viernes, 20 de octubre de 2023

ÉTICA Y ESTÉTICA DE LA POESÍA, A LA SAZÓN DE: ESTUDIOS SOBRE LITERATURA CONTEMPORÁNEA, DE ANTONIO CARREIRA (II)

Ofrecemos para la sección de Extractos críticos del blog Ancile, la segunda entrega de: Ética y estética de la poesía, a la sazón de: Estudios sobre literatura contemporánea.


ÉTICA Y ESTÉTICA DE LA POESÍA, A LA SAZÓN DE:

 ESTUDIOS SOBRE LITERATURA CONTEMPORÁNEA,

DE ANTONIO CARREIRA (II)



Ética y estética de la poesía, a la sazón de: Estudios sobre literatura contemporánea. Francisco Acuyo




Parte nuestro autor de una premisa de grande interés que no siempre se tiene en cuenta a la hora de establecer unos fundamentos serios de acercamiento al propio fenómeno poético, a saber: que el poema es, al margen de una cosa de dos (poeta y lector), un constructo cuya componenda adquiere consistencia en dos fundamentos imprescindibles: el musical –rítmico y eufónico- y el racional (este último, con todas las prevenciones que conllevan los factores irracionales de la semántica de la lengua). Sin entrar en las complejas relaciones que puede conllevar la música como lenguaje universal, y el poema como lenguaje que no lo es, lo que Carreira plantea, y a mí me hizo pensar detenidamente, es la racionalidad como fundamento gozoso y gustoso del poema, basado, en principio, en su necesaria comprensión (Eliot). Ahora bien, dicho goce (estético) debe cimentarse en determinadas razones. Nada sabemos de dichas razones (avisa Carreira) y nada dice de ellas el ilustre poeta de San Luis, todo lo cual hizo que mi curiosidad al respecto aumentara exponencialmente.

                La sensibilidad de cada cual, la formación, los valores estéticos y otros criterios subjetivos, que suponemos deben comprender aquellas razones del buen gusto, son materia de segura controversia, en cuanto que deben estar relacionados con diferentes aspectos no menos controvertidos como la comprensión o no del poema, y las interpretaciones variadas que se pudieren hacer del mismo. En cualquier caso, es claro que aquellos ya señalados valores estéticos tienen mucho que decir al respecto de lo bueno, malo o caótico del poema, que advertía Eliot, sobre todo en relación con la ambigüedad o claridad que pudieren ofrecernos sus versos, estableciendo como criterio esencial el ritmo y como pilar básico de todo buen poema, ya que, el ritmo, no es solo medida, sino visión del mundo (Octavio Paz).

                Todo este asunto del ritmo del lenguaje poético no es en modo alguno cosa baladí. Por eso, Carreira, insiste en este aspecto añadiendo, además, otros criterios de distinción entre las artes, centrados en la potencial racionalidad de las mismas; así, la música, se dice, tiene un carácter irracional, y el lenguaje (sobre todo en prosa) carácter racional; de ambos principios se deduce que la poesía ocupe
un estadio intermedio (Pessoa) que, para muchos puede resultar poco cómodo y que, acaso irremediablemente, puede añadir confusión en la práctica y en la teoría del verso. Hablamos, claro está, de la proverbial confrontación teórica (y práctica) entre verso medido y verso libre, que me remito a la magistral referencia que hace nuestro autor en su texto.

Ética y estética de la poesía, a la sazón de: Estudios sobre literatura contemporánea. Francisco Acuyo
                Todo ello tiene su punto álgido cuando Carreira entra a debatir todos estos asuntos con la aparición de las vanguardias artísticas, las cuales acabarán llevándonos hasta la situación de la actualidad. La rebelión contra la versificación silábica coincidirá con la subversión contra todo lo que tuviere asomos de racionalidad. Así también, afectará a la concepción trópica del verso, y la metáfora rehúye referentes comparativos para verterse como metáfora absoluta que no aspira al significado sino al ser (Paz), donde la realidad no es aludida, porque pretende recrearla. Mas, si esto es así, ¿quién podría considerarse poeta y qué poema? Nos dice nuestro autor que ante situación, nuevamente, habrá que de enfrentarse al difícil problema de los valores estéticos.

                La cuestión es que las artes se han rebelado contra tantas cosas, nos avisa Carreira, que es extremadamente complicado, a luz de estos cambios y del aparato teórico derivado de los mismos, aprehender criterios de valoración apreciables a lo bueno o nefasto de esta o aquella obra artística. Esta situación, llevada al ámbito de la poesía, pone, inevitablemente, la duda o la evidencia de si no estamos ante un verdadero ocaso de la poesía. O si ya no encontramos diferencias entre la prosa (mala), exhibida como poesía, poniendo (textualmente) en peligro la sensibilidad de los jóvenes que se acerquen a ella.

                La indiscutible necesidad de renovación de las artes no justifica la clara inclinación actual por el camino de lo fácil para verter el objeto artístico como una mercancía asequible y de consumo rápido, alentado todo ello por una propaganda perfectamente engrasada para tal fin. Una de las expresiones que más me gustan de Carreira ante el panorama del arte y la literatura (y que se deriva a la música), es que estas nuevas generaciones caminan irremediablemente a la sordera, amén de decidir hablar en necio para dar gusto al vulgo. La reflexión pertinente y que viene muy apropósito en la panorámica actual quizá sea: ¿si no hay grandes compositores, poetas o pintores es porque no tienen cabida en la escala de valores de nuestra sociedad actual?

Lo que sí parece del todo evidente es que nuestra sociedad está manifiestamente entregada al hedonismo de la belleza fácil y digerible. Rechaza cualquier dolor o sacrificio y expone con claridad que estamos entregados a la dogmática doctrina del consumo o de la ideología (im)pertinente. La herida que exigía Gadamer ante la contemplación de la obra de arte verdadera, es hoy rechazada por una producción supuestamente destinada a agradar de forma exclusiva, y no a convulsionar, sorprender, despertar. La sedación de la sensibilidad expone que los presupuestos de consumo triunfan resueltamente. Exponen de manera obvia, además, que acaso hoy, de manera ostensible, sea imposible la percepción de la maestría y destreza que exige y reside en la resolución de lo genuinamente bello.

El disfrute plano, literal, liso del formato de consumo, no oculta que, además, vivimos en la era de la producción de datos, cuya impudicia de lo literal expone un mundo que no admite la profundidad velada de lo íntimo, y por tanto no admite ambigüedad mediante la que enfrentarse con el lenguaje, cuestión especialmente grave en relación al lenguaje poético, que no puede perder el pudor de su intimidad y su manifestación analógica, emancipada y libre. La obscenidad de la era de la información acaso tiene que ver también bastante con este serio declive, porque este procaz exhibicionismo de literalidad está despojando a la poesía de su fundamento: la singularidad abierta, viva, profunda y dinámica de su lenguaje.



Francisco Acuyo

2ª entrega




Ética y estética de la poesía, a la sazón de: Estudios sobre literatura contemporánea. Francisco Acuyo


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