jueves, 9 de julio de 2020

EL SUFRIMIENTO A LA LUZ DE LA FE, POR ALFREDO ARREBOLA


Para la sección Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile, Traemos una nueva entrada de nuestro amigo y colaborador, Alfredo Arrebola, y bajo el título: El sufrimiento a la luz de la fe.



El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola




EL SUFRIMIENTO  A  LA  LUZ DE  LA FE


                                   


Vivo sin vivir  en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero

 (San Juan de la Cruz, 1542-1591. Opera Omnia).


Por aquella  noche oscura
yo iba buscando a  Dios
sin saber que lo llevaba
dentro de mi corazón

 (Alfredo Arrebola: “Mi cante es una oración”. Caña. Málaga, 1988).


                                                                                                                                                                   
  Cada día que pasa, a pesar de mi larga existencia, son muchos los interrogantes  que me planteo.
Asimismo, ni un solo día transcurre – desde hace muchos años – que yo no dedique un tiempo a leer la Biblia, la Sagrada Escritura: “Palabra de Dios”. Y desde siempre me llamó la atención el salmo del Rey Profeta David: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios” (S 14,1). Pero , me pregunto yo, si  “no hay Dios”, razonarán muchos filósofos - Platón, San Agustín, Duns Escoto, Descartes, Espinoza, etc -, ¿cómo es posible que yo tenga esta idea?. Porque, a la verdad, todo filósofo sabe que la Metafísica  comienza con una pregunta totalmente parecida a ésta.

Por otra parte, es lógico admitir que todos deseamos ser felices, es decir, queremos ver realizado en la práctica nuestro ideal de felicidad. Así venimos programados por naturaleza: el estrato más profundo y original de nuestro yo -conforme a los principios del psicoanálisi de  S.  Freud (1856 – 1939)- está gobernado por el principio del placer. No hay, pues, la menor duda en que todos aspiramos a realizar ese gozo y -¡cómo no! - a experimentar el contento o la alegría que se deriva de ello.

Sin embargo, nuestro entorno no nos pone la tarea nada fácil, al contrario: sentimos infinidad  de oposiciones a  nuestro impulso innato hacia el placer y la felicidad. La misma naturaleza, como se suele decir, es cruel y no tiene compasión con nosotros; las relaciones con los demás son, a menudo, fuente de  frustración e insatisfacción. “No solo son los agentes externos, escribe Marc Pepiol Martí en “Freud. Un viaje a los profundos del yo”, pág. 101 (Barcelona, 2015),  los que nos impiden realizar tranquilamente nuestro ideal de felicidad; también nuestra propia naturaleza nos  pone  obstáculos: el cuerpo degenera y enferma, nos sume en incontables dolores y frustraciones”. Ante todo esto, ¿qué posibilidades tenemos, pues, para ser felices? ¿Cómo podríamos evitar el dolor, el  sufrimiento, la angustia...?.
El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola

     Porque, a la verdad,  nadie es ajeno a esta triste e insólita situación. La pandemia, que venimos  sufriendo a nivel mundial,  es posible que nos haya hecho más conscientes de nuestra debilidad y vulnerabilidad. El ser humano, por desgracia, cree que está por encima del bien y del mal. Pero  el “Coronavirus” nos tiene aún aterrorizados en todos los aspectos: sociales, políticos, humanos  y – aunque haya quien lo niegue – religiosos.  Hemos seguido, para hacer frente a esta situación, los consejos de los  expertos en materia de Sanidad: quedarnos en casa, meditando y dándole vueltas a cuestiones  que teníamos, posiblemente, olvidadas.
     Los creyentes hemos llorado y, también,  rezado por  nuestros muertos, que no son moneda de cambio ni armas  que arrojar a nadie. Son simple y llanamente “nuestros muertos” y sólo podemos honrarlos con respeto, humildad y oraciones. La vida, “humanamente considerada”, debiera ser sagrada, ya que hay cosas que no tienen repuesto.  Sin embargo, seguimos  profundamente angustiados, y  la  duda, que en Filosofía es imprescindible para llegar al conocimiento de las cosas,   se ha convertido hoy en arma  arrojadiza de terribles y perturbadores sufrimientos en los seres humanos. ¿Por  qué?. Misterio que sobrepasa la capacidad del ser pensante. Y esto no  es  un  problema, sino  un “misterio”, que  está  vedado  al hombre.

    Pero el creyente cristiano sabe muy bien que Jesús experimentó la tentación, el dolor y el sufrimiento en sus más variadas formas; tiene, además, plena certeza de proclamar con san Pablo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 1,6; 4,13). El cristiano es una persona que tiene  el corazón lleno de paz porque sabe centrar su alegría en el Señor, incluso cuando atraviesa momentos difíciles de la vida: Nunca más propicio que el largo tiempo que llevamos confinados. Porque tener fe – amigos lectores -  no significa no tener momentos difíciles, sino tener la fuerza de afrontarlos sabiendo que no estamos solos, como nos lo repite el Papa Francisco, cf. Evangelio 2020, pág. 185.

   Ya en el Antiguo Testamento podemos leer: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante  esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompaña; nunca los dejará ni los abandonará” (Dt. 31,6). Sin embargo, el mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos  asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden incluso estremecer la fe y llegar a ser para ella una verdadera y auténtica  tentación.
    Aún más: la fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal (cf. “Catecismo de la Iglesia Católica”, pág. 68 (Madrid, 1992). Pero el cristiano sabe que  Dios ha revelado  su  omnipotencia de la manera más “misteriosa” en el anonadamiento voluntario y en la  Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. En la Resurrección y en la exaltación de Cristo  es donde el Padre “desplegó el vigor de su fuerza”  y manifestó “la soberana grandeza de su poder  para con nosotros, los creyentes” (Ef 1, 19-22).
   
El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola
   A mi corto entendimiento, pienso que Dios ha dejado sus huellas en cada uno de nosotros a través de las variadas formas que nos viene atacando el inesperado y temible Coronavirus. Y es  el mismo Jesucristo quien  nos dirá: “ Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened  valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).  Cuando los creyentes decimos: “Dios de la esperanza” no es solo que Dios es algo que deseamos alcanzar en la vida eterna, sino que Dios es quien nos colma hoy – y en cualquier lugar – de su  alegría y de su paz. Por tanto, llenos de confianza, seremos capaces de afrontar cualquier tipo de sufrimiento y seremos, asimismo, sembradores de esperanza entre nuestros hermanos. ¿Qué más puede pedir el creyente?.

   El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de “someter” la tierra y dominarla (Gn 1,26-28). Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar  en el plan divino no sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos  (Col 1, 24). Entonces llegan a ser plenamente “colaboradores de Dios” (1Co 3,9) y de su Reino (Col 4,11).
 
El cristiano, seguidor de Jesús de Nazaret,  debe esforzarse en todo, en estos difíciles e inseguros momentos, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentarse serenamente  con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse – mediante obras de misericordia  y caridad -  a despojarse completamente del “hombre viejo” y  a revestirse del “hombre nuevo” (Ef 4,24). Estos son mis pensamientos que a nadie impongo. Si en algo pueden ayudar, esa sería  mi recompensa espiritual. Por eso me atrevo a poner aquí estos dos salmos de David:

- El  afligido invocó al Señor, y  él lo  escuchó ( 92).
- Sed valientes de corazón los que esperáis en el Señor (30).



                                                       Alfredo Arrebola

                                                          Villanueva Mesía-Granada, Junio de 2020.



El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola


1 comentario:

  1. Gracias, amigo Acuyo, por este trabajo poco usual en nuestros círculos literarios, como si hablar de Dios con respeto fuera algo fuera de moda. He recordado ahora el libro de Job, cómo a pesar de las terribles pruebas que pasó su Fe no menguó, es más, al final hace esa declaración sublime que me estremece. El pueblo de Israel durante el éxodo es ejemplo de la naturaleza pecaminosa del hombre. Soy cristiano evangélico, por lo que con Jesús me basta para llegar al Padre, como Él mismo dijo en el NUevo Testamento, que nadie llegaba al padre si no es a través de él, lo que me dice que no necesito ídolos de ningún tipo. Un abrazo y gracias de nuevo.

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