Siguiendo las directrices argumentales y temáticas de anteriores entradas, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile que lleva por título: El monismo dualista del matrimonio cielo e infierno hermetista y la deuda de la ciencia con esta unión.
DEL MONISMO DUALISTA DEL MATRIMONIO
CIELO E INFIERNO* HERMETISTA,
A LA DEUDA DE LA CIENCIA
CON ESTA UNIÓN MÍSTICA
Sin contrarios no hay progresión,
inferían los iniciados y estudiosos del hermetismo. Algunos poetas (Yeats),
inspirados en la tradición hermética (Boehme) afirmaban que la concepción de
un solo principio que actúa a través de los contrarios, era el fundamento de
todo conocimiento, principio del Corpus Hermeticum: Solo
hay una religión de Dios, y consiste en no ser malvado. Cuando la ciencia
empezó a desechar este entre otros principios de la tradición, y a alejarla del
sentido y significado de aquella, de la ciencia digo, y cuando el azar manifiesto en forma de
accidentes se impuso para responder a una vida sin sentido, se abrió una nueva
etapa para la ciencia positiva y mecánica, y cerró la puerta a cualquier
aproximación holística y simbólica que, por cierto, no pocos sectores de la
ciencia moderna de nuevo reclaman.
Del
empirismo radical proviene gran suerte de confusión al negar toda influencia de
la mente per se en la realidad del mundo, pues la imaginación creativa
no era sino hija, o mejor, esclava de la experiencia mensurable. Para el
iniciado la experiencia no es más que el resultado de la dualidad que no tiene
contradicciones, pues Hermes va y viene del cielo al infierno, de la materia al
espíritu, siguiendo una visión única, cuyo fundamento analógico y metafórico hace
de la mirada del poeta hermético que se vea simultáneamente viendo a través
de lo que ya vemos.[1]
La
objetivación, la literalización, la mecanización de la dinámica integrada de la mente y la materia, es la que ha llevado a la incomprensión y a
la falta de sentido de los descubrimientos de la nueva ciencia; insistimos en
el ejemplo de la mecánica cuántica, que se encuentra en la fase de una búsqueda
de significado a sus profundas e inquietantes (para la ciencia mecánica)
paradojas. En cualquier caso, para muchos, la conciencia impregna totalmente la estructura y la dinámica del
mundo, en cuyo seno, el matrimonio entre mente y materia es una unidad inseparable.
La
ciencia positiva trata, en cierto modo, de hacernos olvidar la memoria de un inconsciente
(¿colectivo?, que diría Jung, que se encuentra perfectamente activo en la iniciación
hermética, la alquimia o la Cábala, todas las cuales pretenden relegarse a un olvido imposible,
si es que permanece en el inconsciente vivo de aquella memoria.
Hasta
qué punto la ciencia positiva no es la negación de la aletheia, si esta
es o significa el no olvidar, según Platón, así sucede mediante la anamnesis
o rememoración.[2] ¿Podrá
la ciencia nueva, ante las raras paradojas que se observan en los mismos limites
que alcanza su conocimiento, que es probable que en realidad es más que una
búsqueda de ese saber, un reconocimiento de lo que siempre estuvo ahí? El cisma al
que se enfrenta la ciencia y la propia epistemología es que la experiencia es
una visión extremadamente parcial de la realidad, porque la conciencia ya
estaba ahí, antes de cualquier experiencia. Todo parece indicar que el Anima Mundi
está acaso más viva que nunca, y a la que pertenecemos (Platón) y a la que de un
modo u otro regresamos en un proceso paradójico de ser antes y crear lo nuevo
alternativamente, donde lo que haga el futuro el observador determinará lo
que ocurra en el pasado[3],
que decíamos en el anterior post sobre esta temática.
Fascinados
por el futuro que parece escribir en el espacio de la conciencia, postergamos a
nueva entrada de este blog Ancile, nuevas aproximaciones.
Francisco Acuyo
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