ANTES de empezar a leer Si no veo mi rostro, tal vez merezca la pena evocar los diversos rostros de Juan José Martín Ramos (1961). Filólogo de formación, entre las opciones que la historia literaria le ofrecía al joven estudioso, detuvo la mirada en el Modernismo desde el principio. Leyó los poetas celebrados y descubrió otros en viejas ediciones centenarias. Con el tiempo alcanzó a rescatar algunas páginas en el olvido de los periódicos de la época, reflexionó sobre sus secretos y las editó con primor.
El impulso que
le animaba a estas tareas filológicas poco a poco le fue alejando de la figura
del erudito impasible para conducirle hacia el espejo que mismo. Quiero decir,
en sus lecturas y devociones literarias Juanjo Martín Ramos fue desvelándose. Su admirado
Joris- Karl Huysmans (1848-1907) le había ofrecido, en La-Bas, la clave de
bóveda del proceso. Lo supo cuando le escuchó decir que todos los fin de siglo se parecen. Y
el joven Juanjo, por espíritu y vocación, se descubrió finisecular. Y en el
espejo modernista aprendió el difícil arte de fundir opuestos: locura y
elegancia, exceso y contención, belleza y sabiduría. Características que se
pueden rastrear en todo lo que firma, sea un texto creativo o la cubierta de un
libro en proceso de edición. Uno de los poemas fundacionales de su obra arranca
con un principio amoroso alzado sobre un inquietante oxímoron: «Esta es la
historia de dos personas que están juntas pero hacen y dicen cosas que las
separan».
AFORISMOS
La vida transcurre sin mí.
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A mí me ha tocado ser yo.
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Cuando el intruso no es el otro.
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La vida entendida como memorial
de agravios.
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¿Para qué vivir en un amor nuevo
la inevitable vieja rutina?
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Bien mirado, entre las fechas de nacimiento y muerte de una persona, el pequeño guión que las separa es toda la vida.
Cultivamos la desgracia con
fervor acólito.
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Le gustaba la Gramática como extensión de su propio orden obsesivo.
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Cuando alguien dice «dios» yo pienso en el horóscopo.
Juan José Martín Ramos