LA TEORÍA DE GRAFOS Y
LA POESÍA
Que el discurso poético se
caracterice, entre otras muchas peculiaridades (los proverbiales desvíos
lingüísticos del mismo), por la síntesis y economía en sus fórmulas expresivas,
me han llevado en muchos momentos a valorar su dinámica estructural en términos
análogos a como lo haría respecto a muchos aspectos que corresponde
directamente con las matemáticas.[1]
El valor de la imagen (véanse la incidencia trópica en su discurso: metáfora,
sinestesia, metonimia, sinécdoque…), también es una fórmula poética muy
poderosa y sinóptica que garantiza la frugalidad y agilidad de su discurso,
abaratando grandemente la extensión de sus expresiones y llevando a un grado de
concisión y exactitud de sus alocuciones que no dejarán de resultar harto
sorprendentes (se me ocurren las formas tradicionales de nuestra poesía,
expresas en canciones muy breves como las seguidillas, o en el de las
tradiciones orientales caso especial sería el haiku). A raíz de alguna observación en el ámbito de
la poesía experimental he podido constatar esta peculiar analogía, hasta tal
punto que he llegado a ver similitudes con otra teoría matemática especialmente
útil y llena de valores estéticos, me refiero a la teoría de grafos.
Lo bueno si breve, dos veces bueno, en
poesía (y en matemáticas) es una máxima de grande preponderancia y valor
matemático y expresivo. Esto, en la estructura métrica del poema, es algo
elemental que acaso nunca antes se ha intentando emparentar con el mundo de la
teoría de grafos porque su evidencia se ha remitido al dominio de los ritmos y
la eufonía del verso, no obstante, podrían hacerse gráficas netamente
matemáticas de determinados poemas, más claras en los que están estructurados
en estrofas regulares, pongamos un soneto. Las interacciones recurrentes se
darían en la sílaba décima (obligada) y las otras en las sílabas acentuadas
propiamente en los versos endecasílabos (¡ª, 2ª…. 6ª……8ª…10ª), pudiendo quedar
una gráfica (muy rudimentaria e hipotética en este caso); digamos, de una
cuarteta del soneto que tendría la siguiente secuencia acentual e
interacciones rítmicas:
Podrían acoplarse los colores
pertinentes según criterios de repetición de acentos, cesuras, pausas….
Consiguiendo una gráfica característicamente matemática, convirtiendo todas
estas incidencias en un conjunto de puntos (vértices, nudos o nodos) y por un
conjunto de aristas o líneas que relaciona pares de vértices.
Estos
serían esquematismos extraídos de las propias estructuras métricas del verso y
del poema, haciéndose posible otros en razón de la gramática y la sintaxis del
mismo, de los elementos retóricos…. Lo que nos permite aplicar estudios
estructurales del poema en virtud de los grafos extraíbles de dichas
estructuras y que acabarían poniendo el poema en relación con campos de las matemáticas
como la combinatoria, la matemática discreta, la topología, teoría de
algoritmos…..
La
posibilidad de generar grafos etiquetados y ponderados, dirigidos o dígrafos
nos pone sobre la mesa una visión más amplia y más rica, si cabe de la propia
realidad del verso, del poema y inevitablemente de la poesía. Seguiremos
insistiendo sobre este punto en próximas entradas.
Francisco Acuyo
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