ecuador, y Ea, las que designan aquellas situadas al sur del mismo ecuador. Los griegos portarían cuidadosamente, como advertía con anterioridad, estas descripciones hasta nuestros días: así, este cielo –en pleno solsticio- de verano que está en estos días culminando sobre nuestras cabezas, en su constelado y mágico esbozo, marca la posición solar que, desde antaño, coincide con la difícilmente observable constelación del Cangrejo -Cacri- o Cáncer.

    Desde el siglo II a. C., con Hiparco, hasta el siglo II d. C., especialmente con Claudio Ptolomeo, no habría de encontrarse un catálogo tan numeroso de objetos celestes (más de mil estrellas y la agrupación de 48 constelaciones, incluidas las zodiacales) que ha mantenido asombrosa vigencia durante más de 1500 años, en primum mobile de cantidad nada despreciable de poemas. Veréis aquí, esta noche, el discurrir del ritmo celeste con la abstracción y la emoción que posibilita el milagro de la intuición poética, participaréis del Somnium Scipionis ciceroniano de un espacio trascendido, pero sin duda también trascendente.

    Para nuestra perplejidad, podemos encontrar singulares instrumentos de aplicación ¿tal vez astronómica? que datan de hace 4600 años, como el monumento de Stonehenge; o en China, datadas en el s.VIII a. C., a figuras tales como el emperador Huang Ti, que ya había adoptado el calendario lunar de 19 años, tres siglos antes que Metón, en Grecia; o si no, pasmémonos ante el observatorio de La torre de los espíritus, de Che Kong no muy distante en el tiempo del anteriormente citado emperador; o de la célebre escuela de Bagdad, destacando al gran Abu Abd Allah Muhammad al-Battani (en occidente conocido como Albatenius), allá por el año 900 de nuestra era; o el astrónomo hindú Aryabhata en el siglo V d. C., marcando época con su magna obra Varaha-Mihira, donde, por ejemplo, ya estudiaba el fenómeno de las manchas solares; pasando por Pitágoras de Samos y los números que describen la celeste armonía de las esferas; el Heliocentrismo de Aristarco (310 a. de C.); qué decir de Platón y su doctrina matemática que deduce el origen cósmico de la psique, y del que habría, Tomás de Aquino, de deducir el locus beatorum que es el cielo constelado, si morada de los bienaventurados, y que asumiría tan magistralmente nuestro Fray Luis de León en sus poemas; Eudoxo y Aristóteles, sin contar los cómputos matemáticos de los Mayas y las alineaciones Aztecas para la confección de sus enigmáticos calendarios; en fin, desde Alfonso X el sabio, Tycho Brahe, Copérnico, Galileo, Hevelius, Besser, Keppler, Messier, Cassini, Bradley, Schiaparelli, Herseschel, Argerlander, Hale, Eddington, Huggins, Baade, Hubble y tantos otros que nos han legado un fondo extraordinario de conocimiento astronómico para deleite e inspiración de quienes, como no pocos de nosotros, amamos el cielo de la noche.





NOCHE SERENA



Cuando contemplo el cielo

de innumerables luces adornado,

y miro hacia el suelo

de noche rodeado,

en sueño y en olvido sepultado,


el amor y la pena

despiertan en mi pecho un ansia ardiente;

despiden larga vena

los ojos hechos fuente;

Loarte y digo al fin con voz doliente:


«Morada de grandeza,

templo de claridad y hermosura,

el alma, que a tu alteza

nació, ¿qué desventura

la tiene en esta cárcel baja, escura?


¿Qué mortal desatino

de la verdad aleja así el sentido,

que, de tu bien divino

olvidado, perdido

sigue la vana sombra, el bien fingido?


El hombre está entregado

al sueño, de su suerte no cuidando;

y, con paso callado,

el cielo, vueltas dando,

las horas del vivir le va hurtando.


¡Oh, despertad, mortales!

Mirad con atención en vuestro daño.

Las almas inmortales,

hechas a bien tamaño,

¿podrán vivir de sombra y de engaño?


¡Ay, levantad los ojos

aquesta celestial eterna esfera!

burlaréis los antojos

de aquesa lisonjera

vida, con cuanto teme y cuanto espera.


¿Es más que un breve punto

el bajo y torpe suelo, comparado

con ese gran trasunto,

do vive mejorado

lo que es, lo que será, lo que ha pasado?


Quien mira el gran concierto

de aquestos resplandores eternales,

su movimiento cierto

sus pasos desiguales

y en proporción concorde tan iguales;


la luna cómo mueve

la plateada rueda, y va en pos della

la luz do el saber llueve,

y la graciosa estrella

de amor la sigue reluciente y bella;


y cómo otro camino

prosigue el sanguinoso Marte airado,

y el Júpiter benino,

de bienes mil cercado,

serena el cielo con su rayo amado;


-rodéase en la cumbre

Saturno, padre de los siglos de oro;

tras él la muchedumbre

del reluciente coro

su luz va repartiendo y su tesoro-:


¿quién es el que esto mira

y precia la bajeza de la tierra,

y no gime y suspira

y rompe lo que encierra

el alma y destos bienes la destierra?


Aquí vive el contento,

aquí reina la paz; aquí, asentado

en rico y alto asiento,

está el Amor sagrado,

de glorias y deleites rodeado.


Inmensa hermosura

aquí se muestra toda, y resplandece

clarísima luz pura,

que jamás anochece;

eterna primavera aquí florece.


¡Oh campos verdaderos!

¡Oh prados con verdad frescos y amenos!

¡Riquísimos mineros!

¡Oh deleitosos senos!

¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»




Fray Luis de León






viernes, 15 de noviembre de 2024

INTROITO SOBRE LA NOCIÓN E INTUICIÓN DE LA NADA

Algunas aproximaciones al silencio y la intuición de la nada parala sección, Pensamiento del blog Ancile, y todo bajo el título: Introito sobre la noción e intuición de la nada. 


INTROITO SOBRE LA NOCIÓN

 E INTUICIÓN DE LA NADA



Introito sobre la noción e intuición de la nada. Francisco Acuyo


La poesía, en su grado más alto de significación, paradójicamente, puede llegar a situarse en los mismos límites del lenguaje. De esta apreciación inferí una suerte de indagación que, siendo poética, no deja de sondear también los límites de la propia filosofía, si entendemos ésta como reflexión y (proverbial) amor a la sabiduría. Este andar en los límites del lenguaje y del conocimiento de la poesía me hace reflexionar sobre el lenguaje poético frente a otra frontera no menos fascinante cual es la del silencio, además de colocarnos en los límites mismos de la lógica de la expresión en una era involucrada hasta la médula en la comunicación y, sobre todo, en la información masiva.

                La poesía, como lenguaje, a pesar de todo, quiere ofrecerse como la otra cara del ser y de la expresión lingüísticos, pues aspira a ser y expresar más allá de la razón conceptual, reconociendo los límites de la construcción lógico gramatical. Si en la música la nada del silencio es tan importante como el sonido mismo que la configura, me preguntaba hasta qué punto esta nada del silencio no es significante por sí misma, y cómo reconocerla en el ámbito de lo poético. Acaso cuando la poesía indaga en aquellos límites del lenguaje es cuando más cerca está de ese silencio, el silencio de lo innombrable, y hasta qué medida este reconocimiento de lo que no se puede decir, no es también una intuición poética, por ser profundamente creativa. Indagaremos sobre esta cuestión última más adelante.

                Desde una óptica semiótica, podemos pensar, rastreando también por los fueros de la filosofía del lenguaje, si los signos que a veces componen el discurso poético no se sitúan en esos límites de lo fable y de lo inefable, y si en verdad no se están un paso más allá del mismo lenguaje, puesto que deduce una silenciosa existencia que nos hace presuponer que hay algo más allá de la palabra.

Introito sobre la noción e intuición de la nada. Francisco Acuyo
                Cuántas veces no he pensado que la palabra poética es en verdad una observación, o mejor, una contemplación del lenguaje desde una dimensión exterior (¿o interior?) que trasciende lo lingüístico, pues todo parece indicar que la asunción de la nada del silencio bien puede ser un ámbito de lo real no expresable, si es que ese vació de contenidos de su silencio no es una elocuente vía de entendimiento para afrontar nuestras limitaciones.

                El silencio en poesía, puede ser muy elocuente allí donde nos lo encontramos: pausa o silencio a final del verso, la puntuación (coma, puntos, puntos y coma…) que puede(n) o no tener un sentido en sí mismo, pero hemos de reconocer que estos silencios son parte estructural del lenguaje poético que, a mi juicio, y aun considerado como parte de la propia estructura gramatical, alienta a otro silencio nada conceptual.

                Si en la música es claro que el silencio y su peculiar vacío, en la poesía (la ausencia del mismo en momentos rítmicos relevantes del verso) es muy importante no sólo para su funcionalidad; ¿por qué no pensar que la estructura silábica métrica del verso y sus peculiares ritmos y tempos no son también una manera altamente expresiva del poema?, De estimarlo así, la presencia del silencio podría calificarse como una cualidad significante del poema, aunque enigmáticamente quede en muchos casos en el ámbito de lo innombrable, pues su nada deja una misteriosa huella en nuestra conciencia, acaso porque ese silencio, esa nada, sea también conciencia.

                La aseveración de este último párrafo puede parecer extraña. Lo es en verdad porque puede que todavía no hayamos entendido el silencio, la nada del ser. Como pueden contemplar, en esta cuestión puramente poética y lingüística, acabó derivando este conjunto de textos a un lugar que va más allá del ámbito de las palabras y que quiere indagar en las fronteras mismas de la palabra y, acaso, del conocimiento. No soy filósofo, no soy científico en dominios como la física, ni de la la neurociencia, pero desde esta plataforma altamente singular como es la poesía, intento demostrar que se puede indagar en aquellos territorios que, de manera no tan rara como creemos, parecen querer concurrir en el ámbito de lo poético. Entre ellos destaca el ámbito del silencio, de la ausencia, del vacío, de la nada, en fin.

                Si, según Heidegger, la nada es lo que nos hace captar el ser, frente a corrientes nihilistas u orientalistas, me parece del todo razonable (aunque parezca paradójico) afirmar que la nada es conciencia. Se infiere que este y otros textos posteriores están imbuidos de la noción o intuición enigmática que ofrece muchas veces el concepto, o la idea, o la intuición de la nada.

                Avanzaremos algunas nociones más sobre este asunto, ya bastante trillado en este blog Ancile, cosa que haremos próximamente.

 

 

Francisco Acuyo




Introito sobre la noción e intuición de la nada. Francisco Acuyo


martes, 12 de noviembre de 2024

ARTE: LA VIDA EN BUSCA DE SENTIDO

 Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: Arte: La vida en busca de sentido.



ARTE: LA VIDA EN BUSCA DE SENTIDO



Arte: La vida en busca de sentido. Francisco Acuyo


 

Si bien es cierto que la corriente reduccionista de la ciencia puede considerarse como una vertiente poco sensible a lo que hoy consideramos como humanismo, no es menos verdad que el arte se ha hundido hasta las trancas en el humanismo más profundo, si su sustento es fundamentalmente el ámbito de lo subjetivo. La ciencia, no obstante, está cambiando en muchos de sus dominios esta visión encorsetada de la realidad, tomando presupuestos que pueden considerarse en no pocos casos como netamente humanísticos, en tanto que el valor del sujeto que observa, que siente, que busca lo real tiene un valor acaso como nunca antes lo ha tenido en el método científico (ejemplo claro y más espectacular lo encontramos en los dominios nada menos que de la física, como puede ser la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica).

Arte: La vida en busca de sentido. Francisco Acuyo
                Aquella voz que clama en busca de sentido, de Victor Frankl, para una terapia coherente con las necesidades más profundas del ser humano, es algo consustancial a la dinámica que impulsa la creación artística (y por qué no, la investigación científica). Mas, también una vía de curación ancestral del espíritu.  Parece claro que la frustración en la búsqueda de sentido provoca neurosis, pero también las produce cuando se inhibe la necesidad creativa de todo ser humano y que se desarrolla proverbialmente a través de la manifestación artística, no siendo esta última la única manera de realización creativa.

                Más allá de la eterna cuestión de si la vida tiene o no sentido, o si merece la pena vivirla en virtud del significado que encontremos en ella, subyace un impulso arrollador que no debe y acaso no puede reprimirse, pues, es paralelo a la dinámica de la vida misma que se resuelve creativamente: debemos realizarnos, conformarnos, en definitiva, ser, y la senda del crecimiento creativo es esencial. Cuántas veces no me pregunto si el nihilismo y la angustia existencial que nos consume en la posmodernidad no se debe a una serie de inhibiciones que arraigan en la vertiente positivo materialista de nuestros días que incide en reprimir lo ancestral espiritual, por un lado, por otro, la negación de la búsqueda esencial de sentido y, finalmente, el olvido o la represión inconsciente de la necesidad de crecer y desarrollarse a través de los procesos dinámico creativos,que son, digo, consustanciales a la dinámica de la misma vida.

                No se trata de liberar sólo  la voluntad de sentido[1] de todo hombre, ya que no solo es el desarrollo de esa voluntad de sentido lo que lacera y tortura al mismo, es la represión de la capacidad creativa que todo ser viviente y consciente tiene para realizarse. El arte es el excepcional aglutinador para saciar la sed espiritual, de significado y de realización creativa, de aquí su extraordinario valor terapéutico.

                La infelicidad proviene no solo de la persecución constante e irracional de ser feliz, sobre todo, en no ver que, aun en el sufrimiento, hay sentido, trascendencia y resolución creativa para reponerse y ser en el cambio pues, todo dolor produce una fuerza natural de creación que nos modifica y modifica el mundo.

                El arte es la manifestación más extraordinaria del homo patiens  (del hombre que sufre) y, no obstante, observa y crea belleza. Es una vía de libertad y de realización que nos ayuda incluso a desprendernos de nosotros mismos como conciencia personal herida, para trascender esa misma conciencia personal del dolor para ser en la belleza[2], que es creación. Es, en fin, el modo de superar la cosificación a la que nos vemos sometidos en una sociedad donde se niega la propia autotrascendencia, pues el ser no es más que una mera cosa.

                Por todo esto ahora sería momento idóneo para recordar al Goethe del Fausto cuando decía:

Extrae primero el alma con firme persistencia.

 Ya en su mano las partes, las clasifica.

 Mas el espíritu —que mantenía unidas

 dichas partes— por siempre habrá perdido.

 

                Es por todo esto que el arte pone de manifiesto la idea pascaliana de que el corazón tiene razones conoce que la razón desconoce, porque su pulsión creativa va más allá de una visión reduccionista del mundo y de nosotros mismos, si su misión es precisamente la autotrascendencia.

 

Francisco Acuyo

 

 


Arte: La vida en busca de sentido. Francisco Acuyo


 

 



[1] Frankl, V. L.: Psicoterapia y humanismo. ¿Tiene sentido la vida?, Fondo de Cultura Económica, México 1984.

[2] Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, 2ª edición,  Entorno Gráfico, colección Exagium, Granada, 2022.

jueves, 7 de noviembre de 2024

ROMANCES EN EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA, EN EDICIÓN DE ALANA GÓMEZ GRAY

 Traemos para la sección Editoriales amigas del blog Ancile, un post dedicado a la primicia editorial publicada por la Diputación de Granada, en la colección Genil de Literatura, los Romances en el teatro de Federico García Lorca, en edición filológica de Alana Gómez Gray. Reproducimos un fragmento de la introducción de la misma Alana Gómez Gray para que sirva de semblanza de esta publicación que recomendamos vivamente desde esta plataforma digital, para que se hagan en cuanto tengan ocasión con el ejemplar en papel, porque merece la pena en virtud del detalle, rigor y cuidado de la compiladora de los romances y claro está, por la extraordinaria calidad de esta selección de poemas, que estarán singularmente al alcance de los lectores fuera del escenario o insertos en la pieza teatral de donde han sido sabiamente extraídos. 

Acompañan esta entrada un par de romances escogidos de la excelente totalidad de estos Romances en el teatro de Federico García Lorca.



ROMANCES EN EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA


EN EDICIÓN DE ALANA GÓMEZ GRAY



Romances en el teatro de Federico García Lorca, Alana Gómez Gray




INTRODUCCIÓN

(fragmento)


DESDE los albores de su aparición en el siglo XIV hasta la fecha, el romance suele formar parte del repertorio habitual de cualquier poeta. La sencillez de su estructura permite una multiplicidad de variaciones que va más allá de la tradicional de octosílabos con rima asonante: romancillos, endechas, heroicos, incluso alejandrinos; lo demuestran las plumas de Gustavo Adolfo Bécquer y de Rosalía de Castro; y también combinando versos de diferentes medidas, tal cual los concibió Antonio Machado. Lo que sí parece inamovible es su idoneidad para contar, pues alude siempre a la narración de un acontecimiento; como apuntase Lope de Vega —aunque no cumpliese lo propuesto en su propia obra— en su conocido Arte nuevo de hacer comedias, «las relaciones piden los romances».

    Tal cualidad narrativa la destacó Machado con estas palabras:

Si la poesía es, como yo creo, palabra en el tiempo, su metro más adecuado es el romance, que canta y cuenta, que ahonda constantemente la perspectiva del pasado, poniendo en serie temporal hechos, ideas, imágenes, al par que avanza, con su periódico martilleo, en el presente. Es la creación más o menos consciente de nuestra musa que aparece como molde adecuado al sentimiento de la historia y que, más tarde, será el mejor molde de la lírica, de la historia emotiva de cada poeta (Machado, 1971: 2S6).

    Además, por nimio que sea el suceso y con independencia de su temática (popular, de gesta, amorosa, diálogos...), es posible contarlo tan breve o largamente como se desee puesto que el romance no impone otros límites a su extensión que los propios de la historia que canta y cuenta, siguiendo con la expresión machadiana.

    De entre los escritores españoles uno que sobresale en el uso de esta forma poética es, sin duda, Federico García Lorca, quien la utilizó con profusión en su dramaturgia. Recordemos aquella afirmación suya de que «el teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre» (García Lorca, 1978: 1078). Esto, unido a su esencial predilección por los versos de tradición oral que nutrieron su infancia, deviene en que la estructura métrica que mejor contribuye a sus objetivos es la del romance.



Romances en el teatro de Federico García Lorca, Alana Gómez Gray


 


TEMA DE LA ROSA MUDABLE

ACTO PRIMERO


Cuando se abre en la mañana.
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía
es dura como el coral.
El sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro,
se comienza a deshojar.


(Doña Rosita la soltera o 
El lenguaje de las flores 1934)




Romances en el teatro de Federico García Lorca, Alana Gómez Gray



NANA DEL CABALLO GRANDE


Suegra:

Nana, niño, nana

del caballo grande

que no quiso el agua.

El agua era negra

dentro de las ramas.

Cuando llega el puente

se detiene y canta.

¿Quién dirá, mi niño,

lo que tiene el agua

con su larga cola

por su verde sala?


Mujer: (Bajo)

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.


Suegra:

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.

Las patas heridas,

las crines heladas,

dentro de los ojos

un puñal de plata.

Bajaban al río.

¡Ay, cómo bajaban!

La sangre corría

más fuerte que el agua.


Mujer:

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.

Suegra:

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.


Mujer:

No quiso tocar

la orilla mojada,

su belfo caliente

con moscas de plata.

A los montes duros

solo relinchaba

con el río muerto

sobre la garganta.

¡Ay, caballo grande

que no quiso el agua!

¡Ay, dolor de nieve,

caballo del alba!


Suegra:

¡No vengas! Detente,

cierra la ventana

con rama de sueños

y sueño de ramas.


Mujer:

Mi niño se duerme.

Suegra:

Mi niño se calla.


Mujer:

Caballo, mi niño

tiene una almohada.


Suegra:

Su cuna de acero.


Mujer:

Su colcha de holanda.


Suegra:

Nana, niño, nana.


Mujer:

¡Ay caballo grande

que no quiso el agua!


Suegra:

¡No vengas, no entres!

Vete a la montaña.

Por los valles grises

donde está la jaca.


Mujer: (Mirando)

Mi niño se duerme.


Suegra:

Mi niño descansa.


Mujer: (Bajito)

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.


Mujer: (Levantándose, y muy bajito)

Duérmete, rosal.

que el caballo se pone a llorar.



(De: Bodas de sangre, 1931)


Federico Garcia Lorca





Romances en el teatro de Federico García Lorca, Alana Gómez Gray


martes, 5 de noviembre de 2024

LA FE CREATIVA EN EL ARTE COMO SÍMBOLO Y POTENCIA DEL MITO

 Bajo el título: La fe creativa en el arte como símbolo y potencia del mito, Traemos un nuevos post para la sección de Ciencia del blog Ancile.


LA FE CREATIVA EN EL ARTE

COMO SÍMBOLO Y POTENCIA DEL MITO



 

La fe creativa en el arte como símbolo y potencia del mito, Francisco Acuyo

 

Cuantas veces lo que entendemos por pensamiento propio, racional, lógico, en realidad no se sustenta sino sobre una suerte de extraña convicción, de fe ciertamente incomprensible sobre la cual en verdad no podemos ni sabemos dar razón. Esta manifestación psicológica nos dice que la vida se manifiesta en nuestra conciencia, y que esta parece sustentarse en un arraigo extraordinariamente profundo, ¿acaso mitológico?, y este raro abismo nos lleva a pensar que es aquí donde radica lo real, por eso nos vemos imbuidos por esa convicción, por ese convencimiento rayano en una fe que es la que identifica la imagen de la realidad misma. Cualquier intento soteriológico está basado en aquella fides (lealtad a lo enigmático) donde radica la verdad primera y última. Mas esta fe encierra otra lealtad no menos profunda, la de realizarse, la de hacerse real en cada uno de nosotros. Veremos que el arte es una vía de realización ciertamente genuina. El arte es un acto de fe que va más allá de toda razón, de toda lógica, porque bebe de las fuentes intensas e inmensas de la simbología y de la potencia vivificadora del mito.

            A través del arte colegimos que la realidad es un mito que está cubierto por velos diversos, mas, para reconocer dicha realidad no hay tanto que quitar los velos como reconocerlos como tales, esta terapia imprescindible nos las enseña el arte. Lo que es bueno y bello, lo que es verdad, y lo que es, son para el arte mitos que hay que reconocer como tales para reconocerse a sí mismo porque, al fin y a la postre, es la única realidad accesible, es decir, la que proporciona la conciencia y que se hace especialmente sensible en los procesos creativos. El arte se libera y te libera del tiempo y del espacio moderno lineal, abriendo las fronteras de tu mente a donde en verdad quiera llegar el que tiene fe en su voluntad de superar o al menos considerar la extrañeza de aquellas fronteras.

La fe creativa en el arte como símbolo y potencia del mito, Francisco Acuyo
            El arte te enseña a superar la terrible tensión de ir siempre hacia delante, la epetktasis griega, porque el ejercicio creativo nos enseña a no separar nunca el intelecto de lo profundo vital que se ofrece y se muestra en la vida misma, pues nos sumerge en las emociones más profundas. La contemplación artística nos enseña a ver sin emitir juicios, sin apego inquisidor. El arte rompe el vínculo artificial entre el logos y el mito: emociones y mente van de la mano.

            A través del arte somos, o seremos, como refería Santiago, hermano menor de Cristo: aquellos que ponen en práctica, en acción, la palabra, y no (son) solo meros escuchadores de aquella, liberándonos del engaño que esa escucha de sirenas que muy bien puede acabar por someternos. Con el arte, con la poesía, aprendemos el mito y la sabiduría. El ejercicio creativo nos enseña que el mito nos alimenta con la fe en nosotros mismos, pero que ésta en modo alguno se nutre de pensamiento, sino que va mucho más allá, nos libera de su rumiación continua y nos hace libres, libres no solo para elegir, sino para ser. Nos ofrece el arte, en fin, la potencia mítica de creación, la posibilidad cierta de que más allá del logos hay una realidad viva que nos concierne y que debemos armonizar con nuestro razonamiento.

            Y, he aquí que la fe, como fundamento mítico se hace expreso en el arte, y nos abre una óptica mucho más amplia de visión del mundo y de nosotros mismos. Una fe que nos muestra que hay algo más que conocimiento, pues el cognitum y el creditum, a través del arte, demuestra que lo creativo no es un mero sujeto de nuestra mente objetiva, pues, en su arte de ser creativo radica la fe en que lo creado adquiere realidad genuina, propia y singular, y que en ella ya nos estamos realizando.

 

Francisco Acuyo



La fe creativa en el arte como símbolo y potencia del mito, Francisco Acuyo


viernes, 1 de noviembre de 2024

EL SÍMBOLO Y LA RETÓRICA POÉTICA O CREATIVA PARA UNA ASERCIÓN TERAPÉUTICA DEL ARTE

 Algunas aproximaciones sobre el símbolo y la retórica en la terapia artística, forma el post que ofrecemos hoy, para la sección de Ciencia del blog Ancile, y todo bajo el título: El símbolo y la retórica poética o creativa para una aserción terapéutica del arte.


EL SÍMBOLO Y LA RETÓRICA POÉTICA O CREATIVA

PARA UNA ASERCIÓN TERAPÉUTICA DEL ARTE

 

El símbolo y la retórica poética o creativa para una aserción terapéutica del arte. Francisco Acuyo

 

  Una de las más profundas verdades que se extraen del ejercicio creativo literario, poético y artístico es el reconocimiento de que la mente no se puede entender a sí misma de manera lineal, directa, literal, y que aquella supuesta linealidad, puede llegar a provocar muy diversas falsas apreciaciones que puede acabar transformándose en  trastornos y neurosis varias. A través de la singular lógica poética aprendí que la ejecución retórica del lenguaje y sus metáforas, analogías y ambigüedades resultan una evidencia ante la imposibilidad de entendernos a nosotros mismos si no es a través de estas herramientas extraordinariamente útiles, que tratan precisamente con nuestras limitaciones lógicas y conceptuales. De aquí el valor terapéutico añadido del arte poética, pues a través de este reconocemos las limitaciones de la razón lógica convencional.

                El arte nos enseña a valorar el mundo de las inmersiones creativas metafóricas, tan real como el que nos enseñan convencionalmente, y a darnos cuenta que este realidad convencional no es más que otra apreciación retórica del mundo. El poeta genuino nos muestra en su arte que los significados que porta  son verdaderos porque muestran lo esencial del mundo y de nosotros mismos en una continua interrelación que se ofrece lo simbólico como característica de dicho tránsito.

                La imagen artística trata de representar lo que está más allá del concepto o de la palabra o cualquier otro código literal, realidad que solo puede intuirse gracias a ese ejercicio simbólico del que es dueño el artista. El prestar atención plena a estos símbolos vivos, creativos, es aspirar a lo verdadero, es, en fin, el arte de escuchar atentamente los cuchicheos del pensamiento que tantas veces nos embargan fatalmente, porque no estamos atentos a lo que en verdad es la naturaleza y nosotros mismos, ligados inevitablemente a ella, pues también es conciencia.

                El arte nos muestra el camino donde no existen las verdades exactas, precisas, textuales, literales, solo las que aportan símbolos vivos que se trasmutan continuamente, son las que nos orientan si atendemos a ellas atentamente, y desde donde poder constatar que la vida y el mundo en realidad son una obra de arte en continuo proceso de realización. También han de servir para entender que la interpretación del juego retórico y simbólico del arte requiere una interpretación subjetiva, y eso es lo que realmente importa, porque acaso es a lo único que razonablemente podemos aspirar.

                El prisma singular del arte nos contempla, la cuestión radica en que nosotros entendamos que formamos parte de ese prisma. Los valores terapéuticos de este caer en la cuenta son inestimables. Estos valores están tan impregnados del amor y la sabiduría necesarios como para hacernos salir de cualquier engaño o ilusión neuróticos.  Esta apreciación que exige total atención en el arte es la que nos transformará en virtud de que nos hará desprendernos de aquellos vicios adquiridos por el yo inmerso en la vorágine de nuestras inquietudes basadas en aquellos vicios. Es, en fin, la potencia que nos llevará a los vastos dominios que pueblan una mente más rica: la que es capaz de crear y de realizarse en este continuo procedimiento que, paradójicamente, nos llevará a la quietud interior.

                El arte es lenguaje de otros mundos en los que se realiza lo permanente en aparente devenir, y que se nos presenta como un sueño que, en realidad, aspira a una mente mucho más vasta que la nuestra, aunque en verdad sea la misma, porque se extienda infinitamente.

 

 

Francisco Acuyo



El símbolo y la retórica poética o creativa para una aserción terapéutica del arte. Francisco Acuyo


               

miércoles, 30 de octubre de 2024

BREVÍSIMA APROXIMACIÓN A LA NOCHE Y DÍA DE DIFUNTOS

Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un post que viene muy apropósito en las fechas que nos encontramos, se trata de unas reflexiones sobre la noche y día difuntos, y todo ello bajo el título de: Brevísima aproximación a la noche y día de difuntos.


BREVÍSIMA APROXIMACIÓN 

A LA NOCHE Y DÍA DE DIFUNTOS



Brevísima aproximación a la noche y día de difuntos. Francisco Acuyo



Magia, religión, filosofía, ciencia: se impregnan todas de manera singular en la fascinación de aquello que causa inquietud por innombrable y que, no obstante, tratamos de aprehender: ora a través de conceptos, ora de símbolos, con el fin de entender esa intuición innata en el ser humano que subyace como una suerte de sympátheia cósmica y que une a los vivos y a los muertos.

            Los ritos ancestrales de culto a los muertos que devienen de manera inmemorial hasta nosotros, enlazan misteriosamente la vida después de la muerte en una dynamis, cuya fuerza se manifiesta como potencia sobrenatural que nos conecta incluso con los que ya no están con nosotros, vigor, energía, sin embargo, que no acabamos de entender. Esta dinámica enigmática encuentra oscura e incomprendida residencia en los nombres invocados de los muertos, que participan indubitablemente en el discurrir existencial de los vivos. Homero ya nos habla en la Odisea (libro XI) de un rito capaz de traer  a este mundo al difunto Tiresias para acceder a sus poderes proféticos.

            Pero, estas invocaciones ¿son religiosas, mágicas, producto de una oscura filosofía… o estamos ante la curiositas precientífica que, todavía exenta del prejuicio positivo cientificista, indagaba donde lo que no se puede medir se ofrece innombrable a nuestro espíritu?

Brevísima aproximación a la noche y día de difuntos. Francisco Acuyo
            Las imprecaciones y plegarias funerarias de la antigüedad prevalecen en liturgias actuales (desvirtuadas algunas veces por la vorágine consumista) con un raro vigor que se conecta con los misterios más profundos de nuestro inconsciente. El magus antiguo era natural receptor y amigo de aquellos que hablaban con los muertos y que hoy, huérfanos de aquella oscura autoridad de lo sobrenatural, recurrimos al charlatán o al médium de medio pelo, y si insistimos demasiado, no sería raro acabar paciente estigmatizado en la consulta de un psiquiatra.

            La cuestión es que esta impronta extraña, donde prevalece el arcana mundi, ha arraigado con fuerza en el arte y en la literatura, como si esa magia proviniese de la divinidad misma e inspirara su impulso creativo. La intuición egipcia de que los muertos tienen poder se manifiesta en la permanencia de los vetustos ritos, capaces incluso de mediar con la divinidad misma. Mas, ¿qué permanece en realidad hoy día de aquellas ciencias ocultas en estas liturgias modernas? Sería esta una investigación antropológica, religiosa (teológica) tan compleja como prolija, pero no por ello menos fascinante.

            ¿Hasta qué punto los adminículos expuestos en nuestros ritos y fiestas funerarias no reproducen amuletos, talismanes e instrumentos mágicos, y el iniciado o sacerdote no es en cierto modo un telésmata emparentado con los ritos de la antigüedad? ¿Hasta dónde estas ceremonias y liturgias arcanas no prevalecen aún en la actualidad, en la era de la información y la inteligencia artificial? ¿Hasta qué distancia arcana no llega hasta nuestros días los phylatéria (objetos mágicos) camuflados hoy en tantos instrumentos tecnológicos de la más diversa índole?

            No puedo dejar de emparentar por momentos algunas de nuestras celebraciones y conmemoraciones a nuestros difuntos con el Fascinum romano, manifiesto entonces en la Tacita o la Silente, cuyo tiempo denominado Feralia, estaba consagrado a los muertos familiares y que no ha perdido su carácter apotropaico y no son deudoras de alguna religión mistérica.

            Decía en otra ocasión que: Cuando el filósofo (Nieztsche) excusaba la búsqueda del genuino potencial humano en la pesquisa e indagación de la verdad, alejada de cualquier prejuicio o manida convención, se entregaba a la máxima que se ha tenido como uno de sus dilectos corifeos: mal, sé tú mi bien, y que acaso ya marcara uno de los presupuestos capitales de pensamiento para aprehender, en su estética dimensión, lo oscuro, lo dionisíaco o lo siniestro, y  que anunciaran prontamente Las diabólicas de Barbey d’Aurevilly, o, a la prometeica figura que ideara Mary Shelly en su celebrado Frankestein, o en los oscuros reductos en los que tan a su sabor hiciese vida y obra (y muerte) el gran Alan Poe, o el nunca suficientemente ponderado y misterioso Baudelaire, o el excelso y al tiempo tenebroso malditismo de Rimbaud, o, por qué no, el más tétrico e inquietante Bécquer de algunos poemas y narraciones.

Brevísima aproximación a la noche y día de difuntos. Francisco Acuyo

            Es el caso que, en estas fechas reconvienen todas estas manifestaciones sagradas, enigmáticas y oscuras que inciden en mucho más que en un recuerdo a los difuntos, porque penetran la fibra más íntima de la psique humana para hacerse ritual de vida plenamente manifiesto. Insistíamos entonces: Parece incuestionable que esta capacidad de percepción de lo oscuro es dominio de singulares espíritus sensibles, sensoriales, sensitivos, diríase que mantienen vivo, intacto el vínculo con el tantas veces inexplicable impulso –atávico- del que se invisten los miedos y angustias más profundos y arraigados;  la turbación y el terror que nos hace (acaso de forma inconsciente, pero del todo necesaria) mantener contacto cierto con lo oculto, no obstante, parece que este dominio duerme en el seno de nuestros demonios familiares pero, digo, dormita, en modo alguno está definitivamente muerto. 

        Esta latencia inquietante adquiere potencia psicológica extrema en tanto que, aquello que causa el desasosiego, no tanto es lo desconocido, decíamos, porque: ¿cómo hemos de manifestar miedo ante aquello nunca visto y conocido y, por tanto, extraño a nuestra experiencia vital? No obstante, la incertidumbre intelectual, racional, consciente, lógica, no implica desconocimiento fundamental de lo culto, que no desconocido. Se nutre esta inquietud, sin embargo, insistimos en ello, de aquello perfectamente conocido y reconocible en el desván ¿decrépito? redivivo y oscuro de lo más recóndito de nuestro espíritu. Lo insólito del caso radica precisamente en ese traer a la conciencia aquello terrorífico sabido –intuido- y temido durante el enigmático y tenebroso decurso de la noche de los tiempos.



Francisco Acuyo



Brevísima aproximación a la noche y día de difuntos. Francisco Acuyo