Abundando sobre las cuestiones y curiosidades aportadas por la nueva ciencia al mundo de los conceptos y la semiología, traemos un nuevos post para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título de: Nuevas curiosidades sobre la semiosis del mundo. Los conceptos espacio temporales.
NUEVAS CURIOSIDADES SOBRE
LA SEMIOSIS
DEL MUNDO:
LOS CONCEPTOS ESPACIO TEMPORALES
A fin de que estén persuadidos
que no he abusado de la imaginación, digo que ciertamente siempre me fascinó la
teoría del lenguaje en sus variadas y muy prolíficas vertientes. Por esto tengo
que decirles que no hay un seguidor tan devoto a sus principios, cuyos presupuestos
han causado gran influjo, aunque ahora bien pudiere salirme casi con fuero de
todos ellos. Pero es el caso que una de las más sugerentes influencias fuese la
que atañe o relaciona el fenómeno lingüístico con el signo. Los estudios de
semiosis me hicieron acercarme no solo a Pierce, también a Eco, con quien
compartí el enorme interés sobre la semiótica del mundo.
En
atención a las curiosidades ofrecidas en anteriores post de este medio digital en
relación a la conciencia y la materia, no pude extraer mis indagaciones sobre
los significados de estas realidades según la disciplina de la física, y que
algunos autores y filósofos (como Bernardo Kastrup) ponen en claro
cuestionamiento. Así los soportes físicos que han sido incuestionables para el
entendimiento del comportamiento de la materia, como son el espacio y el
tiempo, acaban no siendo más que fantasmas del lenguaje,[1]
y que entidades que se han considerado sustanciales para la descripción del
mundo no son sino conceptualizaciones mediante las que aprehender lo que la
realidad sea, y donde la linealidad temporal histórica no es más que una
alucinación cognitiva colectiva.
Esta
dicotomía puede ser traída a propósito de una impertinencia intelectual o un
juego disparatado que circula por ella a voluntad, pero es fundamental tenerlo
en cuenta para no perdernos en disquisiciones míticas o incluso místicas sobre
la percepción del tiempo y del espacio. Aunque hay pensadores, filósofos y
científicos que las consideran entidades distintas, al menos conceptualmente (a
la conciencia y al yo, me refiero), si este último (el yo) es un constructo cultural,
sociológico, psicológico permeable a las convenciones de toda índole, tendremos
referencias claras mediante las que concebirlo. La conciencia, sin embargo,
diríase tener una entidad bien diferente, ajena a la relación intercultural,
para ser un fenómeno (extraño, inexplicable del todo todavía), que mantiene
independencia de cualquier yo intersubjetivo.
No
es disparatado pensar, visto y meditado lo anteriormente antecedido, y no hago
sino invocar a mis legítimos derechos a imaginar o conjeturar al respecto, de
que lo que denominamos yo (consciente) no sea más que un estado del ser de la
conciencia que pudiera situarse al margen de la historia o intrahistoria del
cualquier ego. Es así que a mí me parece que la misma conciencia nos refleja a
todos. Será a partir de aquí, de esta conciencia singular y a la vez única y globalizadora,
que pierde cualquier sentido cualquiera noción de espacio y de tiempo y tiempo
coherente, es decir al margen del yo que encuentra en ambos conceptos un
instrumento de orientación en la extraña realidad del mundo de la conciencia.
Esta
apreciación hace que la conciencia pueda encontrar su lugar natural en un
universo atemporal e infinito. Desde esta óptica la conciencia alcance un
significado que acaso dispara la imaginación hacia dimensiones que alteran
nuestras nociones de razón y lógica convencionales más allá del contar y medir
del espacio y del tiempo instrumentales.
Otra
consecuencia de interés será que en modo alguno podremos establecer criterios
narrativos mediante los que no se pueda incluir a la conciencia misma, y a esta
en la enigmática relación con la materia.
Los
significados, los valores, el sentido, los propósitos parecen adquirir, y con
ellos la ciencia de la semiología, en su inabarcable e inmensurable realidad,
una perspectiva de entendimiento que muy bien pueden llevarnos hacia una nueva
gnoseología del mundo y de nosotros mismos, quizá estableciendo estructuras
nuevas para una nueva y más profunda epistemología.
Seguiremos
indagando sobre estas fascinantes curiosidades a la luz de la nueva ciencia (y
también de la vieja ¿mítica y mística? filosofía) y su incidencia en el ámbito
del pensamiento, las artes y las ciencias convencionales, todo eso será en
próximas entregas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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