Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, ofrecemos otra nueva entrada que, siguiendo el tema de la misoginia propuesto por el profesor Tomás Moreno, lleva por título. Las raíces culturales de la misoginia y de la violencia contra la mujer.
LAS RAÍCES
CULTURALES DE LA MISOGINIA
Y DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Si nos preguntásemos por la razones de la pertinaz, perniciosa y
ominosa violencia ejercida contra las mujeres en nuestras sociedades
posmodernas, desarrolladas y presuntamente civilizadas, tendríamos que acudir a
una serie de textos (míticos, religiosos, filosóficos, éticos, literarios,
jurídicos y seudocientíficos) y de obras artísticas (pictóricas, escultóricas,
cinematográficas, publicitarias) representativos de la tradición ideológica
misógina de nuestra cultura occidental. Enseguida, caeríamos en la cuenta de
que las causas de la misma son de carácter indudablemente socio-cultural,
ideológicas, y también educativas y que
ha de ser combatida, en consecuencia, desde ámbitos y por medios educativos y culturales.
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Filósofos
antiguos y modernos desde Aristóteles a Hobbes, desde Maquiavelo a Rousseau,
pasando por Kant, Hegel, Fichte, Schopenhauer[4],
Nietzsche, y otros epígonos suyos como
Otto Weininger, cayeron en ese
prejuicio, en esa descalificación de la mujer, llegando a naturalizarlas y animalizarlas como
simples “cebos de la naturaleza”,
para asegurar la perpetuación de la especie, al servicio de las necesidades de
la misma, sometidas y asimiladas al orden de la naturaleza...y situadas al
nivel de las demás hembras animales -vacas, gatas-[5].
No se las conceptualizará ya, pues, como personas, ni se las percibirá como
seres humanos con múltiples y variadas formas de realización personal y
existencial, sino única y exclusivamente (desde un insoportable reduccionismo
biologicista) como hembras destinadas a parir, dar a luz, y alimentar a los
hijos: la reproducción sería si no la única sí la función principal de la mujer: “Como las mujeres han sido creadas
únicamente para la propagación de la especie y toda su vocación se centra en
ella, viven más para la especie que para los individuos, y se toman más a pecho
los intereses de la especie que los intereses de los individuos”[6],
viene a decirnos la pensadora francesa Le Bras-Chopard.
Tomás Moreno
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[1] Salvo honrosas excepciones como
Cervantes, Feijóo, Pérez Galdós, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán,
Colombine, Federico García Lorca entre nuestros clásicos literarios españoles,
y Aggripa de Nettesheim, Poullain de la Barre, Condorcet, Von Hippel,
Saint-Simon, Fourier, Engels, Stuart Mill, Simone de Beauvoir, María Zambrano y
Emmanuel Mounier entre los filósofos y pensadores europeos.
[4] Para Schopenhauer las mujeres están incluidas en la
naturaleza como mantenedoras de la trampa de la especie por medio de una
sexualidad que aúna deseo y reproducción
[5] Escribe Proudhon al respecto: “La mujer
es un bello animal, pero es un animal”. El pensador anarquista se refiere “al
genio egoísta y personal, imperioso; el carácter áspero, el corazón brutal, en
una palabra, la ferocidad de la mujer. Ya lo hemos dicho: es una gata” (La Pornocracía). Nietzsche, por su
parte, se refiere en numerosas ocasiones a la mujer –“animal de presa” con
términos animalescos: “Dice
Zaratustra: la mujer no es todavía
capaz de amistad: gatos continúan
siendo siempre las mujeres y pájaros” (Así
habló Zaratustra, Del amigo). “Con su garra de tigre bajo el guante
[…] ese peligroso y bello gato que es la mujer (Más allá del bien y del mal, & 239). Otto Weininger, en fin, afirmará:
“Las mujeres se hallan más próximas a la naturaleza que los hombres. Las flores
son sus hermanas y están más cera de los animales que el hombre” (Sexo
y Carácter)
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