Para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Claves míticas para la mendacidad contemporánea.
CLAVES MÍTICAS PARA
LA MENDACIDAD CONTEMPORÁNEA
Cuando decía que los instintos
más profundos que conturban el espíritu humano son racionalizados y sustituidos
por las interesadas manifestaciones ideológicas de determinadas
contemporaneidades, no sólo hablaba de algo que sucede en la actualidad; esto
ya era algo manifiesto en las civilizaciones griegas y romanas, cuyas deidades
eran intencionadamente domesticadas para propósitos y finalidades varias de su
actualidad de su instrucción y cultura coetáneas.
¿Sucede
hoy, acaso, lo mismo pero con una vestimenta intelectual más sofisticada? A mi
juicio, creo, que todo lo contrario. Los avezados y curtidos criterios
racionalistas son tan inconsistentes en la actualidad que resulta ridículo y grotesco
contrastar el acervo especulativo o erudito que no llama sino a la vergüenza de
aquel que tiene siquiera una chispa de inteligencia e ilustración con la
compararse. La zafiedad de las ideologías son precisamente efectivas entre las
sociedades anestesiadas culturalmente o con poca formación personal porque los
valores en cuestión, algunas veces, nadan, sin embargo, como pez en el agua
entre otros instintos mucho más vulgares que tratan de ocultarse entre las necesidad
de subvenir necesidades básicas. En otras ocasiones en el odio cerval que anima
las oscuras e interesadas inclinaciones de la tribu, o en los automatismos
primordiales de la subsistencia y supervivencia, aderezados de una vestimenta
ideológica que no esconde sino las vergüenzas de su realidad pringosa e inmoral
que las fundamenta, disfrazadas siempre de buenas intenciones democráticas,
solidarias y benevolentes.
Estas ideologías, falsamente amparadas en la
ciencia y la historia tratan de poner en evidencia la profundad del mito sin
intentar siquiera reinterpretar la razón profunda de su ser simbólico en el
mundo. La exégesis trivial de sus principios no hace sino ponerse en evidencia
a alejarla del pulso de la vida que es, en fin, donde nace y se nutre, la vida
que nos sino creatividad que nos evocan lo más hondo y vivo de nuestro pasado,
inspirado en el enigma de nuestra existencia y que nos invoca una realidad que propiciará un verdadero y genuino y nuevo
renacimiento, y que se escenifica en el
símbolo como muestra de la perpetua aventura de la conciencia y el espíritu que
en ella habita.
Francisco
Acuyo
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