Bajo el título: La fe creativa en el arte como símbolo y potencia del mito, Traemos un nuevos post para la sección de Ciencia del blog Ancile.
LA FE CREATIVA EN EL ARTE
COMO SÍMBOLO Y POTENCIA DEL MITO
Cuantas veces lo que entendemos por pensamiento propio,
racional, lógico, en realidad no se sustenta sino sobre una suerte de extraña
convicción, de fe ciertamente incomprensible sobre la cual en verdad no podemos
ni sabemos dar razón. Esta manifestación psicológica nos dice que la vida se
manifiesta en nuestra conciencia, y que esta parece sustentarse en un arraigo
extraordinariamente profundo, ¿acaso mitológico?, y este raro abismo nos lleva a
pensar que es aquí donde radica lo real, por eso nos vemos imbuidos por esa
convicción, por ese convencimiento rayano en una fe que es la que identifica la
imagen de la realidad misma. Cualquier intento soteriológico está basado en
aquella fides (lealtad a lo
enigmático) donde radica la verdad primera y última. Mas esta fe encierra otra
lealtad no menos profunda, la de realizarse, la de hacerse real en cada uno de
nosotros. Veremos que el arte es una vía de realización ciertamente genuina. El
arte es un acto de fe que va más allá de toda razón, de toda lógica, porque bebe
de las fuentes intensas e inmensas de la simbología y de la potencia
vivificadora del mito.
A través del
arte colegimos que la realidad es un mito que está cubierto por velos diversos,
mas, para reconocer dicha realidad no hay tanto que quitar los velos como
reconocerlos como tales, esta terapia imprescindible nos las enseña el arte. Lo
que es bueno y bello, lo que es verdad, y lo que es, son para el arte mitos que
hay que reconocer como tales para reconocerse a sí mismo porque, al fin y a la
postre, es la única realidad accesible, es decir, la que proporciona la
conciencia y que se hace especialmente sensible en los procesos creativos. El
arte se libera y te libera del tiempo y del espacio moderno lineal, abriendo
las fronteras de tu mente a donde en verdad quiera llegar el que tiene fe en su
voluntad de superar o al menos considerar la extrañeza de aquellas fronteras.
El arte te enseña a superar la terrible tensión de ir siempre hacia delante, la epetktasis griega, porque el ejercicio creativo nos enseña a no separar nunca el intelecto de lo profundo vital que se ofrece y se muestra en la vida misma, pues nos sumerge en las emociones más profundas. La contemplación artística nos enseña a ver sin emitir juicios, sin apego inquisidor. El arte rompe el vínculo artificial entre el logos y el mito: emociones y mente van de la mano.
A través del
arte somos, o seremos, como refería Santiago, hermano menor de Cristo: aquellos que ponen en práctica, en acción, la
palabra, y no (son) solo meros escuchadores de aquella, liberándonos del engaño
que esa escucha de sirenas que muy bien puede acabar por someternos. Con el arte, con la
poesía, aprendemos el mito y la sabiduría. El ejercicio creativo nos enseña que
el mito nos alimenta con la fe en nosotros mismos, pero que ésta en modo alguno
se nutre de pensamiento, sino que va mucho más allá, nos libera de su rumiación
continua y nos hace libres, libres no solo para elegir, sino para ser. Nos
ofrece el arte, en fin, la potencia mítica de creación, la posibilidad cierta
de que más allá del logos hay una realidad viva que nos concierne y que
debemos armonizar con nuestro razonamiento.
Y, he aquí que la fe, como fundamento mítico se hace expreso en el arte, y nos abre una
óptica mucho más amplia de visión del mundo y de nosotros mismos. Una fe que
nos muestra que hay algo más que conocimiento, pues el cognitum y el creditum,
a través del arte, demuestra que lo creativo no es un mero sujeto de nuestra
mente objetiva, pues, en su arte de ser creativo radica la fe en que lo creado
adquiere realidad genuina, propia y singular, y que en ella ya nos estamos
realizando.
Francisco Acuyo
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