CARTAGO Y LA DEVOTIO HISPANA
Tras su partida de Gadir, el gran Amílcar (Barca) tenía firmemente
aherrojado en su feroz y ambicioso espíritu controlar la Turdetania.[…] Hubo de
desafiar con audacia tras la fundación de imponente factoría en Akra Leuka a griegos
y romanos, llevando a los suyos a la conquista de Hélike[1] y a
la fundación de Kart Hadash[2]t o Ciudad
Nueva. Fue, inevitablemente, la fragmentación, división desmembramiento característicamente
hispano –proverbial, dirá yo-, lo que llevo a Amílcar a conquistar buena parte
de España. ¡Ah! Qué inefable emoción rememorar en estos instantes, por voz de Eneas (amante de la reina de Cartago,
Dido) aquel promisor “Tu regere imperio populos, Romae, memento”[3]. (Sic)
Cerraba
así uno de los fragmentos más intensos de estos primeros capítulos de su
historia nuestro compilador –omnisciente- testigo de aquellas decidas y
enérgicas campañas. Más adelante, rescatar pudimos de entre unos trozos
manchados y muy maltrechos otras consideraciones muy dignas de reseñar de aquel
enigmático diario:
Una vez asesinado el pacífico conquistador
Asdrúbal , sería el muy joven, de gentil talle y apostura, célebre por su aguerrido
talante y conocido como excelente estratega, Aníbal, quien tomara la jefatura
militar en la Iberia de Cartago, dejando a propios y extraños admirados de su
demanda, y quien haría inmortal a la granazón la resistencia heroica, para
mayor gloria de los habitantes de aquel pueblo, de Sagunto, decimos (mediante
la poliorcética),[4]
tras su expugnación y total aniquilización, y en cuya hecatombe colectiva, tras
destruir todo lo servible en la ciudad, hizo para la historia una de las más
memorables e increíbles páginas de unidad, entereza y sacrificio colectivo; diera
cuenta de todo ello el gran Tito Livio, cuyas descripciones han quedado como
muestra y dechado excepcional de valor, notoriedad y renombre del que muy bien
pudiera vanagloriarse cualquier nación del mundo si, tal episodio inaudito y admirable repetirse
pudiera. (Sic)
Esto
contaba nuestro historiador, justo antes de acometer el relato de la llegada de
Roma a nuestra península, donde habrá de acontecer la segunda guerra púnica,
que tantos lances dignos de recuerdo habrán de ofrecer para nuestra historia.
Tras vencer a olades, adentrarse en los valles del Duero y del Tajo, hubo de
tomar Helmántica y Arbucala[5],
aunque su ambición más profunda era acabar con la preponderancia de la potencia
antagonista de su patria Cartago, Roma.
Publio Cornelio Escipión, en Hispania desde
el año 217, llegó para reforzar las tropas romanas regidas por su hermano Cneo.
Reconociendo rasgos proverbiales de individualismo de los pueblos de la Iberia,
consiguió sembrar la disensión, la discordia y el conflicto en las hordas
Cartago-ibéricas, llevando a sufrir el gran Aníbal la derrota, cerca de
Tortosa, que habría a la sazón, de impedir en principio su ansiado avance hacia
Roma. No obstante, habría de costarle al Escipión la vida en su avance por el
valle del Betis, cerca de Cástulo, todo lo cual iba a provocar que la guerra
púnica se decidiera definitivamente en Hispania. [Sic]
Proseguía
en primera persona su relato contando como el segundo Escipión, hijo y sobrino
de los Escipiones muertos en la campañas de la Hispania, habría, en nueva
expedición, de conquistar Cartago Nova y que refería puntualmente de esta
manera:
Liberados los rehenes hispanos, feroz y
cruelmente retenidos por Cartago, hubo de enviarlos Escipión, como agentes de
la misma Roma, a sus diferentes lugares de origen. Muy consciente de que la
suerte de Roma estaba en juego en territorio de la Hispania, emprendió brava y
audazmente viaje hacia la cuenca del Betis para su conquista, así fue que, en
Ilipa, el pueblo, más fenicio que cartaginés, suscribieron con el romano
inteligente alianza. La cruel actitud de Aníbal con los residentes de diversos
lugares (como Iliturgi) no ayudo tampoco a encontrar alianzas contra Roma.
Finalmente, no valorando estratégicamente Aníbal la guerra que se estaba
decidiendo en Hispania, decidió regresar a África, donde acabaría por encontrar
la derrota definitiva en Zama (202 a.C.)
De
esta manera concluía otro párrafo crucial de nuestra historia y del diario
personal de nuestro extravagante narrador en esta fragmentada biblioteca de
nuestro acontecer histórico. No será desde luego el último relato de nuestro
extravagante compendio histórico recogido, como tampoco será la postrer
aparición de nuestro anónimo historiador en estas páginas que entretienen a
quien tuviera a bien deleitarse o sufrir en ellas. Así proseguirá en próxima
entrega su crónica y reseña.
Francisco Acuyo
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