miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA, SEGUNDA ENTREGA DE, NECESIDAD DE LA FILOSOFÍA, DE TOMÁS MORENO

Para la sección de Microensayos del blog Ancile, traemos la segunda entrega de, Necesidad de la filosofía, bajo el título de, El nacimiento de la filosofía, del profesor y filósofo Tomás Moreno, en una temática de candente actualidad en los momentos en los que la filosofía (acaso bajo el nefando influjo de ese no menos nefasto e inculto neopositivismo  radical de muy baja estofa que nos inunda bajo la influencia hipnótica de las nuevas tecnologías) empieza peligrosa e injustamente a ser cuestionada en nuestro sistema educativo.


El nacimiento de la filosofía, Tomás Moreno



EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA



El nacimiento de la filosofía, Tomás Moreno


II. El Nacimiento de la Filosofía
Grecia, las “póleis” griegas de los siglos VI al III a. de C., desde la Jonia o la Magna Grecia hasta Atenas o Alejandría, constituyen el marco espacial en el que se va a construir todo el edificio de nuestra cultura. En ellas se realizaron los cimientos verdaderos de nuestro arte y  de nuestra literatura (esto es, de nuestra música, pintura, escultura, y arquitectura y de nuestra épica, lírica, tragedia e historia como géneros de expresión estética y literaria).
            Nuestra racionalidad lógico‑científica –manifestada como lógica, filosofía,  cosmología,  medicina, psicología o como física,  astronomía y  geometría etc.- allí tuvo su despertar e igualmente nuestra racionalidad política también encontró su origen en esas póleis. Los conceptos de democracia, “politeia” o constitución, “polis”, “política”, “demos”, y los diferentes regímenes o tipologías políticas. Nuestros mitos arquetípicos e ideales, nuestros valores, modelos, géneros culturales, nuestras categorías conceptuales, nuestra “paideia”, e incluso nuestra propia “religiosidad”, judeo‑cristiana de origen, se encuentra filtrada por categorías filosófico‑ontológicas de raíz griega (Por eso Nietzsche llegó a definir al Cristianismo como “platonismo para el pueblo”).
            Jean Pierre Vernant, en “Mito y Pensamiento en la Grecia Antigua”, resumió certeramente esta gran aportación helénica con estas palabras:
“En el espacio de algunos siglos, Grecia ha conocido, dentro de su vida social y espiritual transformaciones decisivas. Nacimiento de la ciudad y del derecho -advenimiento, con los primeros filósofos, de un pensamiento de tipo racional y una organización progresiva del saber en un cuerpo de disciplinas positivas diferenciadas: ontología, matemáticas, lógica, ciencias de la naturaleza, medicina, moral, política -, creación de nuevas formas de arte, respondiendo los diversos modos de expresión, así inventados, a una necesidad de hacer auténticos aspectos hasta ahora desconocidos de la experiencia humana: poesía lírica y teatro griego en las artes del lenguaje, escultura y pintura concebidos como artificios imitativos en las artes plásticas”.
            Todas estas innovaciones, en todos los dominios de la humana experiencia, marcan un cambio de mentalidad tan radical y profundo, que representa el nacimiento del hombre occidental, la eclosión

El nacimiento de la filosofía, Tomás Moreno, Ancile

verdadera del espíritu, con los valores que nosotros, los occidentales, reconocemos en este momento:
“De hecho, las transformaciones no atañen solamente a los avances de la inteligencia o a mecanismos del razonamiento. Del ‘homo religiosus’  de las culturas arcaicas, a este hombre político y razonable, hacia quien apuntan las definiciones de Aristóteles, la mutación pone en tela de juicio los grandes cuadros del pensamiento y todo el espectáculo de las funciones psicológicas: modos de expresión simbólica y manejo de signos, tiempo, espacio, causalidad, memoria, imaginación, organización de los actos, voluntad, persona, todas estas categorías mentales se encuentran transmutadas en cuanto a su estructura interna y su equilibrio general”.
            Trataremos  pues, de analizar y describir cómo en las Ciudades‑Estado de la Antigua Grecia se encuentra el acta de nacimiento de nuestra triple racionalidad: filosófica, científica y política.

III. La pregunta por los orígenes y la génesis de la racionalidad occidental
La pregunta por los “orígenes” no es superflua ni gratuita, y tampoco es necesariamente anticuaria o arqueológica; sobre todo si estos orígenes han influido  sobre la posterior evolución de las ideas. Es evidente que los problemas filosófico‑políticos no han surgido súbitamente de la nada, que hay una “continuidad” histórica en la actividad y en el pensamiento filosófico‑político de nuestra tradición intelectual, de manera que la reflexión filosófica y política del presente es, de alguna forma, producto, "resultado" de la filosofía que le ha precedido. Es por eso por lo que Bertrand Russell, en “La Sabiduría de Occidente”, afirma que  “es inútil penetrar en la esfera del pensamiento filosófico si se cortan los lazos que nos unen a los grandes pensadores del pasado”.         Pero es que, además, en un sentido formal, toda la Filosofía Occidental es Filosofía griega y, en este sentido, Heidegger, en “¿Qué es eso de Filosofía?” llegó a afirmar que la comprensión de la naturaleza de la filosofía sólo podría ser posible si conversáramos con el pensamiento del mundo griego.

“El nombre de ‘filosofía’ si verdaderamente oímos la palabra y meditamos lo oído, nos llama hacia la historia de la procedencia griega de la filosofía. La palabra ‘filosofía’ está, por así decir, en la partida de nacimiento de nuestra propia historia, podemos aún decir en la partida de nacimiento de la época actual de la historia universal que se llama época atómica. Por ello sólo podemos preguntar la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía?, si accedemos a una conversación con el pensar de la helenidad”.
           
            La mirada hacia su pasado, y especialmente hacia su nacimiento, se constituye en requisito imprescindible para comprender y asumir su significado en el momento histórico presente: en el caso

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concreto que nos ocupa, la filosofía posterior, es, en esencia, una serie de comentarios, unas veces favorables, otras hostiles, acerca de sus comienzos. Y es que el pasado, como nos señala Ortega y Gasset en  “La Historia como sistema”, sobrevive en el presente, no bajo la forma de recuerdo sino bajo la forma de realidad: “La Historia es ciencia del más riguroso y actual presente..., pues el pasado es la fuerza viva y actuante que sostiene nuestro hoy [...]. El pasado no está allí, en su fecha, sino aquí en mí. El pasado soy yo, ‑ se entiende ‑, mi vida”.
            La Filosofía surge en las colonias griegas del Asia Menor, al Este de Grecia continental, en las ciudades comerciales‑portuarias de Jonia, Mileto, Éfeso, Halicarnaso, Clazomene hacia el siglo VI a.C., entre el Oriente civilizado y el bárbaro Occidente. Representa un nuevo tipo de saber, una nueva forma de enfrentamiento del hombre con la “realidad” para formalizarla culturalmente; una formalización cultural del mundo que se opone y supera a los otros modos de formalización cultural vigentes hasta ese momento (la formalización cultural mítico‑mágica o la religioso‑sapiencial).
            Y fueron Tales de Mileto y los filósofos Jónicos quienes inauguran esta nueva forma de saber. Tales de Mileto pasa por ser el primer filósofo griego, con él se inicia un proceso de secularización, de desmitificación y de racionalidad crítica que, con el paso del tiempo, dará lugar al nacimiento de la ciencia occidental. Con su aparición se produce en Grecia una revolución o conmoción cultural de incalculables consecuencias, que representa, en expresión de Wilhelm Nestle, el “tránsito del mythos al logos”; esto es: el salto desde una cultura mágico‑catártica o mítico‑religiosa a una cultura lógico‑crítica y racional.
            Por su parte, Werner Jaeger, en “Paideia. Los ideales de la cultura griega”, ha precisado que no hay una coincidencia temporal o cronológica exacta entre el comienzo del pensamiento filosófico y el fin del pensamiento mítico, ya que, lógicamente, este tránsito no fue brusco ni abrupto. Mito y racionalidad filosófica emergente cohabitan durante largo tiempo; se trata de un “proceso”, no de una mutación milagrosa y repentina.     Además en el “mythos” existía germinalmente una cierta sabiduría protofilosófica en cuanto ordenación inteligente del caos natural. Ambos, mhytos y logos, se interfecundan (y la mejor prueba de ello es la obra de Platón). Para Werner Jaeger  la intuición mítica sin el elemento formalizador del logos es ciega, mientras que la conceptualización lógico‑racional sin el núcleo viviente de la intuición mítica resulta vacía. Antes de Tales de Mileto, esto es, antes de la aparición de la filosofía, existía en Grecia una manera “pre‑filosófica” de pensar: el Mito.
            Sus representantes, mitólogos, teólogos, poetas, fueron Homero, Hesíodo, Teognis, Píndaro, Ferécides, Museo, los Órficos. Esta forma mitológica de pensar ejercía unas funciones muy precisas e

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insoslayables: el hombre necesitaba "vitalmente" instalarse en el mundo‑universo con una cierta seguridad. El mito fue el instrumento mental para esa instalación o acomodación del hombre.
            En efecto, ante una realidad hostil, amenazante, misteriosa, desconocida, el hombre necesitaba, de alguna manera, tratar de vencer la ignorancia y explicarse el mundo entorno; liberarse del miedo existencial y neutralizar su angustia. Y para  ello ‑careciendo todavía de categorías conceptuales más maduras y racionales‑ se verá necesitado de utilizar categorías imaginativas, trans-conceptuales, mítico‑mágico‑religiosas (imágenes, símbolos, mitos, ritos, relatos, leyendas, mitologemas). Esto es: explicaciones simbólico‑poéticas de carácter antropomórfico y animista de los fenómenos de la realidad natural o humana; explicaciones que afirman la existencia de agentes divinos o sobrenaturales ‑ agentes causales personales ‑ dotados de propositividad, voluntad e intencionalidad, que serían los responsables últimos de todos los acontecimientos: la vida y la muerte, el nacimiento y la esterilidad, la salud y la enfermedad, la buena o mala cosecha, la desgracia o la felicidad, la lluvia, la sequía, la tormenta, el bien o el mal, tendrían en ellos su origen y explicación.
            Pero una serie de modificaciones ‑culturales, económicas, sociales, políticas, religiosas, etc.‑ operadas en el seno de las póleis griegas del Asia Menor, en ese concreto momento del VI antes de C. va a posibilitar la sustitución de esas “explicaciones mitológicas” por otras de carácter lógico‑racional o filosófico. En efecto, lo importante en Tales no es tanto “lo que dice” (que el origen o principio de todas las cosas es el agua; o que todo en la physis –naturaleza- “está lleno de daimones”) sino la actitud intelectual desde la que “dice eso que dice”: una actitud racional para tratar de explicar la physis.
            Porque “lo que dice” Tales ya había sido dicho, con otro lenguaje, por los mitólogos anteriores y por las antiguas cosmogonías que también habían señalado el agua como principio generador de todas las cosas... pero “personificada y divinizada” bajo el nombre del dios Océanos, en Homero; o de los dioses acuáticos Tiamat y Apsu en el Poema Babilónico de la Creación, el “Enuma Elis(“Cuando allá en lo alto”).
El nacimiento de la filosofía, Tomás Moreno, Ancile            Lo característico, pues, de la filosofía frente al mito es que los primeros filósofos, Tales de Mileto entre ellos, formularon a la naturaleza preguntas cosmológicas‑físicas; esto es: preguntaron por la “arjé”, por el principio primero, físico‑natural, observable, del que todas las cosas de la physis proceden y al que todas retornarán. Tanto esas preguntas, como sus respuestas correspondientes, pudieron ser

ingenuas, pero fueron, esencialmente, racionales. Con ello las anteriores preguntas y respuestas cosmogónicas, teogónicas o antropogónicas, formuladas por mitólogos y poetas quedaron anuladas o invalidadas.      Preguntar por la “arjé” en esos momentos, era verdaderamente un acto de subversión puesto que con ello se cuestionaba la ideología, la interpretación oficial mítico‑olímpica imperante  en esa sociedad.  Werner Jaeger, en su obra “La Teología de los primeros filósofos griegos”, afirma por eso que, con la aparición de la Filosofía los ‘mythoi’ han perdido su valor de realidad”. Benjamin Farrington, por su parte,  en “Ciencia y política en el mundo antiguo”, considera que los cosmólogos presocráticos constituyen “el primer esbozo de investigación científica sobre el Universo”; y, finalmente, K. R. Popper, en su insuperada “Lógica de la Investigación científica. Conjeturas y Refutaciones”, señala que los jónicos representan  “el primer anuncio de Racionalidad crítica” de la tradición cultural occidental. Los primeros filósofos griegos tomarán a la physis, a la naturaleza, como objeto esencial de su reflexión y de su investigación: serán por lo tanto: físicos, “physiologoi”.



                                                                                                        Tomás Moreno




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