Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos un nuevo post de nuestro colaborador y amigo Alfredo Arrebola, que lleva por título: Una necesaria reflexión: teofanía.
UNA NECESARIA
REFLEXIÓN: T E O F A N Í A
Un joven filósofo malagueño, Sebastián Gámez Millán, discípulo indirecto de María Zambrano (Vélez -Málaga, 1904; Madrid,1991), ha sido la causa fundamental, sin la menor duda, de esta necesaria e imprescindible reflexión filosófico-teológica, al estar de acuerdo conmigo en que Dios no es “un problema”, sino “un misterio”, coincidiendo plenamente con el filósofo existencialista cristiano Gabriel Marcel (París, 1889 – 1973). “A pesar de todo – me escribe Sebastián -, y siempre con pesares, la vida es una excepción maravillosa: ¡había tantas opciones de no ser y, sin embargo, somos y todavía seguiremos siendo”!.
La Filosofía nos enseña que “es mejor ser que no ser”(Melius esse quam non esse) . Por tanto, un cristiano creyente no tiene más remedio que levantar sus ojos al cielo y, con la mayor humildad posible, dar gracias a Dios por el simple hecho de “ser, existir”. Hoy más que nunca, cuando sigue siendo persistente la terrible y letal pandemia del coronavirus. Como también debe aceptar que en la vida de todo ser humano existen muchos actos que son realmente misterios ante la luz de la razón natural: el dolor, las enfermedades, los odios, la muerte, el hambre…:
Por un misterio profundo
que vedado al hombre está,
en la sucesión del mundo
unos vienen y otros
van.
Los que fueron y los que son
sienten la misma
aflicción:
Los muertos por lo
que fueron;
los vivos por lo que son.
Sin embargo, desde mi atalaya de creyente, convencido, me dirijo a los que siguen las huellas del “divino galileo” para recordarles que Jesús fue verdaderamente hombre, el símbolo de toda la humanidad dolorida y humillada, traicionada por sus jefes, engañada por sus maestros, crucificada todos los días por los reyes que devoran a los súbditos, por los ricos que hacen llorar a los pobres, por aquellos sacerdotes que piensan en su vientre más que en Dios. No son palabras mías, sino del famoso e inconformista escritor florentino Giovanni Papini (l881 – 1956) en su famosa obra “Historia de Cristo”, pág. 131 (Madrid, 2016).
Pero, admirados y benévolos lectores, también me atrevo a comunic
ar – conforme a la Sagrada Escritura – que Jesús es el “Varón de Dolores”, anunciado por Isaías, el hombre de mísero aspecto a quien todos rechazaban y que murió por todos; pero no menos cierto es que también es el Hijo único del Dios único, que ha tomado la naturaleza del hombre y descenderá de nuevo un día, en la gloria del poder y del nuevo sol, tal como confesamos en el “Credo”.
Ya son más de dos mil años en los que los hombres renacidos en Cristo, dignos de conocer a Cristo, de amar a Cristo y de ser amados de Cristo han recordado – y llorado – el misterio profundo de la vida y muerte de Jesús de Nazaret. Pero la verdad histórica y “razón metafísica “ de nuestra fe es que Jesús venció a la muerte, resucitando tal como él mismo lo ha había proclamado.
Es cierto, por otra parte, que la humanidad viene sufriendo – desde lejanos tiempos – una terrible crisis de fe reflejada perfectamente en el orden social, político y religioso. Son tiempos sumamente difíciles en todos los órdenes. He podido comprobar cuántos amigos , religiosos toda su vida, han abandonado la fe cristiana - algunos hasta renegaron y apostataron - cambiando totalmente sus “modus vivendi” y dejarse arrastrar por aberrantes y falsas teorías político-religiosas.
Ahora bien, yo, basándome en las palabras del apóstol Pablo a los fieles de Roma, pregunto a todos los seguidores de aquél que dio su vida, guiado por su infinito amor, por salvar a la humanidad entera, creyentes y no creyentes: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?… ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?… Mas en todas estas cosas soberanamente vencemos por obra de aquel que nos amó” (Rom 8,31-33.35.37).
Hay, a mi juicio, demasiados cobardes –¡hipócritas, aún más! - dentro de la misma Iglesia cristiana católica. Permitid, amigos, que aclare que cristianos son los católicos, protestantes y ortodoxos. Y no tengo miedo en proclamar a los cuatro vientos que los “Testigos cristianos de Jehová” - como se anuncian en España – no son cristianos. Si alguien tiene interés del porqué de esta afirmación, podría responderle con una breve reflexión filosófica, teológica e histórica sobre esta secta religiosa, a pesar de haberlos defendido públicamente durante mis años en Málaga.
Son muy ciertas las palabras del evangelista Juan: “A Dios nadie le ha visto jamás” (Jn 1,18), pero también es verdad que podemos concebir – y ver – a Dios a través de las cosas creadas y de sus múltiples manifestaciones. La Biblia nos hace ver que los libros santos del pueblo judío narran los encuentros con la divinidad y tienen todos ellos un marcado sentido histórico. Este pueblo se apoya en una historia de salvación, jalonada de acontecimientos cumbre, que constituyen la verdadera cronología. Aún más: el pueblo judío, más que por años naturales, se rige por sucesos clave, que marcan el destino. De entre todos esos puntos culminantes, las teofanías ocupan un lugar destacado.
Esta palabra griega significa que es la aparición de Dios a los hombres, o manifestación. Es fácil de admitir que se trata de una aparición a los hombres, es decir, una irrupción de lo divino en el ámbito humano de una manera visible. No quiere decir, sin embargo, que siempre se vea a Dios, pero que se hace patente su presencia. Presencia y teofanía son dos términos religiosos en estrecha relación, conforme al pensamiento de Carlos Castro Cubells en “Lo religioso y el hombre actual”, pág. 50 (Madrid, 1960).
La historia sagrada (Antiguo y Nuevo Testamento)
viene a ser la historia de las manifestaciones sucesivas de Dios revelándose
a los suyos como Dios único, Salvador y
Juez, manifestaciones que culminan en la
venida de Jesús y en su retorno glorioso al fin de los tiempos. El término “EPIFANEIA/ THEOFANEIA” es poco
frecuente en la versión bíblica de los LXX, excepto en 2Mac donde designa la
intervención extraordinaria de Dios a favor de sus fieles (2Mac 2-21; 3,24-34; 5,4 y 2Sm 7, 23).
En el AT Dios sólo se da a conocer de
una manera misteriosa, incompleta, casi siempre por medio de visiones o signos
materiales que le ocultan al mismo
tiempo que revelan su presencia, su
poder y su protección.
En tanto que el NT enseña que este advenimiento de Dios se
efectuó en Jesús; los evangelios, sobre todo el de san Juan, presentan la
encarnación, los milagros, la pasión, la
muerte y la resurrección de Jesús como manifestaciones de la “gloria”
del Hijo de Dios (Jn 1, 14; 2, 11, etc.). San Pablo enseña también -epístolas
Pastorales - que en Jesús “se han
manifestado” la gracia y la misericordia del Dios Salvador” (2Tm 1,10; Tit
2,11; 3,4; Heb 9,28). Por tanto -amables lectores -, allí arriba hay un
Intercesor que no olvida a los efímeros destinados a la eternidad, que son sus
hermanos: “He aquí que yo estaré con
vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20).
Alfredo Arrebola
Villanueva Mesía-Granada, Enero de 2021
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