A cuentas con la irrupción de la IA en el mundo de la creación artística en general y en la literatura y la poesía particularmente, traemos nuevas reflexiones para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez con el título de: La IA: entre la emulación y la vivencia poética.
LA IA: ENTRE LA EMULACIÓN
Y ¿LA VIVENCIA POÉTICA?
Decíamos que la sinestesia poética, por ejemplo, como fenómeno analógico, nos muestra la potencialidad, gradación y división de la ilusión de la realidad efectiva. Así, entre estas circunstancias discursivas el número poético no nace como pura abstracción sino como reacción, o mejor, oposición al caos (apeiron) de los sentidos, con el objetivo de crear posibilidades (rítmicas, eufónicas, expresivas…) en contacto con la realidad sustancial de las cosas.
El número poético (métrico) que construye la estructura rítmica del verso tiene una realidad (matemática) indiscutible, por eso, el proceso de sistematización para la emulación del verso mediante las IA es una realidad que no es en absoluto nueva, aunque también es cierto que este número poético, al tiempo, nos hace diferenciar claramente la realidad (matemática) y la existencial, de la que no tiene por qué formar parte un constructo métrico generado por IA, ya que la realidad numérico matemática y la que es propia de la vivencial, están en planos harto diferentes. Así pues, la IA podrá construir un poema en virtud de aquella realidad numérico formal que constituye el verso, pero cosa bien distinta sería crear el pulso existencial (o vivencial del mismo).
En el discurso poético se observa claramente aquella intuición de Bergson en la que el tiempo vivido (esencial en filosofía) escapa a la función matemática, por lo que la IA y toda su sistemática desvirtuaría la realidad vivida, realidad existencial, decíamos, que se imbuye de conciencia, reconocida en la experimentación subjetiva, la cual no puede responder a un criterio de efectividad computacional.
Así las cosas, podemos hacer una propuesta en forma de interrogación que sería la siguiente: ¿Existe una singularidad especial en el número poético? ¿Contiene los rasgos que son propios a la aritmética? ¿O, los axiomas lógicos que construyen la estructura del verso son adecuados para acercarse a lo real, o son medios para crear lo real?
Se dice que todos los problemas de la matemática aplicada y computacional se reducen finalmente a resolver un sistema de ecuaciones lineales(1). Si la dinámica compleja del lenguaje poético no es lineal, ¿no será el número poético una sutil y singular manera de despojar el carácter específico aritmético de dicho número poético? De hecho, parece, sobre todo en los casos de desvío de la norma preceptiva en favor de la expresividad del verso, que no busca un momento estable, mecánico para su conformación, para que devenga en su construcción métrico matemática, sino que pone un límite a su coherencia formal cerrada invocando al infinito de posibilidades sucesivas en su construcción. ¿No nos muestra acaso el constructo poético que los números, en su ámbito, forman parte del infinito?
En fin, el número poético nos muestra mucho más que un cómputo métrico (silábico, de pies métricos…), sino que aparece vinculado a lo más profundo de la psique vinculando los números a la imprecisión del dolor, de la esperanza, del amor, de la vida en plena ebullición creativa, cuya potencia queda al margen del determinismo cientificista. El poeta (y el que accede a él a través de su lectura) muestra el poder de lo subjetivo integrándose en una totalidad consciente que, como diría Bergson, nos compromete con una realidad creadora.
Francisco Acuyo
(1) Zellini, P.: La matemática de los dioses y los algoritmos de los hombres, Siruela, Madrid, 2018, pág. 145.
(2) Acuyo, F.: Ob. cit.
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