martes, 9 de febrero de 2021

UNA NECESARIA REFLEXIÓN: T E O F A N Í A, POR ALFREDO ARREBOLA

Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos un nuevo post de nuestro colaborador y amigo Alfredo Arrebola, que lleva por título: Una necesaria reflexión: teofanía.


Una necesaria reflexión: teofanía. Alfredo Arrebola


                UNA NECESARIA REFLEXIÓN:  T E O F A N Í A

 

 

     Un joven filósofo malagueño, Sebastián Gámez Millán, discípulo indirecto de María  Zambrano (Vélez -Málaga, 1904; Madrid,1991), ha sido la causa fundamental, sin la menor duda, de esta necesaria e imprescindible reflexión filosófico-teológica, al estar de acuerdo conmigo en que Dios no es “un problema”, sino “un misterio”, coincidiendo plenamente con el filósofo  existencialista cristiano  Gabriel  Marcel (París, 1889 – 1973).  “A pesar de todo – me escribe  Sebastián -, y siempre con pesares, la vida es una excepción maravillosa: ¡había tantas opciones de no ser y, sin embargo, somos y todavía seguiremos siendo”!.

   La Filosofía nos enseña que “es mejor ser que no ser”(Melius  esse quam non esse) . Por tanto, un cristiano creyente no tiene más remedio que levantar sus ojos al cielo y, con la mayor humildad posible, dar gracias a Dios por el simple hecho de “ser, existir”. Hoy más que nunca, cuando sigue siendo persistente  la terrible y letal pandemia del coronavirus. Como también debe aceptar que en la vida de todo ser humano existen muchos actos que son realmente misterios ante la luz de la razón natural: el dolor, las enfermedades, los odios, la muerte, el hambre…:

Por un misterio profundo

que vedado al hombre está,

en la sucesión del mundo

unos vienen y  otros van.

Los que fueron y los que son

sienten la misma  aflicción:

Los muertos por lo  que fueron;

los vivos  por lo que son.

 Sin embargo, desde mi atalaya de creyente, convencido, me dirijo a los que siguen las huellas del “divino galileo” para recordarles que Jesús fue verdaderamente hombre, el símbolo de toda la  humanidad dolorida y humillada, traicionada por sus jefes, engañada por sus maestros, crucificada todos los días por los reyes  que devoran a los súbditos, por los ricos que hacen llorar a los pobres, por aquellos sacerdotes que piensan en su vientre más que en Dios. No son palabras mías, sino del famoso e inconformista escritor florentino Giovanni  Papini (l881 – 1956) en su famosa obra “Historia de Cristo”, pág. 131 (Madrid, 2016).

    Pero, admirados y benévolos lectores, también me atrevo a comunic

Una necesaria reflexión: teofanía. Alfredo Arrebola

ar – conforme a la Sagrada  Escritura – que Jesús es el “Varón de Dolores”, anunciado por Isaías, el hombre de mísero aspecto a quien todos rechazaban y que murió por todos; pero no menos cierto es que también es el Hijo único del Dios único, que  ha tomado la naturaleza del hombre y descenderá de nuevo un día, en la gloria del poder y del nuevo sol, tal como confesamos en el “Credo”.

 Ya son más de dos mil años en los que los hombres renacidos en Cristo, dignos de conocer a Cristo, de amar a Cristo y de ser amados de Cristo han recordado – y llorado – el misterio profundo de la vida y muerte de Jesús de Nazaret. Pero la verdad  histórica y “razón metafísica “ de nuestra fe  es que Jesús venció a la muerte, resucitando tal como él mismo lo ha había proclamado.

  Es cierto, por otra parte, que la humanidad viene sufriendo – desde lejanos tiempos – una terrible crisis de fe reflejada perfectamente en el orden social, político y religioso. Son tiempos sumamente difíciles en todos los órdenes. He podido comprobar cuántos amigos , religiosos toda su vida, han abandonado la fe cristiana  - algunos hasta  renegaron y apostataron -  cambiando  totalmente  sus “modus  vivendi” y dejarse  arrastrar  por aberrantes y falsas teorías político-religiosas.                                                                                                          

    Ahora bien, yo, basándome  en las palabras del apóstol Pablo  a los fieles  de Roma, pregunto a todos los seguidores de aquél  que dio su vida, guiado por su infinito amor, por salvar a la humanidad entera, creyentes y no creyentes: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?  El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?… ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?… Mas en todas estas  cosas soberanamente vencemos por obra de aquel que nos amó” (Rom 8,31-33.35.37).

   Hay, a mi juicio, demasiados cobardes –¡hipócritas, aún más! -  dentro de la misma Iglesia cristiana católica. Permitid, amigos, que aclare que cristianos son los católicos, protestantes y ortodoxos. Y no tengo miedo en proclamar a los cuatro vientos que los “Testigos cristianos de Jehová” - como se anuncian en España – no son cristianos. Si alguien tiene interés del porqué de esta afirmación, podría responderle con una breve reflexión filosófica, teológica e histórica sobre esta secta religiosa, a pesar de haberlos defendido públicamente durante mis años en Málaga.

Una necesaria reflexión: teofanía. Alfredo Arrebola

Son muy ciertas las palabras del evangelista  Juan: “A Dios nadie le ha visto jamás” (Jn 1,18), pero también es verdad que podemos concebir – y ver – a Dios a través de las cosas creadas y de sus múltiples manifestaciones. La Biblia nos hace ver  que los libros santos del pueblo judío narran los encuentros con la divinidad y tienen todos ellos un marcado sentido histórico. Este pueblo se apoya en una historia de salvación, jalonada de acontecimientos cumbre, que constituyen la verdadera  cronología. Aún más: el pueblo judío, más que por años naturales, se rige por sucesos  clave, que marcan el destino. De entre todos esos puntos culminantes, las teofanías  ocupan un  lugar destacado.

 Esta palabra griega significa que es la aparición de Dios a los hombres, o manifestación. Es fácil de admitir que se trata de una aparición a los hombres, es decir, una irrupción de lo divino en el ámbito  humano de una manera visible. No quiere decir, sin  embargo, que siempre se vea a Dios, pero que se hace patente su presencia. Presencia y teofanía son dos términos religiosos en estrecha  relación, conforme al pensamiento de Carlos Castro Cubells en “Lo religioso y el hombre actual”, pág. 50 (Madrid, 1960).

 La historia sagrada (Antiguo y Nuevo Testamento) viene a ser la historia de las manifestaciones sucesivas de Dios revelándose a  los suyos como Dios único, Salvador y Juez, manifestaciones  que culminan  en la  venida de Jesús y en su retorno glorioso al fin de los tiempos. El  término “EPIFANEIA/ THEOFANEIA” es poco frecuente en la versión bíblica de los LXX, excepto en 2Mac donde designa la intervención extraordinaria de Dios a favor de sus  fieles (2Mac 2-21; 3,24-34; 5,4 y 2Sm 7, 23). En  el AT Dios sólo se da a conocer de una manera misteriosa, incompleta, casi siempre por medio de visiones o signos materiales que le ocultan  al mismo tiempo que revelan  su presencia, su poder y su protección.

En tanto que el NT enseña que este advenimiento de Dios se efectuó en Jesús; los evangelios, sobre todo el de san Juan, presentan la encarnación, los milagros, la pasión, la  muerte y la resurrección de Jesús como manifestaciones de la “gloria” del Hijo de Dios (Jn 1, 14; 2, 11, etc.). San Pablo enseña también -epístolas Pastorales -  que en Jesús “se han manifestado” la gracia y la misericordia del Dios Salvador” (2Tm 1,10; Tit 2,11; 3,4; Heb 9,28). Por tanto -amables lectores -, allí arriba hay un Intercesor que no olvida a los efímeros destinados a la eternidad, que son sus hermanos: “He aquí  que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20).



                                           Alfredo  Arrebola

 

                               Villanueva Mesía-Granada, Enero de 2021


Una necesaria reflexión: teofanía. Alfredo Arrebola


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