Me pareció muy oportuno
recoger este maravilloso fragmento de las Figuras
de Belén, concretamente el que abre el libro, de Gabriel Miró, para estas fechas. Aunque pudiera traerse a
colación en cualquiera otra, pues encajaría muy apropósito para el paladar más
exigente de la más excelsa narrativa, tal es la calidad y belleza de su texto.
Es sin duda uno de los narradores favoritos de quien suscribe estas líneas
siempre breves (y demasiado apresuradas) para encabezar las respectivas
entradas del blog Ancile. La delicadeza descriptiva, el rigor expositivo, la
pulcritud de su relato y la vertiginosa y opima estofa de sus inventarios y
detalles expositivos, hacen de Gabriel Miró uno de los más grandes escritores
de todos los tiempos. Lástima que no se le traiga a cotejo y referencia con
mucha más asiduidad de la debida. Desde aquí invito a la lectura de sus obras
inmortales para quien no haya tenido ocasión de entrever siquiera la sublimidad
de su obra. También a la relectura del más avisado, porque sabe sin duda del
deleite extraordinario que supone el disfrute de su eximia producción
literaria.
FIGURAS
DE BETHLEHEM
(FRAGMENTOS)
BETHLEHEM
BETHLEHEM sube por dos alcores de
laderas plantadas. Tiene una claridad fresca, nítida, salina; una blancura de
vallados, de cenáculos, de cisternas, de sepulcros y hornos. Sus viviendas se
cuajan de sol como las celdillas de las mazorcas y de los panales.
El cielo de su
lado recibe un vaho de cal de las rampas y casas. Parece que exhale una
pulverización de molino harinero. Tierno, juvenil, luminoso, está desvalido en
las torvas soledades de los montes de Judá.
Bethlehem se ha
quedado solo en su alegría y su gracia aldeana. Le rodea una tierra huesuda y
convulsa. Sobre sus terrados y vergeles, respira la boca amarga y llameante del
desierto; pasa el aletazo caliente del siroco, el gâdim de la Biblia.
De las bóvedas
de los muros, de los portales del «Karvan»-parador y corral de caravanas y
ganados-, del júbilo del ejido y de los huertos, salen las sendas impetuosas y
joviales, pero se van desollando y hundiendo, trocándose en torrentes
areniscos, en «wadis» y ramblas; desaparecen en las quebradas y losas. Los
montes se rasgan en una hoz; el silencio cría su ámbito; es como una destilación
de tiempo inmóvil. Y las sendas de Bethlehem, aunque se rompan y se cieguen, no
dejan su jornada: renacen más lejos, brincando desnudas. Semejan esperar al caminante;
Y le miran y le sonríen convidándole a seguir. Tornan a su retozo, y se tuercen
como si se volviesen para saber si el hombre se fía de su promesa. Su promesa
será llevarle a una porción agrícola: la viña y las higueras que se agarran a
una cuesta calcárea, recogida y tibia; los escalones de bancales de cebada y
avena: con márgenes de pedernal para que el terrazgo no se derrumbe; un valle,
tierno entre lo abrupto; una meseta labrada; un redil en el frescor del pasto;
un cañaveral, unas palmas y un pozo que, al removerle la piedra que lo cubre,
se queda resonando de onda en onda y abre su mirada trémula y azul...
Donde haya un
rodal hospitalario para el cultivo, allí cavará obstinadamente el azadón israelita;
la uña de la reja penetrará hasta que toque la roca; la besana se plegará en la
ladera dejándole su esfuerzo y su paz.
De sus mismos
enemigos recoge el israelita las enseñanzas de labrador. Mientras cuece
ladrillos para los faraones en la tierra empapada de Gessén, aprende el cuidado
primoroso de los huertos: trae a su casa los métodos rurales de Cannan; y las
familias que queden del cautiverio de Babilonia y vuelvan al «país»,
proseguirán el trabajo mejorando la heredad abandonada. Porque Jehová es el
Señor Dios que legisla todo lo de su pueblo escogido, desde la santidad del
rito a la salud de su criatura y el producto de su labranza. Es el dueño de la
tierra suya sobre todas las que ha criado; ama sus frutos; quiere la primicia
de la cosecha. Por eso las fiestas de su altar vienen aparejadas con la
plenitud de los bancales, en los días que huelen a madurez, a trojos en colmo,
el olor suave y honrado que llega a Isaac cuando bendice a Jacob: «He aquí el
olor de mi hijo como el olor de un campo lleno al que ha ben· decido el Señor.»
En la «Schema» o
«escucha» de la plegaria matinal, el judío invoca a Jehová como Dios agrícola
que «cuenta las nubes y cuelga las urnas de las aguas», que «tiene El solo la
llave de las lluvias y no las cede ni a los ángeles», «que extiende el cielo
como una piel; riega los montes; sacia la tierra de sus obras; da al hombre el
pan que le alimenta, el vino que corrobora su corazón, el aceite que hace
relucir su rostro y el heno que pasturan las bestias»...
«Casa de pan»,
lugar de abundancia, era Bethlehem.
Se apeldañan los
huertos, de un cultivo denso y primoroso, como paños bordados en realce.
En su bordal de
tierra junta el bethlemita toda la variedad de legumbres y frutales. Cría
planteles de cebollas, fríjoles, berzas, endibias, lechugas, chalotes, badeas,
escalonas, guisantes, habas y cohombros. Brotan en lo umbrío los hongos y el
jenable. Las sandías se revuelcan en suelos apacibles. Por los ribazos y
bardas, se cuelgan las calabaceras, las de la cidracayote y las de calabazón
angosto y encarnado que resue· na como un odre. Crecen los membrillos
espalderos, los granadas, los bergamotas, los almendros. Las vides tejen con la
higuera el toldo que acoge las amistades. Las márgenes y linderos se ahogan
bajo la convulsión de las hordas de los chumbos. Se recortan las grises espadas
de las pitas, de liseras carnosas. Suben al azul los girasoles doblando sus panes
redondos de flor dorada. Cada hortal tiene su torre de piedra cruda para el
guarda, y una horca de leños que, al combarlos, sumergen la herrada en el agua
dormida y somera del pozo, y vierten el riego atirantándose con un zumbido de
arco.
Después de los vergeles, las tierras llevan olivar, viña, mijo, centeno, cebadales.. _, y en los
campos segados y en la hierba de la senara, tocan las esquilas de los corderos
de Bethlehem.
Gabriel Miró
Magnífico texto de un maravilloso escritor. Muy bello.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, estimado amigo.
Jeniffer Moore
Miami, FL USA