viernes, 23 de octubre de 2015

LA VIDA DEL ESPÍRITU: UN BREVÍSIMO APUNTE AL SENTIDO Y SIGNIFICADO

En esta ocasión, y para la sección De Juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, ofrecemos el post titulado: La vida del espíritu, un brevísimo apunte al sentido y al significado.

La vida del espíritu: un brevísimo apunte al concepto de sentido y significado, Francisco Acuyo



LA VIDA DEL ESPÍRITU:

UN BREVÍSIMO APUNTE AL CONCEPTO

 DE SENTIDO Y SIGNIFICADO





TIEMPO atrás[1] hablábamos de la arrogante presunción de ciertos sectores de un post-positivismo amparado en las teorías evolucionista radicales y en disciplinas científicas de nuevo cuño[2] y grandes dosis de desdén hacia cualquier explicación del concepto, dinámica y funcionamiento de la mente y su interrelación con el mundo, nos referimos a la neurociencia, las cuales venían a poner en cuestión, o cuando menos, a sustraer toda la importancia posible a cualquiera iniciativa para entender la realidad, no sólo fenomenológica del mundo, también para una correcta comprensión de la psicología consciente (e inconsciente) fuera del ámbito –fuertemente mecanicista- de estas corrientes de pensamiento científico harto excluyentes, desdeñosas y petulantes. Algunos de estos selectos y espetados representantes diferenciaban radicalmente a las humanidades (frente)  a su casi infalible método científico, estableciendo criterios de distinción incomparables entre una y otra manera de acceder al conocimiento, colocando el modus científico como ampliamente superior y más coherente con la realidad de los hechos objetivos que aspiran a explicar, ya sean físicos, biológicos o [3] que, les parece, por no científico, insignificante, cuando en realidad en modo alguno deberíamos considerar trivial y desdeñable, máxime cuando será, por cierto, en virtud de éste que habrían de surgir los fundamentos del propio método científico a través de otras manifestaciones fundamentales mediante las que entender la naturaleza del ser humano (la filosofía, el arte, las diferentes pseudociencias: alquimia, astrología, e incluso la misma magia primitiva[4],  a través de las que se conformaría, ya lo adelantábamos, buena parte de la metodología en la que se habrían de basar las disciplinas científicas de la actualidad. Parece, no obstante, que, por ser muchas de ellas semillas del conocimiento científico, son despreciables, y si acaso fueron germen también de otra manera de entender el mundo, no merecen más atención que la de su curiosidad histórica o arqueológica.
La vida del espíritu: un brevísimo apunte al concepto de sentido y significado, Francisco Acuyo

                Esta humanidad a la búsqueda de un sentido existencial o social (para su especie) se abandona al albur de la lógica, la razón y el método científico, como si la ciencia pudiese dar discernimiento a las necesidades del espíritu, cuando en realidad, la aspiración espiritual pretende la liberación de todo significado. Acaso esta sutil apreciación sí pudiera valorarse bajo los criterios que no pueden ser nunca científicos (sí filosóficos, artísticos, religiosos, místicos,…) y cuyos juicios no son en modo alguno dignos de la menor consideración. ¿Es que la ciencia pueda llenar todas y cada una de las aspiraciones de la conciencia? Los hechos objetivos y demostrables por la ciencia, o los valores establecidos (abstraídos) en la búsqueda de necesidades propias o de especie, de seguridad, protección…. no parecen hacerlo. Sencillamente porque muy bien pueden no estar al alcance de las convenciones de la ciencia y de la moral social a la que pretende adherirse eso que llamamos humanidad.[5]

                Los propósitos que dan sentido a la ciencia (antes al conocimiento religioso, mágico al primitivo discernimiento filosófico) y a la ética social son sin duda un rasgo extraordinariamente genuino del ser humano, pues, necesita vitalmente establecerlo como rutina de integración personal en el mundo, y en la mayoría de los casos no tanto porque aspire a la contemplación de la realidad (última) y a la virtud moral altruista, sino por pretender hacer eternos los momentos que no volverán a repetirse. Creemos que, ahora más que nunca, esta confusión trascendente es más evidente, por eso establecemos muchas veces un papel dogmático a lo que jamás puede ser dogma (y puede y debe ser refutado) que es el cualquier principio de la ciencia, marchando sin fundamento hacia la vertiente que está más allá del significado, decíamos, que es la vía de la alta filosofía, la mística o la verdadera religión y sin duda la poesía desasida o desarraigada y profundamente entregada al proceso creativo. Por eso, insisto, la díscola y exaltada apreciación de la entrada anteriormente[6] referida en este post, tiene un especial sentido, porque siendo un entusiasta de la ciencia, me parece que negar cualquier otra forma de entendimiento del mundo por muy ancestral, intuitiva o simbólica, es relegar la potencia de los seres consciente a una visión muy parcial de lo que el mundo y el espíritu en su interpretación ofrece.

                Es claro que ni la ciencia ni el producto artificial (y abstraído) de una moral interesada en la supervivencia pueden ofrecer de manera unitaria aquello que precisa el ser de nuestra conciencia que, no es tanto humana, como universal, si la identificamos como la capacidad de entendimiento comprometida con la totalidad del mundo, que nos incluye a nosotros mismos, porque eso aquello que llamamos conciencia (y que en la acepción que nosotros manejamos incluye la inconsciencia)
La vida del espíritu: un brevísimo apunte al concepto de sentido y significado, Francisco Acuyo
está implicada en la totalidad de todo lo que fue, es y será mañana. Y esto es así, porque la mera lucha por la supervivencia no precisa de conocer la verdad, sino subvenir sus necesidades primarias e inmediatas.

                También en otras ocasiones hemos hecho énfasis en el mito del progreso amparado precisamente en los avances científicos y tecnológicos que, como todos sabemos son un hecho incontestable, pero que en modo alguno garantizan el progreso social y, aún menos el individual[7], y si este último no es efectivo muy difícilmente puede serlo el social. Muy conveniente sería reflexionar sobre la cuestión de la accesibilidad a la verdad, a la realidad, y caer en la cuenta de que esta acaso nunca puede ser enseñada, tan solo verter o reconocer y mostrar los cauces y señales por donde puede vagamente indagarse, pues en última instancia solo podemos acceder a ella y verla y reconocerla por nosotros mismos. Al fin y al cabo la razón última por la que necesitamos un sentido para nuestra vida, en verdad radica en que, eso que llamamos nuestra conciencia, no sea tan nuestra como pensamos que pudiera ser y, como entidades imperfectas y mortales, quisiéramos participar de aquello que nos trasciende y que, en realidad, nunca nos abandona.



                                                                                                           Francisco Acuyo





[1] La libertad del dogma positivo científico: de la ignorancia a la involución intelectual y creativa, blog Ancile, De juicios, paradojas y apotegmas: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2015/10/la-libertad-del-dogma-positivo.html
[2] Anterior post de vehemente, desaliñada e impetuosa redacción que, a vuela pluma, mostraba de manera algo exaltada la torpeza y desconsideración, sino ignorancia, de ese acervo de profundo e indiscutible interés de todas las disciplinas, enseñanzas y doctrinas que se pierden en la noche de los tiempos y que, a nuestro modesto interés, encierran posos de inagotable provecho y magisterio para quien quiera entender.
[3] Véase a Claude Levi-Struss en su Pensamiento Salvaje, F.C.E., México, 1990
[4] Frazer,  : La rama dorada, F.C.E. México, 1998.
[5] Así lo entendía en principio George Santaya y, posteriormente, el filósofo John Gray.
[6] Y que a pesar de sus muchísimos defectos expositivos y de expresión, no voy ni quiero retocar, porque sirva (me sirva) de singular referencia para la contención y la prudencia.
[7] De hecho es de todos reconocido que los avances científicos y tecnológicos están muy por encima del saber del hombre en respuesta a lo que suponen para su entorno y para él mismo.




La vida del espíritu: un brevísimo apunte al concepto de sentido y significado, Francisco Acuyo

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