martes, 2 de febrero de 2021

QUIÉN DIJO GENARO, DE PASTOR AGUIAR

 Para la sección Narrativa del blog Ancile, traemos un nuevo relato de Pastor Aguiar que lleva por título: Quién dijo Genaro.


Quién dijo Genaro. Pastor Aguiar



QUIÉN DIJO GENARO

 

 

 

Dejé al auto parqueado frente a la avenida, detrás de una acera estrecha con los portales al fondo.

Iba a alguna diligencia, tal vez Luis, como siempre en su barbería, para enterarme de primera mano de que el mundo no se acaba en el 2012; o dónde conseguir unos buenos tabacos.

Si no era la barbería, cómo adivinaré ahora, cuando estoy en una dimensión diferente; mi carro es otro y está reposando en su parqueo junto a mi casa. Y no es que me vanaglorie con el toyotica, pues fuera mucho más feliz con un buen caballo.

De todas formas iba caminando frente a varios negocios con cartelitos de pasteles de guayaba, batido de mango, ropa vieja con yuca, etc.

A cada rato salía alguien y era como si me atravesara llevándose un poco de mí hacia el centro de la calle sin tráfico. Digo esto porque cuando los seguía con la vista era capaz de adivinar sus rumbos y sus estados de ánimo.

Al doblar la primera esquina entré por una enorme puerta de doble hoja, abierta a carcajadas.

_ Entra, cabronazo_ Sentí que me dijo la madera.

El salón era un pozo de brillos tirando al bronce. El cielo raso a quince varas por lo menos, repleto de murciélagos colgando como crisálidas en su capa oscura.

_ ¡Pepito, muchacho!, ¿todavía esperando? Me atacó una mujeraza igualita a Lina la de Alfredo Pérez.

_ ¿Serás Lina?

Quién dijo Genaro. Pastor Aguiar
_ No sé, quizás en el futuro; porque por el momento me dicen Dora.

_ Bueno, Dora, el caso es que acabo de llegar. No sé de dónde saca usted lo de mi espera.

_ Si no me canso de decirlo, carajo, que la memoria escasea más que el oro. ¿Así que las tres horas que llevas ahí manoseando revistas y sobándole las nalgas a la Venus es un ahora mismo para ti? Buen provecho entonces, hijo, me ahorro las disculpas del doctor Genaro Bocasanta.

Mientras la escuchaba la lengua se me cortó contra un filo de muela.

_ Está bien, veré al doctor en cuanto me avise…

No terminé, porque salía el tal Genaro sacándose la bata color púrpura. Al verme vino con los brazos en cruz.

_ ¡Pepe! No me vayas a decir que el carro otra vez…

_ Lo dejé como a tres cuadras, frente a la avenida.

_ Lo siento, amigo mío, es mi hora de almuerzo. Ve a recuperar el auto y déjalo al fondo de la clínica. A las dos en punto, tipo alemán.

Salí apurado, pero un viento frío cundido de pájaros me hizo perder la dirección y después pitazos de camiones invisibles, chocar de aceros en los tiempos de Roma.

Al primer claro me vi iniciando la travesía de un parque con muchos árboles negruzcos y bancos de granito.

Corrí; más bien troté a paso largo y liviano, como si estuviera en la luna. Disfrutaba los saltos sobre los bancos y me posaba lo mismo en medio de un islote de yerba que en algún pasillo.

Oí voces a la derecha, era un mulato viejo que guiaba a varios niños minusválidos, porque iban en sillas de ruedas, o se reían chorreando babas.

Al minuto llegué al pedrerío de la costa, y si la bordeaba hacia el sur, iba a llegar a la juguera, con su cola de sedientos y dame diez vasos del sabor que te venga en gana. Allí la muchacha pecosa exhibiendo sus tetas internacionales.

Quién dijo Genaro. Pastor Aguiar

Pero no, lo mío era encontrar el carro. Las dos de la tarde debían estar pisándome los talones.

Hice un giro en U por el lateral del parque, que por allí mostraba varios columpios.

_ A dónde vas con tanto apuro. Ven a columpiarte conmigo, sabrosón.

De buena gana hubiera ido, si no fuera por Genaro y mi muela destartalada, porque la muchacha se mecía a pocos pasos con los muslos en posición de bienvenida.

Apreté los párpados y dejé al cuerpo adivinar la ruta.

Cuando miré, la avenida, la acera al otro lado y los mismos portales; pero no carro, coño. Exactamente igual a la vez de la bicicleta, o del caballo alazán, que mi destino era andar a pie.

Fui atravesando la vía con miedo de otro ventarrón, y de gatos jíbaros arañándome como si fueran pájaros.

Ojalá que al llegar a la acera el toyotica estuviera allí jugándome al escondido; que si no, cómo avisar al seguro, a la burocracia y mándame fotos y actas de policía; la madre de todos ellos.

No había tiempo para pensar en otro asunto que Genaro.

Corrí de nuevo impulsándome con los jalonazos que daba a los yerbajos. Acera inmunda que no era la limpiecita de horas antes…y tal vez andaba yo por trechos de la finca después de la pesquería, sabiendo que Mima me esperaba en el portal con el cuje en ristre y te voy a pelar el lomo, desgraciado.

No Genaro entonces, no reloj que se hubiera quedado en unas dos de la tarde alemanas.

Al fin y al cabo quién dijo que mi propósito de aquel día era sacarme una muela.

 

 

Pastor Aguiar



Quién dijo Genaro. Pastor Aguiar


1 comentario:

  1. Gracias, querido amigo. Me siento honrado por tu gesto de publicar esta historia en Ancile. Son historias medio soñadas, medio vividas, en las que me he divertido recreando realidades finalmente irreales, según el cristal conque se miran. Abrazos.

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