miércoles, 10 de octubre de 2012

ANTONIO MACHADO: AMOR Y POESÍA


De los dilectos poetas que iluminaron mi vida y modesta trayectoria poética está, sin duda, en lugar privilegiado, el entrañable e insigne Antonio Machado. En la sección de nuestro blog Ancile, Amor y poesía, bajo ningún concepto o circunstancia podía faltar el genio de Campos de Castilla. El artífice de Los complementarios dejó una obra poética amorosa de una delicadeza y sobriedad sin parangón en nuestra lengua. De ello queremos dejar constancia en esta limitada e insegura selección de poemas. Siempre sucederá lo mismo al tratar de recoger estos o aquellos versos predilectos para quien suscribe tímidamente estas apresuradas líneas. Ruego por ello las omisiones inevitables que hayan quedado para el lector aún más exigente.
Con toda humildad he de mostrar mi disconformidad con la inedudible opinión de referencia de mi admirado Manuel Alvar cuando en el prólogo a las Obras selectas de Antonio Machado, cuando decía que interesaba la creación y no la doctrina, y que si la filosofía no nos hurtó a un gran poeta, limitó su creación. La senda meditativa y de pensamiento de Antonio Machado no tiene igual en nuestras letras. Dícese que no hay ambigüedad en su poesía, pero ¡qué profundidad de emociones y pensamientos aporta para la más sensible vivencia emocional y la reflexión más severa! La filosofía en sus versos irá hermanada con una gracilidad y un fundamento genuinos que le identifican como poeta único y verdadero. El tiempo, la palabra, la vida, el proceso creativo, el amor… en sus poemas, aun siendo resultado de las palabras, no impide al lector atento viajar a los contenidos profundos, a veces insondables, rechazados acaso por él mismo (y por buena parte de la crítica), que la imaginación y el sentir del genuino amante de la poesía utiliza para alzar el vuelo más subido que, al final, es lo que motiva al enamorado del quehacer poético. El concepto de realidad que hoy reconocemos (sin la adulteración) de la literatura, ¡qué bien casa con el decir de nuestro amado poeta! La retórica de la sencillez más extrema (que huye de la metáfora y la imagen) se convierte aquí en un ejercicio de intuición que, quiérase o no, irá más allá de las palabras hacia el espíritu anhelado por nuestro poeta. Queden aquí estos poemas como testimonio de devoción e indeleble memoria hacia el gran Antonio Machado y su sublime y mirífica poesía.


Antonio Machado, Amor y poesía, Ancile





 ANTONIO MACHADO: AMOR Y POESÍA




Antonio Machado, Amor y poesía, Ancile


AMADA, EL AURA DICE





Amada, el aura dice
tu pura veste blanca…
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña…
no te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En las sombrías torres
repican las campanas…
No te verán mis ojos;
¡m corazón te aguarda!
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada…
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!



VERDES JARDINILLOS




¡Verdes jardinillos,
claras plazoletas,
fuente verdinosa
donde el agua sueña,
donde el agua muda
resbala en la piedra!…
Las hojas de un verde
mustio, casi negras
de la acacia, el viento
de septiembre besa,
y se lleva algunas
amarillas, secas,
jugando, entre el polvo
blanco de la tierra.
Linda doncellita
que el cántaro llenas
de agua transparente,
tú, al verme, no llevas
a los negros bucles
de tu cabellera,
distraídamente,
la mano morena,
ni, luego, en el limpio
cristal te contemplas…
Tú miras al aire
de la tarde bella,
mientras de agua clara
el cántaro llenas.


¿MI AMOR? ... ¿RECUERDAS...




¿Mi amor? ... ¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...
¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?...
¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde, en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada? ...




AY DEL QUE LLEGA SEDIENTO




¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!

Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagòrica en su mano.

¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!

¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazòn de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!

¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propòsitos discretos!

¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzò,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probò!

¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!




Antonio Machado, Amor y poesía, Ancile





SI YO FUERA UN POETA




Si yo fuera un poeta
galante, cantaría
a vuestros ojos un cantar tan puro
como en el mármol blanco el agua limpia.
Y en una estrofa de agua
todo el cantar sería:
“Ya sé que no responden a mis ojos,
que ven y no preguntan cuando miran,
los vuestros claros, vuestros ojos tienen
la buena luz tranquila,
la buena luz del mundo en flor, que he visto
desde los brazos de mi madre un día”.



LLAMÓ A MI CORAZÓN, UN CLARO DÍA 




Llamó a mi corazón, un claro día, 
con un perfume de jazmín, el viento.
  —A cambio de este aroma, 
todo el aroma de tus rosas quiero.
  —No tengo rosas; flores 
en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
  Me llevaré los llantos de las fuentes, 
las hojas amarillas y los mustios pétalos. 
Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?







Antonio Machado, Amor y poesía, Ancile




SOÑÉ QUE TÚ ME LLEVABAS 




Soñé que tú me llevabas 
por una blanca vereda, 
en medio del campo verde, 
hacia el azul de las sierras, 
hacia los montes azules, 
una mañana serena.
  Sentí tu mano en la mía, 
tu mano de compañera, 
tu voz de niña en mi oído 
como una campana nueva, 
como una campana virgen 
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano, 
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe 
lo que se traga la tierra!.




UNA NOCHE DE VERANO 




Una noche de verano 
—estaba abierto el balcón 
y la puerta de mi casa— 
la muerte en mi casa entró. 
Se fue acercando a su lecho 
—ni siquiera me miró—, 
con unos dedos muy finos, 
algo muy tenue rompió. 
Silenciosa y sin mirarme, 
la muerte otra vez pasó 
delante de mí. ¿Qué has hecho? 
La muerte no respondió. 
Mi niña quedó tranquila, 
dolido mi corazón, 
¡Ay, lo que la muerte ha roto 
era un hilo entre los dos!


   



EL AMOR Y LA SIERRA




Cabalgaba por agria serranía,
una tarde, entre roca cenicienta. 
El plomizo balón de la tormenta 
de monte en monte rebotar se oía. 
Súbito, al vivo resplandor del rayo, 
se encabritó, bajo de un alto pino,
al borde de una peña, su caballo. 
A dura rienda le tornó al camino. 
Y hubo visto la nube desgarrada, 
y, dentro, la afilada crestería
de otra sierra más lueñe y levantada 
-relámpago de piedra parecía-. 
¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada.
Gritó: ¡Morir en esta sierra fría!




Antonio Machado, Amor y poesía, Ancile






A JOSE MARÍA PALACIO





Palacio, buen amigo, 
¿está la primavera 
vistiendo ya las ramas de los chopos 
del río y los caminos? En la estepa 
del alto Duero, Primavera tarda, 
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos 
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas 
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa, 
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas 
entré las grises peñas, 
y blancas margaritas 
entre la fina hierba?
Por esos campanarios 
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes, 
y mulas pardas en las sementeras, 
y labriegos que siembran los tardíos 
con las lluvias de abril. Ya las abejas 
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos 
de la perdiz bajo las capas luengas, 
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios 
y las primeras rosas de las huertas, 
en una tarde azul, sube al Espino, 
al alto Espino donde está su tierra...


Antonio Machado

4 comentarios:

  1. Muy grata lectura. La belleza de la palabra en este gran poeta. Gracias, querido amigo.
    Un fuerte abrazo.
    Jeniffer Moore

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  2. Espléndida selección de Machado.
    Un gusto leerla en tu espacio que descubro.

    Saludos...

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  3. Buen post con poemas para deleitarnos ...
    Es un emotivo homenaje al gran maestro A. Machado.

    Besos y versos.
    Versos y besos.
    MA.
    El blog de MA.

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  4. Gracias, amigo, por regalarnos esta colección preciosa del gran poeta. No me es ajeno Machado, cómo iba a serlo, si lo vengo leyendo y emocionándome con su obra desde la adolescencia. El soneto que acá se muestra es una joya insuperable. Un abrazo.

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