sábado, 26 de agosto de 2023

EL ORDEN Y LA BELLEZA DEL KOSMOS: MÁS ALLÁ DE UNA DESCRIPCIÓN MECANICISTA

 Sobre los cimientos del constructo científico y su metodología, ofrecemos nuevos apuntes de interés para la sección de Ciencia del blog Ancile, y esta vez bajo el título: El orden y la belleza del "Kosmos": más allá de una descripción mecanicista.



EL ORDEN Y LA BELLEZA DEL KOSMOS:

MÁS ALLÁ DE UNA DESCRIPCIÓN MECANICISTA


 



Que la fenomenología física estuviese sustentada por la creencia (actualmente vigente) de que podría traducir su funcionamiento mecánicamente era (y es para muchos) uno de los fundamentos de la metodología científica (de la que, a su vez, hubo de inferirse la idea cartesiana de la dualidad entre la mente y el cuerpo, el sujeto y el objeto....), cuyos argumentos han sido usados como metralla para atacar el hermetismo y cualquier manifestación de esoterismo que pudiese confundirse con la ciencia.

                El Kosmos, como orden y belleza, expone (al margen de su significado y etimología ambiguos y acaso indescifrables), serias dudas sobre el mecanicismo como interpretación última de  la realidad. La literalidad aplicada de los modelos mecanicistas desde Kepler, Galileo, Copérnico… ha establecido un curioso credo que no dicta mucho del primum mobile medieval, si lo llevamos a la compresión del kosmos en sus confines, ajena a toda inteligencia (cosa curiosa es que esta visión mecanicista debe mucho a la apreciación cristiana del mundo).

                Muchas veces, asombrado ante el genio de Einstein, no dejaba de apesadumbrarme hasta qué punto su idea de la curvatura del espacio tiempo no seguía alimentando esa visión mecanicista del universo ante el terrorífico panorama de los espacios infinitos que amedrentaban a Pascal. Y que incluso no fuesen lo suficientemente infinitos, suposición que hubo de deparar la hipótesis de los múltiples universos (Wheeler, Everett… en la actualidad) para poder llenar esos inmensos e inquietantes vacíos que, como la nada, rechaza, dixit, la propia naturaleza.

                Los instrumentos de exploración del universo (telescopios, radiotelescopios…) son la apoteosis de ese mecanicismo que impide que la imaginación pueda divagar un instante siquiera sobre una realidad que, muy bien, puede que no estuviese a su alcance. No puedo dejar de pensar hasta qué punto los delirios egocéntricos mecanicistas no perturban, sobre todo en la forma del activo desarrollo tecnológico, la otra forma de conocer el kosmos, cual es la creativa. ¿Hasta qué punto sabemos interpretar conceptos establecidos mediante longitudes como la de Planck, si más allá de ellas sólo existe la virtualidad de la materia? ¿Y, qué hace que esa potencialidad sea material medible? ¿Será la propia conciencia?

                Uno de los efectos más perniciosos del materialismo positivo materialista manifiesto en su método (dogma, diría yo) mecánico, es la separación de la conciencia de los procesos naturales que pretende aprehender. ¿Hasta qué extremo esta visión no extiende un velo oscuro que, en realidad, nos impide entender la verdad profunda del mundo? ¿Es esta óptica la sombra inconsciente que impide ver  la profunda realidad que anima la conciencia?

                Si el propio Leibniz, hace siglos, se dio cuenta de los límites del mecanicismo (…cuando analicé las razones últimas del mecanicismo, me sorprendió darme cuenta de que no se podían encontrar en las matemáticas, sino que debía volver a buscarlas en la metafísica),[1] ¿qué ocurre en la actualidad que bebemos de este dogma como si fuese la verdad mesiánica de la tierra prometida de la modernidad?

                Como buen escéptico, curado en salud de tanto sofisma y credo sintomático de unas ideologías que suplen incluso la honradez de tantos buenos científicos, he llegado a la conclusión de que el Nullius in verba, en el que base buena parte de mis criterios de escepticismo, se ha vuelto en contra de la propia ciencia mecanicista.

Abundaremos sobre esta cuestión en próximos post del blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Leibniz, G.: Enciclopedia filosófica de Stanford.




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