Segunda entrega de las espléndidas aproximaciones del pensamiento y obra de Teresa de Jesús en la espiritualidad de nuestro tiempo, por el filósofo y profesor Tomás Moreno para la sección de Microensayos del blog Ancile.
EL
LEGADO DE TERESA DE JESÚS.
SU PROYECCION Y VIGENCIA EN
LA ESPIRITUALIDAD DE
NUESTRO TIEMPO (IIª)
II.
Proyección de la espiritualidad de
Teresa en el siglo XX
Estas tres
grandes propuestas de (su) espiritualidad que Teresa de Jesús ofreció al hombre
y a la mujer de su tiempo -cristocentrismo, el desasimiento kenótico e
importancia de la oración como
instrumento eficacísimo en orden a la acción solidaria y a la caridad cristiana- presentan
quinientos años después de formuladas una vigencia y actualidad sorprendentes.
La huella y la
presencia de Santa Teresa en la
espiritualidad de nuestro tiempo desde este punto de vista han sido de una
fecundidad verdaderamente asombrosa, y no sólo por la modernidad de sus
posiciones doctrinales, sino también por el seguimiento obtenido. Su
legado -de manera explícita y directa o implícita e indirecta- se hace notar de
manera muy relevante y profunda en
numerosas místicas posteriores, desde la espiritualidad radical y contemplativa
de Teresa de Lisieux, también carmelita (a finales del siglo XIX, en 1897),
hasta Teresa de Calcuta la mística
activista del amor contra la pobreza (también tres años antes de terminar el
pasado siglo)[1].
Nosotros vamos a fijarnos solamente
-y por su afinidades con la monja castellana- en tres de las más grandes
místicas del siglo XX, las tres de origen judío. Dos de ellas desembocaron en
el cristianismo o en sus umbrales; la tercera, ubicada en la tradición judaica,
se situaba sin saberlo -inconsciente pero muy efectivamente como “cristiana
anónima”- en los aledaños de la Iglesia católica: me refiero a Edith Stein y a Simone Weil, en un caso, y a Etty
Hillesum, en el otro. En ellas, podemos apreciar e identificar algunos de
los aspectos más significativos de la espiritualidad de Teresa de Jesús, que ya
antes hemos glosado.
La primera, la filósofa
judeo-germana Edith Stein[2] (Breslau 1891), llegará a ser nombrada
Copatrona de Europa (1999) junto a santa Catalina de Siena y santa Brígida de
Holanda, y canonizada por Juan Pablo II en Roma el 11 de octubre de 1998. De
las tres fue, sin duda, la más concernida e influenciada por la personalidad y
la obra de Teresa de Jesús, como veremos. Perteneció
al círculo fenomenológico
de Göttingen y fue la 1ª asistente o ayudante de Husserl en su cátedra de Friburgo (entre 1917 y 1919), donde se
doctoró con una tesis sobre el tema de la empatía.
Edith Stein |
Su condición de judía,
fue asumida plenamente desde que en su juventud se confesara agnóstica, no creyente,
hasta hacerse cristiana en plena madurez vital/intelectual -tras una inesperada
y emocionante conversión- e ingresar en el Carmelo, orden elegida, tal vez, por
ser la orden de Teresa de Jesús y por ser la única orden religiosa de raíces
hebreas[3].
Su conversión radical e
imprevista, la obligará a abandonar su puesto docente en Münster, su carrera
académica y su activismo feminista y, más tarde, la impulsará a trasladarse -tras la persecución nazi
de los judíos- desde el Carmelo de
Colonia -en el que había profesado tras
su conversión- al de Echt en Holanda;
acabando finalmente su vida en el campo de Auschwitz en Polonia en 1942.
La segunda, Simone Weil[4] (París 1909), pensadora judía
francesa, agnóstica en su juventud y, tras su conversión, entregada a la causa
de Cristo en las personas de sus hermanos los pobres y despreciados de este
mundo. Aunque su itinerario religioso personal no culminara con su entrada
“formal” en la Iglesia católica -mediante el bautismo- como anhelaba, vivió y
se situó humildemente en su umbral (sin llegar a traspasarlo) hasta sus últimos
días.
Su vida estuvo jalonada
por una serie de experiencias decisivas: su vocación intelectual como profesora agregada de
Filosofía en varios Liceos franceses; sus trabajos como obrera en la fábrica
(en la Renault) o como campesina en la campiña francesa; sus experiencias
místicas; su participación con los anarquistas de Durruti en la guerra civil
española; su colaboración en Londres con la Resistencia contra los nazis etc.,
hasta su dramática y heroica muerte en Ashford, tras su breve exilio
estadounidense.
La tercera,
Etty Hillesum[5],
joven judía holandesa (Miiddelburg 1914), que tuvo una vida breve pero intensa
(dos relaciones sentimentales con hombres significativamente mayores que ella;
uno de ellos, que le dio un hijo no deseado y abortado, el otro Julius Spier,
psicoquirólogo (analista de la personalidad mediante examen de las manos), que
le descubrió el mundo de la espiritualidad hebrea; en la sinopsis de su breve
vida anotamos estos datos curriculares: haber cursado estudios
universitarios
de derecho, lenguas eslavas y psicología; haber sido voluntaria como asistente
social y ayudante de enfermería en el campo de concentración nazi de Westerbork
hasta, finalmente, ser apresada por judía y enviada al campo de exterminio de
Auschwitz.
Simone Weil |
Etty,
nos presenta un itinerario espiritual sorprendente e intensísimo, que recuerda
el propuesto por Teresa en sus Moradas:
el camino agustiniano de la interioridad (ínstasis)
y de la kénosis como única vía segura
de encuentro con el Amado divino. Su vida -plena de riqueza interior aunque
brevísima (apenas 29 años)- puede sintetizarse con estas bellas palabras del
papa Benedicto XVI, pronunciadas en
la Audiencia general del 13 de Febrero de 2013: “Pienso también en la figura de
Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que morirá en Auschwitz.
Inicialmente lejos de Dios, le descubre mirando profundamente dentro de ella
misma y escribe:
“Un
pozo muy profundo hay dentro de mí. Y Dios está en ese pozo. A veces me sucede
alcanzarle, mas a menudo piedra y arena le cubren: entonces Dios está
sepultado. Es necesario que lo vuelva a desenterrar” (Diario, 97).
En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios
precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la
fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de
afirmar: Vivo constantemente en intimidad
con Dios”.
Pues bien: aunque lo hagan de forma
y por caminos diferentes, las tres encarnan la cima del pensamiento místico, y
de la experiencia religiosa y moral del siglo XX y presentan sorprendentes
coincidencias doctrinales, caracteriológicas y biográficas con Teresa.
Veámoslo:
a)
En los tres casos nos encontramos con místicas comprometidas con el mundo, como
Teresa de Jesús, ya que practicaron
una “mística de ojos abiertos” (en
expresión del teólogo Johann Baptiste Metz[6]) o
una “mística de la misericordia” o de
la solidaridad (como la denomina J. Ignacio González Faus)[7],
que las llevó a una espiritualidad encarnada, a ser contemplativas en la acción, pasivas
respecto a Dios, pero activas
respecto a los hombres y que comprometieron, en fin, su vidas con la causa de
los perseguidos, de los oprimidos y de las víctimas.
Vivieron en tiempos sombríos[8],
trataron de liberar al mundo del dolor asumiéndolo en carne propia. Ellas no
acudían a Dios para que las librara “del” sufrimiento, sino que lo
experimentaron en su interior como posibilidad de sentido “en medio” del terror
y del sufrimiento extremos.
b)
Dos de ellas, igualmente influidas, como Teresa, por la mística de San Juan de
la Cruz y también por los escritos y el ejemplo personal de la propia monja de
Ávila, por su mensaje de entrega a Cristo y por la impactante lectura de su Libro de la Vida. En el caso de Edith Stein, la influencia es directa y determinante, como veremos.
En el caso de Simone Weil no existe,
ciertamente, una influencia directa y explícita de la santa castellana, pero sí
similitudes y convergencias en su modo de vivenciar la experiencia mística y la
vida contemplativa.
Etty,
la holandesa, inmersa en una
tradición religiosa diferente a la de la mística castellana, presenta
similitudes con Teresa dignas de destacar, como es su infinita necesidad de
intimidad amorosa con Él, con Dios (un dios amoroso, y dulce, pero no
todopoderoso), en cuyo rostro podemos atisbar los rasgos de la faz de Cristo).
Recordemos que esa misma tradición
sería la que inspirará a la primera y original mística del Carmelo, a Teresa de
Jesús, quien dedicaría unas famosas y censuradas reflexiones o meditaciones (“Conceptos del Amor de Dios”) al poema
amoroso nuclear de toda esa tradición hebrea vetero-testamentaria: El Cantar de los cantares, sin tener
ningún reparo en evocar alguno de sus más
famosos versículos al dirigirse a
Dios para suplicarle que su místico Amado, Jesús, le haga esta merced: “Béseme con
beso de su boca” (Conceptos del Amor de Dios,4, 8).
Etty Hillesum |
Lo que confiere además a su experiencia mística
carácter de imperativo ético es el triple propósito u objetivo que Etty se
propone alcanzar en el Lager -el de
ser remanso de tranquilidad en el
campo, corazón pensante de los
barracones y bálsamo para tantas
heridas- que trata de desarrollar de la manera más sencilla y natural valorando
cualquier pequeña acción como algo importante y necesario: “Me sucede cada vez más a menudo que
encuentro un asomo de eternidad hasta en las percepciones y tareas cotidianas
más pequeñas”.
En efecto, las tareas cotidianas están muy presentes
en su Diario[9].
Porque buscando a Dios Etty busca al
Amado, busca el Amor en lo más pequeño y aparentemente insignificante: “Deja que haga las mil pequeñas tareas
cotidianas con amor, pero permite que cada pequeña acción surja de un único y
gran sentimiento de amor” (Diario, 03. 12. 41). También “entre pucheros”
podía encontrarse a su Señor (igual que sucede en Teresa de Ávila y también en
Teresa de Lisieux, como ambas testimonian en el “Libro de la Vida” y en la “Historia
de mi Alma” respectivamente).
Ambas mujeres (Teresa y Etty), apasionadas, rupturistas, se movieron
constantemente en las profundas simas del ser femenino, del amor, y del deseo
de unión con el amado. Como concluye Cecilia
Padvalski su sugestivo ensayo sobre ellas: “Teresa y Etty, por caminos muy
diferentes han vivido desde la imaginación radical y han creado nuevos
significados frente al orden establecido”[10].
c)
En las tres, Edith, Simone y Etty,
mujeres de fuerte personalidad y carácter como la propia Teresa, podemos
encontrar, más allá de diferencias notables en cuanto a circunstancias
puntuales, histórico-culturales y biográficas, otras muchas similitudes
destacables y coincidencias significativas.
Como es bien sabido, Teresa de Jesús
vivió toda su vida atemorizada -al igual que su padre y sus hermanos- porque se
llegasen a descubrir sus orígenes hebreos y ser acusada, por ello, de
“cristiana nueva” y “sospechosa en la fe”, consciente de que cualquier día, eso
-su pertenencia a casta de conversos- podría
costarle algún serio disgusto. Sobre todo, el de verse rechazada por una
Iglesia a la que amaba con todo su corazón. Ello supuso, ciertamente, una
onerosa rémora en el desarrollo de su misión reformadora, una espada de
Damocles que se cernía amenazante sobre su estirpe[11].
Pues bien, las tres místicas que
evocamos, eran -como Teresa- de ascendencia judía, y fueron perseguidas por
ello, aunque no todas ellas asumieran de igual manera su identidad semita. Dos
de ellas, condenadas por su pertenencia al pueblo hebreo: Edith Stein y Etty Hillesum.
Edith conversa
al catolicismo quiso compartir el destino de su pueblo
judío; Etty, murió mostrándose orgullosa de su procedencia hebrea. Simone Weil, finalmente, aunque judía,
renunció expresamente a una identidad hebrea, con la que no se identificaba,
pues: ni compartía su tradición ni su
cultura.
d)
Las tres, como Teresa, acosadas constantemente por un sistema inquisitorial
represor[12]
o por un inhumano régimen totalitario (el Nazismo), amenazadas con el
exterminio inexorable en las cámaras de gas, se vieron obligadas a burlarlo o
combatirlo de diverso modo. Y encontraron un modo común para expresar su
resistencia ante la inminente amenaza de la barbarie: Escribir. Esas mujeres resistieron escribiendo y tratando de
invertir la lógica despiadada del sistema inquisitorial o totalitario, y por
ello simbolizaron un resto de humanidad frente a la inhumanidad imperante.
Formaron parte de esa reserva
espiritual y moral de sentido, desde la que reconstruir un nuevo discurso sobre
la humanidad del hombre.
Lo
único que pretendieron fue mantener lo que Hanna
Arendt -otra mujer paradigmática como ellas- llamó el “diálogo humanizador con el mundo”. Como concluye Rachel F. Brenner, en un esclarecedor
ensayo, “su preocupación por el mundo
desafió la solución final, no porque ellas fueran santas, sino porque eran
humanas” [13].
Murieron en dos casos compartiendo el destino de sus hermanos de raza, judíos,
y en el otro, el de sus compatriotas y trabajadores mediante su autosacrificio,
como fue el caso de Simone Weil.
e) Las tres
amantes de la lectura y de los libros[14],
fueron prolíficas escritoras:
describieron sus vidas en escritos
autobiográficos como Teresa de Jesús
en “El
Libro de la Vida”[15] (1565)
y en su Epistolario. Edith Stein
nos descubrirá su experiencia vital anterior a su conversión en “Estrellas
amarillas” y su vida a partir de aquella en “Cómo llegué al Carmelo de Colonia”[16]. Simone Weil a través de escritos como “A
la espera de Dios”[17]
verdadera autobiografía espiritual. Etty
Hillesum en su Diario[18]
y en sus Cartas[19].
El 5 de junio de 1943, antes de ser internada confió a su amiga María Tuizing
varias libretas con sus “diarios” escritos. En 1981 apareció la primera edición
de su Diario en holandés: en siete
años aparecerán más de 19 ediciones.
f)
Pero merece destacarse, por sobre toda otra cuestión, algo que también preside
la vida religiosa tanto de Teresa de Jesús como de las de nuestras tres
místicas contemporáneas, y es el valor que confieren a la propia experiencia en
su búsqueda de un itinerario religioso
personal. Nos parece sorprendente la coincidencia de las tres en haber llegado
a la fe -como la propia Teresa- tras una fuerte, profunda e inesperada experiencia de encuentro personal con
Dios, en la que, como se dice en Ciencia
de la cruz de Edith Stein,:
“No
se trata sólo de una simple recepción del mensaje de fe escuchado, ni tampoco
de un simple dirigirse a Dios al que se conoce exclusivamente de oídas, sino de
un contacto interior, de una experimentación de Dios que tiene la fuerza de
desvincular de todas las cosas creadas, de elevar al tiempo que sumerge en un
amor que no conoce su objeto”[20].
Tomás
Moreno
[1] Sobre las
mujeres místicas a lo largo de la historia véase: M. Chiana (coord.), El dulce canto del corazón. Mujeres místicas
desde Hildegaard hasta Simone Weil, Narcea, Madrid, 2006. Para las místicas
de nuestro tiempo cfr. Emilia Bea, Mística
y Política en el discurso femenino contemporáneo, Anales de la Cátedra
Francisco Suarez, 41, 2007, pp. 33-50 y Silvie Courtine-Denamy, Tres mujeres en tiempos sombríos. Edith
Stein, Simone Weil, Hannah Arendt o “amor fati amor mundi”, Edaf, Madrid,
2003.
[2] Sobre la figura
y el pensamiento de Edith Stein véanse: Alasdair MacIntyre, Edith Stein, prólogo
filosófico,
1913-1922, traducción de Feliciana Merino Escalera, Editorial Nuevo Inicio, Granada, 2008.; Laura Boella, Pensar con el corazón. Hannah Arendt, Simone Weil, Edith Stein, María
Zambrano, Narcea, Madrid, 2010, p. 47; I. Vigone, Introduzione al pensiero filosofico di Edith Stein, Roma, 1991;
John Osterreicher, Siete filósofos judíos
encuentan a Cristo, Aguilar, Madrid,
1961; A. López Quintás, Cuatro filósofos
en busca de Dios, Rialp, Madrid, 1990; W. Herbstrhit, El verdadero rostro de Edith Stein, Encuentro, Madrid, 1990;
Christian Feldmann, Edith Stein: Judía,
filósofa y carmelita, Herder, Madrid, 1987.
[3] Orden de índole
eremítica, contemplativa, se introdujo en Europa desde Palestina en el siglo
XIII..
[4] Pueden
consultarse sobre su biografía, personalidad y pensamiento las obras
siguientes: Emilia Bea, Simone Weil. La
memoria de los oprimidos, Encuentro, Madrid, 1992; Simone Pétrement, Vida de Simone Weil, Trotta, Madrid,
1997
[5] Sobre Etty
Hillesum véase, sobre todo, la obra de José Ignacio González Faus, Etty Hillesum. Una vida que interpela,
Sal Terrae, Santander, 2008. También se leerá con provecho, P. Lebeau, Etty Hillesum. Un itinerario espiritual,
Sal Terrae, Santander, 2000.
[6] Johann Baptist
Metz, Dios y Tiempo. Nueva teología
política, Trotta, Madrid, 2002,
pp.154-157.
[7] Para la
concepción de la mística de la solidaridad,
del amor y de la liberación véanse los admirables ensayos del teólogo jesuita José
Ignacio González Faus, Unicidad de Dios,
pluralidad de místicas, Cuadernos CJ, nº 180, Barcelona, 2012 y ¿Dios?, Cuadernos CJ nº 190, Barcelona,
2014.
[8] Cfr. Silvie
Courtine-Denamy, Tres mujeres en tiempos
sombríos. Edith Stein, Simone Weil, Hannah Arendt o “amor fati amor mundi”,
op. cit.
[9] Se publicó en
castellano con el título de Una vida
conmocionada. Diario de Etty Hillesum, en ediciones Anthropos, Barcelona,
2007. También en Anthropos se publicó su epistolario de Amsterdam y Westerbork:
El corazón pensante de los barracones.
Cartas, 2001.
[10] “Teresa de Jesús
y Etty Hillesum. Dos mujeres creyentes. Una mirada psicoanalítica desde la
perspectiva de género” en Carlos Schickendantz (id.), Mujeres, género y sexualidad y sexualidad. Una mirada interdisciplinar,
EDUC, Córdoba, 292.
[11] Teresa de Jesús
no era, pues, cristiana vieja. Alonso
Cortés lo probó en 1946 –corroborado más tarde por Dominguez Ortíz y Caro
Baroja- y sobre todo por F. Márquez
Villanueva “Santa Teresa y el linaje”, que descubrió documentación en el
archivo de la Chancillería de Valladolid, probando sin posibilidad de duda, el
origen judío de la santa. El abuelo de Teresa, Juan Sánchez, rico mercader
toledano en telas finas, se autodelató en el año 1485, reconciliado o
sambenitado salió a la pública vergüenza en procesiones penitenciales.
[12] Se salvó Teresa
de Ávila después de dos generaciones de víctimas. La desconfianza de la
Inquisición sobre Teresa fue estrecha y larga, casi constante. Los inquisidores
y enemigos (descalzos o de otras órdenes: dominicos y jesuitas) mutilaron y
censuraron sus escritos, o los arrojaron al fuego. Sometieron largos años el
manuscrito del Libro de la Vida a
examen de la Inquisición (recogiendo todas las copias existentes), que
afortunadamente se libró al fin del peligro de condena al fuego y fue editado
por Fray Luis de León en 1588. No tuvo igual suerte Las Meditaciones sobre los Cantares, tras circular unos años por
los conventos carmelitas, sufrió efectivamente la condena al fuego. Se salvaron
algunas copias incompletas y el P. Jerónimo Gracián lo editó en Bruselas en
1611 con el título de “Concepts del Amor
de Dios”. Además todos esos enemigos le recordaron su condición de mujer,
es decir a su obligación como tal a estar
sometida humildemente y prescindir de iniciativas, pero no la doblegaron.
Teresa partía de dos graves faltas: descendía
de judíos y practicaba la ironía.
En las visiones de Teresa existe un dato común con todos los míticos y
místicas: la libertad de juzgar el sacerdocio y de sentir a Dios como fuente de
independencia de la conciencia (Cfr. E. Llamas Martínez, Santa Teresa de Jesús y la Inquisición española, Madrid, 1972).
[13] Rachel Feldhay
Brenner: Edith Stein, Simone Weil, Ana
Frank y Etty Hillesum, Narcea Ediciones, Madrid, 2004.
[14] En
el caso de Teresa, Marcel Bataillon ha documentado la amplitud intelectual de
sus lecturas y la profundidad de la huella que dejaron en el espíritu y la
escritura de Teresa, también García de la Concha, Valverde, Orozco etc. En los años de formación hay que subrayar los
nombres de San Jerónimo, San Gregorio, Francisco de Osuna Tercer Abecedario Espiritual, San Pedro de Alcántara, San Agustín (Confesiones). Además de Juan de Ávila,
Fray Luis de Granada y Erasmo etc. En muchas ocasiones su desaliñado estilo,
espontáneo e improvisado “hablar como se habla” (Menéndez Pidal), su torpeza expresiva o incluso descuido formal
o sintáctica se debe, no a la modestia o
apocamiento que estaban en las antípodas de su personalidad, sino a su ironía y
disimulo ante los letrados: trampas para que la vigilancia crítica de sus
primeros lectores (sus confesores, a veces hostiles o inquisidores) bajara la
guardia y dejase libre circulación a copias de sus escritos entre sus monjas
carmelitas y fuera de los conventos.
[15] Teresa de Jesús,
Libro de la Vida, en Obras Completas, op. cit.
[16] Burgos, Monte
Carmelo, 2001.
[17] Simone Weil, A la espera de Dios, Trotta, Barcelona,
1996.
[18] Etty Hillesum, Una vida conmocionada. Diario de Etty
Hillesum , op. cit.
[19] Etty Hillesum, El corazón pensante de los barracones.
Cartas op. cit.
[20] Edith Stein,
“Ciencia de la Cruz”, en Obras completas,
V: Escritos Espirituales, El
Carmen/Espiritualidad/ Monte Carmelo, Vitoria/Madrid,/ Burgos, 2004.
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