Algunos de los amigos a los que felicité las Fiestas de Navidad con un poema y un calendario celeste, me piden que suba al blog Ancile el poema en cuestión. Creo que vendrá muy apropósito para añadirlo a los dos anteriores que, por cierto, tan buena aceptación han tenido. Vayan pues, desde Marte, estos versos (que, acaso el robot Curiosity de la Nasa, bien pudiera haber enviado, invadido por la nostalgia) para esos pocos corazones fraternos con la esperanza que se sumen muchos más.
LA NAVIDAD EN MARTE
EL eco y la cadencia,
si silencio en la nieve,
enérgico el acento
en el abeto obsede
cual mistral evocado
que, en tropel insistente
a la memoria trae
de otro tiempo la sede
familiar, la pacible
concurrencia que vierte
al fraternal abrazo
calor cumplidamente.
Me conturba el paisaje
recordado, perenne
imagen del amor,
si del amor se ofrece:
pero, túrbame más
la música silente
que al espíritu aún
tanta piedad promete.
Sobre esta soledad
las estrellas a veces
son vagos resplandores
que dejan indeleble
huella desde el futuro,
si son de ayer presente.
Son los paisajes áridos
en Marte y prominentes;
en la Erydania asiento
toma memoria breve
de otro vital paraje
que todavía quiere
en mi alma eternizarse.
No en el transcurso mueve
de mi vida el fugaz
recuerdo, hoy, solemne
sensación de otro tiempo
y otra estancia.
La nieve
sobre este polvoriento
terreno, transparente
de luz, de sombras, es
ensoñación perenne:
mas, lo que sueño fue
será en la aurora intérprete
evocador de vida
amable, deferente
compañía que, en estas
soledades, desprecie
la dura roca del
desierto confidente.
Las cárdenas roquedas
arrastran sobre el vientre
ígneo el ardor que ahora,
olvido con deleite,
transfigurando el fuego
con la imagen indemne
del paso nunca hollado
de un lugar que comprende
la esperanza, pues,
blanca,
se desliza en la nieve.
De ternura, tan lejos,
las cordiales fuentes
en abrazo entrañable
ahora (y para siempre)
se ofrecen como el hálito
que fue de vida breve,
para que simpatía
y aliento largamente
sea y franqueza y paz
y amor que ahora comience
en esta remembranza
que olvido no disuelve,
por formarse rotunda
realidad consistente:
el cielo constelado
trae un canto solemne
porque suene un invierno
cálido entre la nieve
y, porque el alma escuche
el paisaje cadente
materia y, en la memoria
todavía resuene,
si valle de la música,
del silencio relieve.
Francisco Acuyo
Autorretrato del robot Curiosity, desde Marte |
Precioso texto, querido poeta, una verdadera fiesta para el espíritu. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarRecibe un afectuoso abrazo de tus amigos más devotos.
Jeniffer Moore y Pastor Aguiar.
Miami, Florida. USA