Ahondando y abundando sobre la intuición que trasciende cualquier convención e ideología, traemos una nueva entrada para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, y todo ello bajo el título: La voluntad universal en la conciencia individual.
LA VOLUNTAD UNIVERSAL
EN LA CONCIENCIA INDIVIDUAL
CADA vez parece más claro que la
ingeniería social practicada por el ideólogo se nutre del yo, inconsciente de
la temporalidad de todo fenómeno y de su pasajero devenir. Crear la ilusión de
lo imperecedero del ego es su cometido
fundamental, en nombre de lo colectivo que ha de prevalecer gracias a la
ideología de Estado. Intentar el olvido (aun con la manifiesta insatisfacción
permanente en lo más honde del individuo) de lo perpetuo que con cada uno de
nosotros vive y muere.
La
ideología impide desprendernos del atavío viejo de todos nuestros conocimientos
adquiridos por mor de la experiencia personal y sobre todo de la creencia
ideológica (sea ya investida de trazos religiosos o netamente de ideas políticas
de la más variada índole). Nos impide trascender lo viejo manido, convencional,
sujeto al tránsito de lo temporal, de
aquello que acaso no cambia, es siempre nuevo, y que aspira a ese Yo que quiere
ser siempre el mismo yo para siempre.
El
ideólogo es el nigromante que prestidigita el ego impostado por las
convenciones, las experiencias y el credo del conocimiento por la verdad inmarcesible
de la nada que se pone en evidencia con la muerte de dicho ego, y que nunca
podrá impedir, por mucho que se inhiba la realidad última de aquella (la nada),
desde donde, nuevo, flamante, inédito, desconocido, ha de fundamentarse
definitivo el Yo genuino e inocente de lo nunca imaginado, pero siempre
misteriosamente intuido.
Francisco Acuyo
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