LOS
EMPERADORES HISPANOS
DE LA ROMA MÁS ESPLENDENTE
Tarraco, una de las capitales más influyentes del imperio, erige a
divo Augusto el primer templo al imperator,
dando lugar con posterioridad a que las familias de este afiancen en la
Hispania el impulso de la economía hacia buena parte de sus provincias. La
Hispania de los Flavios vio, por mediación de Tito (hijo y sucesor de
Vespasiano) el sometimiento y la primera diáspora del pueblo judío, cuyos muchos
de sus hijos acabarían teniendo singular asentamiento desde entonces en la
Hispania. Cuenta de estos y otros posteriores momentos darían nuestros legajos,
y entre ellos de manos del historiador de este Diario, podía leerse en sus
escritos lo siguiente:
El
muy apreciado Nerva, del clan hispano, pudo con no poca dificultad dictar
designios muy favorables para la Hispania, y con la adopción de Marco Ulpio
Trajano, jefe de la séptima legión (hispana) dio opción para el primer imperio de Roma
regido por un Hispano. Así el gran Trajano dejó indeleble y rica huella en
nuestra tierras en su mandato (el arco de Bará, el acueducto de Segovia, el
puente de Alcántara, el embellecimiento de Itálica y una expansión de Roma hacia
los máximos límites (limes bárbaro) conocidos, extendidos hasta la Dacia y la
misma Partia. […] (Sic).
El filósofo entronizado en Roma,
Adriano, que unificó la Hispania en su máximo grado, y que a la sazón sería el
segundo emperador hispano, dio testimonio de tal sentimiento de unidad con la
realización de las monedas en las que aparece Hispania como conjunto unitario. De
él quedan extraordinarios rasgos como el arco de Medinaceli y la configuración
final de Itálica que fueron sin duda reliquias de imposible olvido dejados por
este noble emperador.
También hubo de dejar la impronta de la
sangre hispana en otro de los más grandes emperadores, Marco Aurelio. Así contaba nuestro autor de la
Historia lo siguiente: En la Piazza del
Campidoglio, el bronce imponente de Marco Aurelio, ya perece, con su imperial
gesto, ofrecer un dejo de estoica ironía (no en vano pudo confundirse durante
siglos con el emperador gran protector de la
iglesia, Costantino, a conservarse durante tanto tiempo), que extraído
en la inspiración de su obra espectacular de los célebres Soliloquios.[1]
El verissimus[2]
relato de sus meditaciones son cuna inmortal de francas reflexiones que serán
imperecederas para las generaciones, pues, que es el mundo y sus frugales y
vanidosas contingencias: “átomos o cosas indivisibles. Y en suma, si hay Dios,
toda va bien; si todo discurre por azar, no te dejes llevar tú también por el
azar[3].”
El inmortal imperator, acaso deja su ascendencia hispana también en la huella
de sus juicios imperecederos. No puedo sino deleitarme todavía con el eco de su
voz impreso en mis oídos y que pudo ser inspiración del Euis heauton, su Manual íntimo, de este insignificante
diario que ahora leéis y
que no busca dejar personal y vana huella, si es que en verdad “Sencilla y respetable es la misión de la filosofía”. Que
no puede inducir a la vanidad.[4]
Sería, al fin, Septimio Severo, superado
ya el siglo III quien habría de conseguir el restablecimiento del orden en una Hispania
sumida en el caos por posteriores nefandos gobiernos, llegando a crear la
provincia de Galicia, y donde se pudieron asentar los cimientos de la que sería
la España actual. Llegado a este punto nuestro enigmático historiador relataba
con dosis de emotiva confianza en su trasegado discurrir de nuestra historia:
No
me canso de repetir, sobre todo en este momento de nuestro devenir histórico,
las sabias palabras del mejor guía o mentor que tener pudiese, si viene de la sabiduría del gran Marco Aurelio: “Estas
son las rotaciones del mundo, de arriba
abajo, de siglo en siglo. Y, o bien la inteligencia del conjunto universal
impulsa a cada uno, hecho que, si se da, debes acoger en su impulso; o bien de
una sola vez dio el impulso, y lo restante se sigue, por consecuencia… Pues, en
cierto modo, son átomos o cosas indivisibles. Y, en suma, si hay Dios, todo va
bien; si todo ocurre por azar, no te dejes llevar tú también por el azar”[5].
Llegará un momento nuevo en el que la
espiritualidad de esta nación y sus instituciones militares, encontrarían
fundamento de enorme solidez, todo lo cual tendría que ver con la llegada (anónima)
del cristianismo a nuestra tierra. Cuestión de la que nuestro narrador dará
cuenta en una próxima entrada.
Francisco Acuyo
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