Para la sección de Microensayos del blog Ancile, traemos la segunda entrega de, Necesidad de la filosofía, bajo el título de, El nacimiento de la filosofía, del profesor y filósofo Tomás Moreno, en una temática de candente actualidad en los momentos en los que la filosofía (acaso bajo el nefando influjo de ese no menos nefasto e inculto neopositivismo radical de muy baja estofa que nos inunda bajo la influencia hipnótica de las nuevas tecnologías) empieza peligrosa e injustamente a ser cuestionada en nuestro sistema educativo.
EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA
II.
El Nacimiento de la Filosofía
Grecia,
las “póleis” griegas de los siglos VI al III a. de C., desde la Jonia o la
Magna Grecia hasta Atenas o Alejandría, constituyen el marco espacial en el que
se va a construir todo el edificio de nuestra cultura. En ellas se realizaron
los cimientos verdaderos de nuestro arte y de nuestra literatura (esto es, de nuestra
música, pintura, escultura, y arquitectura y de nuestra épica, lírica, tragedia
e historia como géneros de expresión estética y literaria).
Nuestra racionalidad lógico‑científica
–manifestada como lógica, filosofía,
cosmología, medicina, psicología
o como física, astronomía y geometría etc.- allí tuvo su despertar e
igualmente nuestra racionalidad política también encontró su origen en esas
póleis. Los conceptos de democracia, “politeia” o constitución, “polis”, “política”,
“demos”, y los diferentes regímenes o tipologías políticas. Nuestros mitos arquetípicos e ideales, nuestros
valores, modelos, géneros culturales, nuestras categorías conceptuales, nuestra
“paideia”, e incluso nuestra propia “religiosidad”, judeo‑cristiana de origen,
se encuentra filtrada por categorías filosófico‑ontológicas de raíz griega (Por
eso Nietzsche llegó a definir al
Cristianismo como “platonismo para el
pueblo”).
Jean Pierre Vernant, en “Mito y
Pensamiento en la Grecia Antigua”, resumió certeramente esta gran
aportación helénica con estas palabras:
“En el espacio de
algunos siglos, Grecia ha conocido, dentro de su vida social y espiritual
transformaciones decisivas. Nacimiento de la ciudad y del derecho -advenimiento,
con los primeros filósofos, de un pensamiento de tipo racional y una
organización progresiva del saber en un cuerpo de disciplinas positivas
diferenciadas: ontología, matemáticas, lógica, ciencias de la naturaleza,
medicina, moral, política -, creación de nuevas formas de arte, respondiendo
los diversos modos de expresión, así inventados, a una necesidad de hacer
auténticos aspectos hasta ahora desconocidos de la experiencia humana: poesía
lírica y teatro griego en las artes del lenguaje, escultura y pintura
concebidos como artificios imitativos en las artes plásticas”.
Todas
estas innovaciones, en todos los dominios de la humana experiencia, marcan un
cambio de mentalidad tan radical y profundo, que representa el nacimiento del
hombre occidental, la eclosión
verdadera del espíritu, con los valores que
nosotros, los occidentales, reconocemos en este momento:
“De hecho, las
transformaciones no atañen solamente a los avances de la inteligencia o a
mecanismos del razonamiento. Del ‘homo religiosus’ de las culturas arcaicas, a este hombre
político y razonable, hacia quien apuntan las definiciones de Aristóteles, la
mutación pone en tela de juicio los grandes cuadros del pensamiento y todo el
espectáculo de las funciones psicológicas: modos de expresión simbólica y
manejo de signos, tiempo, espacio, causalidad, memoria, imaginación,
organización de los actos, voluntad, persona, todas estas categorías mentales
se encuentran transmutadas en cuanto a su estructura interna y su equilibrio
general”.
Trataremos pues, de analizar y describir cómo en las Ciudades‑Estado de la Antigua Grecia se
encuentra el acta de nacimiento de nuestra triple racionalidad: filosófica,
científica y política.
III. La
pregunta por los orígenes y la génesis de la racionalidad
occidental
La
pregunta por los “orígenes” no es superflua ni gratuita, y tampoco es
necesariamente anticuaria o arqueológica; sobre todo si estos orígenes han
influido sobre la posterior evolución de
las ideas. Es evidente que los problemas filosófico‑políticos no han surgido
súbitamente de la nada, que hay una “continuidad” histórica en la actividad y
en el pensamiento filosófico‑político de nuestra tradición intelectual, de
manera que la reflexión filosófica y política del presente es, de alguna forma,
producto, "resultado" de la filosofía que le ha precedido. Es por eso
por lo que Bertrand Russell, en “La Sabiduría de Occidente”, afirma que “es inútil penetrar en la esfera del
pensamiento filosófico si se cortan los lazos que nos unen a los grandes
pensadores del pasado”. Pero es
que, además, en un sentido formal, toda la Filosofía Occidental es Filosofía
griega y, en este sentido, Heidegger, en “¿Qué
es eso de Filosofía?” llegó a afirmar que la comprensión de la naturaleza
de la filosofía sólo podría ser posible si conversáramos con el pensamiento del
mundo griego.
“El nombre de ‘filosofía’
si verdaderamente oímos la palabra y meditamos lo oído, nos llama hacia la
historia de la procedencia griega de la filosofía. La palabra ‘filosofía’ está,
por así decir, en la partida de nacimiento de nuestra propia historia, podemos
aún decir en la partida de nacimiento de la época actual de la historia
universal que se llama época atómica. Por ello sólo podemos preguntar la
pregunta: ¿Qué es eso de filosofía?, si accedemos a una conversación con el
pensar de la helenidad”.
La mirada hacia su pasado, y
especialmente hacia su nacimiento, se constituye en requisito imprescindible
para comprender y asumir su significado en el momento histórico presente: en el
caso
concreto que nos ocupa, la filosofía posterior, es, en esencia, una serie
de comentarios, unas veces favorables, otras hostiles, acerca de sus comienzos.
Y es que el pasado, como nos señala Ortega
y Gasset en “La Historia como sistema”, sobrevive en el presente, no bajo la
forma de recuerdo sino bajo la forma de realidad: “La Historia es ciencia del
más riguroso y actual presente..., pues el pasado es la fuerza viva y actuante
que sostiene nuestro hoy [...]. El pasado no está allí, en su fecha, sino aquí
en mí. El pasado soy yo, ‑ se entiende ‑, mi vida”.
La
Filosofía surge en las colonias griegas
del Asia Menor, al Este de Grecia continental, en las ciudades comerciales‑portuarias
de Jonia, Mileto, Éfeso, Halicarnaso, Clazomene hacia el siglo VI a.C., entre
el Oriente civilizado y el bárbaro Occidente. Representa un nuevo tipo de
saber, una nueva forma de enfrentamiento del hombre con la “realidad” para formalizarla culturalmente; una
formalización cultural del mundo que se opone y supera a los otros modos de
formalización cultural vigentes hasta ese momento (la formalización cultural mítico‑mágica o la religioso‑sapiencial).
Y fueron Tales de Mileto y los filósofos Jónicos quienes inauguran esta nueva forma de saber. Tales de
Mileto pasa por ser el primer filósofo griego, con él se inicia un proceso de
secularización, de desmitificación y de racionalidad crítica que, con el paso
del tiempo, dará lugar al nacimiento de la ciencia occidental. Con su aparición
se produce en Grecia una revolución o conmoción cultural de incalculables
consecuencias, que representa, en expresión de Wilhelm Nestle, el “tránsito
del mythos al logos”; esto es: el salto desde una cultura mágico‑catártica o mítico‑religiosa a una cultura lógico‑crítica
y racional.
Por su parte, Werner Jaeger, en “Paideia.
Los ideales de la cultura griega”, ha precisado que no hay una coincidencia
temporal o cronológica exacta entre
el comienzo del pensamiento filosófico y el fin del pensamiento mítico, ya que,
lógicamente, este tránsito no fue brusco ni abrupto. Mito y racionalidad
filosófica emergente cohabitan durante largo tiempo; se trata de un “proceso”,
no de una mutación milagrosa y repentina. Además
en el “mythos” existía germinalmente una cierta sabiduría protofilosófica en
cuanto ordenación inteligente del caos natural. Ambos, mhytos y logos, se
interfecundan (y la mejor prueba de ello es la obra de Platón). Para Werner Jaeger la intuición mítica sin el elemento
formalizador del logos es ciega, mientras que la conceptualización lógico‑racional
sin el núcleo viviente de la intuición mítica resulta vacía. Antes de Tales de Mileto, esto es, antes de la aparición de la filosofía,
existía en Grecia una manera “pre‑filosófica”
de pensar: el Mito.
Sus representantes, mitólogos,
teólogos, poetas, fueron Homero, Hesíodo, Teognis, Píndaro, Ferécides, Museo,
los Órficos. Esta forma mitológica de pensar ejercía unas funciones muy
precisas e
insoslayables: el hombre necesitaba "vitalmente"
instalarse en el mundo‑universo con una cierta seguridad. El mito fue el
instrumento mental para esa instalación o acomodación del hombre.
En
efecto, ante una realidad hostil, amenazante, misteriosa, desconocida, el
hombre necesitaba, de alguna manera, tratar de vencer la ignorancia y
explicarse el mundo entorno; liberarse del miedo existencial y neutralizar su
angustia. Y para ello ‑careciendo
todavía de categorías conceptuales más maduras y racionales‑ se verá necesitado
de utilizar categorías imaginativas, trans-conceptuales, mítico‑mágico‑religiosas
(imágenes, símbolos, mitos, ritos, relatos, leyendas, mitologemas). Esto es:
explicaciones simbólico‑poéticas de carácter antropomórfico y animista de los fenómenos de la realidad natural o
humana; explicaciones que afirman la existencia de agentes divinos o sobrenaturales
‑ agentes causales personales ‑ dotados de propositividad,
voluntad e intencionalidad, que serían los responsables últimos de todos
los acontecimientos: la vida y la muerte, el nacimiento y la esterilidad, la
salud y la enfermedad, la buena o mala cosecha, la desgracia o la felicidad, la
lluvia, la sequía, la tormenta, el bien o el mal, tendrían en ellos su origen y
explicación.
Pero
una serie de modificaciones ‑culturales, económicas, sociales, políticas,
religiosas, etc.‑ operadas en el seno de las póleis griegas del Asia Menor, en
ese concreto momento del VI antes de C. va a posibilitar la sustitución de esas
“explicaciones mitológicas” por otras de carácter lógico‑racional o filosófico.
En efecto, lo importante en Tales no
es tanto “lo que dice” (que el origen o principio de todas las cosas es el agua;
o que todo en la physis –naturaleza- “está lleno de daimones”) sino la actitud intelectual desde la que “dice eso que
dice”: una actitud racional para tratar de explicar la physis.
Porque “lo
que dice” Tales ya había sido dicho, con otro lenguaje, por los mitólogos
anteriores y por las antiguas cosmogonías que también habían señalado el agua
como principio generador de todas las cosas... pero “personificada y divinizada”
bajo el nombre del dios Océanos, en Homero; o de los dioses acuáticos Tiamat y
Apsu en el Poema Babilónico de la Creación, el “Enuma Elis” (“Cuando allá en lo alto”).
Lo característico, pues, de la filosofía frente al mito es que los
primeros filósofos, Tales de Mileto entre ellos, formularon a la naturaleza preguntas
cosmológicas‑físicas; esto es: preguntaron por la “arjé”, por el principio primero, físico‑natural, observable, del
que todas las cosas de la physis proceden y al que todas retornarán. Tanto esas
preguntas, como sus respuestas correspondientes, pudieron ser
ingenuas, pero
fueron, esencialmente, racionales. Con ello las anteriores preguntas y respuestas
cosmogónicas, teogónicas o antropogónicas, formuladas por mitólogos y poetas
quedaron anuladas o invalidadas. Preguntar
por la “arjé” en esos momentos, era
verdaderamente un acto de subversión puesto que con ello se cuestionaba la
ideología, la interpretación oficial mítico‑olímpica imperante en esa sociedad. Werner Jaeger, en su obra “La Teología de los primeros filósofos
griegos”, afirma por eso que, con la aparición de la Filosofía los ‘mythoi’
han perdido su valor de realidad”. Benjamin
Farrington, por su parte, en “Ciencia y política en el mundo antiguo”,
considera que los cosmólogos presocráticos constituyen “el primer esbozo de
investigación científica sobre el Universo”; y, finalmente, K. R. Popper, en su insuperada “Lógica de la Investigación científica.
Conjeturas y Refutaciones”, señala que los jónicos representan “el primer anuncio de Racionalidad crítica” de
la tradición cultural occidental. Los primeros filósofos griegos tomarán a la physis,
a la naturaleza, como objeto esencial de su reflexión y de su investigación:
serán por lo tanto: físicos, “physiologoi”.
Tomás Moreno
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