lunes, 13 de junio de 2016

EL SER Y LA ESENCIA DE LO TRASCENDENTE: LA CONCIENCIA DEL SER

EL ser y la esencia de lo trascendente: la conciencia del ser, lleva por título la entrada siguiente, para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, en la que sigue con las reflexiones sobre la idea de Dios de post anteriores, esta vez indagando sobre lo que el ser en la realidad sea y lo que signifique bajo la interpretación lingüística del mismo.




El ser y la esencia de lo trascendente: la conciencia del ser, Francisco Acuyo




EL SER Y LA ESENCIA DE LO TRASCENDENTE: 

LA CONCIENCIA DEL SER







 No entraremos en esta nueva entrega sobre la fascinante idea de lo trascendente y su siempre controvertida disquisición, en una exhaustiva descripción sobre la no menos compleja cuestión del ser, que sin duda tendrá sugestivos elementos de relación con lo que debatimos en estas últimas entradas. En cualquier caso, es interesante establecer al menos algunas directrices entorno a lo que entendemos por ser y si este puede, como el existir, ser objeto de experiencia, o si, como otros exponen, es el Ser mismo el que revela su naturaleza.

                Si en cierto modo atribuimos rasgos del ser a lo más sutil e íntimo de las cosas, también hay quien se lo atribuye en igual medida al existir (Tomás de Aquino), será porque el ser se revela así mismo como adelantábamos, mas también porque revelará todas las cosas. Pero, ¿esto no implica una nueva insistencia dualista en la que el objeto y el sujeto son imprescindibles para el reconocimiento no solo de la realidad inmediata (de los sentidos y experiencias, también de la realidad última (o trascendente)? La idea de Dios bien puede pasar por un tamiz en realidad de un profundo carácter monista, si es que la  única realidad posible es la del Ser mismo, y el existir de las cosas son solo ilusión y apariencia que hacen caer en el olvido y la ocultación al Ser mismo; ya  denunciaba Martin Heidegger que la misma metafísica no es sino ese olvido del ser[1], en cualquier caso la idea del ser ha sido (véase a Platón, como la idea perfecta, y a Aristóteles, como la sustancia compuesta de materia y forma inseparablemente constituidas….) y es debatida en nuestros días y, según parece es cuestión que está lejos de superarse o subsumirse.

                El Dios de Berkeley (acaso en deuda singular con la visión ideal platónica de lo que es en realidad perfecto y eterno), ofrece la visión monista contrapuesta al materialismo del existir mediante el sentido, en tanto que son las ideas, esse es percipi, las que hacen que las cosas materiales percibidas sean en realidad conjuntos de ideas, pues es la voluntad las que las hacen reales (Schopenhauer, después) y las mentes son activas, aunque al pairo siempre de la inteligencia trascendente, mucho más poderosa que nuestras mentes. Este realismo inmaterial puede tener un cierto rasgo pansiquista que encaja con ciertas corrientes de pensamiento actuales[2]. De hecho la [3], y de esto es responsable la conciencia que será la que en definitiva precipita como acontecimiento de la experiencia esta o aquella posibilidad[4]. Es interesante hacer una advertencia diciendo que sería nada menos que el propio John von Neumann, quien sugería la realización del colapso cuántico en virtud de la toma de conciencia del observador, aun cuando esto puede parecer una vuelta a la dualidad cartesiana, cabe otra proposición mucho más fascinante, a saber: la de un monismo idealista en el que se refiere a la conciencia como la realidad última y causa primera de la materia, hipótesis que, como digo, recuerda a la visión de mi muy admirado Berkeley, de donde se deduce que el fundamento del ser es la conciencia misma.
El ser y la esencia de lo trascendente: la conciencia del ser, Francisco Acuyo
posibilidad es tan real como lo es la actual –existencial-  (nos advierten que incluso más, en tanto que la potencia existe en un domino intemporal)

                Debate en torno a la naturaleza de la realidad no menos interesante sería el que pudiera establecerse en virtud de lo que las ciencias de la información, y lo que pueden aportar en relación con el ámbito de las realidades virtuales, sobre todo en el dominio de la denominada emulación cuántica. Aun cuando no tenemos ordenadores cuánticos, sí se puede teorizar[5] sobre la posible realidad de procesadores cuánticos capaces de emular la realidad física, así lo señalaba Feyneman nada menos, en el año 1981. Sirva este apunte  como mero inciso sobre la cuestión de la conciencia y la realidad que debatimos, sobre todo en relación con la cuestión del ser y el vínculo con la conciencia.

Es necesario hablar también de la cuestión del ser desde una óptica semiológica (y semántica, de la que ya apuntábamos algo al principio: el to on aristotélico entendido como ser existente y el ens (entidad[6]), y que Peirce[7] decía que tiene una extensión ilimitada y una intensión (comprensión) nula y que, como aclaraba Eco, es como referirse a todo, pero sin tener significado alguno. Pero si ese ser, en definitiva, se refiere algo, es inevitable acabar preguntándonos en esa referencia al algo del que queremos hablar, a la producción de signos, en fin, para su referencia. No entraremos en disquisiciones de filosofía del lenguaje, solo es bueno tenerlo muy presente a la hora de incidir sobre cuestiones de tanto interés, puesto que hablar del ser implica inevitablemente establecer la famosa interrogante leibziana del pourquoi il y a plutôt quelque chose que rien[8]. Todo parece indicar que el ser es el ámbito natural de la conciencia, puesto que debe de haber algo en el mismo instante que nos interrogamos sobre el por qué hay algo en vez de nada, por eso la cuestión del ser es tan importante para establecer la idea de Dios, porque quizá sea antes que la de Dios mismo, ya que sin esta primera evidencia no cabría la interrogante divina. Todo parece indicar que el ser es algo del que se puede decir algo, por lo que difícilmente será desarraigado del lenguaje y toda su problemática.

El ser y la esencia de lo trascendente: la conciencia del ser, Francisco AcuyoLos onomata[9] parmenideos, dignos de toda desconfianza, ponen en evidencia no solo la enfermedad del discurso,[10] sino que el ser es indefinible y que la única manera de referirlo es mediante la analogía (poética) que exceda la penuria nominum del común del lenguaje. No será la metafísica (ya lo advertía Heidegger, en tanto que se preocupaba del ente y no del ser), sino la poesía (en tanto que quiere hablar y revelarse a través de los afectos creativamente) la que atienda a dicho  fundamento del ser, en tanto que este no es un problema a debatir por la metafísica sino que es cuestión que atañe a la misma existencia, pues, el ser es el que revela este lenguaje –poético- capaz  de durar, y por lo tanto, será lo que dura la obra singular de los poetas[11]. Es así que, como advertía [12], y reconocer que solo por la vía poética (mediante el símbolo, la metáfora, la analogía… puede hablar y reconocer el ser mismo, vía que acaba por ponerse al servicio de la misma ciencia positivista en cuanto que esta evidencia sus propios límites en la definición de la realidad, y la poesía ofrece en su singular lenguaje los medios de expresión de esa realidad indefinible por el común lenguaje. Hablábamos unos párrafos atrás de la emulación de la realidad mediante procesos de información cuántica de datos, como una vía científica de representación de la realidad, pues será el arte poética como impulso creativo, no tanto el que defina el ser, sino el que trate de rivalizar con el ser mismo mediante su emulación. Es evidente el agotamiento de los actuales paradigmas para identificar el ser y, por tanto, la realidad en virtud del límite en el que nosotros mismos nos situamos.

Por todo esto, creemos que, si no es posible una metafísica del ser (y acaso sí una semiótica del sentido –Hjelmeslev-)[13], es seguro que sí lo puede referir una poética mediante la que se acepte el sentido (o sentidos prohibidos)[14] del ser, y en la que pueda sucederse al albur de aquellos límites –noes sobre los que el lenguaje común no puede hablar- que comentábamos, y es que el verbo poético pone sobre la mesa las negaciones –es decir la nada- que se infieren del ser, para ser convocadas en total libertad mediante el lenguaje poético afirmativamente, afirmación que es precisamente la de ser.

Seguiremos con estas y otras aproximaciones sobre el tema argumentado de manera diversa en siguientes entradas de este blog.


Francisco Acuyo





[1] Es muy interesante el acercamiento y estudio lingüístico (semántico) sobre la terminología ser usada de consuno en como ente, y por tanto con autonomía existencial, no obstante, de ser infinitivo o participio, gramaticalmente puede ser considerado como un acto (participio presente ente, del latín ens entis) y cuya norma lingüística parece que no se atuvo en la lengua común, por lo que es frecuente la confusión entre sujeto y el ente en muchos de sus usos lingüísticos.
[2] Nos referimos a toda la corriente filosófica que ha devenido en torno a la teoría cuántica desde sus inicios.
[3] Lo verdaderamente importante de estas corrientes de pensamiento es el énfasis que ponen en el supuesto de que las ondas de posibilidad no se mueven en el espacio y el tiempo.
[4] Los electrones viajan como ondas de posibilidad y dícese que, cada vez que observamos y medimos se produce su –colapso y- actualidad.
[5] Ver: De la emulación cuántica a la representación de la realidad, en este mismo blog en el enlace: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2012/12/de-la-emulacion-cuantica-la.html
[6] Tenemos el sustantivo, ente; otro sustantivo, el ser; y un verbo, ser.
[7] Peirce, C. S.:  Nominalism vs Realism, 1868, p.145.
[8] ¿Por qué hay algo en lugar de nada?
[9] Nombres falaces
[10] Eco, U.: Kant y el onitorrinco, Debolsillo, Barcelona, 2013, p. 40.
[11] Así lo refería Hölderlin en el verso último del poema Andenken.
[12] Eco, U.: p. 50
[13] Hjemeslev, L.: Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1971.
[14] Eco, U.: p.75.



El ser y la esencia de lo trascendente: la conciencia del ser, Francisco Acuyo

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