Traemos para la sección de Ciencia del blog Ancile, una serie de reflexiones sobre la estructura de la realidad según los criterios que aportan los descubrimientos de la nueva ciencia; esta primera entrega lleva por título: Exégesis de la realidad íntima de la materia: consecuencias para nuestra conciencia del mundo y de nosotros mismos.
EXÉGESIS DE LA REALIDAD ÍNTIMA DE LA
MATERIA:
CONSECUENCIAS PARA NUESTRA
CONCIENCIA
DEL MUNDO Y DE NOSOTROS MISMOS
Que las relaciones de
causa efecto son fundamentales para un correcto entendimiento y descripción de
la realidad es una verdad científico filosófica que se puede calificar con el
término (sintagma) -propio, por otra parte, de aquel participa del mismo sentido común, teniendo a este como la
potencia que consideramos suficiente para apercibirse de las sensaciones
externas y sobre las que tienen gran relevancia las convenciones, las creencias
e incluso las proposiciones del entorno más inmediato a nosotros. Aquella orientación para la vida práctica
bergsoniana se sustenta en lo razonable y que se dice tiene la mayoría de las
personas sensatas y prudentes. En cualquier caso también reconocemos que dichas
aproximaciones del sentir común, no tiene por qué ser rigurosas o científicas
porque están basadas en un constructo social que puede no atender al
pensamiento crítico.
Pues bien, la realidad del mundo muchas veces no se aproxima siquiera al sentir común de la mayoría de aquellas personas que se precian de emitir juicios razonables y basar sus acciones en una lógica dada por supuesta a la hora de afrontar las cuestiones cotidianas de la vida. La falsedad de esos universales se ha visto puesta en evidencia en multitud de ocasiones por la ciencia (y por la misma filosofía), por lo que cabe reconocerse que no es tan buen sentido cómo cabía esperarse en un principio, pero no tanto porque no sea una función pura abstracta e intelectual (que también), sino porque los sentidos –en los que encuentra fundamento- nos engañan de consuno en lo que la misma realidad sea. La relatividad especial o la mecánica cuántica son las proverbiales sistemáticas científicas de la modernidad que ponen en evidencia ese buen sentir aceptado por comúnmente razonable. No han de ser estos, por modernos, los únicos hechos descritos por la teoría científica y demostrados en la praxis del laboratorio natural, pensemos, por ejemplo, en la vieja (y admirablemente puesta en cuestión aún hoy día por algunos merluzos) de la esfericidad de la tierra: la tierra debe ser plana a toda costa; ¿dónde irían a parar los que están en las antípodas de nuestro sustento plano evidente, si estarían boca abajo? Estos diálogos que hoy nos parecen de concienzudos besugos, ponen sin embargo en evidencia la falsedad de ese sentir común razonable.
Acaso sea la mecánica cuántica la que resulta más perturbadora
para no sólo el sentido común, sino para la misma apreciación de la realidad
material a la que aspira física (clásica), los fundamentos más íntimos de la materia
y con ella de la realidad misma (así pues, las concepciones absolutas del
espacio tiempo), o la inquietante y enloquecedora del sentido común: la no
localidad[1] de
los objetos del universo subatómico (acciones a distancia) que son constante de
los fenómenos en lo más básico de la materia (decíamos, de las partículas
subatómicas) que, al fin y al cabo, son las que sustentan las características
menos cuestionables de la materia (de manera grosera: solidez, firmeza,
durabilidad, permanencia…).
Para que aceptar que la realidad contiene aspectos no
locales, o que la realidad no tiene la consistencia que el sentido común
apresura a poner delante de nosotros de manera incuestionable, porque caso esté
en una desconcertante configuración, debemos recordar de manera permanente que
nuestros sentidos pertinazmente nos engañan (de lo que el matemático se
congratula) sobre lo que la realidad del mundo sea, aunque a nivel práctico
podamos, supuestamente, obviar (aunque esto mismo lo pongo yo mismo en
cuestionamiento, en tanto que ese reconocimiento puede ayudarnos (de hecho lo hace a nivel tecnológico), para
un mejor entendimiento del mundo, y sobre todo de nosotros mismos.
En este punto no hablamos sólo de las consecuencias
filosóficas que conlleva, también de las que atañen a nuestra percepción del
mundo y que pueden tener una apreciación psicológica de importancia para
constatar la realidad de nuestra presencia corporal y de nuestra conciencia.
¿Ponen en realidad patas arriba el concepto de causalidad
estos extraños comportamientos de la materia de lo infinitamente pequeño? ¿Cómo
incide el entendimiento de estos fenómenos en nuestro concepto de la realidad? Indagaremos
sobre todo ello con más detenimiento en las siguientes entradas del blog
Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Recordamos
que dos objetos situados a distancia, en física, no pueden bajo ningún concepto
influirse de manera instantánea, necesitaría de un intervalo temporal para que
esto fuese posible, de donde deducimos la necesidad de un espacio tiempo para
que esto suceda, por lo que es preciso que dicha influencia se propague a
velocidades inferiores a las de la luz. Pues bien, este principio se demuestra
inaceptable en el mundo de la realidad subatómica. El entrelazamiento cuántico
será el término que pone en evidencia esta
realidad extraña (sobre todo al sentido común) de la materia en sus
estructuras más íntimas. Para el matemático esta realidad resulta fascinante,
porque pone en evidencia la importancia de sus acercamientos abstractos a la
realidad física del mundo.
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